Después de una noche en la que sus padres la despidieron con una cena, y haber ultimado los detalles del trasteo con Sofía, Valeria se dirigió a su cita con el ginecólogo, que resultó ser una doctora muy amable y comprensiva con la situación de Valeria, que debió describir desde el momento en que comenzó la cita.—Estas preguntas no las hago con el ánimo de juzgar o de hacerte sentir mal —dijo la ginecóloga después del cuestionario inicial de la cita—, sino para determinar si consideras que necesitas alguna ayuda psicológica.Valeria había reconocido que no sabía quién era el padre del bebé que estaba esperando, que había sido el resultado de una noche en que se excedió con el licor y que, antes de esa noche, no había tenido relaciones sexuales.—No se trata de que me sienta confundida —dijo Valeria mientras la ginecóloga alimentaba la entrevista inicial con alguna charla informal—, tampoco he llegado a considerar no tener al bebé, por el contrario, me siento muy animada de hacerlo y
Cuando salió del consultorio, Valeria consultó su celular. Eran las diez de la mañana y todavía tenía hasta las tres de la tarde para llegar a la cita con los clientes de la compraventa del edificio. No solo se sentía todavía muy impactada por lo que le había dicho la ginecóloga, sobre el embarazo múltiple, que era un 99% probable, sino también por el hecho de que ahora le sería más difícil aún ocultar su gravidez, pues aumentaría de peso con más velocidad y volumen que una embarazada común. Al camina por la calle y pasar frente a los cristales de los mostradores, se inspeccionaba la barriga. Sin la faja, parecía ya estar formando una panza. En un mes más, si no es que antes, ya tendría una barriga del doble del tamaño, o incluso mayor, si es que resultaban ser más de cuatro los chiquitines que se estaban formando en su interior. «Solo esto me hacía falta», pensó Valeria cuando se sentó en una cafetería, a tomarse un jugo. «No era suficiente con estra embarazada, sino que tenía que
Después de haber llegado a la tienda de ropa que le recomendó Franco, Valeria se encontró cn Sofía, que también acababa de llegar. El trasteo había salido muy bien y, aunque los jóvenes no se llegaron a quitar las camisetas, sí se sacaron una selfie con Sofía, sentada en el sofá, entre todos ellos, como si fuese una diosa escoltada por fuertes gladiadores. —Deberías mostrársela a tus papás —bromeó Valeria cuando la vio— y decirles que ese fue el recibimiento a la casa de la señora mayor que vas a cuidar. —Muy chistosa, amiga. Me encanta tu sentido del humor —dijo Sofía—, pero sabes que hasta lo haría, solo por ver la cara que ponen.—No seas malvada. Son tus papás y te quieren mucho, aunque tengan sus defectos.—Ya hablas como toda una mamá, Vale. Valeria no supo si las palabras de Sofía habían sido sarcásticas, en broma o algún tipo de desquite por lo que le había dicho sobre la foto que se tomó con los ayudantes de la mudanza, pero pronto olvidó el incidente, cuando el propietari
Después de haber almorzado con Sofía, Valeria fue a la oficina, a la cita que tenía con los clientes d ela compraventa del edificio, a la espera de que las dos partes puideran llegar al acuerdo que necesitaba para que se deciiern a firmar la promesa de compravente que el dejaría a ella una comisión millonaria, como le había dicho Franco y como ella misma hbaía logradod educir después de hacer un cálculo aproximado del precio de la propiedad. No había querido comentar nada sobre ese importante negocio con sus padres o Sofía, porque en caso de que no sucediera, lo que menos quería era que la fueran a compadecer o ya se hubieran hecho a alguna falsa esperanza con el dinero que ella podría llegar a ganar.Todavía faltaban quince minutos para el comienzo de la reunión cuando Valeria se bajó del taxi que la llevó al edificio en donde la firma tenía sus oficinas y, tanto en el almuerzo como en el trayecto de ida, Valeria hbaía podido comprobar el efecto que su vestido tenía en las miradas d
