Giacomo tenía la mirada fija en la pantalla del ecógrafo, mientras la doctora deslizaba con cuidado el transductor sobre el vientre de Carmine. A diferencia de la primera ecografía, esta vez había reconocido casi de inmediato a su bebé en las imágenes que se formaron en la pantalla. El mundo se había detenido entonces, mientras apreciaba, fascinado, la perfección en forma de su pequeño bebé.La doctora detuvo su exploración repentinamente, luego alzó la mirada y alternó su atención entre Giacomo y Carmine.—¿Quieren saber el sexo del bebé o desean conservarlo en secreto?—¿Puede decírnoslo tan pronto? —inquirió. Después de todo, Carmine apenas tenía un poco más de treces semanas de embarazo.—En algunos casos, es complicado determinar el sexo del bebé antes de la semana dieciocho o incluso más tarde —explicó la doctora con calma—, pero en el caso de Carmine, el bebé está en una posición ideal para verlo. Aunque, por supuesto, confirmaremos este resultado en la próxima consulta. —La doc
Carmine soltó un suspiro y dejó el tenedor sobre su plato con más fuerza de la necesaria.—Es suficiente, ya dime qué sucede.—¿Qué quieres decir? No sucede nada.—No me mientas —insistió, cruzándose de brazos—. No has dejado de mirarme durante toda la cena como si habría algo que quisieras decirme. Entonces, ¿de qué se trata?Giacomo sonrió al notar el ceño fruncido de Carmine y el fuego que bailaba en su mirada. No lo diría en voz alta, pero no podía evitar pensar en lo adorable que se veía cuando estaba enojada.—Descubrí algo esta tarde, aunque no entiendo cómo es que no me di cuenta antes.—¿Qué descubriste? —demandó Carmine, con el ceño aún fruncido.Giacomo soltó una carcajada.—Siempre tan exigente. Te lo diré a su debido momento. Ahora, es hora de que descanses; estuviste demasiado tiempo de pie hoy.Carmine rodó los ojos. Era tierno que se preocupara por ella, pero no tanto que evitara responderle. Siempre había sido curiosa por naturaleza, pero algo en la actitud de Giacomo
Carmine no dejaba de dar vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos lo único que podía ver era a Giacomo besándola, y sin importar cuanto tratara de eliminar aquella imagen, su cerebro no le obedecía.Se había sentido bien… demasiado bien.—Basta.Se sentó de golpe, acomodando su almohada por enésima vez. Le dio unos golpes, que no eran para nada necesarios, pero de alguna forma ayudaban a liberar su frustración.No podía encontrar una excusa razonable por la que Giacomo la había besado. Y ella… ¿Por qué no lo había detenido cuando se dio cuenta de lo que él iba a hacer?Debía ser alrededor de la una de la mañana cuando, por fin, se quedó dormida. Al día siguiente, su alarma sonó a las seis de la mañana. A pesar de no haber dormido lo suficiente, se levantó de inmediato y se metió en la ducha.Al ser domingo, no tenía que ir a la oficina, pero quedarse en su departamento y confrontar a Giacomo después de lo sucedido la noche anterior tampoco le ap
—¿No vas a saludarme? —preguntó ella con esa sonrisa tímida que una vez le había cautivado, pero ahora solo le causaba repulsión porque ya no estaba seguro de si era real.Por mucho tiempo, Giacomo había creído conocerla, pero se había equivocado. Nunca llegó a ver quién era realmente hasta que su matrimonio se desplomó. La mujer que él pensaba que era Arianna, jamás lo habría engañado con otro hombre. Verla salir de un hotel, del brazo de otro hombre, y luego besarlo, lo destrozó. Pero lo que realmente le dolió fue que intentara negar lo que había hecho.Ella había estado dispuesta a usar cualquier truco con tal de que él le creyera. Había derramado lágrimas, mientras le juraba una y otra vez que solo se había tratado de un beso, que jamás lo había engañado antes. Giacomo había querido tanto creerle, aún sabiendo que era una mentira. Pero, al final, no se había dejado enredar en su engaño y la hizo confesar toda la verdad.Entonces ella dejó caer por completo su máscara, responsabiliz
