Carmine sonrió divertida, lo que la llevó a sacudir la cabeza con exasperación. Los constantes cambios de humor la estaban volviendo loca.—Al menos están de acuerdo en algo —musitó.—No puedes vivir sola —dijo Giacomo, acercándose a ella una vez más—. Podrías ponerte mal otra vez, y no habría nadie allí para ayudarte.—Él tiene razón —estuvo de acuerdo el padre de Carmine.Ella rodó los ojos y miró a su padre.—¿Es en serio? Ahora estás de su lado. Creí que no lo soportabas.—Y no lo hago —refutó su padre—, pero pienso igual que él en lo que respecta a este asunto. No dormiré tranquilo, si sé que podría pasarte algo, cariño.—Prometo que voy a ser más cuidadosa de ahora en adelante. Seguiré al pie de la letra todas las indicaciones de la doctora. —Se llevó una mano al vientre—. Mi bebé es lo más importante para mí en este momento, incluso más que la empresa, y no pienso volver a poner su seguridad en riesgo.—E incluso así —intervino su madre, con una expresión preocupada mientras se
Carmine comenzó a sentirse cohibida a medida que los ojos de Giacomo se deslizaban por ella con una intensidad inesperada. Su rostro estaba marcado por la tensión, como si estuviera librando una batalla interior.—Giacomo —lo llamó cuando no soportó más.Él levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de ella, dejándola momentáneamente descolocada. Aunque no podía estar completamente segura, creyó distinguir en ellos un destello de deseo. Sin embargo, pronto, desapareció. —Yo... lo siento… no… —balbuceó Giacomo. Él se aclaró la garganta y continuó—. No quería entrar a tu habitación sin permiso, solo quería avisarte que la cena está lista.—Oh, está bien, salgo en un momento.Él asintió, pero no hizo ademán de moverse. Sus ojos seguían fijos en los de ella, como si buscara descubrir algo, haciéndola sentir incómoda otra vez.—¿Podrías darme algo de privacidad? —preguntó.—Por supuesto. —Giacomo se dio la vuelta y desapareció apresurado.Carmine permaneció quita por unos segund
Carmine estaba revisando unos papeles cuando su celular comenzó a sonar. Su celular no había dejado de sonar desde temprano. Primero sus padres, luego sus hermanos y para terminar, Gigy y Bria. Estas últimas seguían preocupadas después de que la sacaran desmayada de su oficina. No le había contado a ninguna de las dos sobre su embarazo, así que no sabían el motivo de su malestar. Les había escrito el día anterior, después de salir del hospital para decirles que estaba bien, pero ambas se asustaron cuando volvió a escribirles esa mañana para decirles que no iría a la oficina.Se había tomado un par de días libres de la oficina, aunque debido a que era algo inesperado, no podía simplemente dejar de trabajar, al menos no por completo. Había algunos pendientes de los que debía que encargarse.Aun así, se estaba asegurando de no sobreexigirse y de cuidar la cantidad de agua que tomaba. Era una ventaja contar con Alma, la cocinera que Giacomo había contratado, quien aparecía de tanto en tan
—La última vez no tuvimos oportunidad de hablar demasiado —comentó Damiano, mirando a Giacomo mientras tomaba su vaso de agua—. ¿A qué te dedicas?Giacomo notó cómo su mal humor aumentaba. Como si no fuera suficiente que Damiano visitara a Carmine, ella lo había invitado a almorzar con ellos. ¿Es que no tenía otro lugar a donde ir?—Soy abogado.—Trabaja a medio tiempo para la organización benéfica de mi tía —acotó Carmine.—¿Así que fue así como se conocieron?—Algo así —respondió Carmine—, pero fue mucho antes de que él se volviera abogado.—Entonces, han sido amigos por mucho tiempo.—La mitad de mi vida —respondió Giacomo, sonriendo por primera vez desde que había llegado.—Eres bastante afortunado —comentó Damiano, con una sonrisa en los labios—. Ya me habría gustado a mí conocer a Carmine por tanto tiempo, aunque no sé cómo no habría resistido a su encanto por tanto tiempo. Es una mujer muy linda, inteligente y con un buen sentido del humor.Giacomo apenas logró mantener su sonri
