Capítulo 5

—Señor Lambert, adelante, por favor —saludó Celine y lo acompañó hasta la silla ejecutiva a la cabeza de la mesa—. Estamos listos para iniciar cuando lo indique.

Alessia no se incorporó como los demás cuando su nuevo jefe entró, pero no por rebeldía, sino que la vergüenza la mantenía con la mirada en su regazo y las piernas congeladas.

—Ale —susurró Lisa—. Levántate.

La joven madre inhaló hondo, enderezó los hombros, dirigió la mirada a Matthew y se incorporó junto con los demás.

«El mundo no está hecho para los débiles», se recordó.

—Bienvenido, señor Lambert —dijo de último Alessia—. Alessia Regil, un placer conocerlo.

Y esperó que Matthew tuviera misericordia y olvidara el pequeñísimo o, bueno, los pequeñísimos incidentes de esa mañana.

Pero Matthew amplió su sonrisa al verla y Alessia casi pudo escuchar los engranes del cerebro de su nuevo jefe poniéndose en marcha.

—Señora Regil, claro, creo recordarla… —sonrió él mientras frotaba su barbilla y fingía una clara expresión pensativa. Alessia tragó duro—. Ah, ¡claro! Nuestros hijos van al mismo preescolar, ¿no es así?

Alessia asintió.

—Eso creo…

—Qué pequeño es Nueva York —rio él.

Y todos rieron, no porque fuera gracioso, sino porque era el jefe y Alessia sabía que a partir de ese momento todos siempre estarían de acuerdo con cada palabra de Matthew.

—Oh, tío, ¿por qué no contratas una niñera? Alessia podría hacer el favor de buscar algunas —señaló Celine sin poder evitar hacer evidente su parentesco con el jefe.

Lisa puso los ojos en blanco.

Alessia se limitó a permanecer en silencio con la mirada sobre Matthew.

—No, no, ya tenemos una excelente niñera y de todas formas me gusta que Emery conviva con otros niños —descartó el jefe de inmediato—, pero gracias, Alessia, estoy seguro de que me hubieras ayudado con gusto, ¿no es así?

Alessia mordió su labio inferior, aunque en realidad quería morderse la lengua para no responderle como tanto quería.

—Sí, señor Lambert —mintió la madre.

Matthew volvió a sonreír y, por fin, apartó la mirada de ella. Alessia sintió que sus hombros perdieron toneladas de peso.

—Bien… —Matthew miró la pantalla con su currículum—. Definitivamente ha sido una primera mañana que no olvidaré, empezado porque alguien casi me hace perder el espejo retrovisor de la camioneta, luego me encontré con una enérgica mujer en el preescolar de mi hijo y después me perdí en el edificio por una mala indicación de una buena samaritana… —Y aprovechó para echar un vistazo rápido al rostro colorado de Alessia—, pero bueno… aquí estoy y es un honor estar al frente de la división norteamericana de la editorial «Lambert», por favor, tomemos asiento.

Todos obedecieron. Alessia fue la última porque sus piernas todavía se negaban un poco a moverse con soltura, en nada ayudaba que la mirada alegre de Matthew permaneció en ella por más tiempo que con los demás.

Alessia permaneció cabizbaja el resto de la junta; incluso prefirió que Lisa fuera la que explicara el papel que desempeñaba su área para la empresa.

—Qué rara estás —comentó Lisa en voz baja a su compañera mientras Matthew hablaba de lo diferente que era el mercado europeo al norteamericano.

—Es una larga historia…

—¿Quieres que nos tomemos un café para que me cuentes?

—Hoy no puedo —suspiró Alessia y levantó la mirada hacia Matthew que de nuevo la miraba con una amplia sonrisa en los labios—. Debo hablar con mi hija.

Matthew pareció leerle los labios o eso pensó Alessia, porque de inmediato la señaló y, con esa sonrisa amigable, dijo:

—Señora Regil, usted recibe manuscritos, ¿me equivoco?

Alessia soltó un respingo y asintió:

—Sí, mi departamento se encarga de la recepción de manuscritos.

—Bien —Matthew paseó la mirada alrededor de la mesa y continuó—: Creo que necesitamos una obra clave, nuestro «Harry Potter» y tal vez estamos fracasando porque esperamos que llegue como caído del cielo cuando debemos salir a buscarlo; revisar esas nuevas plataformas, ¿usted qué opina?

Y las veinte personas que rodeaban la mesa plantaron los ojos en Alessia. Eso normalmente no la intimidaría, se había enfrentado a un público más grande, pero no al nuevo jefe al que había llamado «maleducado» y que dejó botado en otro piso de manera intencional.

«Karma instantáneo», pensó Alessia al tiempo en que hacia un asentimiento.

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