Esa noche, después del fracaso de Estefanía en su intento de seducción, Valeria pasó por el apartamento de Franco para conocer los detalles de la supuesta cita de negocios de su novio que, después de salir del hotel en donde estuvo a solo un segundo de haber echado su vida a perder, y mientras despejaba su cabeza y cuerpo del whisky, pasó por una joyería.
Franco había preparado una cena especial para Valeria, consciente de que quizá ella pasaría esa noche. Cuando abrió la puerta para recibirla y la vio con su ropa de embarazada, radiante y más hermosa d e lo que había estado esa tarde, Franco se alegró de no haber caído en la tentación de Estefanía.
—La dejé seguir con el plan hasta el momento en que me sugirió q
Andrea no tuvo que indagar mucho para imaginar -y saber- lo que Valeria había descubierto en el celular de Estefanía, que esa mañana no solo dejó de trabajar con Franco sino que, de la misma forma en que había llegado, se fue de la firma.—Me imagino que mi suegro ya no la necesitaba más —dijo Valeria cuando le contó a Andrea algunos de los detalles de lo que había pasado y cómo había logrado confirmar que el plan de Estefanía no era otro sino separarla de Franco—. Sin embargo, en el celular también se mencionaba algo más, un tema con el que el papá de Franco sí puede hacernos bastante daño y con el que me gustaría que me ayudaras.Andrea se acomodó en la silla, preparada para escuchar lo que Valeria estaba
Pasada una semana sin que a Valeria o Franco se les ocurriera alguna idea para lograr esquivar la bomba que el señor Carrizosa estaba por lanzar sobre sus cabezas. Por mucho que repasaron el testamento, era innegable el hecho de que si Franco se casaba con una mujer que no solo ya estaba embarazada, sino que los hijos que crecían en su vientre no eran los suyos, ella podía ser considerada una desvergonzada, una mala mujer, para nada la “buena chica” con la que la madre de Franco había soñado que su hijo se casaría. —Igual, nos tenemos el uno al otro, osita, y eso debe ser lo que más nos importe —dijo Franco cuando por vigésima tercera vez Valeria repasaba el testamento sin encontrar una solución o una idea.—Lo sé, amor, pero los dos sabemos que tu papá se encargará de hacernos la vida imposible si conserva la fortuna de tu mamá y que, si denuncia el incumplimineto del testamento, nuestra relación con él será siempre conflictiva uno quiero que mis nietos crezcan teniendo un abuelo qu
La noche de la cena, Valeria optó por usar una de las chaquetas holgadas que había empleado cuando necesitó disimular su estado de embarazo; no quería que, desde el primer segundo en que se viera con sus padres, ellos supieran las razones de su visita. Prefería primero prepararlos, hacer algo de charla sobre su trabajo, el ascenso meteórico en su carrera, sobre Franco y el compromiso por el que sería su esposa en solo tres meses. Solo entonces, les contaría sobre el embarazo y, llegado el momento, les diría que el padre no era Franco, sino un desconocido. «Quizá entonces, para ese momento y después de haber suavizado la noticia con todas las anteriores, no les resulte tan catastrófica mi situación», pensó Valeria cuando revisaba su vestimenta, frente al espejo de cuerpo completo en su habitación.—Te deseo la mejor de las suertes, amiga —dijo Sofía, con el hombro recostado en el marco de la puerta.Valeria se aproximó a Sofía y se abrazaron.—Ahora sí que me siento muy nerviosa.—Per
Hecha un cocktail de sentimientos encontrados, entre ira, tristeza, dolor y desesperación, Valeria llegó al apartamento y Sofía, al verla no solo llegar tan temprano sino escurriendo lágrimas, supo lo que había pasado. Esperó, con la oreja pegada a la puerta de la habitación de Valeria, a que su amiga dejara de llorar y solo unos segundos después, se atrevió a entrar. —Siento como si todo se me estuviera derrumbando —dijo Valeria cuando su mirada, cristalizada por las lágrimas, se encontró con la de Sofía—. No solo mis papás me odian por esto, sino que también Franco resultó ser un inútil. Los vio humillarme, sin decir o hacer nada. Sofía prefirió no opinar al respecto, al menos no hasta que Valeria no le hubiera dado más detalles sobre lo que había ocurrido y, sentada sobre el borde de la cama, se preparó a escuchar. —Están decepcionados, Sofi, como si yo fuera la peor hija que unos padres hubieran podido tener —continuó Valeria—. Ni siquiera me dejaron explicar lo que había pas
