Enamorados durante siete vidas
Enamorados durante siete vidas
Por: J.M.Rose
1. Predestinado a querer

Primera vida: Principe Austin y Aubrey

El sonido del galope se hacía más intenso, indicando la rapidez a la que el animal se desplazaba. Una noche preciosa y única, las estrellas brillaban con fuerza como diamantes en el cielo, mientras la luna adquiría lentamente un tono rojizo. Aunque nos encontrábamos en la mitad de esa temporada estival, experimentaba una sensación de frío en todo mi cuerpo.

Su voz masculina, llena de súplica, me rogaba que me mantuviera firme, despierta mientras me sujetaba con su brazo izquierdo. Su voz llena de desgarro y dolor era lo suficiente para dejarme saber cuando sufrimiento estaba aguantando para llegar a nuestro destino. 

Observaba con fatiga a mi amado que controlaba al equino. El ruido del galope resonaba intensamente al cruzar el arroyo.

—Su Alteza Austin —mencioné con voz exhausta, indicandole que no podria resistirir por mucho tiempo más —me siento muy helada —susurré con cierta complicación.

Había ejercido como mi madre en el campo de la herbología, pero ocultaba mi labor como florista. Fue una pena que el príncipe Austin, quien estaba destinado a ser el próximo en la línea de sucesión al trono, quedara completamente enamorado el día en que me vio recolectando flores para preparar una medicina. Un amor tan apasionado que parecía provenir de un lugar distante, lamentablemente, las mujeres éramos etiquetadas como hechiceras en cuanto mostrábamos habilidades en medicina.

Mi aliento se debilitaba progresivamente, fui atacado con un cuchillo en un órgano crucial siendo acusada de practicar brujería. Aquella noche de carnaval, el precioso vestido que me había obsequiado su Alteza Austin quedó completamente manchado de sangre, hasta el punto de resultar irreconocible, debido a los rumores que sugerían que el príncipe heredero se había enamorado de mí por un hechizo.

—Su Alteza Austin, por favor, detengase —susurró con voz suave—. Mis fuerzas han llegado a su límite.

Mis ojos color miel se encontraban con unos ojos tan azules como el zafiro. Adoraba esos hermosos ojos, eran los ojos de mi primer y único amor.

—De acuerdo —respondió mientras se dirigía hacia los bosques.

Con suavidad, él me abrazó mientras mi respiración se hacía más pausada. El canto de los grillos y el revoloteo de las luciérnagas creaban una atmósfera de encanto en el bosque. Él descendía de una familia noble, mientras que según lo que me habían dicho, yo ni siquiera tenía permiso para acercarme a él. Se retiro si capucha negra, revelando su cabello resplandeciente, similar al sol. Con delicadeza bajamos del caballo, siendo colocada levemente en el suelo por el.

Mientras luchaba por mantenerse consciente, una voz suplicante me aseguraba que si resistía un poco más, podrían encontrar ayuda. Su mano firme presionaba mi abdomen herido para detener la hemorragia. Sus ojos repleto de angustias, se habian llenado de lagrimas, su rostro atormentando me aniquilaba. En lo mas profundo de mi corazon odiaba crearle tanto sentimientos tan negativos a mi amado.

—Su Alteza Austin, el pueblo más cercano donde podrían brindarme asistencia se encuentra a una distancia superior a media hora—Mis ojos se dirigían hacia esa preciosa luna carmesí, tal como mencionaba un conocido que se dedicaba al estudio de los astros, quien afirmaba que la luna eclipsaría al sol esa noche. Evitaba expresarse demasiado para no ser perseguido y asesinado por sus convicciones.

El dueño de mi corazón, se veia tan abrumado, susurró que no podemos saberlo si no lo intentamos. Me rogo con su voz entrecortada, deseperada, que siguieramos viajando.

—Su Alteza Austin, la luna luce hermosa esta noche —murmuraba con una leve sonrisa interrumpiendolo, contemplaba el resplandor rojizo de la lunar. La emoción del instante parecía aumentar con la presencia lunar.

Pase mi mano por su cabello, senti húmeda, quizás por mi propia sangre.

—Quizá, Alteza Austin, el universo no nos ha destinado a estar unidos —susurré con una sutil sonrisa melancólica.

—Lady Aubrey —mientras me acariciaba el cabello constantemente —te juro que si nos reencontramos en una próxima vida, me aseguraré de que estemos unidos, ya que eres la única a la que mi corazón está predestinado a querer. Te amo Lady Aubrey, te buscare, esperame, solo esperame —su voz ansiosa se vislumbraba. Sus lagrimas recorrian su rostro, algo que detuve con mi mano derecha.

