—Señor Lambert, adelante, por favor —saludó Celine y lo acompañó hasta la silla ejecutiva a la cabeza de la mesa—. Estamos listos para iniciar cuando lo indique.
Alessia no se incorporó como los demás cuando su nuevo jefe entró, pero no por rebeldía, sino que la vergüenza la mantenía con la mirada en su regazo y las piernas congeladas.
—Ale —susurró Lisa—. Levántate.
La joven madre inhaló hondo, enderezó los hombros, dirigió la mirada a Matthew y se incorporó junto con los demás.
«El mundo no está hecho para los débiles», se recordó.
—Bienvenido, señor Lambert —dijo de último Alessia—. Alessia Regil, un placer conocerlo.
Y esperó que Matthew tuviera misericordia y olvidara el pequeñísimo o, bueno, los pequeñísimos incidentes de esa mañana.
Pero Matthew amplió su sonrisa al verla y Alessia casi pudo escuchar los engranes del cerebro de su nuevo jefe poniéndose en marcha.
—Señora Regil, claro, creo recordarla… —sonrió él mientras frotaba su barbilla y fingía una clara expresión pensativa. Alessia tragó duro—. Ah, ¡claro! Nuestros hijos van al mismo preescolar, ¿no es así?
Alessia asintió.
—Eso creo…
—Qué pequeño es Nueva York —rio él.
Y todos rieron, no porque fuera gracioso, sino porque era el jefe y Alessia sabía que a partir de ese momento todos siempre estarían de acuerdo con cada palabra de Matthew.
—Oh, tío, ¿por qué no contratas una niñera? Alessia podría hacer el favor de buscar algunas —señaló Celine sin poder evitar hacer evidente su parentesco con el jefe.
Lisa puso los ojos en blanco.
Alessia se limitó a permanecer en silencio con la mirada sobre Matthew.
—No, no, ya tenemos una excelente niñera y de todas formas me gusta que Emery conviva con otros niños —descartó el jefe de inmediato—, pero gracias, Alessia, estoy seguro de que me hubieras ayudado con gusto, ¿no es así?
Alessia mordió su labio inferior, aunque en realidad quería morderse la lengua para no responderle como tanto quería.
—Sí, señor Lambert —mintió la madre.
Matthew volvió a sonreír y, por fin, apartó la mirada de ella. Alessia sintió que sus hombros perdieron toneladas de peso.
—Bien… —Matthew miró la pantalla con su currículum—. Definitivamente ha sido una primera mañana que no olvidaré, empezado porque alguien casi me hace perder el espejo retrovisor de la camioneta, luego me encontré con una enérgica mujer en el preescolar de mi hijo y después me perdí en el edificio por una mala indicación de una buena samaritana… —Y aprovechó para echar un vistazo rápido al rostro colorado de Alessia—, pero bueno… aquí estoy y es un honor estar al frente de la división norteamericana de la editorial «Lambert», por favor, tomemos asiento.
Todos obedecieron. Alessia fue la última porque sus piernas todavía se negaban un poco a moverse con soltura, en nada ayudaba que la mirada alegre de Matthew permaneció en ella por más tiempo que con los demás.
Alessia permaneció cabizbaja el resto de la junta; incluso prefirió que Lisa fuera la que explicara el papel que desempeñaba su área para la empresa.
—Qué rara estás —comentó Lisa en voz baja a su compañera mientras Matthew hablaba de lo diferente que era el mercado europeo al norteamericano.
—Es una larga historia…
—¿Quieres que nos tomemos un café para que me cuentes?
—Hoy no puedo —suspiró Alessia y levantó la mirada hacia Matthew que de nuevo la miraba con una amplia sonrisa en los labios—. Debo hablar con mi hija.
Matthew pareció leerle los labios o eso pensó Alessia, porque de inmediato la señaló y, con esa sonrisa amigable, dijo:
—Señora Regil, usted recibe manuscritos, ¿me equivoco?
Alessia soltó un respingo y asintió:
—Sí, mi departamento se encarga de la recepción de manuscritos.
—Bien —Matthew paseó la mirada alrededor de la mesa y continuó—: Creo que necesitamos una obra clave, nuestro «Harry Potter» y tal vez estamos fracasando porque esperamos que llegue como caído del cielo cuando debemos salir a buscarlo; revisar esas nuevas plataformas, ¿usted qué opina?