Carmine observó inmóvil el auto de Giacomo salir del estacionamiento. Se sentía lastimada y furiosa. No podía creer que había sido tan idiota como para pensar que él podía sentir algo por ella.No estaba segura de cuánto tiempo permaneció abstraída en sus pensamientos, hasta que el sonido de un claxon cercano la devolvió a la realidad. Había ido a buscar a Giacomo con el propósito de hablar con él, de obtener respuestas, cansada de no poder dejar de pensar en el beso que él le había dado.Había tenido una reunión muy cerca de donde Giacomo trabajaba y, al terminar, tomó la decisión impulsiva de ir a verlo. Durante el trayecto, se había sentido cada vez más esperanzada, casi segura de que aquel beso no podía haber sido un simple arrebato. Giacomo valoraba demasiado su amistad como para arriesgarla por un impulso pasajero.Se había convencido de que aquel gesto debía significar algo más. Pero después de la escena que había presenciado toda su seguridad se había desmoronado. No podía cree
Carmine no le correspondió de inmediato, pero Giacomo no se rindió. Con paciencia, usó su boca para seducirla, deslizándose sobre sus labios con delicadeza. Ella intentó resistirse, pero al final un suspiro escapó de sus labios, y se rindió. Fue entonces cuando él profundizó el beso.Como la última vez que la besó, el mundo que los rodeaba desapareció, y por un momento solo eran ellos dos. Giacomo era demasiado consciente del calor del cuerpo de Carmine tan cerca del suyo, de la dulzura de sus labios. Podía sentir sus manos aferrándose a él, como si no quisiera dejarlo ir, y no planeaba hacerlo.Era un hecho que ella lo deseaba. Y si tenía que usar eso a su favor para convencerla de quedarse, lo haría. No iba a dejarla marcharse.Giacomo se dio cuenta de que no le importaba jugar sucio. Siempre había tratado de ser una persona que seguía las reglas, pero, con Carmine, no le importaba lo que era correcto o no; lo único que deseaba era tenerla. El mundo podía irse a la mierd@ y para él t
Carmine despertó algo desorientada, pero pronto los recuerdos llegaron a ella. Soltó un gemido de lamento y sintió como su rostro se calentaba, —¿Está todo bien? —le preguntó Giacomo al oído. —¡¿Qué diablos?! Carmine se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los de Giacomo. Al bajar la mirada vio que él estaba sonriendo. —Deja de lucir tan presumido. Todavía no he tomado una decisión sobre quedarme aquí. —Quizás no debería haberlo soltado así, pero era cierto. Carmine se sentó, llevándose las sábanas consigo. Ni siquiera recordaba cuándo Giacomo la había cubierto, pero se lo agradeció en silencio. Se sentía vulnerable desnuda cuando él estaba seguía completamente vestido. Giacomo la recorrió con la mirada como si, incluso a través de todo, pudiera verla muy bien. —Tesoro, te he visto desnuda hace apenas unas horas. No tiene mucho sentido que te cubras. —¿Te has propuesto avergonzarme? Él levantó la mirada y su sonrisa creció. —Para nada. Solo estoy tratando de que dejes
Carmine levantó la mirada y sonrió a ver a su secretaria entrar con un ramo enorme en sus manos.—¿Dónde debería ponerlo? —preguntó Bria, sonriendo.Carmine señaló uno de los muebles cerca de la ventana mientras se ponía de pie. Se acercó al arreglo floral y se tomó un tiempo para apreciarlo. Las flores eran tan hermosas como todas las anteriores que Giacomo le había enviado indistintamente en las últimas dos semanas. Se inclinó ligeramente para inhalar el delicado aroma que desprendía, y luego tomó la tarjeta que las acompañaba. Su sonrisa creció al leer lo que decía en ella.“Espero estés pensando en mí, porque tú consumes mis pensamientos”.—A este paso, podrás abrir una florería pronto —comentó Bria, soltando un suspiro—. En serio, te tengo envidia.Giacomo le había estado enviando flores y otros regalos desde que decidió darle una oportunidad. Algunos obsequios eran costosos, como una joya o un par de zapatos —aún le costaba imaginarlo eligiendo cuidadosamente unos zapatos en su t