Al regresar a la casa de sus padres, Valeria ya había sido advertida por Franco de que no les había mencionado nada sobre la identidad del papá de los trillizos. —No lo consideré oportuno y creo que eso es algo que te corresponde a ti decidir en qué momento se los cuentas. —Había dicho Franco en el auto, de camino a la casa de los papás de Valeria. Sentada en la sala y sin poderse sacar de la cabeza la imagen de los ojos acuosos de su madre cuando vio su enorme estómago, Valeria tomó aire. Pese a que sus papás parecían estar mucho más tranquilos, Valeria era consciente de que el ambiente seguía estando tenso, como si un millar de invisibles cuerdas de nylon surcaran de un extremo a otro y bastara con cualquier movimiento en falso para accionar una alarma. —¿Ese es el anillo de compromiso? —preguntó la mamá de Valeria con el único propósito de impulsar a su hija a hablar y que les explicara de lo que había sucedido. Valeria extendió su mano en dirección a su madre. —Nos compromet
Solo unos días después de la conversación con sus padres y cuando parecía que el viento soplaba a favor del inminente matrimonio, el señor Carrizosa entró al despacho de Valeria, que en ese momento estaba trabajando con Andrea. La asistente debió retirarse, no sin antes enviarle un guiño a su jefe, con el que le deseaba la mejor de las suertes. —Hoy tiene un muy buen aspecto, señor, un poco menos siniestro que el usual —dijo Valeria cuando su suegro tomó asiento—. Se ve como ese sith de la Guerra de las Galaxias, el que es rojo con cuernos en la cara, lo que es una considerable mejora, porque siempre que lo veo parece el Emperador. El señor Carrizosa sonrió. —Yo hoy también vengo con un buen repertorio de chistes, niña —dijo el presidente de la firma con un tono de voz y gestos muy similares a los de su hijo cuando ejercía su papel de jefe tirano—, pero creo que bastará con uno solo para que nos riamos. Valeria pasó saliva y se acomodó en la silla, nerviosa, pese a intentar demo
La bomba que había soltado el señor Carrizosa había sido mucho más destructiva y directa de lo que Valeria había estimado, incluso en el peor de los escenarios.«Y fue él quien preparó los casos para los despidos de las jóvenes embarazadas de la firma, como yo lo había sospechado todo el tiempo, pero aún así no lo vi venir. Me confié y me cegué, pese a todos los indicios y las advertencias que tenía en mis manos, delante mío. ¿Ahora qué debo hacer? ¿Le digo a Franco sobre la interesante conversación que tuve con su papá, o lo dejo así, no le digo nada y tomo la decisión por mi cuenta?».Valeria estaba segura de que, si le contaba a Franco, él intentaría convencerla, como fuera, de que se casaran y que ya se las arreglarían para ser una pareja feliz pese a las amenazas de su padre. «Y también lo pondría sobre aviso, de que ya sé que él no tiene su tarjeta profesional, luego nunca se graduó y quizá lo que decía el testamento de su madre, sobre su comportamiento en la universidad, la ch
Raúl, el que fuera el mejor amigo de Franco en su época universitaria, no fue difícil de encontrar y bastó con escribir por Facebook para concertar un encuentro en la tarde. También era abogado, había estudiado con Franco y ahora dirigía su propia oficina, no tan prestigiosa y pudiente como la firma de Carrizosa y Asociados, pero sí lo suficiente para que Valeria considerara que, en caso de enfrentarse a su suegro se viera despedida, podría quizá encontrar un lugar allí.—No me puedo creer que Frank esté pensando en casarse —dijo Raúl cuando recibió a las dos jóvenes en su oficina—. ¿Cuánto te queda para ir al hospital?Antes de preguntar lo que en realidad le interesaba y la había llevado hasta allí, Valer