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Capítulo 7: "-Julieta... ¿Yo?"

Estaba segura de haberlas dejado ahí, simplemente no pudieron desaparecer como por arte de magia. Me había encargado de esconderlas bien, lejos de las manos de Adam, pero ahora, tocaba y tocaba y no encontraba nada en la alacena. Arrastré un asiento de la mesa y me paré sobre él. Aparté cada una de las cosas de la comida que mi madre había comprado, incluyendo ese asqueroso cereal con proteínas que a Adam le gustaba comer por las mañanas, pero no había nada. Gruñí, cerrando la puerta de la alacena.

—¿Qué estás haciendo ahí arriba, Fan? —me voltee hacia Adam, quien estaba apoyado en la encimera, mi mirada vagó hasta la enorme bolsa de papas que tenía en sus manos.

Subí mi mirada hacia la suya, definitivamente no debió de hacer eso.

—¿Fan?

—¿Sí Adam?

—¿Por qué me estás viendo de esa manera?

—¿De qué manera te estoy viendo?

—Parece que quieres saltar sobre la encimera y arrancarme la cabeza —alcé mis cejas y sonreí.

—¿Adam?

—¿Sí Fan?

—Deja la bolsa de papas suavemente sobre la encimera y luego retrocede lentamente hacia la puerta.

Adam miró la bolsa de papas en sus manos y abrió su boca cuando la comprensión llegó a su pequeño cerebro de maní. Las dejó sobre la encimera y retrocedió hacia la puerta como se lo pedí. Bajé de la silla y me adueñé de mis papas.

Algunas chicas de mi edad podrían tener adicción hacia las fiestas, drogas, los chicos, o incluso el licor; ese no era mi caso, mi adicción se basaba en mantener una bolsa de papas en la alacena ¡Siempre!

—¿Las compartimos, prima? —cerré mis ojos de forma inmediata.

—No Adam, dime que no estás poniendo esa mirada —dije, tapándome los ojos con mi antebrazo para evitar verlo.

—¿Qué mirada? yo no estoy poniendo ninguna mirada.

Quité el antebrazo de mis ojos y luego los abrí, solo para encontrarme con los ojitos de gato inocente que Adam solía poner para conseguir lo que quiere. Lo hacía desde que vio esa tonta película de Shrek cuando era un niño.

—¡Bien! —dije exasperada. Adam sonrió victorioso y nuevamente me arrebató la bolsa de papas—. Pero tienes que ayudarme a hacer una tarea... o mejor dicho, a arruinar una tarea —alargué, pensando en la llave maya que llevaba en el bolsillo trasero de mis jeans.

—¿No es esto algo incorrecto? —dijo Adam, frunciendo el ceño, mientras editaba las fotografías que le pedí.

No todos tenían la oportunidad de tener a primos que realizaran excelentes fotomontajes, y yo debía de aprovechar la oportunidad de tenerlo, aunque eso me haya costado entregar una deliciosa bolsa de papas.

El señor Lawoski nos había dejado un simple trabajo de investigación en música, debíamos buscar información sobre un famoso compositor de música clásica. Debía de admitir que el trabajo de Gael sobre Johann Sebastián Bach, era sorprendente; aunque necesitaba algunos pequeños cambios.

—Yo no lo veo incorrecto.

—Bueno, está en la lista de "cosas incorrectas que Fanny no hace" —dice, sosteniendo en su mano la hoja de color púrpura con la lista que yo había realizado meses atrás—. Está justamente debajo de no abofetear a las personas y arriba de no llegar tarde a clases.

—¡Olvida esa tonta lista! —espeté arrebatándosela y haciendo una bola con ella para luego lanzarla al cesto de la basura. Desde que Gael Green se le ocurrió atravesarse en mi camino, esa lista había dejado de existir—. Es solo una pequeña venganza.

Las esquinas de los labios de Adam se levantaron en una pequeña sonrisa, me observaba fijamente con sus chispeantes ojos verdes y sus cejas alzadas casi hasta el borde de su cabello.

