—¿No podía solo llamarme, niña? —preguntó Franco cuando se acercó a Estefanía.—Lo siento, señor, pero estuve intentándolo y no sé si hay una falla en la señal o qué pasa, pero por más que le marcaba la llamada no entraba —contestó Estefanía con el rostro de niña regañada que, ya sabía, le encantaba a Franco—. Hortensia me dijo que estaría aquí, así que vine a buscarlo.Franco se cruzó de brazos, sabiendo que todo lo que había dicho su asistente era mentira pero, como había acordado con Valeria, le haría creer a Estefanía que estaba convencido de lo que le había dicho.—Está bien, igual no importa, ¿pero qué es lo que me tiene que decir que resulta tan importante?—Tiene que ver con el caso de las sociedades, señor, ¿lo recuerda? ¿El de la familia? —dijo Estefanía sin dejar de simular su cara de colegiala regañada— Logré contactarlos a todos, pero me temo que varios de ellos van a viajar esta noche y solo pueden reunirse hoy, en unas horas, así que me tomé el atrevimiento de citarlos
Al bajarse en el estacionamiento del hotel, Franco estaba echando humo por las orejas y sintió, al salir del carro, que acababa de salir de una olla a presión, pero cuando vio las piernas de Estefanía, en el momento en que tuvo la delicadeza de acercarse para abrir la puerta de su asistente, volvió a escuchar un pitido en la cabeza, como si toda la sangre de su cuerpo estuviera en el punto de cocción perfecto para tomar a la joven por la cintura, apretarla contra su cuerpo y comérsele los labios a besos, mientras le susurraba al oído que subieran a una habitación.—¿Está todo bien, señor Carrizosa? —preguntó Estefanía con su carita de chica mala arrepentida— Lo veo algo acalorado, como si tuviera fiebre.—Todo está muy bien, niña —respondió Franco mientras hacía un esfuerzo inmenso por controlar el ritmo de su respiración y dejar de escuchar el susurro que lo invitaba a aprovechar la situación que se le estaba presentando—. ¿Dónde nos veremos con los clientes? —Nos esperan en el ba
Esa noche, después del fracaso de Estefanía en su intento de seducción, Valeria pasó por el apartamento de Franco para conocer los detalles de la supuesta cita de negocios de su novio que, después de salir del hotel en donde estuvo a solo un segundo de haber echado su vida a perder, y mientras despejaba su cabeza y cuerpo del whisky, pasó por una joyería.Franco había preparado una cena especial para Valeria, consciente de que quizá ella pasaría esa noche. Cuando abrió la puerta para recibirla y la vio con su ropa de embarazada, radiante y más hermosa d e lo que había estado esa tarde, Franco se alegró de no haber caído en la tentación de Estefanía.—La dejé seguir con el plan hasta el momento en que me sugirió q
Andrea no tuvo que indagar mucho para imaginar -y saber- lo que Valeria había descubierto en el celular de Estefanía, que esa mañana no solo dejó de trabajar con Franco sino que, de la misma forma en que había llegado, se fue de la firma.—Me imagino que mi suegro ya no la necesitaba más —dijo Valeria cuando le contó a Andrea algunos de los detalles de lo que había pasado y cómo había logrado confirmar que el plan de Estefanía no era otro sino separarla de Franco—. Sin embargo, en el celular también se mencionaba algo más, un tema con el que el papá de Franco sí puede hacernos bastante daño y con el que me gustaría que me ayudaras.Andrea se acomodó en la silla, preparada para escuchar lo que Valeria estaba
Pasada una semana sin que a Valeria o Franco se les ocurriera alguna idea para lograr esquivar la bomba que el señor Carrizosa estaba por lanzar sobre sus cabezas. Por mucho que repasaron el testamento, era innegable el hecho de que si Franco se casaba con una mujer que no solo ya estaba embarazada, sino que los hijos que crecían en su vientre no eran los suyos, ella podía ser considerada una desvergonzada, una mala mujer, para nada la “buena chica” con la que la madre de Franco había soñado que su hijo se casaría. —Igual, nos tenemos el uno al otro, osita, y eso debe ser lo que más nos importe —dijo Franco cuando por vigésima tercera vez Valeria repasaba el testamento sin encontrar una solución o una idea.—Lo sé, amor, pero los dos sabemos que tu papá se encargará de hacernos la vida imposible si conserva la fortuna de tu mamá y que, si denuncia el incumplimineto del testamento, nuestra relación con él será siempre conflictiva uno quiero que mis nietos crezcan teniendo un abuelo qu
La noche de la cena, Valeria optó por usar una de las chaquetas holgadas que había empleado cuando necesitó disimular su estado de embarazo; no quería que, desde el primer segundo en que se viera con sus padres, ellos supieran las razones de su visita. Prefería primero prepararlos, hacer algo de charla sobre su trabajo, el ascenso meteórico en su carrera, sobre Franco y el compromiso por el que sería su esposa en solo tres meses. Solo entonces, les contaría sobre el embarazo y, llegado el momento, les diría que el padre no era Franco, sino un desconocido. «Quizá entonces, para ese momento y después de haber suavizado la noticia con todas las anteriores, no les resulte tan catastrófica mi situación», pensó Valeria cuando revisaba su vestimenta, frente al espejo de cuerpo completo en su habitación.—Te deseo la mejor de las suertes, amiga —dijo Sofía, con el hombro recostado en el marco de la puerta.Valeria se aproximó a Sofía y se abrazaron.—Ahora sí que me siento muy nerviosa.—Per
Hecha un cocktail de sentimientos encontrados, entre ira, tristeza, dolor y desesperación, Valeria llegó al apartamento y Sofía, al verla no solo llegar tan temprano sino escurriendo lágrimas, supo lo que había pasado. Esperó, con la oreja pegada a la puerta de la habitación de Valeria, a que su amiga dejara de llorar y solo unos segundos después, se atrevió a entrar. —Siento como si todo se me estuviera derrumbando —dijo Valeria cuando su mirada, cristalizada por las lágrimas, se encontró con la de Sofía—. No solo mis papás me odian por esto, sino que también Franco resultó ser un inútil. Los vio humillarme, sin decir o hacer nada. Sofía prefirió no opinar al respecto, al menos no hasta que Valeria no le hubiera dado más detalles sobre lo que había ocurrido y, sentada sobre el borde de la cama, se preparó a escuchar. —Están decepcionados, Sofi, como si yo fuera la peor hija que unos padres hubieran podido tener —continuó Valeria—. Ni siquiera me dejaron explicar lo que había pas
Al regresar a la casa de sus padres, Valeria ya había sido advertida por Franco de que no les había mencionado nada sobre la identidad del papá de los trillizos. —No lo consideré oportuno y creo que eso es algo que te corresponde a ti decidir en qué momento se los cuentas. —Había dicho Franco en el auto, de camino a la casa de los papás de Valeria. Sentada en la sala y sin poderse sacar de la cabeza la imagen de los ojos acuosos de su madre cuando vio su enorme estómago, Valeria tomó aire. Pese a que sus papás parecían estar mucho más tranquilos, Valeria era consciente de que el ambiente seguía estando tenso, como si un millar de invisibles cuerdas de nylon surcaran de un extremo a otro y bastara con cualquier movimiento en falso para accionar una alarma. —¿Ese es el anillo de compromiso? —preguntó la mamá de Valeria con el único propósito de impulsar a su hija a hablar y que les explicara de lo que había sucedido. Valeria extendió su mano en dirección a su madre. —Nos compromet