—No creo que sea una buena idea, señor Lambert —contradijo Alessia con voz firme y escuchó cómo la mesa entera contuvo un suspiro. Nunca era buena idea llevarle la contraria al jefe, menos en su primer día—. Esas obras suelen ser escritas por aficionados que ni siquiera son lectores, no conocen las pautas básicas de ortografía y gramática y las tramas se repiten hasta el cansancio…
—Pero ahí podemos encontrar ideas originales… —continuó Matthew—. No conocen el mundo editorial, no tienen la presión de un editor y…
—Hasta los títulos tienen faltas de ortografía, invertiríamos muchísimos recursos en la edición de los manuscritos…
—Pero las ideas son las que importan, si nosotros contamos con el equipo para pulir esas obras, entonces…
—Casi todas las novelas hablan de lo mismo, son las mismas tramas genéricas con diferentes nombres, ahí no encontrará un «Harry Potter» —insistió Alessia—. Quizá en Europa podría funcionar, pero aquí no.
Los presentes en la sala de juntas contuvieron la respiración. Era como mirar un reñido partido de tenis en el que Alessia tenía expresión de ir camino a una extirpación de vesícula biliar mientras que Matthew mantenía el rostro sereno y la sonrisa amigable.
Finalmente, el jefe suspiró hondo e hizo un asentimiento.
—Usted es más quisquillosa y creo que podría tener razón.
—Gracias —dijo ella, aunque no supo a ciencia cierta si era un halago.
—Y por eso trabajaré con usted en la búsqueda de nuestro «Harry Potter».
La quijada de Alessia se desencajó. Ni pudo hablar antes que Celine:
—Tío, Alessia es muy inexperta, yo podría ayudarte.
La ceja de Alessia tembló y su quijada regresó a su posición. Ella tenía más tiempo en la empresa.
—Gracias, Celine, pero quiero trabajar con la señora Regil, creo que seremos un gran equipo.
—¿Equipo? —repitió Alessia sin disimular el tono incrédulo.
—Sí, equipo —confirmó él—, ¿qué tal?
Alessia sintió un ligero mareo, quizá los achaques de sus treinta años comenzaban a pasarle factura o sólo quería despertar de esa terrible pesadilla. Estaba segura de que su jefe le haría la vida imposible.
—Creo que usted tiene temas más importantes de los cuáles encargarse —trató de persuadirlo la joven madre.
Matthew hizo un profundo asentimiento.
—Sí y no, este es un tema importante, pero tiene razón en que tengo muchos temas de los cuales ocuparme, así que probablemente gran parte de la responsabilidad recaerá en usted y quizá terminemos trabajando a la hora del almuerzo o después de la hora de salida; claro, todo debidamente remunerado.
—No puedo, debo ir por mi hija…
—¿No puede ir alguien más?
—No, sólo yo —contestó ella con tono tajante. No entraría en detalles de que era madre soltera y el padre de su hija ya estaba felizmente casado con otra mujer.
—Bien… —meditó Matthew un momento en el que borró la sonrisa, pero sólo fue por unos cuántos segundos—. Si se presenta la situación, podríamos pasar por ellos al preescolar, ¿está de acuerdo?
¿Tenía caso negarse? Parecía que Matthew no quitaría el dedo del renglón y Alessia comenzaba a incomodarse con tanta atención, luego hablaría con él.
—Sí…
—Bien… Nos organizaremos en la semana —zanjó Matthew el tema—. ¿Alguna otra inquietud?
Y una serie de preguntas emergieron entre los presentes, pero Alessia permaneció en silencio. Fue la primera en abandonar la sala de juntas cuando la reunión finalizó.
No volvería a preguntar por ese tema, quizá así Matthew lo olvidaría.
Se dirigió a toda velocidad hasta su cubículo en el segundo piso y acabó con una taza entera de café. Intentó calmarse mirando los afiches de portadas de libros famosos que pertenecían a la editorial o en el silencio abrumador que sólo era interrumpido por el silbido del aire acondicionado en medio de las hileras de cubículos de la oficina. Nada sirvió, su corazón latía rápido, sus manos sudaban y sus mejillas estaban ligeramente teñidas de rojo.
«Matthew Lambert», su nombro le producía cosquillas en el estómago; era una sensación que ya casi había olvidado.
Lisa llegó unos minutos después sin disimular su sorpresa por la insistencia de Matthew.
—Era como si te conociera de antes y quisiera pasar tiempo contigo —dijo su compañera.
Alessia negó.
—Son imaginaciones tuyas.
—O estamos frente al nacimiento de un nuevo romance —bromeó la chica detrás de sus grandes anteojos verdes—. Qué tiernos.
La joven madre entornó los ojos.
—¿Qué cosas dices? Debe tener esposa.