—Ya comienzas a parecerte a la Fanny de antes —sonrió aún más al decirlo.

Sonreí y bajé la cabeza. Odiaba admitirlo, pero estas tontas bromas con Gael, me estaban haciendo sentir nuevamente a mi antigua yo, a aquella chica que solía ser antes de que fuera acosada por la web. ¿Cuál era el nombre que le habían puesto a la página de Facebook que hicieron en mi nombre, después de que no quise acostarme con Aaron, y él expandiera por todo el instituto que sí lo había hecho y que además le había cobrado? ¡A sí! ¡Cómo olvidarlo! "A 20 dólares la hora con Fanny Parker" con esa página había comenzado el infierno que viví.

—Comienzo a sentirme como la yo de antes —asentí hacia él.

—De acuerdo —dijo sin dejar de sonreír y haciendo crujir sus dedos—. Terminemos de arruinar esto.

Bajé del autobús y me dirigí hacia el instituto con una enorme sonrisa de satisfacción. No podía esperar a ver la cara de Gael cuando presentara su tarea. En realidad mi plan no había sido nada en comparación con lo que había planeado Sky. Ella quería dejar en todos los casilleros una pequeña nota con el rumor de Gael teniendo una enfermedad sexual.

Tampoco tenía que ser tan mala. Con arruinar su tarea me bastaba.

Ajusté la correa de mi mochila en mi hombro y caminé por el estacionamiento del instituto. Daniel se encontraba bajando de un Ford Mustang plateado, sonreí cuando mi mirada se encontró con la suya y moví mi mano en forma de saludo. Levantó su mano, saludando en respuesta.

—Hola —sonrió cálidamente y se inclinó a besar mi mejilla. Retrocedí inconscientemente por el contacto de sus labios contra mi piel—. Lo siento, no quise molestarte —dijo, pasando una mano por su cabello en un gesto de incomodidad.

—Descuida —sonreí nerviosamente y bajé la mirada—. Solo que hace mucho no recibo muestras de cariño de ese tipo.

Daniel dio un pequeño asentimiento y extendió su mano, tomando la correa de mi mochila y deslizándola sobre mi hombro para luego cargarla él. Mi tonto corazón estaba traicionándome en este momento. No podía alejar la mirada de los bonitos ojos marrones de Daniel. ¿Acaso estaba comenzando a gustarme?

—Venga, te acompaño a tu salón de clases.

Caminé a su lado en silencio, jugando con una de mis pulseras. Me había dado cuenta de que había tomado esa manía cada vez que estaba nerviosa; no podía dejar de estirar el elástico que rodeaba mi muñeca.

—¿Vendrás a ver el juego de la otra semana? —preguntó cuando llegamos a la puerta de mi salón de clases.

—Tengo que hacerlo, Sky no ha hablado de otra cosa desde ayer —alargué, poniendo los ojos en blanco.

—Genial— dijo, pasando una mano por su cabello negro—. ¿Puedo... puedo —sonreí y bajé la mirada, ¿Acaso estaba nervioso?—. ¿Puedo invitarte a salir después del juego? —sentí mis mejillas encenderse ante su invitación. ¿Hace cuánto no me sentía sonrojar frente a un chico? ¿Un año? Mordí mi labio inferior, ignorando el revoloteo en mi estómago.

—Por supuesto —dije, dando un asentimiento. Solo esperaba no arrepentirme de esto.

Él sonrió en respuesta. Noté como liberó el aire que tenía contenido en sus pulmones, lo cual me pareció demasiado tierno de su parte.

—¿Me prestas tu móvil? —preguntó. Saqué el teléfono del bolsillo trasero de mis jeans y se lo ofrecí. Lo observé teclear en él, segundos después, escuché su móvil sonar. ¡Claro! Para eso lo necesitaba. Me lo devolvió con una enorme sonrisa en su rostro.

—Gracias por acompañarme —dije, tomando mi mochila de su mano. Él asintió y se inclinó nuevamente hacia mí. Esta vez sí dejaría que besara mi mejilla; pero cuando sus labios estaban a centímetros de tocar mi piel, soy jalada bruscamente de la mano.

