—Carmine, vaya que sorpresa —dijo Arianna con una sonrisa demasiado amigable—. ¿Quién habría imaginado que te encontraría aquí?Carmine se recuperó rápidamente de la sorpresa y adoptó la misma expresión formal que utilizaba para tratar con sus clientes. Tenía el presentimiento de que no había nada de casual en aquel encuentro.—Arianna —saludó e hizo un gesto de cabeza antes de ir a tomar un poco de papel toalla para las manos—. Qué coincidencia verte aquí. Pero no te quito más tiempo, seguro estás ocupada, al igual que yo —dijo, esperando que ella entendiera el mensaje.No lo hizo.—De hecho —dijo ella, interponiéndose entre Carmine y la salida—. Es una verdadera suerte encontrarte, porque quería hablar contigo. Es bastante difícil acercarse a ti ¿sabías? —No veo que asuntos podríamos tratar tú y yo. Incluso cuando estabas casada con Giacomo, no hablábamos demasiado.—Lo recuerdo. —Arianna hizo una mueca—. Siempre actuabas como si estuvieras por encima de mí.Carmine sintió una chi
Carmine estaba recostada bajo las cobijas con la mejilla sobre el pecho de Giacomo y trazando con su dedo pequeños círculos sobre su abdomen. A excepción de su saco y zapatos, él estaba completamente vestido, mientras ella se había cambiado a su pijama.La cita había sido un éxito, pese a su encuentro con Arianna. La exesposa de Giacomo había tenido el sentido común de no acercarse a su mesa a ocasionar más problemas. Si lo hubiera hecho, Carmine no habría dudado en llamar a la seguridad del restaurante para que la sacaran, a rastras de ser necesario.—Me encontré con Arianna hoy —confesó.Desde que llegaron al departamento había estado debatiéndose entre contarle o no, pero al final, decidió que no quería secretos entre ellos. Carmine notó inmediatamente cómo Giacomo se tensaba bajo ella.—¡Qué diablos! —maldijo Giacomo entre dientes—. ¿A qué hora? ¿Por qué no me lo dijiste? —Las preguntas llegaron una tras otra.Carmine se acomodó sobre su mentón para poder observarlo.—En el baño
Giacomo despojó a Carmine lentamente de su camisón, dejándola desnuda de cintura para arriba. Se tomó unos segundos para admirarla. No había nada en ella que no fuera perfecto, ella estaba hecha para tentarlo cada momento del día.Se inclinó sobre Carmine y su lengua salió al encuentro de uno de sus senos, acariciándolo primero con delicadeza antes de tomarlo completamente en su boca. Carmine no pudo contener el gemido que escapó de su garganta. Su cuerpo respondió instintivamente, arqueándose bajo él mientras sus manos se enredaban en su cabello, sujetándolo justo donde estaba, como si no quisiera dejarlo ir jamás.Sus labios y lengua exploraron el contorno del seno de Carmine. Alternó entre caricias suaves, lamidas provocadoras y pequeños mordiscos. Después pasó al otro seno y, con la misma dedicación, repitió el mismo proceso. Se deleitó con los dulces gemidos que escapaban de ella y los ligeros estremecimientos que recorrían su cuerpo.Cuando tuvo suficiente de sus senos, se desli
Giacomo alzó la mirada y la fijó en su investigador.—¿Verificaste toda esta información? —preguntó, procurando que su voz sonara tan impasible como si la información que acababa de leer no lo hubiera afectado.—Sí, señor. Me tomo mi trabajo en serio.Giacomo bajó la mirada al archivo que sostenía entre sus manos y repasó la información por tercera vez. Esta vez, algunas palabras parecían resaltar más que antes, ahora que casi se sabía de memoria algunas partes.Al parecer había sido un completo ingenuo al no ordenar una investigación sobre Arianna antes de casarse con ella, pero jamás habría considerado necesario indagar en la vida de una mujer que afirmaba amarlo. ¿Qué motivo tenía para desconfiar? Siempre se había mostrado sincera y él había confiado en ella.Para alguien que se enorgullecía de ser buen juez del carácter de las personas, Arianna había conseguido engañarlo con una habilidad que ahora le resultaba humillante.Arianna le había contado que sus padres estaban muertos. Le
