Alessia sintió que Nueva York entero temblaba. Las rodillas le flaquearon, empezó a hiperventilar y poco faltó para que llamara al 911; no obstante, su patatús se detuvo cuando vio al señor Lambert apresurarse a abrir la puerta trasera para un hombre mayor de cabello canoso y con un elegante traje negro.
El tal Matthew era el chofer del nuevo C.E.O., bueno, no era lo mejor, pero al menos no era el C.E.O. como creyó segundos antes.
Matthew reía por algo que le decía el C.E.O., pero su sonrisa flaqueó al ver a Alessia en la puerta de los ascensores… y luego sonrío con más ganas.
—Buenos días —saludó Alessia al C.E.O. cuando se detuvieron a su lado.
El hombre miró a Matthew, luego a Alessia y respondió de la misma forma.
Y procedieron a aguardar en silencio por los ascensores.
Alessia suspiró aliviada cuando las puertas se abrieron y entraron. Quería decir algo elocuente, pero la presencia risueña de Matthew la incomodaba.
¿Por qué sonreía tanto si acababan de pelear? Trabajar en la misma empresa ya era una coincidencia horrible, aunque no tuvieran que coincidir.
—Debo bajar en la recepción, señor Lambert —dijo el C.E.O.
—Claro —dijo Matthew y buscó los botones en las paredes, pero Alessia los encontró primero, conocía bien el lugar.
—Gracias —agradeció el C.E.O.
—Un placer, señor.
El hombre asintió y casi de inmediato se abrieron las puertas en recepción, así que descendió.
Y el ambiente se volvió más tenso de lo que Alessia recordaba haber presenciado en toda su existencia.
Las puertas volvieron a cerrarse y se quedó a solas con Matthew y su incómoda sonrisa confiada.
—Vaya, qué coincidencia —dijo él—. ¿Hace mucho que trabajas aquí?
—Sí.
—¿En qué trabajas?
—No importa, no vamos a coincidir.
Alessia miraba los números cambiar en la parte superior sin siquiera dedicarle una mirada vaga a Matthew. Su atractivo también era incómodo porque no quería sonrojarse. Ya llevaba varios años sin recibir un abrazo, mucho menos un beso, y le avergonzaba pensar en esas cosas al lado de un hombre que se veía como Matthew.
El espacio reducido la hizo percibir la agradable fragancia de la colonia masculina y sucumbió a echar un vistazo.
Matthew era mucho más alto que ella, debía levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, así que no lo hizo, sólo miró su pecho y sus brazos fuertes; pensó en lo bien que se debería sentir regresar a casa y refugiarte en la cama con un hombre como él.
«¿En qué estás pensando, Alessia», se reprendió ella y apartó la mirada.
—¿Por qué no vamos a coincidir, señora Regil? —inquirió con un tonito curioso que la hizo poner los ojos en blanco.
—Porque eres el chofer del C.E.O. y yo trabajo en las oficinas sin chofer.
—¿Y no puedes tener chofer? Podría ofrecerme.
Alessia sufrió un pequeñísimo escalofrío y su cuerpo la traicionó al mirarlo a los ojos, ¿acaso estaba coqueteando con ella?
—No, gracias —sesgó la conversación y volvió a mirar los números—. ¿A qué piso vas?
—A ver… —Él revisó su celular y agregó—: La sala de juntas principal.
Alessia presionó el botón para detener el ascensor en el siguiente piso.
—Es aquí.
Las puertas se abrieron.
Matthew sonrío y agradeció a Alessia con una de esas sonrisas que la incomodaban por razones en las que no quería pensar.
—Entonces, nos vemos por aquí, señora Regil —se despidió él.
—Espero que no —finalizó Alessia al tiempo en que presionaba el botón para cerrar las puertas y se despedía con una sonrisa sarcástica.
La joven madre suspiró hondo cuando se encontró a solas. Se sintió un poquito culpable por dejar botado a Matthew en el piso que no era, pero luego consideró que fue lo correcto para dar por terminado cualquier clase de flirteo.
No tenía tiempo para esas cosas. Era una mujer ocupada.
Ella se dirigió al último piso donde se encontraba la sala de juntas principal. Al salir del ascensor se preguntó por qué habría querido ir hasta ahí el señor Lambert cuando el C.E.O. descendió en la recepción.
Descartó sus dudas y apresuró el paso hasta la sala de juntas. Las paredes de cristal le permitieron ver que todavía no iniciaba la junta y saludó con un educado «Buenos días» cuando atravesó la puerta.
—Buenos días, Ale —saludó Lisa, su compañera rubia que siempre se peinaba con dos coletas—. El nuevo C.E.O. está un poco atrasado.
—Lo vi llegar, no debe tardar —explicó Alessia con autosuficiencia mientras ocupaba su sitio en una de las cómodas sillas alrededor de la larga mesa.