—Vamos Frankie, no vaya hacer que el profesor ya esté dentro —dijo Gael, abriendo la puerta y obligándome a entrar. Jalé de mi brazo y lo fulminé con la mirada—. No me veas así, sé que no te gusta llegar tarde —alargó, encogiéndose de hombros. Puse los ojos en blanco y caminé hacia el espacio libre al lado de Sky.

Puse mi mochila sobre mi mesa y dije adiós a Daniel con mi mano, quien aún continuaba de pie en la puerta, pero no me miraba directamente a mí, fulminaba a Gael con su mirada.

Abrí el compartimiento interior de la mochila para sacar mi llave maya; fruncí el ceño al ver que no estaba. Saqué todas mis pertenencias con frustración. ¡Como la pude haber olvidado! Sacudí uno a uno de los libros en la mesa, con la esperanza de ver caer el pequeño aparato. Mi ceño se volvió más profundo, mientras revisaba cada uno de los compartimientos del bolso. Simplemente no podía perder esos valiosos puntos.

—¿Qué buscas, Fan? —giro mi cabeza hacia Sky y la observo aún con el ceño fruncido.

—Olvidé mi llave maya. ¿Cómo carajos voy a presentar mi trabajo?

—¡Ah! Era eso. Pensé que habías olvidado una de esas cosas que las mujeres utilizan cuando andan con el periodo.

Me doy la vuelta y fulmino a Gael con la mirada. Dee golpea su brazo.

—Cierra la boca, Gael. No es tiempo de que hagas una de tus absurdas bromas.

—¡Vamos Dee! Soy tu primo —se queja él, acariciando su brazo.

—¿Y tú desde cuando te sientas ahí? —pregunto, al verlo sentado en el asiento tras el mío.

—Desde que me di cuenta lo entretenido que es fastidiarte —sonrió y me guiñó un ojo.

Pongo los ojos en blanco y regreso a mi lugar para continuar con la búsqueda. ¡Estaba segura de haberla puesto en mi mochila dos días atrás, después de que hice la tarea!

—Mozart, Beethoven, Bach, Chopin, Vivaldi... ¡Déjenme ver esos grandiosos trabajos! Mis queridos jóvenes estudiantes —fue lo primero que dijo el señor Lawoski al entrar al salón de clases. Depositó su portafolio sobre su escritorio y comenzó con la labor de preparar el proyector.

Estaba... perdida.

—¡Ahí está! —exclamó Sky con emoción, mirando debajo de mi mesa.

Me incliné y suspiré de alivio al recoger el pequeño aparato. Así que te habías caído, pequeña escurridiza.

—Gael Green. Tú serás el primero —llamó el profesor.

Miré a Sky y ambas sonreímos. Gael pasó al lado de Sky. Conectó su llave maya a la computadora y el nombre y la fotografía de Johann Sebastian Bach apareció en el pizarrón.

—La música clásica... ¿En qué diablos estaba pensando la persona que inventó ese intento de música? —abrí mis ojos como platos ante la presentación de Gael, ¿Estaba ofendiendo al mejor género musical de la historia?—. En mi opinión, ese tipo de música gustan solamente las personas flojas que les gusta pasar el día durmiendo —dirigió su mirada hacia el profesor. El señor Lawoski parecía estar tranquilo, aunque estaba segura que esa serenidad sería reemplazada por las ganas de estrangular a Gael si seguía hablando estupideces.

—Pero como mi opinión personal no me va hacer aprobar este curso. Hice el proyecto sobre Johann Sebastian Bach —cuando pasó a la siguiente imagen, fue cuando todo explotó. No había un solo estudiante que no estuviera riendo, mientras que el profesor estaba rojo de la furia. Gael se giró lentamente solo para encontrarse con una fotografía de él al lado de Justin Bieber, un corazón los encerraba y en letras rojas se leía "Justin Bieber is my baby" miré a Sky, levantó sus cejas y sonrió.

—No te creí capaz de hacerlo, Fan —susurró.

