En el momento en que subía al auto de su jefe, Valeria dio un último vistazo a la ventana del apartamento, en donde se habían quedado Sofía y sus padres, hablando luego de que Franco le insistiera en la necesidad que tenía de hablar con ella, a solas, y, aprovechando que era su jefe, Valeria se disculpó con sus papás diciendo que necesitaban ir, con urgencia, a recoger unos documentos en la oficina. —No nos tomará más de treinta minutos —dijo Valeria antes de salir, con lo que esperaba que Franco no se hiciera a la idea de que contaba con lo que quedaba de la noche y que, esta vez sí, sus padres la estarían esperando.—Bien, hija, igual creo que nos quedaremos un rato más, así de pronto nos volvemos a ver —dijo el papá de Valeria, adivinando, por ese sexto sentido que tienen los padres, cuál había sido la intención de las palabras de su hija.—Podría solo estacionar el carro unas cuadras más adelante —dijo Franco se subió al vehículo—. Igual solo necesito de unos minutos.Valeria est
El lunes, antes de presentarse en la oficina de su jefe, Valeria pasó por el despacho de Magda y, al ver que no estaba, le dejó una nota con su secretaria, en la que le pedía una cita. —Te llamaré tan pronto tenga una respuesta —dijo la secretaria.Ya en la oficina de su jefe, Valeria supo el motivo por el que no había encontrado a Magda, que estaba reunida, a puerta cerrada, con Franco. Sintió un cosquilleo en las manos y llegó a considerar si acaso la abogada no sabía ya algo, pero era imposible. Debía ser solo una coincidencia y el motivo de que estuvieran reunidos no tenía por qué ser ella. El mundo no giraba a su alrededor, afortunadamente. —Me pidió que te fueras encargando de este pro bono —dijo Hortensia cuando vio que ya Valeria estaba por dirigirse a su cubículo. —¿Hace mucho están reunidos? —preguntó Valeria mientras recibía la carpeta. —Quince minutos, más o menos.—Y…—Desconozco el motivo, la verdad —dijo Hortensia, adivinando lo que Valeria quería preguntarle—. Ya s
Después de un largo y pausado suspiro, Valeria se levantó de su cubículo y siguió a Magda, tres pasos detrás de ella, hasta la seguridad de su oficina. —Sigue, Valeria. Siéntate, por favor —dijo Magda, que tenía una oficina amplia y bonita, con bastantes toques femeninos, como un lindo arreglo de flores artificiales, pero en nada comparable con la imponente oficina de Franco— Mi secretaria me envió un mensaje, avisando que habías pasado.—Así es, sí señora —contestó Valeria luego de sentarse en una de las sillas frente al escritorio de Magda.—¿Tiene que ver con tu jefe? —preguntó Magda ya acomodada en su silla ejecutiva. Antes de que Valeria contestara, la secretaria se asomó para preguntar si les llevaba algo.—Manzanilla está bien, gracias —dijo Valeria con una sonrisa.Magda se inclinó por un café oscuro con abundante azúcar. —El sábado en la noche fue a mi apartamento —dijo Valeria después de que la secretaria se hubiera retirado—. Me dijo que había terminado con su novia, a l
Cuando Valeria entró a la oficina de Franco lo encontró, como de costumbre, sentado en su silla ejecutiva y mirando a través de los grandes ventanales de su despacho. Cuando Magda fuera su nueva jefa, pensó Valeria, lo único que iba a extrañar era la impresionante vista de la oficina de su actual jefe. —¿Piensas traicionarme? —preguntó Franco a la vez que se daba vuelta, sin levantarse de la silla. Valeria contrajo los labios y abrió los ojos como si necesitara hacerlo para ver mejor a su jefe.«¿Cómo es que ya lo sabe? ¿Tendrá micrófonos en la oficina de Magda?», se preguntó Valeria, sorprendida. Solo unos segundos después cayó en cuenta de que quizá solo se tratara de una sospecha de Franco después de haberse enterado de que estaba hablando con la jefe de área.—¿De qué estás hablando? —preguntó Valeria.Antes de que Franco respondiera, Valeria se dio cuenta de que su jefe la estaba observando con detenimiento, fijándose en su apariencia. —Sé que estabas reunida con Magda —dijo F
