Capítulo 4

Alessia sintió que Nueva York entero temblaba. Las rodillas le flaquearon, empezó a hiperventilar y poco faltó para que llamara al 911; no obstante, su patatús se detuvo cuando vio al señor Lambert apresurarse a abrir la puerta trasera para un hombre mayor de cabello canoso y con un elegante traje negro.

El tal Matthew era el chofer del nuevo C.E.O., bueno, no era lo mejor, pero al menos no era el C.E.O. como creyó segundos antes.

Matthew reía por algo que le decía el C.E.O., pero su sonrisa flaqueó al ver a Alessia en la puerta de los ascensores… y luego sonrío con más ganas.

—Buenos días —saludó Alessia al C.E.O. cuando se detuvieron a su lado.

El hombre miró a Matthew, luego a Alessia y respondió de la misma forma.

Y procedieron a aguardar en silencio por los ascensores.

Alessia suspiró aliviada cuando las puertas se abrieron y entraron. Quería decir algo elocuente, pero la presencia risueña de Matthew la incomodaba.

¿Por qué sonreía tanto si acababan de pelear? Trabajar en la misma empresa ya era una coincidencia horrible, aunque no tuvieran que coincidir.

—Debo bajar en la recepción, señor Lambert —dijo el C.E.O.

—Claro —dijo Matthew y buscó los botones en las paredes, pero Alessia los encontró primero, conocía bien el lugar.

—Gracias —agradeció el C.E.O.

—Un placer, señor.

El hombre asintió y casi de inmediato se abrieron las puertas en recepción, así que descendió.

Y el ambiente se volvió más tenso de lo que Alessia recordaba haber presenciado en toda su existencia.

Las puertas volvieron a cerrarse y se quedó a solas con Matthew y su incómoda sonrisa confiada.

—Vaya, qué coincidencia —dijo él—. ¿Hace mucho que trabajas aquí?

—Sí.

—¿En qué trabajas?

—No importa, no vamos a coincidir.

Alessia miraba los números cambiar en la parte superior sin siquiera dedicarle una mirada vaga a Matthew. Su atractivo también era incómodo porque no quería sonrojarse. Ya llevaba varios años sin recibir un abrazo, mucho menos un beso, y le avergonzaba pensar en esas cosas al lado de un hombre que se veía como Matthew.

El espacio reducido la hizo percibir la agradable fragancia de la colonia masculina y sucumbió a echar un vistazo.

Matthew era mucho más alto que ella, debía levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, así que no lo hizo, sólo miró su pecho y sus brazos fuertes; pensó en lo bien que se debería sentir regresar a casa y refugiarte en la cama con un hombre como él.

«¿En qué estás pensando, Alessia», se reprendió ella y apartó la mirada.

—¿Por qué no vamos a coincidir, señora Regil? —inquirió con un tonito curioso que la hizo poner los ojos en blanco.

—Porque eres el chofer del C.E.O. y yo trabajo en las oficinas sin chofer.

—¿Y no puedes tener chofer? Podría ofrecerme.

Alessia sufrió un pequeñísimo escalofrío y su cuerpo la traicionó al mirarlo a los ojos, ¿acaso estaba coqueteando con ella?

—No, gracias —sesgó la conversación y volvió a mirar los números—. ¿A qué piso vas?

—A ver… —Él revisó su celular y agregó—: La sala de juntas principal.

Alessia presionó el botón para detener el ascensor en el siguiente piso.

—Es aquí.

Las puertas se abrieron.

Matthew sonrío y agradeció a Alessia con una de esas sonrisas que la incomodaban por razones en las que no quería pensar.

—Entonces, nos vemos por aquí, señora Regil —se despidió él.

—Espero que no —finalizó Alessia al tiempo en que presionaba el botón para cerrar las puertas y se despedía con una sonrisa sarcástica.

La joven madre suspiró hondo cuando se encontró a solas. Se sintió un poquito culpable por dejar botado a Matthew en el piso que no era, pero luego consideró que fue lo correcto para dar por terminado cualquier clase de flirteo.

No tenía tiempo para esas cosas. Era una mujer ocupada.

Ella se dirigió al último piso donde se encontraba la sala de juntas principal. Al salir del ascensor se preguntó por qué habría querido ir hasta ahí el señor Lambert cuando el C.E.O. descendió en la recepción.

Descartó sus dudas y apresuró el paso hasta la sala de juntas. Las paredes de cristal le permitieron ver que todavía no iniciaba la junta y saludó con un educado «Buenos días» cuando atravesó la puerta.

—Buenos días, Ale —saludó Lisa, su compañera rubia que siempre se peinaba con dos coletas—. El nuevo C.E.O. está un poco atrasado.

—Lo vi llegar, no debe tardar —explicó Alessia con autosuficiencia mientras ocupaba su sitio en una de las cómodas sillas alrededor de la larga mesa.

—¿Qué horas son estas de llegar, Regil? —espetó Celine, una mujer pelirroja al abrir con brusquedad la puerta de cristal—. Enciende el proyector, anda.

Alessia respiró hondo para no darle a su jefa el saludo apropiado a sus majaderías de siempre. Era menor que ella por al menos cinco años, acababa de egresar de la universidad, y la trataba como una anciana porque tenía treinta años; la chica sólo había conseguido el puesto por ser sobrina del nuevo C.E.O. que anteriormente trabajaba para la división europea de la editorial.

Alessia obedeció, encendió el proyector y en la pantalla gigante contempló la fotografía de Matthew Lambert con su extenso currículum a un lado.

—¿Por qué está el currículum del chofer? —inquirió Alessia en voz baja a Lisa.

Lisa apartó la mirada de su celular y miró la pantalla justo en el momento en que más ejecutivos atravesaron la puerta de cristal para ocupar sus asientos alrededor de la mesa.

—¿De qué estás hablando? —murmuró Lisa—. Es Matthew Lambert, el nuevo C.E.O. que viene de Europa.

Alessia se dejó caer en su asiento. Su corazón se le convirtió en agua y las manos comenzaron a temblarle.

Consideró que era el momento oportuno para llamar al 911.

♥︎

¡Alessia está en problemas! ¿O tal vez no? ;D Quizá fue lo mejor que pudo pasarle jajaja

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