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5. Conexión inexplicable

Esa mañana me pidieron que fuera a la oficina con el profesor Crowe. Al principio, me sentía un poco nerviosa, pero mi maestro me aseguró que era solo para darme una felicitación personal, lo cual me tranquilizó. Los dos ingresábamos a esa espaciosa oficina de estilo victoriano con enormes muebles de tono caoba. Desde la distancia, era evidente que el hombre de unos setenta años disfrutaba estar rodeado de objetos antiguos. 

Un hombre de cabello plateado por completo y piel marcada por el paso de los años se aproximaba velozmente hacia mí. 

—Señorita Russell— expresó este caballero de forma alegre—me complace que haya llegado puntual— Se acercó tomándome la mano con entusiasmo.

Expresó con una sutil sonrisa—Es un verdadero honor, Director Thomson.

Ese señor era ampliamente conocido por ser uno de los expertos más destacados en el campo de las artes escénicas. Numerosos músicos de música clásica fueron guiados por sus manos, destacando incluso en la era contemporánea.

—Por favor, tomen asiento —expresaba él con emoción aún palpable —me gustaría destacar que en este momento eres una figura destacada en la institución educativa.

Al sentarme, no pude contener mi sonrisa de satisfacción. En la universidad se generó conmoción cuando mi obra no solo resultó ganadora, sino que fue la única seleccionada a nivel nacional del estado de Nueva York dentro de los treinta primeros lugares.

Expresé mi alegría al escuchar esa información, aunque con un leve matiz de inquietud en mi voz.

—Quiero comunicarle que la razón por la que la he traído aquí es bastante sencilla.

Mientras aquel caballero estaba hablando, un leve golpeteo en la puerta lo interrumpió. La puerta se entreabrió y pude observar a la asistente del caballero ingresar.

—El señor Thomson ya está aquí y ha mencionado que está un poco apurado.

—¿De verdad?  —con entusiasmo evidente, extendió su mano hacia su secretaria y exclamó—¡Que pase, que pase! —moviendo rápidamente el brazo.

La mujer decidió abrir la puerta más ampliamente para permitir la entrada de un hombre de gran estatura, debia de estar en el metro noventa y cinco. Vestido con traje que parecía a la medida, tenía unos ojos tan profundos como el océano azul y una melena tan reluciente como la luz del sol. Poseía una pareja, pero no era ciega, aquel hombre reprochaba seguridad como si supiera que se veia extremadamente bien.

 Observé cómo el empezaba a revisar minuciosamente la oficina, como si estuviera en busca de algo, hasta que nuestros ojos se cruzaron. Un suave soplo de aire se escapó de manera automática de mis labios, aferré con firmeza el reposabrazos mientras mi corazón, de forma inexplicable, empezó a latir con rapidez. Mostró una sonrisa encantadora y letal, una sonrisa que, sin duda, me había dejado sin aliento sin que yo lo notara.

—Me alegra que nos honre con su presencia, —expresó el director con entusiasmo invitándolos a tomar asiento— por favor, siéntese como su casa.

El corto nuestro contacto visual por unos instantes para responder, volviéndonos a que nuestros ojos se encontraron brevemente antes de que él dijera con tranquilidad—No se preocupe, estoy bien de esta manera— volviendo a dirigirme la mirada.

El señor Crowe comentaba con su característica voz de profesor, sin emoción, mencionaba que el contribuyente  realmente se asemejaban a la pintura que habia dibujado. Con una gran sonrisa en el rostro sin dejar de mirarme, me preguntó si yo pensaba así.

Por otro lado, el director frotaba las manos mientras mencionaba que este caballero hará una generosa contribución a la universidad— el ha sido muy benevolente expresando que ama tu obra, por ende deseaba conocer a la creadora detrás de la obra ganadora en la que participaste, señorita Russell.

—La pintura me llamó la atención, pareciera que tomó mi imagen como fuente de inspiración—No apartaba la mirada de mí, como si estuviera escudriñando cada detalle de mi ser.

Al recibir señales de mi cerebro sobre lo que ocurría, me puse de pie rápidamente, sintiendo nerviosismo  sin entender la razón.

—¡De ninguna manera! —respondí con un tono de voz algo nervioso—Quiero decir que no lo utilice como referencia, a pesar de las apariencias, retrate a alguien que ha aparecido en mis sueños.

