Después de haber almorzado con Sofía, Valeria fue a la oficina, a la cita que tenía con los clientes d ela compraventa del edificio, a la espera de que las dos partes puideran llegar al acuerdo que necesitaba para que se deciiern a firmar la promesa de compravente que el dejaría a ella una comisión millonaria, como le había dicho Franco y como ella misma hbaía logradod educir después de hacer un cálculo aproximado del precio de la propiedad. No había querido comentar nada sobre ese importante negocio con sus padres o Sofía, porque en caso de que no sucediera, lo que menos quería era que la fueran a compadecer o ya se hubieran hecho a alguna falsa esperanza con el dinero que ella podría llegar a ganar.Todavía faltaban quince minutos para el comienzo de la reunión cuando Valeria se bajó del taxi que la llevó al edificio en donde la firma tenía sus oficinas y, tanto en el almuerzo como en el trayecto de ida, Valeria hbaía podido comprobar el efecto que su vestido tenía en las miradas d
Al llegar al apartamento, Valeria agradeció que Sofía estuviera ya dormida y que, cuando lo hacía, tenía el sueño más pesado que el de un oso invernando, porque en ese momento no se sentía con el ánimo suficiente para hablar sobre lo que acababa de pasar. Pasó al baño y se quitó la faja, que le incomodaba muchísimo. Pensó en los chiquitines y en cuánto les estaría incomodando a ellos.«Pero ya no será necesario que mamá se ponga más esto. Tranquilos que, al menos, mamá ha conseguido cerrar un negocio que puede darnos para vivir un tiempo, hasta que consiga un nuevo trabajo», pensó Valeria.Ya con la ropa de dormir puesta, Valeria se acostó al lado de Sofía, en la cama que debían compartir hasta que pudieran comprar otra. Era increíble que, con el ruido que hizo al entrar, mientras estuvo en el baño y ahora al acostarse, Sofía siguiera tan dormida como un bebé recién nacido. Cuando ya también los ojos de Valeria estaban por cerrarse hasta el día siguiente, escuchó el timbre de su celu
La semana transcurrió con una inusitada normalidad. Después del incidente, Franco se portó de forma muy profesional con Valeria, todavía tratándola bien, pero sin coqueteos. Jaime contaba los días para asistir al almuerzo al que Valeria lo había invitado, conocer el apartamento al que se había pasado, ver su dormitorio, saber qué peluches tenían el privilegio de acompañarla en las noches, en su cama…—¡No sé qué prepararle a Jaime para el almuerzo! —se quejó Sofía cuando Valeria regresó de trabajar, el viernes en la noche. —Pidamos algo y ya —sugirió Valeria que estaba tan cansada, que en lo último en lo que quería pensar era en cocinar. —Pero es que yo quiero empezar a conquistarlo a través de su estómago, ¿me entiendes?Valeria entró al baño, a quitarse la faja, que la estaba matando. Esa tarde había vuelto a vomitar y ahora le preocupaba que sus constantes idas al baño estaban levantando las suspicacias de Andrea, la compñaera de cubículo de Jaima. No se le había pasado por alto
El sábado en la mañana llegó la nueva cama de Valeria, de forma que Sofía se quedó con la de su amiga y un poco más tarde llegó el comedor, justo a tiempo para la invitación a almorzar que Valeria hecho a Jaime para ese día.Siguiendo la recomendación de Valeria, Sofía empleó el truco chino y pidió tres platos de cerdo en salsa agridulce, a los que añadió, inspirada en el reality de cocina que estaban viendo, una preparación sencilla de fideos que había visto hacer a su participante favorita, Rubí, que estaba recién llegada al concurso y ya había generado varias expectativas.—Huele delicioso —dijo Jaime cuando entró al apartamento y mientras Sofía le recibía la chaqueta, que igual dej