Y las veinte personas que rodeaban la mesa plantaron los ojos en Alessia. Eso normalmente no la intimidaría, se había enfrentado a un público más grande, pero no al nuevo jefe al que había llamado «maleducado» y que dejó botado en otro piso de manera intencional.
«Karma instantáneo», pensó Alessia al tiempo en que hacia un asentimiento.
—No creo que sea una buena idea, señor Lambert —contradijo Alessia con voz firme y escuchó cómo la mesa entera contuvo un suspiro. Nunca era buena idea llevarle la contraria al jefe, menos en su primer día—. Esas obras suelen ser escritas por aficionados que ni siquiera son lectores, no conocen las pautas básicas de ortografía y gramática y las tramas se repiten hasta el cansancio…—Pero ahí podemos encontrar ideas originales… —continuó Matthew—. No conocen el mundo editorial, no tienen la presión de un editor y…—Hasta los títulos tienen faltas de ortografía, invertiríamos muchísimos recursos en la edición de los manuscritos…—Pero las ideas son las que importan, si nosotros contamos con el equipo para pulir esas obras, entonces…—Casi todas las novelas hablan de lo mismo, son las mismas tramas genéricas con diferentes nombres, ahí no encontrará un «Harry Potter» —insistió Alessia—. Quizá en Europa podría funcionar, pero aquí no.Los presentes en la sala de juntas contuvieron la resp
Alessia respiró hondo para calmar sus nervios mientras se estacionaba afuera del preescolar; procuró ocupar sólo un sitio.Esa mañana lloviznaba. Primero bajó ella para ayudar con el paraguas a su hija. No habían ni avanzado cinco pasos hacia las escaleras de entrada cuando llegó Matthew en su lujosa camioneta.El señor que ella creyó que era el C.E.O. en realidad era el chofer. Esa mañana descendió del asiento del conductor y abrió la puerta para Matthew y su hijo.—Vamos, Lea —dijo Alessia cuando la mirada de Matthew cayó en ellas. Lea continuó caminando de la mano de su mamá. Estaba muy apenada, porque sabía que hizo algo mal.La noche anterior Alessia habló con ella para explicarle que no existía justificación para lastimar a otra persona. Y Lea estaba tan avergonzada porque sabía que era verdad. El pequeño Emery le agradaba, nunca quiso hacerle daño, pero a veces se sentía tan ignorada por todo su entorno que empezaba a notar que cuando hacía cosas extrañas lograba tener esa ate
—He hablado con Lea —dijo Alessia con voz fría—. Ella se disculpará hoy con Emery y prometió no volver a hacer algo parecido; sino se disculpa, puede decirme para que le llame la atención.Matthew metió las manos en los bolsillos del pantalón y se giró a mirarla, pese a que su empleada continuaba mirando el pasillo que ya se encontraba vacío.—Se lo agradezco mucho, señora Regil —agradeció Matthew y dejó entrever un suave acento francés que causó un terrible hormigueo en la piel de Alessia—. Entiendo que Emery quiere mucho a Lea, son buenos amigos.—Eso me dijo Lea, que sólo… se dejó llevar y que no lo volverá a hacer —Entonces Alessia giró hacia su jefe y, sin titubear, le sostuvo la mirada a esos profundos ojos azules que le hacían preguntarse muchas cosas que preferiría ignorar—. Lo lamentamos mucho, señor Lambert, por todo.Alessia esperaba que eso fuera suficiente y que no tuviera que disculparse por cada cosa que hizo mal el día anterior. Todos los acontecimientos de esa mañana n
—No sabía que eras fan de Taylor Swift —dijo Lisa a espaldas de Alessia.La madre soltera se retiró el único audífono inalámbrico que portaba y encogió los hombros.—Digamos que hoy me enteré.Un manotazo en la parte superior del cubículo las sobresaltó. Era Celine, la persona menos favorita de Alessia, así que no pudo controlar la expresión de hastío.—Mi tío quiere verte en su oficina, Alessia, muévete.Sin agregar más, se marchó.—¿Por qué el jefe parece tan atento contigo? —inquirió su compañera de trabajo con profunda curiosidad—. Te juro que tengo sospechas.Alessia apagó la música en su celular, recogió su tableta electrónica y se incorporó. Era un poco más alta que Lisa que seguía pareciendo una chiquilla de no más de veinte años cuando tenían exactamente la misma edad, pero Lisa amaba portar coletas y vestir con ropa en colores pastel y con dibujos animados. Lisa había intentado por años pasar al área de marketing, pero la tenían confinada con Alessia en el área más aburrida
