Capítulo 64

Ana bajó la mirada recordando estos detalles, incluso la mirada hundida de su padre cuando ella pidió ayuda, aún la generaba su mente.

—Todos aportaron un grano de arena… Ned Overent no fue mi única oscuridad…

—Pienso lo mismo, pero…

—¿Pero? —interrumpió Ana—. A pesar de todo lo que uno puede sanar, uno jamás olvidará, Oliver.

Él negó varias veces.

—Es imposible que se olvide mientras se tenga conciencia, Anaelise, pero lo bueno es que en ese recuerdo ya no hay dolor, o al menos no del que te sigue dañando.

En ese instante los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, unas que no pudo ocultar y que se deslizaron en segundos por sus mejillas mientras tomaba las manos de Oliver y afirmaba varias veces.

—El odio a veces ciega la vista a la realidad, quizás pude hablar un poco más con

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