—¿Qué horas son estas de llegar, Regil? —espetó Celine, una mujer pelirroja al abrir con brusquedad la puerta de cristal—. Enciende el proyector, anda.
Alessia respiró hondo para no darle a su jefa el saludo apropiado a sus majaderías de siempre. Era menor que ella por al menos cinco años, acababa de egresar de la universidad, y la trataba como una anciana porque tenía treinta años; la chica sólo había conseguido el puesto por ser sobrina del nuevo C.E.O. que anteriormente trabajaba para la división europea de la editorial.
Alessia obedeció, encendió el proyector y en la pantalla gigante contempló la fotografía de Matthew Lambert con su extenso currículum a un lado.
—¿Por qué está el currículum del chofer? —inquirió Alessia en voz baja a Lisa.
Lisa apartó la mirada de su celular y miró la pantalla justo en el momento en que más ejecutivos atravesaron la puerta de cristal para ocupar sus asientos alrededor de la mesa.
—¿De qué estás hablando? —murmuró Lisa—. Es Matthew Lambert, el nuevo C.E.O. que viene de Europa.
Alessia se dejó caer en su asiento. Su corazón se le convirtió en agua y las manos comenzaron a temblarle.
Consideró que era el momento oportuno para llamar al 911.
♥︎
¡Alessia está en problemas! ¿O tal vez no? ;D Quizá fue lo mejor que pudo pasarle jajaja
—Señor Lambert, adelante, por favor —saludó Celine y lo acompañó hasta la silla ejecutiva a la cabeza de la mesa—. Estamos listos para iniciar cuando lo indique.Alessia no se incorporó como los demás cuando su nuevo jefe entró, pero no por rebeldía, sino que la vergüenza la mantenía con la mirada en su regazo y las piernas congeladas. —Ale —susurró Lisa—. Levántate.La joven madre inhaló hondo, enderezó los hombros, dirigió la mirada a Matthew y se incorporó junto con los demás.«El mundo no está hecho para los débiles», se recordó.—Bienvenido, señor Lambert —dijo de último Alessia—. Alessia Regil, un placer conocerlo.Y esperó que Matthew tuviera misericordia y olvidara el pequeñísimo o, bueno, los pequeñísimos incidentes de esa mañana. Pero Matthew amplió su sonrisa al verla y Alessia casi pudo escuchar los engranes del cerebro de su nuevo jefe poniéndose en marcha.—Señora Regil, claro, creo recordarla… —sonrió él mientras frotaba su barbilla y fingía una clara expresión pensat
—No creo que sea una buena idea, señor Lambert —contradijo Alessia con voz firme y escuchó cómo la mesa entera contuvo un suspiro. Nunca era buena idea llevarle la contraria al jefe, menos en su primer día—. Esas obras suelen ser escritas por aficionados que ni siquiera son lectores, no conocen las pautas básicas de ortografía y gramática y las tramas se repiten hasta el cansancio…—Pero ahí podemos encontrar ideas originales… —continuó Matthew—. No conocen el mundo editorial, no tienen la presión de un editor y…—Hasta los títulos tienen faltas de ortografía, invertiríamos muchísimos recursos en la edición de los manuscritos…—Pero las ideas son las que importan, si nosotros contamos con el equipo para pulir esas obras, entonces…—Casi todas las novelas hablan de lo mismo, son las mismas tramas genéricas con diferentes nombres, ahí no encontrará un «Harry Potter» —insistió Alessia—. Quizá en Europa podría funcionar, pero aquí no.Los presentes en la sala de juntas contuvieron la resp
Alessia respiró hondo para calmar sus nervios mientras se estacionaba afuera del preescolar; procuró ocupar sólo un sitio.Esa mañana lloviznaba. Primero bajó ella para ayudar con el paraguas a su hija. No habían ni avanzado cinco pasos hacia las escaleras de entrada cuando llegó Matthew en su lujosa camioneta.El señor que ella creyó que era el C.E.O. en realidad era el chofer. Esa mañana descendió del asiento del conductor y abrió la puerta para Matthew y su hijo.—Vamos, Lea —dijo Alessia cuando la mirada de Matthew cayó en ellas. Lea continuó caminando de la mano de su mamá. Estaba muy apenada, porque sabía que hizo algo mal.La noche anterior Alessia habló con ella para explicarle que no existía justificación para lastimar a otra persona. Y Lea estaba tan avergonzada porque sabía que era verdad. El pequeño Emery le agradaba, nunca quiso hacerle daño, pero a veces se sentía tan ignorada por todo su entorno que empezaba a notar que cuando hacía cosas extrañas lograba tener esa ate
