Podía escuchar el palpitar de su corazón en los oídos, incluso imaginaba los escenarios posibles que podían presentarse.
Las voces dentro de la cabeza la estaban llevando al límite, muchas negaciones y pocas palabras de aliento, se mezclaban para ponerla al borde del colapso. Así que ella alzó la mirada al reloj y vio que eran las 8:00 pm, en punto.
Pronunció su ceño incómoda y un poco enojada, giró sus pies, cuando estaba a punto de dar un paso, el timbre de su casa sonó varias veces.
Entonces sintió un golpe tremendo en su estómago de los nervios.
Ella pasó el trago sin mirar a Carla que estaba concentrada en todo lo que ella hacía.
Caminó rápido hacia la puerta y el olor a perfume, algo exagerado, le llenó las fosas nasales. Andrew le sonreía. Él estaba vestido un poco más arreglado que los días de universidad, pero no demasiado y eso tranquilizó a Ana.
—Anaelise… 8:00 pm, en punto —dijo sonriente y luego se hizo a un lado para que ella continuara hasta un automóvil que le señaló que estaba frente a su casa.
Ana lo miró fijo mientras asintió. Volteó para cerrar su puerta y los ojos de Carla algo nerviosa, se perdieron lentamente mientras cerraba. Caminó muy insegura a lo que recordó que un par de ojos debía estar mirándola en este momento. Así que rodó los ojos al recordar a esa señora, la lambiscona.
Se apresuró a tomar la manilla del auto y cuando vio que abrió, no dudó un solo segundo en meterse dentro. Andrew tomó su tiempo rodeando el auto y luego se subió colocándose el cinturón de seguridad.
—Bien… —dijo tomando el volante—. Aquí vamos…
—¿A dónde iremos exactamente? —preguntó Ana mientras ella se ponía su cinturón también—. Dijiste una fiesta universitaria, pero…
—Algunos chicos de último año del campus darán una fiesta de inicio de año. Este será su último tiempo en la uni, y están felices por ello. Entre ellos está mi primo Frank —respondió Andrew mientras salía del lugar donde vivía Anaelise.
La información que le estaba dando Andrew volvió a colocarla nerviosa. Ella no iba a confesarle que era su primera vez de salida, incluso aunque estaba siendo muy fuerte en este momento, sentía su mandíbula temblar de anticipo.
Muy en el fondo, estaba saliendo por un momento del caos que estaba por iniciar, ella no quería pensar mucho en lo que venía a su vida sin Oliver, simplemente no podía superarlo. Esta noche sería una especie de escape para ella. No quería pensar en qué haría más adelante, y aunque hubiese preferido quedarse en su habitación volviendo a ingerir las pastillas que la hacían olvidar todo esto, el rostro de Edward fijo en ella, de cierta forma la hizo querer revelarse y escapar de esa casa.
—¿En dónde será el festejo? —volvió a preguntar. Por algún motivo necesitaba saber algunas cosas de donde iría.
Andrew arrugó un poco el ceño, él se había percatado de que su compañera estaba tratando de amortiguar algo que él desconocía. La Anaelise que había conocido durante una semana, nunca le sacaría una conversación así él fuera la última persona en el mundo.
Pero a pesar de todo, ya era una sorpresa que estuviera ahora mismo, sentada en su auto.
—Avenida octava Maint. Cerca de la universidad.
Ella asintió lento, pero su mirada solo estaba centrada al frente. Andrew bajó por un momento la mirada a sus manos y vio que ella apretaba sus dedos muy nerviosa.
—No es algo parecido a las fiestas de la preparatoria, solo que… bueno —Antes de que Andrew continuara con la idea, frenó de golpe. El semáforo se puso en rojo y él había pasado un poco las rayas de cebra—. Lo siento… también estoy algo nervioso… —dijo girándose hacia Ana—. No quería decirlo, pero… estás muy bonita, Anaelise… me siento privilegiado de llegar contigo a esa fiesta, y también quiero que sepas que cuando no te sientas cómoda, yo podré traerte de vuelta…
Ana lo observó un poco confundida. No le gustaban los halagos de ese tipo, pero Andrew estaba siendo muy respetuoso, y cumpliendo con el trato que él había acordado para con ella. Por primera vez en la noche soltó el aire de su boca y trató de no pensar en nada, como también se sintió tranquila en la compañía de alguien más, y eso solo se lo proporcionaba Oliver. Si quería irse en cuanto llegara por no sentirse cómoda, lo haría. Ya dio un gran paso, y ese era estar en este auto mirando a ese chico.
Asintió dando una afirmación a las palabras de Andrew y este arrancó para destinarse al lugar.
