Una cuadra antes de llegar al apartamento, Valeria le indicó al conductor que necesitaba ir a otro lugar.
—Has tomado la decisión más inteligente, Valeria, te felicito —Había dicho el señor Carrizosa cuando recibió la llamada de su nuera—. Sabía que te decidirías por lo que más nos conviene a todos en este momento. ¿Podrías venir a la mansión esta noche? Me gustaría hablar contigo sobre tu futuro.
La conversación y el tono de voz empleado por el señor Carrizosa sorprendieron a Valeria, que había esperado enfrentarse de nuevo al burlesco y sarcástico padre de Franco que había visto esa mañana en su oficina, pero ahora el señor Carrizosa se mostró mucho más afable, serio y hasta un poco e
Al entreabrir los ojos, Valeria tuvo la sensación de haber estado en una pesadilla, una en la que estaba en la mansión de su suegro, hablando con él acerca de la idea de aceptar su oferta y desistir de su matrimonio con Franco, y mientras lo hacía, había recorrido la biblioteca de la Sala del Reno, en donde le llamó la atención algunas fotografías familiares. Las repasó y luego de haberse detenido a detallar una de la mamá de Franco, en el momento en que la devolvía a su sitio…—¿Amor? ¿Qué ha pasado? —preguntó Valeria al reconocer el rostro de Franco, que la miraba con los ojos acuosos y refulgentes.—Valeria, ya, shhh, tranquila, solo nos diste un susto, pero nada más.&mda
Valeria se despertó antes de que rayara la madrugada. Cada noche le resultaba más incómodo dormir y ya los bebés estaban acostumbrándose a despertarla a esa hora, como si ellos fueran los que tuvieran que ir a trabajar.«O es por comida, porque me estoy muriendo de hambre», pensó Valeria cuando pasaba al baño.Al salir y ver la silla que decoraba la habitación, se acordó de su bolso, que aún no regresaba con ella. Suspiró, molesta, y se volvió a meter a la cama. Era demasiado temprano para levantar al servicio de la casa solo por un bolso, pero también…«Estarán todos dormidos y podré aprovechar que no me ven para buscarlo, porque estoy segura de que está escondido en l
—Sí, señorita, usted ya se había subido a esta camioneta —dijo el chófer cuando Valeria planteó la posibilidad de que también le parecía haberlo visto antes—. Fue con el señor Franco, ya empiezo a recordarlo.El corazón de Valeria estaba más revolucionado que las llantas del auto, porque la única fecha probable en que ella se hubiera subido a esa misma camioneta, con Franco, no podía ser otra que la de la noche en que resultó embarazada.—¿Habrá sido en la noche, o quizá en el día? —preguntó Valeria conteniendo el aliento.Cuando vio la sonrisa pícara en el semblante del chófer a través del espejo retrovisor, Valeria se llev
—Quiero que me digas la verdad, Franco —dijo Valeria cuando se sentó en la silla frente al escritorio de su, todavía, prometido—. Dependiendo de lo que me digas ahora, nuestra relación seguirá su marcha o no.Franco miró a Valeria a los ojos y notó el fulgor de que no mentía y estaba dispuesta, sobre Cielo y Tierra, a cumplir la condición que le estaba imponiendo.—No tengo problema con eso, Vale —contestó Franco, también con un brillo en los ojos que aceleró el pulso de su, todavía, prometida.Antes de hablar, Valeria tomó aire, una larga y gran bocanada. Ya había dicho a Franco dónde había estado la noche anterior y la causa de que hubiera ido a visitar a su, todavía,
Llegados al motel en el que suponían que había tenido lugar su primer encuentro amoroso, la memoria de Franco no tuvo el efecto que los dos habían confiado que sucedería, como tampoco obró el milagro en Valeria. Para ella, seguía siendo el lugar en donde una mañana despertó, segura de que había perdido su virginidad la noche anterior con un desconocido y canalla que ni siquiera había esperado a que ella se despertara; para él, no era más que uno de los cientos de moteles de la ciudad.—Salvo que estemos pensando en alquilar una habitación, me temo que aquí no vamos a hacer nada —dijo Valeria cuando, después de recorrer la propiedad con la mirada, se convenció de que Franco no lograba recordar nada, aparte de lo que ya le había dicho. —Te he estado intentando contactar todo el día, Valeria. Pasé por tu oficina y me dijeron que estabas en el despacho de mi hijo, y aún no has regresado, ¿estás en este momento con él? —preguntó el señor Carrizosa. Valeria intercambió una mirada con Franco. —Sí señor, estoy con él en este momento —respondió Valeria. Pasaron unos segundos de silencio incómodo. —¿Ya no estás decidida a tomar la decisión más inteligente? —preguntó el señor Carrizosa— No me digas que Franco te endulzó el oído con promesas de un cálido nido de amor en el que nunca entrará el hambre, porque déjame decirte que me encargaré, personalmente, de que ninguna firma de abogados de este país los contrate nunca, ¿me entiendes? —Las circunstancias han cambiado, señor —dijo Valeria con tranquilidad, como si no hubiese escuchado la amenaza que el señor Carrizosa acababa de hacerle—. Tengo pruebas suficientes para demostrar que los hijos que estoy esperando son de Franco. —¡¿Qué?! ¿Pero ahora qué se te ha ocurridUna historia absurda
Ya en el apartamento de Franco, Valeria se quiso meter a la bañera y relajarse con un baño caliente, además de pensar en sus alternativas.—Pero, osita, en una hora…—Pienso mejor si estoy sola y relajada —dijo Valeria momentos antes de desvestirse.«El señor Carrizosa es igual a su hijo», pensó Valeria cuando ya el agua caliente envolvía su cuerpo. «Usa esa máscara de arrogancia y prepotencia cuando las cosas no salen como él quiere que sean, pero tan pronto percibe que los demás marchan a su ritmo y bajo su compás, entonces se muestra dulce y amable, como fue ayer, en su casa, cuando vio que yo había doblado la cabeza. Debe haber una forma de lograr convencerlo de que se está s
Todavía inquieto por el plan secreto de Valeria, pero habiéndole prometido que confiaría en su criterio y le seguiría el juego, Franco condujo hasta la mansión de su padre, a quien sorprendieron con su inesperada llegada. —La cena estaba por ser servida —dijo el señor Carrizosa cuando, todavía incrédulo, se acercó a la entrada de la casa para recibir a la pareja—. Espero que hayan venido con buenas noticias, porque si vienen a insistir en que les crea sus historia rara, mejor me hubieran llamado y se habrían ahorrado el tiempo, porque no estoy dispuesto a creerles nada. Franco miró a Valeria, que había quedado encargada de dirigir el plan con el que esperaba no solo conservar su anillo de compromiso, sino también recibir la bendición de su suegro. —A eso hemos venido, señor —dijo Valeria—. He logrado convencer a Franco de que acepte lo que usted y yo hablamos anoche, aquí mismo. El señor Carrizosa sonrió, sorprendido, porque habría jurado que tendría que vérselas con la pareja.