Arrebujada contra el pecho de Franco y queriendo que un rayo misericordioso la alcanzara en ese momento y la hiciera desaparecer, Valeria escuchaba lo que ocurría a su alrededor, sin atreverse a levantar la cabeza ni mirar a nadie. Nunca había estado tan avergonzada y dudaba mucho de que cualquier experiencia futura pudiera siquiera acercarse a la humillación que en ese momento la embargaba.—Franco, por favor… —susurró cuando reunió fuerzas para hacerlo—, ¿por qué no me dejas y ya? Quiero irme a mi casa y estar con mis papás, te lo suplico.El llanto afloró. —Valeria, ya deja de preocuparte —respondió Franco que atravesó, en pocos segundos, todos los pasillos de la oficina y ya se acercaba al ascensor—. Llamaré a tus padres tan pronto lleguemos al hospital, no te preocupes. —Pero es que me siento tan… —Valeria no bod seguir hablando porque el llanto no la dejó hacerlo. No sabía qué iba a hacer, pero no se podía permitir llegar a un hospital con Franco.—Desocupen el ascensor —gritó
Por segunda vez en el día, Valeria vio a Franco de espaldas a ella, mirando a través de la ventana, abstraído en sus pensamientos. Ya estaba acomodada en la cama del hospital y, debido a su condición, no le habían hecho la tomografía, pero debería permanecer en observación por los siguientes dos días. Franco ya había llamado y tranquilizado a los papás de Valeria, que no tardarían en llegar.—¿Estoy despedida? —Se atrevió, por fin, a preguntar la joven. Franco se giró con lentitud, como si la voz de Valeria lo hubiera sacado de un largo y muy profundo sueño. —¿Despedida? —repitió. Valeria asintió.—No, por supuesto que no. Sabes que no es legal despedir a una embarazada. —Pero entonces, sí lo estaré, cuando termine mi licencia —dijo Valeria, apartando la vista de la de su jefe. Franco no contestó, pero se acercó a la cama. —El médico no me debió haber hecho la pregunta contigo ahí —dijo Valeria, mirando hacia un punto indefinido en la habitación—. Eso fue una falta a su ética m
Fue una noche de insomnio para Valeria, que llegó a llorar de solo imaginar la noticia de que sería despedida cuando regresara de la licencia de maternidad. Después de algo así, sería muy difícil que cualquier firma prestigiosa de abogados la contratara y no tendría más remedio que postularse a algún cargo público, como una funcionaria del Estado, en donde era muy difícil ser despedido, o buscar firmas privadas mucho menos prestigiosas que Carrizosa o su competencia, Falinni & Darrida.«Y si me despiden, ¿cómo voy a mantener a mis tres bebés? ¿Si es que sí son tres y no cuatro, o más?», pensó Valeria mientras las lágrimas formaban un pozo en sus manos. «O podría ser, como dijo Sofía, que Franco esté de verdad enamorado de mí y solo por eso… pero no, no puedo contar con que eso sea verdad, porque si fue capaz de terminar con su novia, e incluso haber estado detrás de otra de sus asistentes mientras tenía una relación con Dayana, y todo lo que dijo su madre en el testamento… Es un patán
La propuesta de Franco había causado una eclosión en la vida de Valeria, suficiente para que la joven asistente le pidiera a su jefe un tiempo para pensarla. Lo que quizá más la había impactado no fue esa extraña y larga explicación de Franco sobre si había o no estado persiguiendo la falda de su anterior asistente, si Magda había o no distorsionado la historia, o cuál fue la excusa que usó para terminar su relación con Dayana, y si ella, Valeria, estaba o no incluida en esa historia, sino el hecho de que el señor Carrizosa, el respetadísimo abogado con el que todo estudiante de Derecho deseaba trabajar algún día, fuera capaz de echarla a la calle mientras tres -o más- vidas se estaban gestando en su vientre.Después de que Franco se hubiera ido y después de haberse ba&