Nadie debía alertarle a Ana que estaba a unas dos cuadras del lugar. De hecho, sabía que se debía dejar el auto un poco lejos porque el sitio estaba full. Una casa enorme de dos pisos relucía entre todas, había mucha gente en la calle y varios chicos recostados a los autos hablando en grupos, mientras las luces, la música muy alta y muchísimo ruido provenían de aquella casa que le gritaban a Ana que se fuera lejos muy lejos de aquí.
Las inseguridades eran apabullantes y a veces causaban fatiga. Retuvo un poco el aire al momento que vio que Andrew apagaba el motor y para no tener otra situación incómoda, decidió tomar la manilla y salir de auto lo antes posible.
El aire estaba fresco, y en comparación con las chicas que veía alrededor, ella estaba súper cubierta con su vestimenta. Incluso pensó que los atuendos que veía debían ser ilegales.
—Bien… ¡Ya estamos aquí! ¿Estás lista? —preguntó Andrew llegando hasta su sitio.
—Estoy… un poco nerviosa —confesó ella sin quitarle la mirada aquella casa.
—No te preocupes, no te dejaré sola. Al menos que lo quieras, ¿vamos?
Andrew asomó el brazo, pero ella comenzó a caminar a su lado sin hacer un contacto con el chico.
Cada vez que se acercaba más, la música resonaba dentro de su pecho. Incluso pensaba que su cuerpo vibraba con el sonido del bajo.
La puerta de aquella casa estaba abierta de par en par. Nadie los recibiría, de hecho, las personas no reparaban en quien llegara o salía de aquel lugar y eso alivió de cierto modo a Anaelise.
La música se intensificó en sus oídos, al mismo tiempo que descargas de sensaciones recorrían su cuerpo. Una oleada de calor le pegó en la nariz una vez estuvieron dentro, y allí es cuando ella se percató del desorden que se desarrollaba ante sus ojos.
Nadie podía escuchar a nadie, muchos estaban en el centro de la enorme casa bailando o, «restregándose el cuerpo», pensó, en medio de una supuesta oscuridad que se disipaba cuando una bola de luces tocaba distintos rostros. Observaba a todas partes anonadada a grupos y grupos, arremolinados en diferentes partes de la casa. Esquinas privadas donde las parejas estaban compartiendo la saliva, hasta que un bullicio hizo que Ana volteará de golpe.
Casi en la parte externa, en una especie de jardín estaba un grupo de solo hombres. Imaginó eran los chicos de último año por sus edades, que tenían una especie de barril improvisado, donde estaban vaciando botellas de licor.
—¡ANA! —escuchó un grito sofocado a su lado, y a lo que giró Andrew reía muy divertido—. ¡¿Quieres algo de tomar?!
«¿Algo de tomar?», pensó Anaelise. No podía ingerir ningún tipo de alcohol, sus medicamentos podían hacer un efecto muy malo en ella.
—¿Algo como qué? —preguntó tapando un poco sus oídos y acercándose a Andrew.
El chico movió sus hombros hacia arriba, y luego señalo a los muchachos del jardín.
—Ellos son mis amigos. Y allí esta Frank, ¿recuerdas que te dije era mi primo? ¿Puedo presentártelos?
Ella se tensó por un momento, pero en cuanto Andrew vio que iba a responder que No, tomó su mano y la haló hacia el jardín en contra de su voluntad.
No tuvo tiempo de refutar porque fue muy rápida la distancia. Entonces cuando reaccionó al toque de Andrew él ya la había soltado y estaba frente a toda esa manada de hombres que comenzaron a observarla intrigados, algunos de hecho con una mirada que la incomodó de inmediato.
—Ella es mi amiga, Anaelise —informó Andrew hacia ellos. De hecho, el chico se veía un niño al lado de todos. Sus facciones todavía eran algo adolescentes.
Todos detallaron a Ana de pies a cabeza, y aunque ella no estaba mostrando mucha piel, a muchos les pareció una chica muy sexy.
Cuando sintió las miradas de todos encima, Ana entreabrió los labios nerviosa.
«No les temas». Alzó su rostro fijando su mirada en una sola dirección. Andrew.
—Nunca pensé que tuvieses amistades tan… —Uno de los muchachos comenzó a parlotear, pero fue interrumpido por uno de sus compañeros.
—Sexy —terminó por decir otro de los chicos.
Ana se sintió incómoda, pero no demostró su desinterés. Andrew obvió la situación y luego le señaló uno por uno.
—Él es Math, Adam, Alex, y mi primo Frank —todos sonrieron hacia ella picoteando el ojo y haciendo gestos llamativos que, por un segundo, le pareció chistoso a Anaelise.
