Una barra de chocolate

Al llegar al apartamento, Valeria agradeció que Sofía estuviera ya dormida y que, cuando lo hacía, tenía el sueño más pesado que el de un oso invernando, porque en ese momento no se sentía con el ánimo suficiente para hablar sobre lo que acababa de pasar.

Pasó al baño y se quitó la faja, que le incomodaba muchísimo. Pensó en los chiquitines y en cuánto les estaría incomodando a ellos.

«Pero ya no será necesario que mamá se ponga más esto. Tranquilos que, al menos, mamá ha conseguido cerrar un negocio que puede darnos para vivir un tiempo, hasta que consiga un nuevo trabajo», pensó Valeria.

Ya con la ropa de dormir puesta, Valeria se acostó al lado de Sofía, en la cama que debían compartir hasta que pudieran comprar otra. Era increíble que, con el ruido que hizo al entrar, mientras estuvo en el baño y ahora al acostarse, Sofía siguiera tan dormida como un bebé recién nacido. Cuando ya también los ojos de Valeria estaban por cerrarse hasta el día siguiente, escuchó el timbre de su celu
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