Alessia se tomó unos segundos más para calmarse antes de responder:—No creo que encontremos un «Harry Potter», sólo hay uno y los demás son copias. No queremos una novela que sea acusada de plagio por una base de admiradores tan grande.—No, claro que no —concordó el—, pero necesitamos algo tan fuerte como «Harry Potter» o sabe en qué acabará esto.Se miraron en silencio.La editorial tenía los ingresos en números rojos, sino hacían algo, se irían a la quiebra. Era la crónica de una muerte anunciada, al menos que lograran encontrar ese diamante en bruto que los hiciera emerger de nuevo.—Yo me limito a elegir los manuscritos que cumplen con los criterios que me han entregado y…—Y olvídese de eso —interrumpió—. No está funcionado, así que ahora está en sus manos.—¿Sólo en mis manos?—Y las mías —dijo y extendió sus manos—. ¿No cree que sea suficiente?Sus manos tenían cayos, los notó a simple vista y sabía que eso era por levantar pesas; su ex esposo tenía algunos aunque el ejercicio
Alessia no podía creer que aceptaron la quisquillosa lista de requisitos para su futura oficina. Lisa se había emocionado con eso de la libertad creativa, así parecía que tendrían un sitio digno de compartir en redes sociales; bueno, esa era la intención de Lisa.—Crearemos expectación en redes sociales —dijo ella mientras terminaba de anotar las luces LED en color fucsia con las que decorarían las paredes de la oficina—. Será increíble, te lo prometo.Alessia no estaba tan convencida. Nunca le gustaron mucho las redes sociales y no sentía que tuviera lo que se necesitaba para triunfar en estas. No se sentía fea, mas tampoco una belleza que las personas quisieran ver una y otra vez. Además, su ex esposo era especialista en redes sociales, era muy popular ahí; ella no sabía de esas cosas.Quizá por eso, cuando llegó a su cubículo y encontró a Matthew y Lisa conversando, se sorprendió. —Iremos por sus escritorios —dijo él. —Pero le comentaba que tengo toneladas de trabajo por dejar li
Un edificio que ocupaba una cuadra entera en Brooklyn se alzaba frente a ella con sus grandes escaparates que mostraban todo tipo de muebles con diseños vanguardistas. —Ahí está Nathan —señaló Matthew mientras bajaba de la camioneta. Alessia demoró un poco más en ver porque el señor Thomas, el chofer, se empeñó en permitir que le abriera la puerta y la ayudara a bajar, cuando lo hizo encontró a Matthew conversando con un chico sumamente parecido a él, pero con el cabello un poco largo y algunos años menor; quizá de la misma edad que ella. —Mira, Nathan, ella es la señora Regil, será una de las salvadoras de la editorial —presentó Matthew. El joven estrechó con firmeza la mano de ella. —Mucho gusto —saludó Alessia. No pudo disimular su contrariedad al verlos tan parecidos. —Es mi hermanito —explicó Matthew—, pero nunca se relacionó con la empresa familia. Él tiene su propio imperio. —Nathan Lambert —reflexionó ella—. ¿No eres el C.E.O. de «Muzzix»? —¡Me conoce! —exclamó el jo
Matthew miró hacia atrás y algo aleteó en el interior su pecho. El asiento trasero no había llevado a una mujer en años; producía una calidez inexplicable encontrar a Alessia al lado de Emery. La mujer estaba ahí en compañía de su hija que jugaba con Emery y unos cubos de colores. La joven madre lo descubrió mirándola y le regaló una sonrisa. Matthew respondió igual y regresó la atención al camino. —¿Todo bien, señor? —preguntó Thomas en ese tono servicial que a Matthew le desesperaba tanto. Lo había acompañado desde Londres, era la persona más leal que conocía y lo consideraba un amigo, no simplemente su chofer. —Sí, Thomas, todo perfecto. —¿Desea que vaya por el médico después de dejarlos en casa? —No, así está bien… Dijo que iría en un rato. Thomas hizo un asentimiento y continuó conduciendo en silencio. Matthew volvió a mirar a su hijo, sabía que mintió sobre sentirse mal y sólo quería ir a casa; luego hablaría con él. Lo alegraba ver que volvía a ser amigo de Lea, siempre l