Asintió forzando con toda la fuerza una media sonrisa, tratando de no parecer una estúpida allí parada. Si no trabajaba en las relaciones sociales ella sería vista como un bicho, si ya no lo pensaban.
—Soy Anaelise —respondió seca.
Así que cuando Frank la observó de nuevo tomó un vaso y lo llenó de bebida.
—¿Quieres? —le ofreció un poco juguetón.
Ella asomó la mano para recibirlo, pero el muchacho quitó la bebida.
—Cómo eres nueva… debes ganarte la bebida.
—¡Oye, Frank!, esto no es necesario… No traje a Anaelise para esto… —dijo refutó un poco más serio.
—Sí, déjala en paz, ella es bienvenida a nuestra fiesta. Y puedes tomar lo que quieras, hasta a mí, si quieres —dijo otro chico llamado Math coqueteando.
Ana sabía que ellos no estaban haciendo las cosas por maldad, de hecho, el primo de Andrew trataba de coquetear con ella también.
Pasó un trago aun con la mirada de ese chico sobre ella mientras los demás silbaban. Aquí afuera estaba más fresco y ella de verdad estaba neutral. Así que le dio una mirada seria a ese chico y le dijo:
—¿Cómo debo ganármela? —preguntó sin titubeos. Pero Andrew se atravesó entre los chicos.
—Ellos solo bromean, no les hagas caso, en caso de que no te den de estas bebidas, yo conseguiré unas para ti.
Los 4 soltaron carcajadas ante la conducta sobre protectora de Andrew y Ana vio que el chico estaba colocándose tenso.
Ella tenía un poco de culpa en eso, él solo trataba de que no saliera corriendo.
Justo cuando iba a darse por vencida, y diciéndose cobarde mil veces, escuchó un murmullo entre los 4 amigos de Andrew, y entre eso, mirando hacia otra dirección.
—¡Que rica está esa mujer! —dijo Adam sin disimular y Andrew se colocó a su lado para observar en la dirección que estaban mirando.
—¡Que suertudo es ese Cox…!
Solo la mención de ese apellido logró colocar a Ana en una tensión apremiante.
«¿Cox? ¿Estaban hablando del mismo Xavier Cox?»
No podía ser cierto, esta era una fiesta universitaria…
Un aroma bastante singular llegó hasta su nariz, reunido con otro olor a cítrico de una mujer. Parecía un perfume caro, pero muy extravagante para su gusto.
Anaelise solo giró un poco para toparse con su pesadilla. Su patada en el culo. Olivia… Y para completar ella venía riendo muy divertida con su verdugo. Quiso escapar rápidamente de ese momento y no tener que mirar de nuevo a ese hombre. «¿Qué hacían ellos aquí?»
El cuerpo comenzó a descargar corrientes y agachó la cabeza indecisa. Su respiración se le entrecortó, pero la sensación fue aún más devastadora cuando escuchó esa voz.
—¿Cómo van? —dijo ronco, grueso y seco. Tal como ella lo recordaba. La piel se le erizó.
Alzó el rostro y se conectó con esos ojos negros que llevaba grabados en su mente. No supo cómo sus labios se abrieron de repente y ella bajó la mirada a su boca.
«¿Qué estaba haciendo?»
Xavier frunció el ceño y se pasmó un poco por todo lo Anaelise le creaba. Recorrió un poco su cuerpo, aunque ya lo había hecho unos momentos atrás por largo rato desde que la vio entrar con su compañero de clase.
Por lo tanto, después de ver que una conversación se alargaba y en cómo los 4 estudiantes de último año la miraban, no esperó por acercarse lo más rápido posible para saber qué estaba pasando en ese círculo.
Lo único que no estaba tolerando en ese momento era que Olivia no se había despegado de él desde que llegó.
Él no quería aceptar cuál era realmente el motivo por el que había venido, pero, cuando ella entró en su campo de visión, ni siquiera siguió prestando atención a todo el cuento que Olivia le estaba comentando, y tampoco si era apropiado inmiscuirse con los estudiantes más de la cuenta. Ahora mismo no estaba razonando en nada.
—¡Aquí está el hombre de hielo! —exclamo Matt dando un abrazo a su profesor y así, todos en el lugar.
Ellos aprovecharon de saludar también a su acompañante, pensando que era un premio tener a Olivia entre sus invitados.
Los saludos dejaron a un lado a Andrew y a Ana de pie mirando la escena, así que ellos se observaron por un segundo y decidieron irse hacia otra parte, pero… no dieron un paso cuando la voz de Oliva los frenó de inmediato.