Giacomo apartó una silla y esperó a que Carmine tomara asiento antes de sentarse junto a ella. Sin perder tiempo, alcanzó la jarra de agua y rellenó un vaso.—Deberías beber un poco —dijo, tendiéndole el vaso a Carmine.Carmine soltó un suspiro y rodó los ojos, pero no discutió con él. Era tierno como Giacomo siempre estaba al pendiente de ella, aunque a veces su preocupación rayaba en la exageración. Como el día que había decidido pintar la habitación de su hija y le había prohibido ayudar e, incluso, acercarse a la puerta. Había tenido que esperar a que la pintura secara para ver el resultado final.—¿Quieres algo más?—No, descuida, estoy bien.Giacomo asintió con movimiento de cabeza y giró la mirada hacia el frente, percatándose de que todas las miradas estaban fijas en él. Sus expresiones era una mezcla entre diversión y curiosidad.—Así que, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Sebastian, arqueando una ceja.Giacomo experimentó un extraño déjà vu, recordando la última vez que había
Carmine observó la casa de sus padres en el espejo retrovisor, mientras se alejaban. La noche había caído hace una hora y en ese momento estaban de camino a su departamento. El día con su familia había superado sus expectativas, y, mejor aún, nadie había golpeado a nadie.Giacomo había logrado conquistar a toda su familia, incluyendo a su reticente padre. En algún momento de la tarde, los dos se habían sumergido en una conversación. Ambos parecían muy cómodos compartiendo sus opiniones e, incluso, había visto a su padre sonreír en un par de ocasiones con algún comentario de Giacomo.Carmine giró la cabeza para observarlo. Giacomo mantenía la mirada fija en la carretera, concentrado, pero después de algunos segundos pareció sentir el peso de su mirada, porque la miró por un instante.Sin poder evitarlo, esbozó una sonrisa.Durante toda la tarde no había dejado de reproducir la confesión de Giacomo en su mente tan solo para asegurarse de que no se trataba de un sueño. —¿Hablabas en se
Carmine se acercó con una sonrisa amable a la enfermera, una mujer de alrededor de cincuenta años, que estaba detrás del mostrador. En su mano llevaba un ramo de flores frescas, las preferidas de la madre de Giacomo.Carmine se había tomado la tarde libre para poder visitar a Constanza. Sabía que la madre de Giacomo necesitaba compañía y a ella no le molestaba ir a verla algunas veces al mes. Nunca estaba segura de que esperar cuando se reunía con ella, pero no por eso le gustaba menos ir a verla.De todas sus visitas, solo una vez había presenciado una de las crisis de Constanza. Había sucedido repentinamente y Carmine se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. Los enfermeros habían intercedido de inmediato y le pidieron que se retirara. Carmine había escuchado los gritos de Constanza, mientras se alejaba. Aquella escena había dejado una marca en ella.Era tan difícil de entender cómo alguien que había luchado durante toda su vida contra tantos obstáculos, se había convertido en
Giacomo maldijo en silencio al ver a Arianna. Cuando creyó que su día no se podía poner peor, estaba equivocado. No estaba de humor para enfrentarse a ella, no después de haber perdido en el tribunal.Era consciente de que no siempre iba a ganar, pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar las derrotas. Y esa derrota, en particular, lo había dejado furioso. El bastardo al que el juez había liberado por "falta de pruebas" merecía estar tras las rejas, no caminando libre por las calles. El tipo representaba una amenaza para las mujeres, pero el juez, al parecer, no pensaba igual que él. Lo que había empeorado su mal humor fue ver al muy imbécil acercarse a su cliente, luciendo demasiado satisfecho. La sonrisa había desaparecido de su rostro, cuando Giacomo informó que apelaría y que la próxima vez no tendría tanta suerte. Giacomo no miró a Arianna al pasar junto a ella. Le había hecho una promesa a Carmine y no estaba en sus planes romperla, pero al parecer su ex no entendió la ind