¿En sueños? Entiendo.—Observé cómo se acercaba lentamente, levantando la mano en señal de saludo hacia mí— Me decepcionó solo un poco, ya que creí que esa pintura había sido creada con mi inspiración.

Observaba de reojo al director, quien me indicaba con un gesto de cabeza que saludara al caballero que aún mantenía su mano levantada en mi dirección. Al despertar, mi estatura de un metro sesenta y cinco parecía insignificante en comparación con la del hombre frente a mí. 

Mientras estábamos agarrados de la mano, ocurrió algo inexplicable: una corriente eléctrica recorrió todo nuestro cuerpo. El contacto fue tan mágico que pareció haber viajado a múltiples destinos y regresado en un instante. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, mi respiración se aceleró ligeramente y al cruzar nuestras miradas, todo a nuestro alrededor desapareció. Mientras nuestras miradas se cruzaban, experimenté una emoción abrumadora. 

—Después de tanto buscar, logré hallarte— dijo el desconocido con una voz profunda que resonó en todo mi ser.

Experimenté una conexión inexplicable en mi cuerpo, como si hubiera entrelazado mis dedos con esa mano en numerosas ocasiones, convirtiéndose en algo tan esencial para mí como el acto de respirar.

—¿Disculpa? —murmure en voz baja.

—Exacto, finalmente hallé a la pintora que me retrató, aunque solo era un yo mio diferente de tus sueños —dijo con una sonrisa cautivadora —Soy Alexander Wilson—-mencionó mientras mantenía su mano extendida hacia mí.

Respondía con una sonrisa, presentándome como Amalie Russell.

Mi corazón latía con tanta fuerza que parecía que iba a salirse de mi pecho, no lograba entender lo que sucedía mientras nuestros ojos seguían conectados. Nunca antes había experimentado esta intensidad de emoción por alguien, ni siquiera por Isaac. He tenido parejas a quienes les expresé mi amor, pero solo Isaac despertó en mí un sentimiento más intenso. La conexión que tuve con Isaac fue un amor sólido y profundo. Pero Alexander, solo con su toque y sus gestos despertaban en mí emociones nuevas y desconocidas. 

Mi corazón insiste en que nuestra unión es obligatoria a lo que mi cerebro lo mando a callar.

«¡Detente, cerebro! Estoy comprometida»

Reflexionaba. Sin embargo, ¿cómo resistirme si se ve tan atractivo haciendome sentir fuertes latidos?

El director se regocijaba al conocer finalmente el nombre del Señor Wilson, frotándose las manos con entusiasmo. Expresó su alegría por la presencia personal del donante y agradeció emocionado por la generosa contribución. 

Finalmente, nuestras manos se separaron. Solo quedaba un asiento disponible y observé cómo el hombre lo desplazaba para que me sentara—Señorita Amalie, por favor tome asiento—dijo con una sonrisa encantadora.

Realmente me encontraba inquieta, era extraño que un hombre de repente intentara ser cordial conmigo sin motivo aparente. 

Opté por realizar esta modesta contribución porque creía que me acercaría a mi meta de brindar apoyo, lo cual se reflejaría de forma positiva, como la oportunidad de conocer a individuos excepcionales que se esfuerzan por superarse.

Parecía un discurso típico de un candidato político en campaña, ya que continuó expresándose con la intención de persuadir a la audiencia. Mientras Alexander hablaba sobre la gratificante experiencia de brindar ayuda a los demás, disimulé mi incomodidad con una sutil sonrisa. La reunión apenas duró diez minutos, durante los cuales me despedí del caballero con un simple apretón de manos. 

En ese día solo tenía tres clases, saldría cerca de las tres de la tarde, por lo que estaba contento. Tal como acordamos, Serenity, Isaac y yo íbamos a reunirnos para disfrutar de un café en el Starbucks que está en el campus. Al llegar las tres en punto, tomé mis cosas y salí de la universidad mientras escuchaba mi nombre sonar a lo lejos.

—Señorita Amalie —un caballero de cabello rubio y una sonrisa encantadora le saludaba desde lejos, el cual reconocía inmediatamente como Alexander—señorita Amalie, pase por aquí.

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