Ana no sabía si el temblor de su cuerpo ahora era normal, estaba entre aterrada y excitada hasta la médula, y esos ojos negros clavados en ella, no la ayudaban para nada. «Quería esconderse», quería ocultar su cuerpo donde nadie lo pudiera ver, estaba sumamente avergonzada con toda la situación que se estaba desarrollando y creía que no iba a ser capaz de llegar más allá de lo que el hombre que estaba frente a ella, esperaba.
«Era una cobarde en todos los sentidos», pensó para sí.
Xavier llegó hasta ella con la copa entre sus dedos, sorbió un poco y luego donde había puesto su propia boca, situó el lugar para que Ana bebiera en el mismo sitio.
«¿Por qué todo lo que hacía ese hombre era jodidamente caliente?», otra pregunta llegó a la mente de Anaelise mientras recibía o
Ana estaba de pie pasando sus manos por los brazos porque el frío de la mañana estaba calando su piel, su mirada estaba puesta en cómo el auto de Cox se iba de su residencia. Con la mano y una sonrisa se despedía mientras ella solo curvaba los labios y se giraba sobre sus propios talones para caminar a su puerta.Eran más o menos las seis de la mañana, y estaba segura de que en cuanto entrara, tendría la mirada puesta de Carla sobre ella, porque jamás en su vida, estuvo despierta un domingo a esta hora.Debía llegar rápido a su habitación, estaba muy incómoda con su ropa puesta y sin ninguna ropa interior debajo. Sus cacheteros y brasier mojados, quedaron en un bote de basura, porque ella no iba a pedir una bolsa para llevárselos.Sus mejillas se tiñeron enseguida a la vez que entró a la sala. Rápidamente el cuerpo de Carla apareció asomá
Xavier borró su sonrisa del rostro por la actitud un poco fría de Ana, pero cuando se puso de pie, alguien más estaba entrando por la puerta de su consultorio detrás de ella.—Doctor, que pena interrumpir y entrar sin avisar, le pedí a la chica que no cerrara, necesito que me firme estos documentos porque deben enviarse hoy —dijo la mujer un poco agitada, parecía que había llegado de forma rápida, antes de que empezara su consulta.Se trataba de una trabajadora de recursos humanos del hospital, cada vez que Xavier recibía esta documentación, se ponía de mal genio, y los recuerdos volvían como ladrillos partidos por todo su cuerpo.Se adelantó asintiendo y tomó los papeles que la mujer le ofreció con premura.—Necesito leerlos primero —dijo sin levantar la vista hacia ella, y también ignorando completamente a Ana, de hecho
La mandíbula de Xavier se apretó duramente y volvió a cerrar sus ojos colocando las manos en la encimera. «¿Qué estaba pasándole hoy?»Soltó el aire, debía ser esa porquería de contrato al que se había sepultado hace mucho tiempo que lo volvía inestable. Odiaba ver esos papeles cada tres meses, detestaba que cada cierto tiempo le recordaran lo miserable que era su puta vida.—Xavier —la voz dulce y preocupada de Ana lo trajeron de golpe al momento, así que giró hacia ella—. Estás pálido…Vio como su mano reposaba en su hombro, entonces deslizó sus propios dedos y comenzó a arrastrarlos por todo su brazo. «La necesitaba, necesitaba con urgencia hundirse en su piel y olvidarse del mundo».Quería saber si estar con esta chica podía hacer
De todos los escenarios posibles, este no existía en sus planes ni por broma que se tratase. Había lavado su cuerpo lentamente y con la calma que hace mucho tiempo no lo destacaba, en silencio la comprendía, en silencio hacía que los muros de Ana cayeran, sin embargo, entre sus pensamientos e ideas, solo quería algo de forma desesperada.Que Ana solo se abriera para él. Ella estaba en su cocina con su franela negra de algodón puesta y con los pies descalzos, era una vista perfecta. Iba de aquí para allá, picaba cosas y probaba algo de la comida que estaba haciendo para él. No tenía ni puta idea de qué estaba preparando, porque su mirada y concentración solo permanecían en su cuerpo y en sus movimientos.Disfrutaba una paz en este momento que difícilmente conseguía apreciar en el resto de sus días, esperaba que pudiese deleitarse
Con una tasa de café recién hecho, sentado fuera de su casa, en aquella silla donde sus pensamientos se perdían mientras divisaba el horizonte montañoso, Xavier aspiró profundamente después de marcar el número de su madre y colocar el auricular en su oreja.Tenía cientos de mensajes de Eliana, y estaba seguro de que esa mujer estaría en Durango en las próximas horas si él seguía desviándole las llamadas.Los tonos se acentuaron en su audición y pensaba al mismo tiempo con los ojos cerrados que, ella solo se limitaría a preguntar por las cosas básicas de su vida.—¿Xavier? —fue la pregunta que llegó cuando Eliana tomó la llamada.—Madre…—¡Dios del cielo! ¿Por qué tienes que siempre tenerme en un hilo de la existencia? —resopló irritándose, pero dec
Andrew estaba de pie frente a ella con un rostro preocupado y una posición bastante tensa. Ana quitó las manos de sus rodillas y decidió levantarse mientras arreglaba su cabello en una coleta, preguntándose… «¿Qué rayos hacia aquí?»—¿Por qué estás aquí? —volvió a preguntar.—Fui a tu casa, pero no encontré a nadie allí. No respondías a mis llamadas y… Una mujer en tu residencia dijo que llevaron a tu padre al hospital. ¿Qué ha pasado? ¿Tú estás bien?Ana tomó el aire y negó en dirección de Andrew. Él no sabía absolutamente nada de su vida, y era muy difícil explicarle todo a la vez. Aunque no es que se lo contaría todo.—Mi padre tiene arritmia. Su pulso es muy bajo y…—Tranquila —la i
—¿Entonces? —Xavier se despegó del auto y dio unos pasos hacia ella.—¿Cómo estás? —fue lo único que se le ocurrió contestar a Ana, había algo en la mirada de Cox que la ponía ansiosa.—No muy bien, no sé qué ha pasado contigo… Y por lo que veo, estuviste todo el día con ese chico, sin embargo, en mi teléfono no tengo un mensaje tuyo siquiera.Ana miró hacia ambos lados y supo que era mejor entrar.—Es mejor que entremos a casa… Te contaré todo dentro.Xavier asintió aún irritado caminando, y ella lo condujo hacia su dirección.Todo su día de cierta forma fue tranquilo en compañía de Andrew, pero ahora todo eso se esfumó desde que ese hombre hacía acto de presencia. Y no porque se sintiera en la miseria con Xavier, más bien ell
Estaba cometiendo muchos errores en un tiempo récord, Xavier golpeó el volante varias veces a la vez que conducía a su casa pensando que no estaba en sus cabales últimamente.«¿Una relación? ¡Vaya mierda! Debía estar loco», pero no podía permitir que Ana se le saliera de las manos. «¿Cómo fue posible que estuviera con ese gilipollas durante todo el bendito día y no le haya escrito ni un misero mensaje a él?».«Anaelise se está encariñando con ese chico», pensó fastidiado, solo volver a recordar esa mierda de abrazo lo hacía sentir de nuevo ira. Y le jodía sentirse así, pero no quería que nadie la tocara, conocía a esa familia rica que pensaba que lo podían tener todo, y también veía en los ojos de ese chico que Anaelise lo volví