—¿Andrew? Nuestro cerebrito, Xavier —dijo la mujer llamando la atención de los chicos que se voltearon enseguida.
Xavier asintió, pero su mirada solo estaba puesta en Anaelise.
—Es mi primo —dijo Frank abrazándolo—. Y ella es su amiga Anaelise.
De repente a Olivia se le borró la sonrisa de satisfacción y solo por unos segundos vio de reojo la actitud de Cox.
—Hola, chicos —saludó ella, pero solo Andrew le respondió el saludo.
Xavier quitó por fin la mirada de Ana y la trasladó a sus estudiantes.
—Es una buena fiesta —les dijo obviando a esa chica. Necesitaba hacerlo mientras ellos hicieron una seña de satisfacción.
—Gracias… aquí estábamos, haciendo un trato, en este instante antes de que llegaras —esta vez, Frank insistió. No podía negar que la amiga de su primo le había llamado un poco la atención.
Ana tenía decidido irse a otra parte, pero cuando el chico quiso seguir con la situación, ella pensó que huir no era lo mejor en este momento.
—¿Trato? —preguntó Oliva.
—Así es —respondió Frank—. Anaelise quiere una bebida, pero como ella es nueva… igual que mi primo, debe ganársela…
La tensión aumentó en el cuerpo de Cox, y supo que era un error quedarse en esta fiesta. Él no debía inmiscuirse en nada de lo que pasara aquí, debía recordar que él era una figura de ejemplo para todos estos chicos y que por nada podría dejar a flote todo lo que estaba dominándolo en este momento.
Apretó su mandíbula.
Una carcajada proveniente de Olivia hizo que Ana la mirara fijo.
—Ustedes son muy malos, dejen a la chica quieta, además Anaelise es tímida, así que perderán su tiempo.
Ana sintió un remolino de ira dentro de ella, aparte que veía a esa mujer como a una persona no grata, parecía que ella se creía libre de opinar sobre ella y eso la irritó muchísimo.
No supo cómo, ni de dónde, ni por qué motivo su lengua picaba por decir muchas cosas. Algunos de los chicos rieron mientras Andrew estaba con los hombros gachos, y de un momento a otro volvió la mirada hacia Frank y no dudó un instante más por hablar.
—Dime qué es lo que debo hacer por esa bebida.
Todos hicieron silencio, mientras un susurro muy diminuto a su lado por parte de Andrew le dijo “Ana” pero ella lo ignoró por completo.
La sonrisa complacida en el rostro de Frank se iluminó mientras lentamente arrojó diciendo:
—Un baile… deberás bailar con alguien de aquí…
Todos callaron al escuchar a Frank decir su penitencia, pero el cuerpo de Cox se colocó en tensión como si la situación no pudiera ser peor. Maldijo varias veces por estar en este lugar y haberse dejado llevar por sus impulsos. Así que hizo que no estaba escuchando y trató de mirar hacia otra parte.Ana se estremeció al escuchar las palabras de Frank, sin embargo, al rodar los ojos en dirección de Xavier, solo pudo ver como Olivia estaba en plena diversión por lo que estaba aconteciendo.Se sentía de cierta forma un poco humillada y burlada, y esa sensación solo aumentó ese sentimiento desconocido que estaba surgiendo muy dentro de ella. «No iba a dejarse intimidar».—Bien —respondió Ana a la vez que todos se giraron de golpe hacia su lugar. Aunque los nervios se la estaban comiendo viva, unas fuerzas nuevas comenzaron a emerger.Tomando to
«¿A dónde se había ido?», se preguntó Xavier cuando observó hacia el jardín y Anaelise no estaba. Después de aquel baile había necesitado respirar de la presencia de ella. Decidió alejarse lo más posible, pero siguió observando cada acción suya desde lo lejos.Pensó mucho, de hecho, trató de explicarse a sí mismo qué era lo que lo estaba atrayéndolo como un imán hacia esa chica, y le enfermaba solo pensar que algo en su mirada, esa mirada carente de mucho, era lo que le gritaba desde lo más profundo de su alma, que necesitaba algo, y Xavier sabía perfectamente a que conllevaba fijarse en esa expresión vacía.Las personas carentes de cosas siempre buscaban a otras personas vacías, era un círculo vicioso; así que esto era lo único lógico que &eacu
El tiempo… era tan rápido y lento a la vez. Tan fuerte y frágil…Anaelise estaba frente a un enigma. Jamás en toda su existencia sintió esa presión en el pecho, la boca seca y la necesidad de besar a alguien por motivación propia. Había algo dentro de ella que quería salir con fuerza, era como si de alguna forma, otra Ana luchara por quitarse su propia piel, como si estuviese encapsulada y un magnetismo que no reconocía y le exigiera salir de su caparazón con urgencia.No podía con los latidos de su corazón, eran tan fuertes que sentía el palpitar por todo su cuerpo, como si todo cobrara vida propia. Así que en cuanto despegó su mirada de la boca de Cox y la posó en sus ojos, se encontró totalmente perdida.Pasó el trago de una forma muy difícil mientras intentaba traer algo a su mente, pero nada aparec&iacut