Después del incidente con la pasta, que Sofía disimuló incorporando más fideos a la olla y otro tarro de pomodoros en lo poco que Valeria dejó de salsa, los tres amigos pudieron por fin almorzar, pero no pasó mucho para que los pequeñines que crecían en la pancita de Valeria hicieran de las suyas y dejaran a su pobre madre expuesta, de nuevo, a la vergüenza. —¿Si te serví cerdo? —preguntó Sofía cuando vio el plato vacío de Valeria, a solo dos minutos de que se hubieran sentado.—Oh, sí, estaba delicioso —contestó Valeria sin siquiera haberse dado cuenta de lo rápido que lo había terminado.Jaime intercambió una rápida mirada con Sofía, pero no se atrevió a decir nada, aunque los dos pensaron lo mismo.—¿Quedó algo más de pasta? —preguntó Valeria dos minutos después.—¡Pero si ya te habías comido…! —A Sofía casi se le escapa el detalle de que era el tercer plato de pasta que su amiga se había comido— El cerdo, y lo acabaste igual de rápido.—¿Quieres un poco de mis fideos? —preguntó J
Fue una tarde muy entretenida, en la que la botella de vino pareció esfumarse y, cuando Jaime propuso ir por otra, Sofía tuvo que llevarse la mano al corazón e inventarse que Valeria tenía urgencia de asistir a la celebración del aniversario de sus padres, una cita a la que no podía faltar por nada en el mundo.—¿Y si la llevamos y luego tú y yo vamos a algún sitio? —propuso Jaime.A Sofía se le hizo un nudo en el estómago. Estaba claro que Jaime se estaba interesado en ella, pero por nada en el mundo iba a dejar a su amiga asistir sola a su primera ecografía. Además, ella estaba allí para ser su compañera y la persona que siempre estaría a su lado, al menos hasta que no hubiese nadie más que supiera la verdad y pudiera reemplazarla. —Ay, Jimy —dijo Sofía, que ya había empezado a usar ese apelativo con Jaime—, es que yo también estoy invitada a la comida, ya sabes, porque mis papás son súper conocidos con los de Valeria, como te había contado.—Oh, en ese caso…—Pero recuerda que ten
Si era terrible que su jefe estuviera estacionado frente a la portería de su edificio, era aún peor que también estuvieran sus padres, después de que le había inventado a su jefe la mentira de que estaba celebrando el aniversario de ellos, y que ahora se juntaran cuando Valeria regresaba de la ecografía en la que le habían confirmado que estaba embarazada de trillizos, aunque no se descartaba que pudieran ser cuatro o incluso cinco los niños que en ese momento crecían en su vientre, sin que su madre supiera quién era su padre. —¿Amor, dónde estabas? —saludó la mamá de Valeria cuando vio a su hija bajarse del auto que acababa de dejarla frente al apartamento en el que ahora vivía.—Mamá, papá, necesito que me sigan la cuerda y le hagan creer a ese hombre que ahora viene a saludarme que hoy estábamos celebrando su aniversario —dijo Valeria antes de contestar a cualquier pregunta de sus padres y mientras ellos la miraban sin haberse bajado del auto—. ¿Me pueden hacer ese favor? Se los s
En el momento en que subía al auto de su jefe, Valeria dio un último vistazo a la ventana del apartamento, en donde se habían quedado Sofía y sus padres, hablando luego de que Franco le insistiera en la necesidad que tenía de hablar con ella, a solas, y, aprovechando que era su jefe, Valeria se disculpó con sus papás diciendo que necesitaban ir, con urgencia, a recoger unos documentos en la oficina. —No nos tomará más de treinta minutos —dijo Valeria antes de salir, con lo que esperaba que Franco no se hiciera a la idea de que contaba con lo que quedaba de la noche y que, esta vez sí, sus padres la estarían esperando.—Bien, hija, igual creo que nos quedaremos un rato más, así de pronto nos volvemos a ver —dijo el papá de Valeria, adivinando, por ese sexto sentido que tienen los padres, cuál había sido la intención de las palabras de su hija.—Podría solo estacionar el carro unas cuadras más adelante —dijo Franco se subió al vehículo—. Igual solo necesito de unos minutos.Valeria est