ALESSANDRO—Te he extrañado estos días… —musité, con la intención de sonsacarle la verdad sobre su matrimonio y que asumiera que era virgen—. Lo sabías y no te acercaste… —añadí y ella suspiró.—Estabas de tan mal humor que temí acabar con la poca paciencia que a ambos nos queda. La situación de tu familia tampoco ayuda, Alessandro. No quería remover cosas que crearan conflictos entre nosotros por tu padre; no quiero que se disguste por nuestra causa y empeore… —contestó, conmoviéndome hasta los huesos. Sin embargo, necesitaba que me dijera la verdad.—¿Por qué, Leticia? —le pregunté y ella frunció sus bellos ojos—. ¿Por qué lo elegiste a él en lugar de a mí? —insistí—. Pensar en ello, me pone loco y celoso.—Luis ya está muerto… —musitó como queriendo consolarme y reí negué.—Eso no cambia que lo hayas escogido; si te hubiera conocido después de casarte, sería distinto: él sería un mero recuerdo, un pasado sin importancia para mí, pero no fue así.—Yo no lo escogí, Alessandro...—Sí
LETICIA Habían trascurrido apenas treinta minutos cuando Alessandro regresó y me tensé por imaginar que iniciaría de nuevo aquel interrogatorio que me hacía sentir incómoda. Me encontraba sentada al pie de la cama, comiendo a desgana la cena. —¿Cómo está tu padre? —pregunté con verdadera preocupación. —Es un consumado zorro viejo, cara… —dijo él enojado, frunciendo sus bellos ojos aguamarina—. Se lo ha inventado, Leticia. ¿Puedes creerlo? Me chantajeado de nuevo… —se quejó con falso enfado. —¿Qué ha pasado? —inquirí—. Si puedo saberlo, por supuesto. —Claro que puedes saberlo… —se acercó hasta mí y me rodeo con sus brazos—. Quiere que comience a tomar el mando de sus empresas y me enviará a Nueva York para una reunión con la junta directiva… mañana, cara… —traté de ocultar la decepción que sentí al oírlo—. Saldré mañana, a las siete y espero estar de vuelta la noche antes de la boda —asentí con la cabeza, incapaz de decir nada más—. ¿Me extrañarás? —preguntó juguetón y sonreí—. P
LETICIA Aunque las palabras de Leah me estaban consumiendo por dentro y aumentaban mis dudas sobre Alessandro, suspiré intentando buscar paciencia de donde no tenía. —Si no te importa, quisiera terminar de arreglarme... tranquila. Sabes que a tu esposo le desagrada que una mujer se vea impresentable en la cena —advertí para que se marchara y me dejara sola. —¿Si no me importa? —retrucó burlona—. ¡Por Dios! Eres tan patética —dijo ella en tono burlón, mirándome con cierta curiosidad—. ¿En serio te prestarás para que Alessandro se salga con la suya? —cuestionó, cruzándose los brazos—. ¡No le importas, Leticia! ¡No te quiere ni tantito y seguirás haciéndole el favor solo para mantener contento a su padre y no lo deje sin herencia! —manifestó—. En cuanto muera, te desechará como lo hace siempre, porque ya no le servirás para ningún propósito. Y, pensándolo bien, ¿Qué más podrías ofrecerle? —increpó—. Se ha metido entre tus piernas, te ha robado el corazón y te ha manipulado para que fin
LETICIA —Puede que lo haya averiguado de otra forma; no necesariamente he debido ser yo quien se lo ha contado —se excusó y negué—. ¿Es en serio, Leticia? —me cuestionó—. ¿Serás tan ingenua para aceptar tan rápido las palabras de la persona menos fiable? —guardé silencio, dándole al razón—. Increíble… —dijo en tono de condena—. Leah está celosa y haría cualquier cosa por crear problemas entre nosotros. ¿No se te ha ocurrido pensarlo? «Realmente lo he pensado demasiado», le respondí en silencio. Tal vez si no lo pensaba tanto, le hubiera creído. —Pensé sinceramente que estaba llegando a algún lugar contigo —retomó sus palabras Alessandro secamente—. Pero estaba equivocado. Te abrí mi corazón y tú me golpeas en el pecho. No tienes fe en mí, ni mucho menos una confianza que ofrecerme. Para ti sigo siendo el miserable que decidiste que era hace cinco años, ¡y creo que sería mejor serlo! Porque nunca te conformas conmigo, con nada de lo que hago, con nada de lo que digo… te cuento toda m