Al llegar al apartamento, Valeria agradeció que Sofía estuviera ya dormida y que, cuando lo hacía, tenía el sueño más pesado que el de un oso invernando, porque en ese momento no se sentía con el ánimo suficiente para hablar sobre lo que acababa de pasar. Pasó al baño y se quitó la faja, que le incomodaba muchísimo. Pensó en los chiquitines y en cuánto les estaría incomodando a ellos.«Pero ya no será necesario que mamá se ponga más esto. Tranquilos que, al menos, mamá ha conseguido cerrar un negocio que puede darnos para vivir un tiempo, hasta que consiga un nuevo trabajo», pensó Valeria.Ya con la ropa de dormir puesta, Valeria se acostó al lado de Sofía, en la cama que debían compartir hasta que pudieran comprar otra. Era increíble que, con el ruido que hizo al entrar, mientras estuvo en el baño y ahora al acostarse, Sofía siguiera tan dormida como un bebé recién nacido. Cuando ya también los ojos de Valeria estaban por cerrarse hasta el día siguiente, escuchó el timbre de su celu
La semana transcurrió con una inusitada normalidad. Después del incidente, Franco se portó de forma muy profesional con Valeria, todavía tratándola bien, pero sin coqueteos. Jaime contaba los días para asistir al almuerzo al que Valeria lo había invitado, conocer el apartamento al que se había pasado, ver su dormitorio, saber qué peluches tenían el privilegio de acompañarla en las noches, en su cama…—¡No sé qué prepararle a Jaime para el almuerzo! —se quejó Sofía cuando Valeria regresó de trabajar, el viernes en la noche. —Pidamos algo y ya —sugirió Valeria que estaba tan cansada, que en lo último en lo que quería pensar era en cocinar. —Pero es que yo quiero empezar a conquistarlo a través de su estómago, ¿me entiendes?Valeria entró al baño, a quitarse la faja, que la estaba matando. Esa tarde había vuelto a vomitar y ahora le preocupaba que sus constantes idas al baño estaban levantando las suspicacias de Andrea, la compñaera de cubículo de Jaima. No se le había pasado por alto
El sábado en la mañana llegó la nueva cama de Valeria, de forma que Sofía se quedó con la de su amiga y un poco más tarde llegó el comedor, justo a tiempo para la invitación a almorzar que Valeria hecho a Jaime para ese día.Siguiendo la recomendación de Valeria, Sofía empleó el truco chino y pidió tres platos de cerdo en salsa agridulce, a los que añadió, inspirada en el reality de cocina que estaban viendo, una preparación sencilla de fideos que había visto hacer a su participante favorita, Rubí, que estaba recién llegada al concurso y ya había generado varias expectativas.—Huele delicioso —dijo Jaime cuando entró al apartamento y mientras Sofía le recibía la chaqueta, que igual dej
Después del incidente con la pasta, que Sofía disimuló incorporando más fideos a la olla y otro tarro de pomodoros en lo poco que Valeria dejó de salsa, los tres amigos pudieron por fin almorzar, pero no pasó mucho para que los pequeñines que crecían en la pancita de Valeria hicieran de las suyas y dejaran a su pobre madre expuesta, de nuevo, a la vergüenza. —¿Si te serví cerdo? —preguntó Sofía cuando vio el plato vacío de Valeria, a solo dos minutos de que se hubieran sentado.—Oh, sí, estaba delicioso —contestó Valeria sin siquiera haberse dado cuenta de lo rápido que lo había terminado.Jaime intercambió una rápida mirada con Sofía, pero no se atrevió a decir nada, aunque los dos pensaron lo mismo.—¿Quedó algo más de pasta? —preguntó Valeria dos minutos después.—¡Pero si ya te habías comido…! —A Sofía casi se le escapa el detalle de que era el tercer plato de pasta que su amiga se había comido— El cerdo, y lo acabaste igual de rápido.—¿Quieres un poco de mis fideos? —preguntó J