Después de un largo y pausado suspiro, Valeria se levantó de su cubículo y siguió a Magda, tres pasos detrás de ella, hasta la seguridad de su oficina. —Sigue, Valeria. Siéntate, por favor —dijo Magda, que tenía una oficina amplia y bonita, con bastantes toques femeninos, como un lindo arreglo de flores artificiales, pero en nada comparable con la imponente oficina de Franco— Mi secretaria me envió un mensaje, avisando que habías pasado.—Así es, sí señora —contestó Valeria luego de sentarse en una de las sillas frente al escritorio de Magda.—¿Tiene que ver con tu jefe? —preguntó Magda ya acomodada en su silla ejecutiva. Antes de que Valeria contestara, la secretaria se asomó para preguntar si les llevaba algo.—Manzanilla está bien, gracias —dijo Valeria con una sonrisa.Magda se inclinó por un café oscuro con abundante azúcar. —El sábado en la noche fue a mi apartamento —dijo Valeria después de que la secretaria se hubiera retirado—. Me dijo que había terminado con su novia, a l
Cuando Valeria entró a la oficina de Franco lo encontró, como de costumbre, sentado en su silla ejecutiva y mirando a través de los grandes ventanales de su despacho. Cuando Magda fuera su nueva jefa, pensó Valeria, lo único que iba a extrañar era la impresionante vista de la oficina de su actual jefe. —¿Piensas traicionarme? —preguntó Franco a la vez que se daba vuelta, sin levantarse de la silla. Valeria contrajo los labios y abrió los ojos como si necesitara hacerlo para ver mejor a su jefe.«¿Cómo es que ya lo sabe? ¿Tendrá micrófonos en la oficina de Magda?», se preguntó Valeria, sorprendida. Solo unos segundos después cayó en cuenta de que quizá solo se tratara de una sospecha de Franco después de haberse enterado de que estaba hablando con la jefe de área.—¿De qué estás hablando? —preguntó Valeria.Antes de que Franco respondiera, Valeria se dio cuenta de que su jefe la estaba observando con detenimiento, fijándose en su apariencia. —Sé que estabas reunida con Magda —dijo F
Arrebujada contra el pecho de Franco y queriendo que un rayo misericordioso la alcanzara en ese momento y la hiciera desaparecer, Valeria escuchaba lo que ocurría a su alrededor, sin atreverse a levantar la cabeza ni mirar a nadie. Nunca había estado tan avergonzada y dudaba mucho de que cualquier experiencia futura pudiera siquiera acercarse a la humillación que en ese momento la embargaba.—Franco, por favor… —susurró cuando reunió fuerzas para hacerlo—, ¿por qué no me dejas y ya? Quiero irme a mi casa y estar con mis papás, te lo suplico.El llanto afloró. —Valeria, ya deja de preocuparte —respondió Franco que atravesó, en pocos segundos, todos los pasillos de la oficina y ya se acercaba al ascensor—. Llamaré a tus padres tan pronto lleguemos al hospital, no te preocupes. —Pero es que me siento tan… —Valeria no bod seguir hablando porque el llanto no la dejó hacerlo. No sabía qué iba a hacer, pero no se podía permitir llegar a un hospital con Franco.—Desocupen el ascensor —gritó
Por segunda vez en el día, Valeria vio a Franco de espaldas a ella, mirando a través de la ventana, abstraído en sus pensamientos. Ya estaba acomodada en la cama del hospital y, debido a su condición, no le habían hecho la tomografía, pero debería permanecer en observación por los siguientes dos días. Franco ya había llamado y tranquilizado a los papás de Valeria, que no tardarían en llegar.—¿Estoy despedida? —Se atrevió, por fin, a preguntar la joven. Franco se giró con lentitud, como si la voz de Valeria lo hubiera sacado de un largo y muy profundo sueño. —¿Despedida? —repitió. Valeria asintió.—No, por supuesto que no. Sabes que no es legal despedir a una embarazada. —Pero entonces, sí lo estaré, cuando termine mi licencia —dijo Valeria, apartando la vista de la de su jefe. Franco no contestó, pero se acercó a la cama. —El médico no me debió haber hecho la pregunta contigo ahí —dijo Valeria, mirando hacia un punto indefinido en la habitación—. Eso fue una falta a su ética m
