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Vacaciones de Verano

10 años después 

Por fin se había terminado el tiempo de espera. El San Francisco Bay Ferry había sido una maravillosa elección para esa mañana. Es una bonita experiencia que siempre había querido vivir. Pasear por la bahía de San Francisco, pasar por debajo del Golden Gate, mirar las aves y los otros barcos, tanto comerciales como de recreo cruzarse en el recorrido, y, sobretodo, las vistas costeras y Alcatraz, sirvieron de modelos estupendos para mis fotografías de recuerdo.

Me apresuro a acercarme a la barandilla, me agarro al frío acero con ambas manos y siento la cálida brisa marina soplando alrededor de mi nariz. Para mí, como recién llegada a los mini cruceros, las impresiones son sencillamente abrumadoras y cuando me paso la lengua por los labios, pruebo la sal en ellos. Justo como lo soñaba y como me gusta.

«¡¡¡Sí, las vacaciones son geniales!!!» Con mucho cuidado, inclino la parte superior del cuerpo hacia delante, mirando al agua. Me doy la vuelta y apoyo la espalda en la barandilla del barco y entrecierro los ojos. El sol me encandila. Entonces, haciendo una mueca, arrugando mi boca y la nariz, comienzo a rebuscar en mi mochila.

—¡Ah! Ahí estás. —le hablé a mi nueva adquisición, la clásica gorra blanca de mujer con la frase “I love L.A.” de toda la vida. Con una sonrisa a medias, me la pongo y me la ajusto un poco más hacia la frente. Sí, me encantan los Suvenires. Soy una auténtica loca comprando regalos cada vez que me voy de viaje. Algo que no hago tan a menudo como quisiera.

Como de costumbre, no aguanto mucho tiempo bajo el sol, así que también me pongo las gafas de sol. No a todo el mundo le gusta el calor. Incluso el viento lo siento demasiado cálido. Esto es realmente anormal. Mi mirada se detiene un momento más en los jóvenes que ríen y charlan frente a una cafetería cerca del puerto, y efectivamente hay un área muy buena a la sombra para pasar el rato y refrescarse. Simplemente fantástico.

Bueno, me vendría bien una buena taza de capuchino ahora mismo. Apenas puedo contener mi deseo de uno en este momento, así que me dirigí al pequeño bar del ferry. Escucho una música instrumental suave y de volumen moderado que sale por las bocinas mientras la camarera toma nota de mi pedido. Luego busco y me siento en una silla libre y miro a la gente durante un rato. Al cabo de unos minutos, el capuchino está ahí con una espuma de leche realmente estupenda.

—¡Gracias!

Ella sonríe. La amabilidad abre todas las puertas.

«¿Por qué demonios?» Estoy mirando a cierta persona. Está bebiendo cerveza de una botella y sabe perfectamente que no me gusta.

—Hola, Srta. — se dirige a mí y sonríe. Su mano pasa por delante de mí y acerca una silla. Los ojos azules centellean provocativamente. —¿No invitas a una cerveza a un viejo trabajador? ¡Estamos de vacaciones!

Miro la hora en mi móvil y se la muestro. No se lo digo, pero creo que papá ya sabe lo que quiero decir.

—¡Ay, por dios! De todos modos, ¿cuánto tiempo nos queda aún por empezar la aventura en el día de hoy? Dos horas, cuando más.

«¿Dos horas más?» Con mucho amor y sentimiento, puse un poco de azúcar en la taza llena de espuma de leche. Mezclo la crema con las virutas de chocolate y sujeto la cuchara con fuerza para no pincharme en el ojo mientras bebo. Sorbo con cuidado la bebida caliente. Mientras disfruto de mi capuchino, una señora mayor pasa corriendo por delante de nuestra mesa con un cargamento de comestibles y se deja caer en una de las sillas vecinas. Se ríe, mira satisfecha su plato y yo la observo atentamente.

«Lo bueno de viajar es que nunca vuelves como te fuiste», pienso con una sonrisa.

—¿También quieres comer algo? —pregunta mi padre con aire de patrón.

–¡No, gracias! He traído albóndigas. —respondo con una sonrisa y golpeo mi mochila. —¿Qué vamos a hacer por fin? —le pregunto con una mirada malhumorada.

—¡Eres un dolor de cabeza! Ya te he dicho que solo nos tomará apenas dos horas, ya verás.

Un rato más tarde, empezaba ya a sentirme algo mareada.

—Ya casi llegamos. —me anima mi padre. Se produce un breve silencio. Entonces me mira a los ojos con una sonrisa. —Valió la pena el viaje, ¿no?

—Totalmente. —le dije respirando profundo. No quería que percibiera que estaba a punto de vomitar.

El barco atraca, lo amarran y colocan gruesas cuerdas alrededor de los botes. Me levanto con elegancia de la silla y me cuelgo la mochila al hombro.

——¿Vamos? Parece que ya llegamos. —me balanceo un poco mientras doy unos pasos hacia él.

—¿Estás bien? —pregunta con una mezcla de escepticismo y preocupación en su voz, pasando por delante de una mujer.

—Sí, ¿por qué?

Hay un par de chicos merodeando por la barandilla. Les sonrío alegremente, me paso unos mechones por detrás de la oreja y sigo caminando lentamente.

—Le gusto. Te estás sobrevalorando como siempre, Rubén. —dice alguien con frialdad entre ellos.

Mi padre se detiene con una mirada interrogante y se vuelve lentamente hacia mí.

—No se refiere a ti, ¿verdad? —su tono es peligrosamente tranquilo. —Salgamos de aquí para coger las bicis.