El amor y pasión que nos teniamos  contrarrestaba el frío que invadía mi cuerpo. Con suavidad, me elevé al darle un beso lleno de misterio. Bajo el resplandor de la luna roja, debajo de mi ser inundado de  sangre, ante la promesa de amor eterno, con cada beso, mi energía se desvanecía poco a poco. Mientras mis párpados se entornaban, mi cuerpo comenzaba a debilitarse. Experimentaba una sensación de liviandad, como si fuera una pluma, mientras mis párpados se hacían cada vez más pesados. La oscuridad comenzo a invadirme, y supe por fin que podria descansar del dolor.

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Se comenta que son escasas las personas que tienen el destino de cruzar sus caminos. Nuestros espíritus se encargaban de encontrarse repetidamente.

En nuestra vida siguiente, nos reencontramos de nuevo, pero esta vez desempeñabas su ejercias el oficio de carpintero y yo trabajaba como sirvienta. Nuestro encuentro se produjo cuando me vi en la necesidad de solicitarle la creación de un juego de madera para mi empleadora. En este vida te perdi mientras estabas en mis brazos, debido a que una dama de la alta sociedad, te amaba en secreto, ordenó tu asesinato al no ser correspondida.

Durante nuestra tercera vida, me desempeñaba en un prostíbulo mientras tú eras un músico con un estilo de vida nómada. Decidimos fugarnos juntos, era nuestro anhelo, especialmente al enterarnos de que esperába un hijo tuyo. En esta vida, fui víctima de un homicidio perpetrado por uno de mis clientes frecuentes, quien estaba consumido por los celos. La idea de escapar con un hombre con pocos medios económicos resultó insoportable para el conde.

En mi cuarta vida, me convertí en una princesa, mientras que tú ejercías la profesión de bandido. Nuestro encuentro se produjo cuando intentabas apropiarte de uno de mis collares de perlas, pero logré impedirlo. A pesar de que parecía existir un sentimiento de odio entre nosotros, acabábamos sintiéndonos atraídos el uno hacia el otro, como si fuéramos imanes irresistiblemente destinados a atraernos. Nuestra unión persistía a pesar de que no comprendíamos la razón detrás de nuestro apasionado romance. En esta vida, contraimos matrimonio en secreto con la intención de huir, ya que mi padre había acordado mi matrimonio con otro hombre. En esta vida te condenaron a la horca cuando mi padre descubrió tu intento de hurtar mis alhajas, pero mi padre acabo con tu vida antes de que te ahorcaran.

En la vidas numero cinco me dedicaba a la repostería mientras tú ocupabas el título de duque. Nuestro encuentro tuvo lugar cuando viniste a mi pastelería y quedaste encantado, no solo conmigo, sino también con mis deliciosos postres. Se dice que el amor entra por el estómago y en esa etapa pudimos confirmarlo. Nuestra existencia era apacible hasta el momento en que me pediste formalizar nuestra relación, pero lamentablemente alguien te envenenó y me incriminó. Lograste salir con vida, mientras que a mí me condenaron a muerte por intentar acabar con la vida de un duque.

En nuestra sexta vida, me desempeñaba como docente mientras tú trabajabas como conductor de autobuses. Nuestro encuentro se produjo cuando mi cartera fue robada un día, momento en el cual te ofreciste a llevarme sin costo en el autobús. A partir de entonces, me di cuenta de que nuestros horarios coincidían con frecuencia. En el transcurso de nuestra existencia, es inevitable que no nos entreguemos al amor, llegando incluso a recibir tu propuesta de matrimonio durante un eclipse de luna.

Durante la Segunda Guerra Mundial, fue necesario que te unieras al ejército. Cada semana solías enviarme cartas prometiendo regresar pronto, en cada una expresabas tu amor de manera tan genuina que cada palabra era como un bálsamo para mi espíritu. Siempre solía recibir tus mensajes escritos, pero de repente cesaron de llegar. Permanecí aguardando tu llegada durante un lapso de seis meses, hasta que finalmente me enteré de que habías fallecido en ese conflicto tan despiadado.

En el transcurso de nuestras vidas, es inevitable que nos crucemos. En cada una, es inexplicable que nos encontramos y nos enamoremos, incluso si no lo estamos persiguiendo activamente. Nuestros espíritus están tan unidos y coordinados como un reloj suizo, poseen una intensidad similar a la de un huracán que nos lleva juntos incluso si no lo buscamos.

Nuestro camino estaba siempre entrelazado, a pesar de haber compartido diferentes vidas en las que nuestros caminos no se cruzaron. Aunque no estábamos cerca físicamente, nuestra unión era tan intensa que percibíamos la ausencia de nuestro amor a nuestro lado. Siempre hemos experimentado una conexión instantánea y profunda, estamos destinados a amarnos mutuamente sin importar el sitio, la era, la distancia, el momento o la circunstancia.

En cada una de nuestras vidas, nos profesábamos amor, y en cada una de ellas, uno de nosotros fallece. Ambos fallecíamos a la misma edad, cuando tú tenias con veinticinco años y yo tenía veintiuno.

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