Todavía podía sentir el cosquilleo en sus labios, estos le palpitaban hasta el punto de colmarle la paciencia, y no era para menos. Él quería eliminar esa sensación de su cuerpo y de su memoria.Necesitaba hacerlo, y por ello decidido que durante toda esa semana esquivaría la presencia de Anaelise como fuera posible.Entró y salió de la universidad las veces necesarias, se encerró en el cubículo de los profesores y se iba antes de la hora para no toparse con ella. Lo único que le fastidiaba era esa aprensión insoportable que le exigía al menos verla por un momento. “Y como un loco desquiciado”, por algunos minutos en el día, la divisó en silencio, mientras ella ignoraba su presencia.«Esto estaba muy mal», se dijo, pero aun así su decisión estaba tomada. Se alejaría todo lo que pudi
El agua fría bajaba por su cuerpo, pero no lograba obtener una temperatura adecuada. Sentía que estaba hirviendo a pesar de que ya había pasado un tiempo de haber llegado a su casa y procesar la información que escuchó.Por un momento y después de muchos años, las palabras de Oliver describiendo a su próxima paciente, le habían alterado su paz. Esto sumaba a que él volviese a recordar su pasado, sus recuerdos; aquellos momentos en que su vida se terminó para dar paso a ocupar otra vida que realizaba porque su cuerpo físico aún seguía con vida.La garganta se le apretaba de solo pensar en la situación de su paciente, era exasperante querer quedarse con los brazos cruzados y hacer como si todo estuviese normal.De cierta forma también estaba enojado con la chica, ella había aportado gran parte para que su calamidad se hiciera más grande, y
Los segundos parecían poder tocarse en ese espacio cargado de adrenalina, tensión y algo más que Anaelise no podía descifrar. Miraba su rostro tan cerca de ella, podía sentir incluso la agitación del aire que emanaba Xavier. Era imposible no darse cuenta de que entre ellos dos existía algo que los hundía, unía y atraía con fuerza.Una que no podía pasar desapercibida.El carraspeo de Oliver, insistente, alertó a Xavier para despegarse de la chica. Apretó su mandíbula fuertemente y recurrió a la fuerza de voluntad para centrarse en la mirada confundida de Walsh.—Firmemos entonces —dijo Cox sin esperar una respuesta de Anaelise—. Porque después de esto debo llevar a Ana a su nuevo consultorio…«¿Ana?»Ella negó varias veces, él parecía no tener límite
Incredulidad.Esa era la palabra perfecta para describir el pensamiento y la agitación de Ana. Masticó todas y cada una de las palabras de Cox, intentó razonar por un momento y llevar esto al punto crítico, pero de ninguna manera logró poder entender a plenitud, a qué estaba jugando él.Según, le había dicho todas las verdades en la cara y, de hecho, la dejó sin argumentos.No sabía qué decir, ni cómo responder a todo lo que de forma cruda expresó hacia ella. No tenía una respuesta, ni siquiera una básica para todo ese lodo que le cayó encima de repente.Aunque Cox retiró su mano, podía sentir aun los dedos en su piel, en su boca. Las descargas de adrenalina solo aumentaban a desmedida sin que él tuviese ahora algún tacto en su cuerpo. Entonces recurrió a sus más remotas
Duda, incierto y muchas preguntas por hacer…Estos eran los pensamientos de Ana estas dos últimas semanas después de despedir a su anterior Psiquiatra.Las clases tomaron su rumbo, ahora tenía una pila de cosas que la mantenían ocupada, sumando a ese ser, que se autonombró “su amigo”.En muchas ocasiones Andrew la irritaba, pero no podía hacer mucho cuando simplemente no se le despegaba de su lado. Se acostumbró a sus interminables historias, y ya que lo pensaba bien, no le parecía nada mal tener compañía en sus recesos o a la hora de salida.Incluso Andrew siempre se ofrecía a llevarla a casa, y lo más importante, podía ocultarse en él, del resto del recinto. Y por supuesto de ese hombre que su mente no olvidabaLuego del mensaje de Cox, ese día por la noche, decidió no responderle y pagarle