Giacomo tenía la mirada fija en la pantalla del ecógrafo, mientras la doctora deslizaba con cuidado el transductor sobre el vientre de Carmine. A diferencia de la primera ecografía, esta vez había reconocido casi de inmediato a su bebé en las imágenes que se formaron en la pantalla. El mundo se había detenido entonces, mientras apreciaba, fascinado, la perfección en forma de su pequeño bebé.La doctora detuvo su exploración repentinamente, luego alzó la mirada y alternó su atención entre Giacomo y Carmine.—¿Quieren saber el sexo del bebé o desean conservarlo en secreto?—¿Puede decírnoslo tan pronto? —inquirió. Después de todo, Carmine apenas tenía un poco más de treces semanas de embarazo.—En algunos casos, es complicado determinar el sexo del bebé antes de la semana dieciocho o incluso más tarde —explicó la doctora con calma—, pero en el caso de Carmine, el bebé está en una posición ideal para verlo. Aunque, por supuesto, confirmaremos este resultado en la próxima consulta. —La doc
Carmine soltó un suspiro y dejó el tenedor sobre su plato con más fuerza de la necesaria.—Es suficiente, ya dime qué sucede.—¿Qué quieres decir? No sucede nada.—No me mientas —insistió, cruzándose de brazos—. No has dejado de mirarme durante toda la cena como si habría algo que quisieras decirme. Entonces, ¿de qué se trata?Giacomo sonrió al notar el ceño fruncido de Carmine y el fuego que bailaba en su mirada. No lo diría en voz alta, pero no podía evitar pensar en lo adorable que se veía cuando estaba enojada.—Descubrí algo esta tarde, aunque no entiendo cómo es que no me di cuenta antes.—¿Qué descubriste? —demandó Carmine, con el ceño aún fruncido.Giacomo soltó una carcajada.—Siempre tan exigente. Te lo diré a su debido momento. Ahora, es hora de que descanses; estuviste demasiado tiempo de pie hoy.Carmine rodó los ojos. Era tierno que se preocupara por ella, pero no tanto que evitara responderle. Siempre había sido curiosa por naturaleza, pero algo en la actitud de Giacomo
Carmine no dejaba de dar vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos lo único que podía ver era a Giacomo besándola, y sin importar cuanto tratara de eliminar aquella imagen, su cerebro no le obedecía.Se había sentido bien… demasiado bien.—Basta.Se sentó de golpe, acomodando su almohada por enésima vez. Le dio unos golpes, que no eran para nada necesarios, pero de alguna forma ayudaban a liberar su frustración.No podía encontrar una excusa razonable por la que Giacomo la había besado. Y ella… ¿Por qué no lo había detenido cuando se dio cuenta de lo que él iba a hacer?Debía ser alrededor de la una de la mañana cuando, por fin, se quedó dormida. Al día siguiente, su alarma sonó a las seis de la mañana. A pesar de no haber dormido lo suficiente, se levantó de inmediato y se metió en la ducha.Al ser domingo, no tenía que ir a la oficina, pero quedarse en su departamento y confrontar a Giacomo después de lo sucedido la noche anterior tampoco le ap
—¿No vas a saludarme? —preguntó ella con esa sonrisa tímida que una vez le había cautivado, pero ahora solo le causaba repulsión porque ya no estaba seguro de si era real.Por mucho tiempo, Giacomo había creído conocerla, pero se había equivocado. Nunca llegó a ver quién era realmente hasta que su matrimonio se desplomó. La mujer que él pensaba que era Arianna, jamás lo habría engañado con otro hombre. Verla salir de un hotel, del brazo de otro hombre, y luego besarlo, lo destrozó. Pero lo que realmente le dolió fue que intentara negar lo que había hecho.Ella había estado dispuesta a usar cualquier truco con tal de que él le creyera. Había derramado lágrimas, mientras le juraba una y otra vez que solo se había tratado de un beso, que jamás lo había engañado antes. Giacomo había querido tanto creerle, aún sabiendo que era una mentira. Pero, al final, no se había dejado enredar en su engaño y la hizo confesar toda la verdad.Entonces ella dejó caer por completo su máscara, responsabiliz