¿Valeria debió haber dicho toda la verdad a sus padres, aún sabiendo que si lo hacía los volvería a hacer sentir avergonzados de su hija? ¿O hizo bien en callar para que fueran unos abuelos felices y orgullosos?
Solo unos días después de la conversación con sus padres y cuando parecía que el viento soplaba a favor del inminente matrimonio, el señor Carrizosa entró al despacho de Valeria, que en ese momento estaba trabajando con Andrea. La asistente debió retirarse, no sin antes enviarle un guiño a su jefe, con el que le deseaba la mejor de las suertes. —Hoy tiene un muy buen aspecto, señor, un poco menos siniestro que el usual —dijo Valeria cuando su suegro tomó asiento—. Se ve como ese sith de la Guerra de las Galaxias, el que es rojo con cuernos en la cara, lo que es una considerable mejora, porque siempre que lo veo parece el Emperador. El señor Carrizosa sonrió. —Yo hoy también vengo con un buen repertorio de chistes, niña —dijo el presidente de la firma con un tono de voz y gestos muy similares a los de su hijo cuando ejercía su papel de jefe tirano—, pero creo que bastará con uno solo para que nos riamos. Valeria pasó saliva y se acomodó en la silla, nerviosa, pese a intentar demo
La bomba que había soltado el señor Carrizosa había sido mucho más destructiva y directa de lo que Valeria había estimado, incluso en el peor de los escenarios.«Y fue él quien preparó los casos para los despidos de las jóvenes embarazadas de la firma, como yo lo había sospechado todo el tiempo, pero aún así no lo vi venir. Me confié y me cegué, pese a todos los indicios y las advertencias que tenía en mis manos, delante mío. ¿Ahora qué debo hacer? ¿Le digo a Franco sobre la interesante conversación que tuve con su papá, o lo dejo así, no le digo nada y tomo la decisión por mi cuenta?».Valeria estaba segura de que, si le contaba a Franco, él intentaría convencerla, como fuera, de que se casaran y que ya se las arreglarían para ser una pareja feliz pese a las amenazas de su padre. «Y también lo pondría sobre aviso, de que ya sé que él no tiene su tarjeta profesional, luego nunca se graduó y quizá lo que decía el testamento de su madre, sobre su comportamiento en la universidad, la ch
Raúl, el que fuera el mejor amigo de Franco en su época universitaria, no fue difícil de encontrar y bastó con escribir por Facebook para concertar un encuentro en la tarde. También era abogado, había estudiado con Franco y ahora dirigía su propia oficina, no tan prestigiosa y pudiente como la firma de Carrizosa y Asociados, pero sí lo suficiente para que Valeria considerara que, en caso de enfrentarse a su suegro se viera despedida, podría quizá encontrar un lugar allí.—No me puedo creer que Frank esté pensando en casarse —dijo Raúl cuando recibió a las dos jóvenes en su oficina—. ¿Cuánto te queda para ir al hospital?Antes de preguntar lo que en realidad le interesaba y la había llevado hasta allí, Valer
Antes de llegar al apartamento, Valeria recibió una llamada de Franco.—Supe que mi papá pasó por tu despacho, ¿podemos hablar sobre lo que te dijo, osita?Valeria sintió que su pecho se hundía en un vacío.«Debe saber o sospechar algo, porque si no, ¿por qué me dice que quiere hablar conmigo sobre eso?»—Sí, amor, no hay problema…Franco la interrumpió.—Paso a recogerte en veinte minutos.Valeria se giró a mirar a Andrea, que conducía. El contenido de la llamada, su brevedad y tono la habían dej
Una cuadra antes de llegar al apartamento, Valeria le indicó al conductor que necesitaba ir a otro lugar.—Has tomado la decisión más inteligente, Valeria, te felicito —Había dicho el señor Carrizosa cuando recibió la llamada de su nuera—. Sabía que te decidirías por lo que más nos conviene a todos en este momento. ¿Podrías venir a la mansión esta noche? Me gustaría hablar contigo sobre tu futuro.La conversación y el tono de voz empleado por el señor Carrizosa sorprendieron a Valeria, que había esperado enfrentarse de nuevo al burlesco y sarcástico padre de Franco que había visto esa mañana en su oficina, pero ahora el señor Carrizosa se mostró mucho más afable, serio y hasta un poco e
Al entreabrir los ojos, Valeria tuvo la sensación de haber estado en una pesadilla, una en la que estaba en la mansión de su suegro, hablando con él acerca de la idea de aceptar su oferta y desistir de su matrimonio con Franco, y mientras lo hacía, había recorrido la biblioteca de la Sala del Reno, en donde le llamó la atención algunas fotografías familiares. Las repasó y luego de haberse detenido a detallar una de la mamá de Franco, en el momento en que la devolvía a su sitio…—¿Amor? ¿Qué ha pasado? —preguntó Valeria al reconocer el rostro de Franco, que la miraba con los ojos acuosos y refulgentes.—Valeria, ya, shhh, tranquila, solo nos diste un susto, pero nada más.&mda
Valeria se despertó antes de que rayara la madrugada. Cada noche le resultaba más incómodo dormir y ya los bebés estaban acostumbrándose a despertarla a esa hora, como si ellos fueran los que tuvieran que ir a trabajar.«O es por comida, porque me estoy muriendo de hambre», pensó Valeria cuando pasaba al baño.Al salir y ver la silla que decoraba la habitación, se acordó de su bolso, que aún no regresaba con ella. Suspiró, molesta, y se volvió a meter a la cama. Era demasiado temprano para levantar al servicio de la casa solo por un bolso, pero también…«Estarán todos dormidos y podré aprovechar que no me ven para buscarlo, porque estoy segura de que está escondido en l
—Sí, señorita, usted ya se había subido a esta camioneta —dijo el chófer cuando Valeria planteó la posibilidad de que también le parecía haberlo visto antes—. Fue con el señor Franco, ya empiezo a recordarlo.El corazón de Valeria estaba más revolucionado que las llantas del auto, porque la única fecha probable en que ella se hubiera subido a esa misma camioneta, con Franco, no podía ser otra que la de la noche en que resultó embarazada.—¿Habrá sido en la noche, o quizá en el día? —preguntó Valeria conteniendo el aliento.Cuando vio la sonrisa pícara en el semblante del chófer a través del espejo retrovisor, Valeria se llev