—No, tiene treinta y cinco, está divorciado y tiene la custodia de sus dos hijos —informó Lisa—. Debiste leer su currículum, tiene algunos datos personales.
No tuvieron tiempo para hablar más. Celine llegó en actitud autoritaria a dictar órdenes a diestra y siniestra; todos sabían que era sólo por apariencia para que su tío creyera que era una jefa ejemplar cuando solía perder el tiempo en su oficina mirando N*****x.
Sin embargo, Alessia recordó todos los pensamientos que despertó Matthew cuando iban en el ascensor y no sabía de quién se trataba.
Era padre soltero, como ella.
Se sonrojó mientras acomodaba el cactus, con el que identificaba su vida amorosa, en el rincón de su cubículo grisáceo.
«Un equipo con una madre soltera y un padre soltero», meditó y detestó un poco la sonrisa que brotó en sus labios. Después de todo, no se escuchaba mal.
♥︎
Yo creo que serían una maravillosa parejaaaaa, digo, equipo de trabajo, claro xD
Alessia respiró hondo para calmar sus nervios mientras se estacionaba afuera del preescolar; procuró ocupar sólo un sitio.Esa mañana lloviznaba. Primero bajó ella para ayudar con el paraguas a su hija. No habían ni avanzado cinco pasos hacia las escaleras de entrada cuando llegó Matthew en su lujosa camioneta.El señor que ella creyó que era el C.E.O. en realidad era el chofer. Esa mañana descendió del asiento del conductor y abrió la puerta para Matthew y su hijo.—Vamos, Lea —dijo Alessia cuando la mirada de Matthew cayó en ellas. Lea continuó caminando de la mano de su mamá. Estaba muy apenada, porque sabía que hizo algo mal.La noche anterior Alessia habló con ella para explicarle que no existía justificación para lastimar a otra persona. Y Lea estaba tan avergonzada porque sabía que era verdad. El pequeño Emery le agradaba, nunca quiso hacerle daño, pero a veces se sentía tan ignorada por todo su entorno que empezaba a notar que cuando hacía cosas extrañas lograba tener esa ate
—He hablado con Lea —dijo Alessia con voz fría—. Ella se disculpará hoy con Emery y prometió no volver a hacer algo parecido; sino se disculpa, puede decirme para que le llame la atención.Matthew metió las manos en los bolsillos del pantalón y se giró a mirarla, pese a que su empleada continuaba mirando el pasillo que ya se encontraba vacío.—Se lo agradezco mucho, señora Regil —agradeció Matthew y dejó entrever un suave acento francés que causó un terrible hormigueo en la piel de Alessia—. Entiendo que Emery quiere mucho a Lea, son buenos amigos.—Eso me dijo Lea, que sólo… se dejó llevar y que no lo volverá a hacer —Entonces Alessia giró hacia su jefe y, sin titubear, le sostuvo la mirada a esos profundos ojos azules que le hacían preguntarse muchas cosas que preferiría ignorar—. Lo lamentamos mucho, señor Lambert, por todo.Alessia esperaba que eso fuera suficiente y que no tuviera que disculparse por cada cosa que hizo mal el día anterior. Todos los acontecimientos de esa mañana n
—No sabía que eras fan de Taylor Swift —dijo Lisa a espaldas de Alessia.La madre soltera se retiró el único audífono inalámbrico que portaba y encogió los hombros.—Digamos que hoy me enteré.Un manotazo en la parte superior del cubículo las sobresaltó. Era Celine, la persona menos favorita de Alessia, así que no pudo controlar la expresión de hastío.—Mi tío quiere verte en su oficina, Alessia, muévete.Sin agregar más, se marchó.—¿Por qué el jefe parece tan atento contigo? —inquirió su compañera de trabajo con profunda curiosidad—. Te juro que tengo sospechas.Alessia apagó la música en su celular, recogió su tableta electrónica y se incorporó. Era un poco más alta que Lisa que seguía pareciendo una chiquilla de no más de veinte años cuando tenían exactamente la misma edad, pero Lisa amaba portar coletas y vestir con ropa en colores pastel y con dibujos animados. Lisa había intentado por años pasar al área de marketing, pero la tenían confinada con Alessia en el área más aburrida
Alessia se tomó unos segundos más para calmarse antes de responder:—No creo que encontremos un «Harry Potter», sólo hay uno y los demás son copias. No queremos una novela que sea acusada de plagio por una base de admiradores tan grande.—No, claro que no —concordó el—, pero necesitamos algo tan fuerte como «Harry Potter» o sabe en qué acabará esto.Se miraron en silencio.La editorial tenía los ingresos en números rojos, sino hacían algo, se irían a la quiebra. Era la crónica de una muerte anunciada, al menos que lograran encontrar ese diamante en bruto que los hiciera emerger de nuevo.—Yo me limito a elegir los manuscritos que cumplen con los criterios que me han entregado y…—Y olvídese de eso —interrumpió—. No está funcionado, así que ahora está en sus manos.—¿Sólo en mis manos?—Y las mías —dijo y extendió sus manos—. ¿No cree que sea suficiente?Sus manos tenían cayos, los notó a simple vista y sabía que eso era por levantar pesas; su ex esposo tenía algunos aunque el ejercicio
