Matthew es un gran hombre que ama a sus hijos con todo el corazón y ni piensa en el amor, pero esa empleada contestona lo está confundiendo un poquito ;3
Matthew se frotó el rostro sin apartar la vista del camino. Era mala idea pensar en tu empleada guapa que además va en el asiento trasero de la camioneta camino a tu casa. —Maldición —musitó, incómodo. —¿Sucede algo, señor? —¿Papi? —preguntó Emery. Matthew se giró hacia su hijo y le revolvió el cabello. —Recordé unos pendientes —mintió el C.E.O. Pronto llegaron al imponente edificio de departamentos que estaba a tan sólo diez minutos del centro de Manhattan. Era una torre de cristal que resplandecía con los brillos del sol que resbalaban sobre los cristales polarizados. Matthew y sus hijos estaban enamorados de ese lugar; sólo le bastó una mirada curiosa a Alessia para saber que ella igual pensaba que era un sitio hermoso. Probablemente lo había visto antes, eran de los departamentos más codiciados en la ciudad. El chofer se detuvo frente a la entrada principal. Matthew bajó por sí solo, pero Thomas se apresuró a abrir la puerta para Alessia y los niños. —Vaya, vives en un si
—Joanne —reaccionó Matthew y colocó todos los vasos de agua sobre la mesa del centro—. Joanne, ella es Alessia, una compañera de la empresa…Su hija examinó a Alessia de pies a cabeza.Alessia lamentó decidir usar ese día los zapatos más viejos que tenía, pero eran los más cómodos y sus favoritos.»Alessia, mi hija mayor, Joanne.—Mucho gusto —se adelantó Alessia a saludar y extendió la mano.Joanne miró la mano de la joven, luego a su padre, después a los niños que seguían jugando en la sala y, por último, a la cara de Alessia.—Ajá, como sea.Y, sin estrechar su mano, se giró para dirigirse a la cocina.»Papá, ¿puedo ir a casa de Melanie?La pequeña trigueña desapareció en la cocina. Su padre se apresuró a seguirla.Alessia inhaló hondo, bajó la mano y tomó asiento en el sofá para ver a Lea jugar con Emery. Intentó sonreír mientras su hija le mostraba algunos de los juguetes de Emery, eran caros y probablemente a ella le costaría mucho comprar unos iguales, pero podía hacerlo. Era un
Alessia reconoció el esfuerzo de su jefe con el almuerzo. No era un banquete digno de un restaurante cinco estrellas, pero el filete de carne con sus respectivas guarniciones de puré de papá y verduras estaban bastante bien. Lea comía feliz y sin quejarse, lo que ya era mucho porque era melindrosa.—No sé cocinar muchas cosas —admitió Matthew apenado mientras Alessia servía un poco más de puré a Lea—. Una disculpa.—Está delicioso, señor Lambert —dijo Alessia con sinceridad—. Tiene buen sazón.—¿En serio? —se sonrojó—. Gracias… Y puedes decirme Matthew.—Oh, está bien, Matthew…E intercambiaron una sonrisa que no pasó desapercibida para Lea.—A mi mami le dicen Ale —informó la pequeña.—¡Ale! —repitió Emery con su cuchara en alto—. ¡Es bonito!Matthew ayudó a su hijo a cortar un poco más de carne y dijo:—Es verdad, es bonito. Lea y Ale, se escucha bien.—Gracias —musitó Alessia y le dirigió una mirada curiosa a su hija quien se limitó a hacer una sonrisa que mostraba todos sus dientes
Lea se giró hacia Emery y negó.—Mi mamá se enoja cuando le hablo y no me contesta.—¿Y si te contesta?Lea negó.—Nunca contesta.Emery cruzó los bracitos y meditó con un sonoro «mmmm».—Si yo pudiera llamaría a mi mamá, pero papá perdió su número.—Lo siento…Entre pláticas ambos niños habían confesado que extrañaban a su madre y padre, respectivamente, y que les gustaría verlos más seguido. Emery no la recordaba mucho, pero poseía un recuerdo muy vívido de su madre mirándolo con amor en la cuna. Joanne le decía que era imposible porque era muy pequeñito cuando su mamá se marchó, pero él la recordaba. —No importa —minimizó el niño y se levantó—. Llama a tu papá.Emery corrió por el teléfono inalámbrico que estaba en la mesa del fondo y se lo entregó a Lea.Lea se sintió culpable por memorizar el número de su papá. No entendía por completo las cantidades que representaban cada uno de éstos, pero sí encontrarlos en los botones grandes del teléfono que sostenía. Lo aprendió sin querer,
