CAPITULO 29

ALESSANDRO

Cuando oí que un gemido escapó de la garganta de alguien, me volví para encontrarme con Leticia y entonces, una cruda realidad me atravesó el pecho sin contemplaciones: la amaba… la quería desde el mismo día en que la tuve entre mis brazos hace cinco años, y estuvimos a punto de consumar nuetsra pasión.

Creí que, con su actuar, el amor impetuoso que nació en mi pecho por ella se había apagado y convertido en odio. Pero la realidad era otra, muy distinta y solo ahora… ahora que seguramente pensaba lo peor de mí, me estaba dando cuenta que nunca la llegué a odiar en serio.

Sin embargo, en vez de actuar y darle explicaciones, me quedé paralizado, viendo como me miraba con absoluta repulsión, seguramente, pensando lo peor por haberle seguido el maldito juego a Leah y no haberme marchado cuando me siguió hasta aquí.

Para cuando logré reaccionar, ella ya se alejaba despavorida, con la única idea de escapar. Bajó corriendo las escaleras como alma que lleva el diablo y la oí solloz
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