Alessia no podía creer que aceptaron la quisquillosa lista de requisitos para su futura oficina. Lisa se había emocionado con eso de la libertad creativa, así parecía que tendrían un sitio digno de compartir en redes sociales; bueno, esa era la intención de Lisa.—Crearemos expectación en redes sociales —dijo ella mientras terminaba de anotar las luces LED en color fucsia con las que decorarían las paredes de la oficina—. Será increíble, te lo prometo.Alessia no estaba tan convencida. Nunca le gustaron mucho las redes sociales y no sentía que tuviera lo que se necesitaba para triunfar en estas. No se sentía fea, mas tampoco una belleza que las personas quisieran ver una y otra vez. Además, su ex esposo era especialista en redes sociales, era muy popular ahí; ella no sabía de esas cosas.Quizá por eso, cuando llegó a su cubículo y encontró a Matthew y Lisa conversando, se sorprendió. —Iremos por sus escritorios —dijo él. —Pero le comentaba que tengo toneladas de trabajo por dejar li
Un edificio que ocupaba una cuadra entera en Brooklyn se alzaba frente a ella con sus grandes escaparates que mostraban todo tipo de muebles con diseños vanguardistas. —Ahí está Nathan —señaló Matthew mientras bajaba de la camioneta. Alessia demoró un poco más en ver porque el señor Thomas, el chofer, se empeñó en permitir que le abriera la puerta y la ayudara a bajar, cuando lo hizo encontró a Matthew conversando con un chico sumamente parecido a él, pero con el cabello un poco largo y algunos años menor; quizá de la misma edad que ella. —Mira, Nathan, ella es la señora Regil, será una de las salvadoras de la editorial —presentó Matthew. El joven estrechó con firmeza la mano de ella. —Mucho gusto —saludó Alessia. No pudo disimular su contrariedad al verlos tan parecidos. —Es mi hermanito —explicó Matthew—, pero nunca se relacionó con la empresa familia. Él tiene su propio imperio. —Nathan Lambert —reflexionó ella—. ¿No eres el C.E.O. de «Muzzix»? —¡Me conoce! —exclamó el jo
Matthew miró hacia atrás y algo aleteó en el interior su pecho. El asiento trasero no había llevado a una mujer en años; producía una calidez inexplicable encontrar a Alessia al lado de Emery. La mujer estaba ahí en compañía de su hija que jugaba con Emery y unos cubos de colores. La joven madre lo descubrió mirándola y le regaló una sonrisa. Matthew respondió igual y regresó la atención al camino. —¿Todo bien, señor? —preguntó Thomas en ese tono servicial que a Matthew le desesperaba tanto. Lo había acompañado desde Londres, era la persona más leal que conocía y lo consideraba un amigo, no simplemente su chofer. —Sí, Thomas, todo perfecto. —¿Desea que vaya por el médico después de dejarlos en casa? —No, así está bien… Dijo que iría en un rato. Thomas hizo un asentimiento y continuó conduciendo en silencio. Matthew volvió a mirar a su hijo, sabía que mintió sobre sentirse mal y sólo quería ir a casa; luego hablaría con él. Lo alegraba ver que volvía a ser amigo de Lea, siempre l
Matthew se frotó el rostro sin apartar la vista del camino. Era mala idea pensar en tu empleada guapa que además va en el asiento trasero de la camioneta camino a tu casa. —Maldición —musitó, incómodo. —¿Sucede algo, señor? —¿Papi? —preguntó Emery. Matthew se giró hacia su hijo y le revolvió el cabello. —Recordé unos pendientes —mintió el C.E.O. Pronto llegaron al imponente edificio de departamentos que estaba a tan sólo diez minutos del centro de Manhattan. Era una torre de cristal que resplandecía con los brillos del sol que resbalaban sobre los cristales polarizados. Matthew y sus hijos estaban enamorados de ese lugar; sólo le bastó una mirada curiosa a Alessia para saber que ella igual pensaba que era un sitio hermoso. Probablemente lo había visto antes, eran de los departamentos más codiciados en la ciudad. El chofer se detuvo frente a la entrada principal. Matthew bajó por sí solo, pero Thomas se apresuró a abrir la puerta para Alessia y los niños. —Vaya, vives en un si