—Señor Green, tome su lugar inmediatamente —le ordenó el profesor apretando la mandíbula. Apretaba el escritorio con tanta fuerza en sus manos, que incluso sus nudillos estaban blancos de la presión. Estaba segura que lo hacía para soportar la tentación de no saltar sobre Gael y estrangularlo.

Los ojos de Gael se clavaron en los míos, sonrió despreocupadamente y se dirigió a su lugar. Dejé de reír. Su expresión no había sido nada a como lo había imaginado; era como si se lo hubiese esperado.

—Juegas bien, Frankie —sentí su respiración cosquillear en mi oído cuando se inclinó para hablarme—. Pero yo aún juego mejor.

Definición correcta de detención según el diccionario de la real academia de Fanny: ese horrible lugar que hacía mucho tiempo no visitaba y que ahora por culpas a Gael, me encontraba ahí.

Aún me encontraba perpleja, no podía creer que estuviera castigada. Debía de quedarme una hora después de clases durante 10 días, observando como la profesora —que tenía un cierto aire a Tinkerbell gracias a su cabello rubio y el apretado moño que llevaba sobre su cabeza— encargada de cuidarnos, se limaba las uñas de las manos, mientras apoyaba sus pies cruzados sobre el escritorio.

¿Quién iba a imaginar que el simpático señor Lawoski fuera a molestarse tanto después de que insulté a Gael enfrente de toda la clase?

¡Se lo merecía! Era así de simple. Mi llave maya no se había caído por casualidad, Gael la tenía, supo que yo arruinaría su tarea, así que él hizo lo mismo con la mía. Mi hermoso trabajo de Mozart se había echado a perder. Gael se encargó de poner una imagen suya, con una pequeña descripción de "amor" de mi parte, hacia él. ¡Grandísimo bastardo!

—Deberías de agradecerme, nena. Ahora pasarás una hora extra al día conmigo.

—Cierra tu asquerosa boca de renacuajo—espeté enojada.

—Señorita Parker, cuide su vocabulario por favor —dijo la profesora sin siquiera levantar la mirada de sus uñas.

Puse los ojos en blanco. Golpearía a Dee cuando saliera de aquí. ¿Por qué tenía que hablar tanto cuando estaba nerviosa? ¡Qué gran amiga!

La puerta del salón de detención se abrió, el director y la profesora de Literatura, entraron, la profesora bajó los pies del escritorio y se puso a hablar con los nuevos visitantes.

—Oh demonios —dijo Gael a mi lado. Voltee mi rostro hacia él, quien miraba con el ceño fruncido al trío de adelante.

—Señor Green, cuide su vocabulario, por favor —le dije, tratando de imitar la voz de la profesora.

Me miró esbozando una sonrisa y señaló hacia los profesores.

—Nunca es bueno que Cruella de Vil, el señor Barrigas y Tinkerbell se reúnan.

—¿Alguna vez llamas a alguien por su nombre? —pregunté enarcando una ceja.

—¿Qué tiene de divertido usar sus aburridos nombres? —contestó sonriendo.

Puse los ojos en blanco y alejé mi mirada de la suya.

—Chicos les tengo una excelente noticia —Gael se tensó cuando la profesora de Literatura nos observó a ambos con una enorme sonrisa—. Aún no tengo a nadie inscrito para el papel de Romeo y Julieta en la obra que la escuela prepara para primavera cada año.

—¡Oh demonios! —exclamo en voz alta, viéndolos fijamente a los tres.

—El vocabulario, Parker —volvió a repetir la encargada de detención, cruzándose de brazos y alzando la barbilla en mi dirección.

—Y ya que ambos necesitan resolver ciertas diferencias, hemos decidido que se les asignará el papel de Romeo y Julieta —terminó de decir la profesora de literatura.

Ahora entendía por qué la llamaban Cruella de Vil.

Podía sentir mi mandíbula casi caer al suelo. Escuché a Gael maldecir en voz baja, mientras que el director y las profesoras, sonreían victoriosamente.

Julieta... ¿Yo?

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