Hecha un cocktail de sentimientos encontrados, entre ira, tristeza, dolor y desesperación, Valeria llegó al apartamento y Sofía, al verla no solo llegar tan temprano sino escurriendo lágrimas, supo lo que había pasado. Esperó, con la oreja pegada a la puerta de la habitación de Valeria, a que su amiga dejara de llorar y solo unos segundos después, se atrevió a entrar. —Siento como si todo se me estuviera derrumbando —dijo Valeria cuando su mirada, cristalizada por las lágrimas, se encontró con la de Sofía—. No solo mis papás me odian por esto, sino que también Franco resultó ser un inútil. Los vio humillarme, sin decir o hacer nada. Sofía prefirió no opinar al respecto, al menos no hasta que Valeria no le hubiera dado más detalles sobre lo que había ocurrido y, sentada sobre el borde de la cama, se preparó a escuchar. —Están decepcionados, Sofi, como si yo fuera la peor hija que unos padres hubieran podido tener —continuó Valeria—. Ni siquiera me dejaron explicar lo que había pas
Al regresar a la casa de sus padres, Valeria ya había sido advertida por Franco de que no les había mencionado nada sobre la identidad del papá de los trillizos. —No lo consideré oportuno y creo que eso es algo que te corresponde a ti decidir en qué momento se los cuentas. —Había dicho Franco en el auto, de camino a la casa de los papás de Valeria. Sentada en la sala y sin poderse sacar de la cabeza la imagen de los ojos acuosos de su madre cuando vio su enorme estómago, Valeria tomó aire. Pese a que sus papás parecían estar mucho más tranquilos, Valeria era consciente de que el ambiente seguía estando tenso, como si un millar de invisibles cuerdas de nylon surcaran de un extremo a otro y bastara con cualquier movimiento en falso para accionar una alarma. —¿Ese es el anillo de compromiso? —preguntó la mamá de Valeria con el único propósito de impulsar a su hija a hablar y que les explicara de lo que había sucedido. Valeria extendió su mano en dirección a su madre. —Nos compromet
Solo unos días después de la conversación con sus padres y cuando parecía que el viento soplaba a favor del inminente matrimonio, el señor Carrizosa entró al despacho de Valeria, que en ese momento estaba trabajando con Andrea. La asistente debió retirarse, no sin antes enviarle un guiño a su jefe, con el que le deseaba la mejor de las suertes. —Hoy tiene un muy buen aspecto, señor, un poco menos siniestro que el usual —dijo Valeria cuando su suegro tomó asiento—. Se ve como ese sith de la Guerra de las Galaxias, el que es rojo con cuernos en la cara, lo que es una considerable mejora, porque siempre que lo veo parece el Emperador. El señor Carrizosa sonrió. —Yo hoy también vengo con un buen repertorio de chistes, niña —dijo el presidente de la firma con un tono de voz y gestos muy similares a los de su hijo cuando ejercía su papel de jefe tirano—, pero creo que bastará con uno solo para que nos riamos. Valeria pasó saliva y se acomodó en la silla, nerviosa, pese a intentar demo
La bomba que había soltado el señor Carrizosa había sido mucho más destructiva y directa de lo que Valeria había estimado, incluso en el peor de los escenarios.«Y fue él quien preparó los casos para los despidos de las jóvenes embarazadas de la firma, como yo lo había sospechado todo el tiempo, pero aún así no lo vi venir. Me confié y me cegué, pese a todos los indicios y las advertencias que tenía en mis manos, delante mío. ¿Ahora qué debo hacer? ¿Le digo a Franco sobre la interesante conversación que tuve con su papá, o lo dejo así, no le digo nada y tomo la decisión por mi cuenta?».Valeria estaba segura de que, si le contaba a Franco, él intentaría convencerla, como fuera, de que se casaran y que ya se las arreglarían para ser una pareja feliz pese a las amenazas de su padre. «Y también lo pondría sobre aviso, de que ya sé que él no tiene su tarjeta profesional, luego nunca se graduó y quizá lo que decía el testamento de su madre, sobre su comportamiento en la universidad, la ch
Raúl, el que fuera el mejor amigo de Franco en su época universitaria, no fue difícil de encontrar y bastó con escribir por Facebook para concertar un encuentro en la tarde. También era abogado, había estudiado con Franco y ahora dirigía su propia oficina, no tan prestigiosa y pudiente como la firma de Carrizosa y Asociados, pero sí lo suficiente para que Valeria considerara que, en caso de enfrentarse a su suegro se viera despedida, podría quizá encontrar un lugar allí.—No me puedo creer que Frank esté pensando en casarse —dijo Raúl cuando recibió a las dos jóvenes en su oficina—. ¿Cuánto te queda para ir al hospital?Antes de preguntar lo que en realidad le interesaba y la había llevado hasta allí, Valer
Antes de llegar al apartamento, Valeria recibió una llamada de Franco.—Supe que mi papá pasó por tu despacho, ¿podemos hablar sobre lo que te dijo, osita?Valeria sintió que su pecho se hundía en un vacío.«Debe saber o sospechar algo, porque si no, ¿por qué me dice que quiere hablar conmigo sobre eso?»—Sí, amor, no hay problema…Franco la interrumpió.—Paso a recogerte en veinte minutos.Valeria se giró a mirar a Andrea, que conducía. El contenido de la llamada, su brevedad y tono la habían dej
Una cuadra antes de llegar al apartamento, Valeria le indicó al conductor que necesitaba ir a otro lugar.—Has tomado la decisión más inteligente, Valeria, te felicito —Había dicho el señor Carrizosa cuando recibió la llamada de su nuera—. Sabía que te decidirías por lo que más nos conviene a todos en este momento. ¿Podrías venir a la mansión esta noche? Me gustaría hablar contigo sobre tu futuro.La conversación y el tono de voz empleado por el señor Carrizosa sorprendieron a Valeria, que había esperado enfrentarse de nuevo al burlesco y sarcástico padre de Franco que había visto esa mañana en su oficina, pero ahora el señor Carrizosa se mostró mucho más afable, serio y hasta un poco e
Al entreabrir los ojos, Valeria tuvo la sensación de haber estado en una pesadilla, una en la que estaba en la mansión de su suegro, hablando con él acerca de la idea de aceptar su oferta y desistir de su matrimonio con Franco, y mientras lo hacía, había recorrido la biblioteca de la Sala del Reno, en donde le llamó la atención algunas fotografías familiares. Las repasó y luego de haberse detenido a detallar una de la mamá de Franco, en el momento en que la devolvía a su sitio…—¿Amor? ¿Qué ha pasado? —preguntó Valeria al reconocer el rostro de Franco, que la miraba con los ojos acuosos y refulgentes.—Valeria, ya, shhh, tranquila, solo nos diste un susto, pero nada más.&mda