Xavier…
—Anaelise Becher…
Justo cuando escuché su nombre me puse de pie, estaba nervioso, no podía ocultar que ahora mismo mi corazón saltaba en un galope.
El rector a mi lado me pasó el diploma que debía entregarle a Anaelise y caminé unos pasos hacia delante para cuando ella llegara a mí.
Acomodé un poco mi chaqueta y luego la vi saliendo de los puestos del auditorio. Ahora tenía una enorme toga negra que cubría su cuerpo entero, asomándome una gran sonrisa que se deslizaba en su rostro, mientras se llevaba el cabello detrás de su oreja.
Ana comenzó a caminar hacia mí, subió las escaleras de una forma jodidamente perfecta, mientras dé vez en cuando conectaba sus ojos con los míos, quizás pensando que, hasta este mismo instante para ella, yo me estaba inmiscuyendo hasta
Hola, mis chicas, esté libro termina aquí, pero a continuación habrá un capítulo extra donde conectará con una secuela en donde Ana y Xavier también estarán involucrados. Este capítulo abrirá un poco el contexto y también les dará una sorpresa muy furtiva que no se esperan, así que prepárense para leer algo que los dejará sorprendidas y con mucha expectativa. Así que sin más los dejo para que lean el capítulo extra, porque muy pronto estaré subiendo el siguiente libro. Les agradezco muchísimo su apoyo y los cometarios hermosos que me han dejado para con este libro, las quiero un montón.
Seis años después…Ana entró por cuarta vez al baño durante la mañana, mientras limpió su frente con el dorso de su mano. En unos pasos llegó hacia el lavamanos y metió sus palmas frotándoselas varias veces, para luego llevarlas a su cuello.Cada día era peor, cada día estaba siendo más agobiante, por tal motivo, estaba aquí, esperando.Su móvil resonó por todo el cuarto de baño, pero Ana sabía perfectamente quien estaba llamándola ahora mismo.—Amor…—¿Ana?, ¿Dónde estás? —el tono de Xavier fue entre preocupado y… posesivo, una característica que nunca se iba de él, a pesar del tiempo, y de ellos mismos.—En el hospital…—Son las nueve de la mañana, ¿Qué haces all&i
—Entonces… ¡Felicidades, Anaelise!Ella alzó su mirada lentamente y observó sin ninguna expresión a Oliver Walsh. Su Psiquiatra desde que tenía 5 años. Había pasado mucho tiempo ya desde el primer día en que llegó a este sitio, Anaelise actualmente tenía 19 años, pero su alma parecía como de 80.Ella sintió algo amargo en la boca al escuchar esas palabras, sabía lo que él intentaba hacer cada vez que ella venía a este lugar. Oliver no era su persona favorita, de hecho, no tenía una. Pero Walsh de cierto modo era el respiro que necesitaba una vez por semana.—¿Por qué me felicita? —preguntó muy bajo.Oliver pasó un trago. Eran muchos años estudiando a esa chica que estaba frente a él. De hecho, ahora mismo la consideraba parte de su vida. Anaelise tenía la mi
El día era gris, lluvioso y aburrido… aunque la época determinaba que no habría mucha lluvia, hoy era un día de esos en que el tiempo tomó desprevenidos a todos los habitantes de Durango, Colorado.De hecho, hasta a la misma controladora Anaelise que estaba refutando empapada, mientras trataba de abrir la puerta de su casa.Ana vivía en una especie de residencia de clase media, en ella solo se encontraban 20 casas alrededor de la suya y sus vecinos siempre trataban de llevar una buena convivencia para la comunidad. Sin embargo, esta casa, donde residía con su padre, nunca sumó para hacer parte de esa armonía. Pagaba su condominio por transferencia y nunca participaba en ninguna actividad que solía realizarse los fines de semana.Ahora mismo, frustrada por no poder abrir, Anaelise sabía que la señora lambiscona e intrépida estaba en el porche frente a su cas
Era seguro que, en el final de su subconsciente, el sentido de la audición le gritaba que debía escuchar algo insistente. Así que batalló por removerse sin ni siquiera saber qué día era hoy y en qué lugar se encontraba.Esta sensación se la adjudicaba a los efectos que dejaban los medicamentos, esta era la parte que no le gustaba mucho de quedar completamente dopada. Sin embargo, Anaelise prefería esta sensación cada mañana que tener pesadillas. «Porque sus pesadillas no eran nada normales». Ella podía levantarse empapada como si hubiese entrado en una ducha, y no conforme con eso su día era un completo desastre. «Así que no, ella nunca las dejaría», pensó abriendo los ojos lentamente.Cuando sus sentidos se pusieron más alertas, entendió que era su móvil sonando, y cuando lo tomó,
Un silencio procedió mientras su corazón cabalgaba salvajemente. Entonces Anaelise recordó sus terapias, las palabras de Oliver y todas aquellas cosas que consideró por mucho tiempo una estupidez.“La mejor manera de enfrentar un miedo es mirándolo a los ojos Ana…”Después de pasar un trago y tomar todo el aire posible, contuvo sus labios y se puso los más erguida posible. Así que centró su mirada color miel en aquellos ojos negros y les hizo frente.—Mi nombre es Anaelise Becher, tengo 19 años…—¿Por qué escogió la medicina? —le interrumpió Howard Miller con una sonrisa en su boca.Ella tenía una larga lista para responder a esa pregunta, sobre todo y principalmente, aunque sonara egoísta, porque trataba de ayudarse a ella misma.—Porque… —titubeó al pr
Xavier bajó de su auto y estacionó frente a su casa. Alzó el rostro en saludo al guardia de vigilancia que paseaba su residencia, y luego entró cerrando de un portazo para deleitarse en el silencio que comenzó a llenarlo y satisfacerlo a la vez.Su comida estaba hecha, la mujer que trabajaba para él, Clara, salía los viernes al medio día tomándose el fin de semana de descanso y volvía el lunes antes de las seis de la mañana para ayudarle en todo lo que debía hacerse en su casa. Él no necesitaba esta casa tan grande, pero para Cox era imposible deshacerse de ella con tantos recuerdos que había compartido allí. “Recuerdos” que lo hacían feliz, pero que a la vez arruinaban su existencia. No estaba seguro del desequilibrio que le causaba estar en esa disyuntiva, pero prefería el dolor a no haber conocido esa felicidad que alguna vez experimen
“Muchas veces nos sentimos aburridos, cansados incluso desesperados viendo que los días son iguales y que de alguna forma nada cambia. Sin embargo, solo se debe mirar alrededor, pausar por un momento, y darnos cuenta de que estamos caminando en el mismo círculo desde hace mucho tiempo…”Eran las siete de la noche cuando Ana entró a su casa. Colocó las compras en su sitio y no demoró un instante en correr a su cuarto. Se quitó la ropa de mala gana y fue hacia la ducha donde dejó correr el agua fría por su cuerpo. El ambiente estaba frío, la calle desde donde ella venía había una temperatura de 10 grados. Pero Anaelise solo quería deshacerse de la sensación que estaba ahogándola.“Mi carta de jubilación llegó Anaelise… yo lo siento mucho, alguien más estará en mi puesto&helli