—He hablado con Lea —dijo Alessia con voz fría—. Ella se disculpará hoy con Emery y prometió no volver a hacer algo parecido; sino se disculpa, puede decirme para que le llame la atención.Matthew metió las manos en los bolsillos del pantalón y se giró a mirarla, pese a que su empleada continuaba mirando el pasillo que ya se encontraba vacío.—Se lo agradezco mucho, señora Regil —agradeció Matthew y dejó entrever un suave acento francés que causó un terrible hormigueo en la piel de Alessia—. Entiendo que Emery quiere mucho a Lea, son buenos amigos.—Eso me dijo Lea, que sólo… se dejó llevar y que no lo volverá a hacer —Entonces Alessia giró hacia su jefe y, sin titubear, le sostuvo la mirada a esos profundos ojos azules que le hacían preguntarse muchas cosas que preferiría ignorar—. Lo lamentamos mucho, señor Lambert, por todo.Alessia esperaba que eso fuera suficiente y que no tuviera que disculparse por cada cosa que hizo mal el día anterior. Todos los acontecimientos de esa mañana n
—No sabía que eras fan de Taylor Swift —dijo Lisa a espaldas de Alessia.La madre soltera se retiró el único audífono inalámbrico que portaba y encogió los hombros.—Digamos que hoy me enteré.Un manotazo en la parte superior del cubículo las sobresaltó. Era Celine, la persona menos favorita de Alessia, así que no pudo controlar la expresión de hastío.—Mi tío quiere verte en su oficina, Alessia, muévete.Sin agregar más, se marchó.—¿Por qué el jefe parece tan atento contigo? —inquirió su compañera de trabajo con profunda curiosidad—. Te juro que tengo sospechas.Alessia apagó la música en su celular, recogió su tableta electrónica y se incorporó. Era un poco más alta que Lisa que seguía pareciendo una chiquilla de no más de veinte años cuando tenían exactamente la misma edad, pero Lisa amaba portar coletas y vestir con ropa en colores pastel y con dibujos animados. Lisa había intentado por años pasar al área de marketing, pero la tenían confinada con Alessia en el área más aburrida
Alessia se tomó unos segundos más para calmarse antes de responder:—No creo que encontremos un «Harry Potter», sólo hay uno y los demás son copias. No queremos una novela que sea acusada de plagio por una base de admiradores tan grande.—No, claro que no —concordó el—, pero necesitamos algo tan fuerte como «Harry Potter» o sabe en qué acabará esto.Se miraron en silencio.La editorial tenía los ingresos en números rojos, sino hacían algo, se irían a la quiebra. Era la crónica de una muerte anunciada, al menos que lograran encontrar ese diamante en bruto que los hiciera emerger de nuevo.—Yo me limito a elegir los manuscritos que cumplen con los criterios que me han entregado y…—Y olvídese de eso —interrumpió—. No está funcionado, así que ahora está en sus manos.—¿Sólo en mis manos?—Y las mías —dijo y extendió sus manos—. ¿No cree que sea suficiente?Sus manos tenían cayos, los notó a simple vista y sabía que eso era por levantar pesas; su ex esposo tenía algunos aunque el ejercicio
Alessia no podía creer que aceptaron la quisquillosa lista de requisitos para su futura oficina. Lisa se había emocionado con eso de la libertad creativa, así parecía que tendrían un sitio digno de compartir en redes sociales; bueno, esa era la intención de Lisa.—Crearemos expectación en redes sociales —dijo ella mientras terminaba de anotar las luces LED en color fucsia con las que decorarían las paredes de la oficina—. Será increíble, te lo prometo.Alessia no estaba tan convencida. Nunca le gustaron mucho las redes sociales y no sentía que tuviera lo que se necesitaba para triunfar en estas. No se sentía fea, mas tampoco una belleza que las personas quisieran ver una y otra vez. Además, su ex esposo era especialista en redes sociales, era muy popular ahí; ella no sabía de esas cosas.Quizá por eso, cuando llegó a su cubículo y encontró a Matthew y Lisa conversando, se sorprendió. —Iremos por sus escritorios —dijo él. —Pero le comentaba que tengo toneladas de trabajo por dejar li
Un edificio que ocupaba una cuadra entera en Brooklyn se alzaba frente a ella con sus grandes escaparates que mostraban todo tipo de muebles con diseños vanguardistas. —Ahí está Nathan —señaló Matthew mientras bajaba de la camioneta. Alessia demoró un poco más en ver porque el señor Thomas, el chofer, se empeñó en permitir que le abriera la puerta y la ayudara a bajar, cuando lo hizo encontró a Matthew conversando con un chico sumamente parecido a él, pero con el cabello un poco largo y algunos años menor; quizá de la misma edad que ella. —Mira, Nathan, ella es la señora Regil, será una de las salvadoras de la editorial —presentó Matthew. El joven estrechó con firmeza la mano de ella. —Mucho gusto —saludó Alessia. No pudo disimular su contrariedad al verlos tan parecidos. —Es mi hermanito —explicó Matthew—, pero nunca se relacionó con la empresa familia. Él tiene su propio imperio. —Nathan Lambert —reflexionó ella—. ¿No eres el C.E.O. de «Muzzix»? —¡Me conoce! —exclamó el jo