LETICIADespués de una larga charla con mi padre, fui al dormitorio que compartía con Alessandro para acostarme. Sin embargo, él no apareció en toda la noche, y eso me dolió.¿Por qué cuándo decidía abrirle finalmente mi corazón, él me apartaba?Era imposible creer que al día siguiente fuéramos a casarnos. Aunque sería ingenua si no me recordaba a mí misma que tampoco iba a ser un verdadero día de boda: era un simple trato.A la mañana siguiente me sirvieron el desayuno en la cama. Había un ambiente de gran excitación en toda la casa y no dejaba de oírse el sonido de las hélices de los helicópteros que, según el personal de servicio, anunciaban la llegada de los invitados.Adara, quien se encargó de organizar la fiesta, me había dicho que sólo asistirían a la boda algunos parientes, además de los socios y amigos de Kostas y Alessandro. Sin embargo, el ajetreo constante me había hecho dudar de que fuera una simple y sencilla boda íntima.A media mañana me dejé llevar, traer y vestir co
LETICIAAlessandro y yo bailamos mientras los invitados nos contemplaban, curiosos. Era cierto que nunca había bailado antes con él y me sentí repentinamente dolida por la falta de aquella clase de pequeñas experiencias en nuestra relación, aunque tampoco podía darle ese mote a lo que teníamos en aquel momento, y, para ser franca, tampoco tenía la más pálida idea de qué éramos exactamente, porque todo surgió de un chantaje derivado a un trato, donde no había habido cortejo, ni nos habíamos citado nunca, y sin embargo, lo amaba con una pasión que parecía crecer más y más a cada momento.—¿Cuándo vas a empezar a hablarme otra vez? —susurré, en tanto nuestros pies se movían al son de la música.—Nunca dejé de hablarte, y lo más probable es que, o no me creas o no te interese escuchar lo que yo pueda decirte.—Pues, lo siento… —mascullé entre dientes, al hecho de creer en Leah y no confiar en él—. ¿Qué más quieres que haga? ¿Arrastrarme?—No es mala idea —admitió con sorna.—Entonces, de
LETICIALa fiesta transcurrió de un modo ameno y se realizaron innumerables brindis. Sin embargo, estaba muriendo de celos porque no podía dejar pasar el hecho de que Alessandro no apartaba sus ojos de Leah.Frustrada, comencé a beber, mientras vigilaba las miradas disimuladas que mi esposo le dirigía a la esposa de su padre, quien, para mi pesar, lucia arrebatadora y a diferencia de cuando inicio la ceremonia, ahora se veía efervescente y brillaba como una antorcha.Se había vuelto el centro de atención de un grupo de hombres embobados, y me causaba asco ver que a Kostas no le importaba, pero que a mi marido sí.—Para los hombres, ella es irresistible… —Le dije a Adara.—Para los hombres como Kostas, sí —replicó—. Es como un coche de edición limitada que solo el más poderoso se puede permitir; los demás, solo pueden mirarlo con envidia. Para los hombres como tu suegro, no creas que tener ese coche lujoso es lo que les da felicidad o satisfacción, sino que, que deseen algo que él tien
LETICIAHabían transcurrido treinta minutos desde que Alessandro me dejó sola, y aun no regresaba. Me sentía nerviosa y algo me decía que la situación ue lo retenía, no sería de mi agrado. Comencé a ignorar a los invitados, no por falta de educación, sino porque no me sentía en condiciones de escuchar a nadie; todo había desaparecido a mi alrededor y mi único objetivo era encontrar a Alessandro.Cuando una de las empleadas de la casa pasó por mi lado, la detuve del brazo y le pregunté si no había visto a mi marido.—El señor está con la señora Leah, dentro de la casa —respondió y la tierra desapareció debajo de mis pies.Dudé por un momento, antes de ir a buscar a Alessandro. Temía ir y encontrarme con que mis sospechas jamás habían sido tan descabelladas como el propio Alessandro me había hecho creer y como mi corazón trataba de convencerme que no era.Entré por la cocina y vi a Alessandro salir de allí con una jarra con agua; quise hablarle, pero me ganó aquella parte irracional de