Los escritorios fueron entregados esa misma tarde. Lisa ya había acomodado todas sus cosas en el suyo y de inmediato empezó a trabajar en su computadora, pero Alessia todavía estaba a medio camino de terminar de pasar sus pertenencias.La madre avanzaba lento porque Matthew le había informado que Lea estuvo llorando sin razón aparente. Ella quiso ir a buscarla, sin saber si Matthew la dejaría salir o no. Llamó a la pequeña, mas ella prefirió quedarse en el departamento a jugar con unas muñecas que Mahika encontró en la bodega.Sin embargo, como madre, no estaba tranquila. Iba de un lado al otro de su nueva oficina con la mirada en el celular arriba del escritorio. Respondía monótonamente a todo y ni prestó atención cuando le enseñaron los tonos con los que serían pintadas las paredes; dejó todo en manos de Lisa.—Pintarán por la noche, mañana estará listo —informó Lisa sin parar de teclear en la computadora—. Tendremos que abrir la ventana o nos intoxicaremos.Alessia asintió.»¿Me es
Alessia jamás habló del motivo de su divorcio, consideró que eso sería hablar mal del padre de su hija y sabía que eso estaba mal, pero entonces reflexionaba que en realidad no era hablar mal si sólo contaba lo que él hizo.—Me encanta el mundo editorial —señaló Alessia con la sonrisa que le producía hablar de su trabajo—, pero sé reconocer que no tengo talento de escritora y no tiene nada de malo… Me encanta leer, perderme en un buen libro y dar mi reseña honesta al autor, es lo que me apasiona.—Lo sé, eres muy buena en tu trabajo —confirmó su compañera.—Mi trabajo y mi familia me hacían inmensamente feliz, eran todo lo que siempre soñé, pero… —Calló un momento y miró hacia la pared de cristal donde se encontraba la puerta; se podía ver el pasillo que conducía a la oficina de Matthew—. William, mi Voldemort, se quejaba de que la casa nunca estaba limpia, que sólo cocinaba para nosotras, que su ropa se quedaba en la lavadora, en fin… Siempre era una queja diferente.—¿Y él no tiene
Matthew se dejó caer en los cómodos sofás blancos de su elegante sala que también parecía jardín de niños. Los juguetes que encontró Mahika permanecían regados sobre el suelo, aunque sabía que Lea se llevó algunas Barbies. Bebió un sorbo de su botella de agua, subió los pies a la mesa del centro y contempló el anochecer desde la amplia ventana; a lo lejos se podían ver otros enormes edificios cubiertos de luces, era un paisaje hermoso. Sus hijos ya dormían. Mahika había salido con un amigo. Tenía la tranquilidad de la casa para él solo, podía mirar una serie de televisión y desconectar de la presión que le producía saber que la editorial podía fracasar; sin embargo, permaneció ahí con los ojos fijos en la noche y una sonrisa en los labios porque no podía evitar recordar su día con Alessia, esa peculiar empleada que le había causado tantas emociones en tan poco tiempo de conocerla. Y recordaba que Joanne le tenía prohibido tener novia.Matthew se movió incómodo.«¿Novia?», él no que
—Disculpa, Alessia… No sé cómo preguntar esto, así que sólo lo haré.—Está bien, claro…Alessia tomó asiento frente al escritorio de su jefe y aguardó con paciencia por la pregunta que parecía estar costándole a Matthew todo el oxígeno de la habitación. Esa mañana su jefe llegó tarde. Thomas llevó al pequeño Emery a la guardería, Alessia los vio cuando ya se retiraba; su jefe llegó dos horas después a la empresa y con unas ojeras tan grandes que era sencillo adivinar que no concilió el sueño.—¿Tienes algún problema económico?Alessia no comprendió la pregunta y se limitó a mirarlo en silencio por unos segundos hasta que encontró las palabras para responder.—Los normales de cualquier persona —resumió ella con un ligero encogimiento de hombros—. Nada grave.—¿Estás segura?—Bastante.Matthew hizo un profundo asentimiento y se relajó en su silla empresarial.—Tengo otra pregunta que tampoco sé cómo hacer.Alessia frunció el entrecejo. Todo eso era rarísimo.—Sólo hazla, Matthew.Su jef