Fue una noche de insomnio para Valeria, que llegó a llorar de solo imaginar la noticia de que sería despedida cuando regresara de la licencia de maternidad. Después de algo así, sería muy difícil que cualquier firma prestigiosa de abogados la contratara y no tendría más remedio que postularse a algún cargo público, como una funcionaria del Estado, en donde era muy difícil ser despedido, o buscar firmas privadas mucho menos prestigiosas que Carrizosa o su competencia, Falinni & Darrida.«Y si me despiden, ¿cómo voy a mantener a mis tres bebés? ¿Si es que sí son tres y no cuatro, o más?», pensó Valeria mientras las lágrimas formaban un pozo en sus manos. «O podría ser, como dijo Sofía, que Franco esté de verdad enamorado de mí y solo por eso… pero no, no puedo contar con que eso sea verdad, porque si fue capaz de terminar con su novia, e incluso haber estado detrás de otra de sus asistentes mientras tenía una relación con Dayana, y todo lo que dijo su madre en el testamento… Es un patán
La propuesta de Franco había causado una eclosión en la vida de Valeria, suficiente para que la joven asistente le pidiera a su jefe un tiempo para pensarla. Lo que quizá más la había impactado no fue esa extraña y larga explicación de Franco sobre si había o no estado persiguiendo la falda de su anterior asistente, si Magda había o no distorsionado la historia, o cuál fue la excusa que usó para terminar su relación con Dayana, y si ella, Valeria, estaba o no incluida en esa historia, sino el hecho de que el señor Carrizosa, el respetadísimo abogado con el que todo estudiante de Derecho deseaba trabajar algún día, fuera capaz de echarla a la calle mientras tres -o más- vidas se estaban gestando en su vientre.Después de que Franco se hubiera ido y después de haberse ba&
Del golpe recibido en la cabeza, a Valeria solo se le veía un pequeño rasguño en la frente, que en menos de dos días ya habría desaparecido.—No te voy a mentir —dijo Jaime, después de haber examinado la pequeña marca—, pero en la oficina todos han estado hablando de eso y no del golpe, precisamente.Valeria no tuvo que hacer un gran esfuerzo para adivinar que, más que su contusión, el tema era la manera en que había vomitado el costoso traje de su jefe. —Aunque quien lo mencione, debe cuidarse de que tu jefe no lo escuche, porque ya van dos asesores que se han ganado un memorando —dijo Jaime.Valeria sonrió al escuchar eso. Al menos su imagen contaba con un guardián, uno que no hubiera creído posible un día antes.La pequeña recepción de bienvenida terminó pronto, porque Jaime debía regresar a la oficina y cuando se fue, a Valeria no se le pasó por alto que Sofía lo llevó fuera del apartamento, hacia el pasillo que conducía al ascensor. Después Sofía regresó, algo ruborizada y muy s
Regresar al trabajo no fue sencillo para Valeria, no solo porque presentía que iba a ser objeto de todas las miradas, que no solo se estarían preguntando por las consecuencias de haber arruinado el traje de uno de los jefes de área, sino también porque estarían esperando a la menor oportunidad para recordárselo y, como si estuvieran de vuelta en el colegio, hacerle burla con eso. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso setenta, Valeria respiró profundo y, con los labios apretados, caminó por el pasillo que debía llevarla hasta su cubículo de asistente jurídica, sintiéndose, desde el primer paso, como Cersei Lannister en ese episodio de Game of Thrones en que es forzada a caminar desnuda entre la multitud.Pero no pasó nada de lo que había imaginado y quienes se giraron a verla lo hicieron con la misma indiferencia con la que siempre la habían visto, como la asistente novata que no llevaba ni un mes en la firma. Se sorprendió de haber llegado hasta su cubículo sin que n