Como mochilera caminante, me alegro de volver a tener tierra firme bajo mis pies. Después de todo, no soy una fanática de los barcos, pero agradezco la experiencia. Miro a mi alrededor y veo un agradable lugar de alquiler de bicicletas.

“Blazing Saddles” está escrito en uno de los enormes carteles del establecimiento. Ahora sí que ha llegado la hora de continuar con el plan del recorrido. Como siempre, papá está comprobando que todo esté bien. Juguetea con su bicicleta y con el controlador de 7 velocidades, yo simplemente le observo sonriente. Es realmente divertido verlo haciendo algo así.

—¡Vamos! ¿Qué esperas? —gruñe impaciente.

La espera está a la orden del día, y eso siempre lo ha desesperado. Abro la cremallera del compartimento lateral de mi mochila que puse justo en la cesta delantera de la bici. Registro en ella y saco el protector solar. Me lo extiendo uniformemente por mi rostro y mis hombros, no quiero parecer un tomate luego. Dura un montón, pero me había costado carísimo, así que no podía derrocharla.

Sorprendida, miro hacia arriba. Y veo a mi padre con su trasero en el aire mientras pasa pitando a toda velocidad por mi lado.

—¡Espérame! ¿Sí? —le grito. Nuestro viaje en bicicleta apenas estaba comenzando. Libertad sobre cuatro ruedas. No dudo ni un segundo y me apresuro a seguirlo.

Pasar por el puente en bici es una actividad entretenida y agradable, lo mismo para aprendices como yo, como para ciclistas avanzados como mi padre. Pedaleamos sobre la pintoresca Ruta del Parque Nacional de bicicleta de Fisherman’s Wharf hasta el Golden Gate. Cruzamos el puente y bajamos a Sausalito, un pueblecito encantador donde se puede comer antes de tomar el ferry de vuelta a San Francisco.

Visitamos algunos de los árboles más grandes del mundo en Old Mill Park y continuamos pedaleando a lo largo de la bahía de la atractiva ciudad de Tiburón. Mi padre parecía todo un guía turístico deteniéndose en cada lugar y dándome una buena disertación de cada cosa que observábamos. Se notaba que lo estaba disfrutando mucho.

Yo hubiera preferido simplemente haber tomado un bus turístico. Hubiera escogido eso, pero no sería justo para mi padre, porque estaba muy ilusionado con nuestra pequeña gira. Además, aseguraba que alquilar las bicis nos permitía llegar a lugares que, de otro modo, no sería posible acceder a ellos.

Durante semanas, confeccionó las rutas y mantuvo interminables conversaciones conmigo sobre nuestras vacaciones de verano de este año. Así que estoy haciendo un esfuerzo para empezar las vacaciones con una actitud positiva, porque no quiero decepcionarlo por nada.

—¡Gracias a Dios que hay una ruta ciclista señalizada! —me grita. —Así no será tan difícil para nosotros encontrar el camino hasta la villa de los abuelos de Tina.

—¡Suena muy bien! —le respondí jadeante.

No es tan agotador pedalear por aquí. No hay subidas bruscas, ¿qué más se puede pedir? Bonito y plano. Especialmente para mí. «Gracias, querida Tina, por ayudar a organizar todo con tanta antelación.» Me alegro mucho de que mi padre se haya decidido finalmente a reservar esta estancia ideal para pasar la noche. Estoy deseando ver lo que nos espera. Lo que mi amiga tendrá que decir cuando finalmente lleguemos.

—¡Mira, Bea! —Mi padre señala unas plantas en flor con un gesto de la mano. —Valeriana real.

No deja de admirarlas mientras pasamos. Mete la mano, toma una, y se lleva las raíces a la nariz. «¿Qué está haciendo ahora? Sólo me interesaría saberlo».

—La Valeriana también es conocida como planta medicinal. Es muy recomendable su uso. Toma, huélela. — me inclino ligeramente, olfateo brevemente y asiento con la cabeza.

Continuamos el trayecto. Mi padre chifla o tararea una canción para sí mismo y yo vuelvo a echar un vistazo al agua. Dos libélulas de alas largas vuelan sobre la superficie y también veo varias zancudas acuáticas que van de un lado a otro.

—¿Lo sientes? —me dice de repente y le miro interrogativamente.

—¿Qué?

—El encanto de la aventura está por todas partes aquí. Ve más rápido. —me alienta enérgicamente. —Veremos quién está más en forma.

Levanta el brazo derecho, mostrando su musculatura. No me lo puede creer. Ahora también me muestra sus músculos.

—No es frecuente encontrar músculos tan bien desarrollados en un hombre de mi edad. —me dice orgulloso y yo no puedo parar de reír.

—¡Muy gracioso! —Mi mochila está totalmente atiborrada y ya me duelen el trasero. A pesar de esto, estoy machacando los pedales, pero no giran más rápido por más que me esfuerce. —Hombre. Hombre. Hombre. El viento está soplando totalmente en mi contra. —Le miro mal, pero me río de todos modos, tenemos un ciclismo un poco competitivo aquí. —Esto no es para nada divertido. —refunfuño, haciendo una mueca mientras pasa burlándose por mi lado.

Soy un verdadero engendro de los pucheros. Sin lugar a dudas, mi papá es mil veces más rápido que yo. Violentas estocadas laterales comienzan a torturarme mientras nos perseguimos por el terraplén. Entonces me llevo una mano a la cintura, molesta.

—¡Sí! —grita, levantando los brazos.

«Sí, ganó. El bárbaro.» Huyo de una amenaza repentina de choque por la izquierda y uso el freno de mano izquierdo. Jadeo. Me duelen los pulmones. Estoy completamente sin aliento y debo respirar debidamente.

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