Juliana se miró en el espejo, ajustando el último mechón de su cabello. Había elegido un vestido deslumbrante para la cita con Alfredo, queriendo sorprenderlo y hacer de su almuerzo un momento especial. Era un vestido de verano amarillo con flores, que se ceñía perfectamente a su figura, realzando sus curvas con elegancia. Su cabello estaba suelto, con ondas suaves que enmarcaban su rostro. Había optado por un maquillaje sutil pero llamativo, con un delineado preciso que resaltaba sus ojos y un labial rosa suave que complementaba su atuendo. Su corazón latía con anticipación mientras pensaba en lo maravilloso que sería pasar más tiempo con él.Bajó las escaleras de su casa con una sonrisa en el rostro, saludando a sus padres.—Tengo una cita con Alfredo, pasaré la tarde con él —avisó antes de dirigirse al restaurante donde habían acordado encontrarse.Malú y Abel asintieron, y se despidieron de ella.Más tarde Juliana al llegar, buscó a Alfredo entre las mesas, pero no lo vio. Pensó q
Antonia se mantuvo en un segundo plano, observando cómo su manipulación estaba funcionando. Sabía que el dolor de Alfredo y la confusión de Juliana serían suficientes para poner una barrera entre ellos.—Juliana, quizás deberíamos darle espacio a Alfredo para que pueda enfocarse en Bruno, ahora no tiene tiempo para hablar de… negocios —sugirió Antonia suavemente—. Él necesita todo el apoyo posible en este momento.Juliana miró a Alfredo, su corazón dividido entre su amor por él y su compasión por Bruno. Sabía que lo que Antonia decía tenía sentido, aunque la idea de separarse de Alfredo le rompía el corazón.—Alfredo, estoy aquí para lo que necesites. Pero si requieres tiempo para estar con Bruno, lo entenderemos —aseguró, su voz temblaba.Alfredo asintió lentamente, sabiendo que debía concentrarse en su hijo, aunque eso significara alejarse de Juliana.—Gracias, Juliana.Juliana asintió, con lágrimas cayendo por sus mejillas.—No es nada.Con el corazón roto, Juliana se despidió de A
Al día siguiente, Juliana se despertó con una tristeza que no podía sacudirse. Necesitaba el consuelo y la sabiduría de sus abuelos, así que decidió visitarlos en su hacienda. La casa de María Paz y Joaquín era un lugar de paz y amor, donde siempre encontraba refugio.Al llegar, fue recibida con abrazos cálidos y sonrisas amorosas.—¡Juliana, mi niña! —exclamó María Paz, abrazándola con fuerza—. ¿Qué te trae por aquí tan temprano?—Abuela, abuelo —dijo Juliana, con la voz temblorosa—. Necesito hablar con ustedes. Hay algo que me está pesando mucho.María Paz y Joaquín intercambiaron miradas de preocupación y la condujeron a la sala, donde se sentaron alrededor de la mesa con una taza de café.—Cuéntanos, ¿qué es eso que no te tiene tranquila? —preguntó Joaquín, tomando su mano—. Sabes que siempre estamos aquí para ti.Juliana respiró hondo y comenzó a hablar.—Estoy en una relación con Alfredo —declaró, mirando a sus abuelos con ojos llenos de lágrimas—. Y Bruno, su hijo, tiene una e
El viaje a Milán fue largo y agotador. Alfredo y Antonia apenas intercambiaron palabras, sumidos en sus propios pensamientos. Finalmente, el avión aterrizó y se dirigieron al hospital donde Bruno estaba supuestamente internado.Antonia había preparado todo tan meticulosamente que, al llegar, un médico los recibió de inmediato. Era un hombre de aspecto serio y profesional, con una bata blanca impecable.—Señor Alfredo, señora Antonia, por favor, acompáñenme —solicitó el médico, conduciéndolos por los pasillos del hospital hasta una sala de espera privada.Alfredo no podía evitar sentir una opresión en el pecho al caminar por los pasillos. El ambiente estéril del hospital y el zumbido constante de las máquinas le hacían sentir aún más la gravedad de la situación. Finalmente, llegaron a una pequeña oficina donde el médico los invitó a sentarse.—Soy el doctor Ricci —se presentó el médico, tomando asiento frente a ellos—. Bruno está en una situación muy delicada. Tiene una miocardiopatía
Juliana quedó paralizada, sintiendo el peso de las palabras de Bruno y la mirada de Alfredo sobre ella. La habitación se llenó de tensión. Ella miró a Alfredo, buscando en sus ojos algún indicio de cómo proceder.Alfredo, con el corazón roto por la súplica de su hijo, intentó mantener la calma. Sentía un dolor profundo al ver a Bruno en ese estado, pero también sabía que esta situación era injusta para Juliana y para él.—Bruno, debes descansar. Juliana está aquí ahora. Todo va a estar bien —susurró Alfredo, tratando de calmar a su hijo, aunque sus propias emociones lo desbordaban.Juliana, con lágrimas en los ojos, se volvió hacia Bruno. Tomó su mano con suavidad, sintiendo el frío de su piel.—Bruno, lo más importante ahora es que te recuperes. No me iré, y haremos todo lo posible para que te sientas mejor —aseguró Juliana suavemente, su voz tembló.Bruno, fingiendo debilidad extrema, cerró los ojos y asintió.—Por favor, Juliana... prométeme que lo pensarás —murmuró Bruno antes de
Después de la intensa conversación en el hospital, Juliana se acercó a sus padres, Malú y Abel, que esperaban ansiosos en el pasillo.—Mamá, papá —susurró Juliana—. Voy a quedarme con Alfredo esta noche. Necesitamos estar juntos para enfrentar todo esto.Malú y Abel asintieron, entendiendo la necesidad de su hija de estar con Alfredo en estos momentos difíciles.—Claro, hija. Lo comprendemos —respondió Malú, con una sonrisa tranquilizadora.—Nos veremos mañana temprano —añadió Abel, dándole un suave apretón en el hombro.Juliana, Alfredo, Malú y Abel salieron del hospital y se dirigieron al hotel donde se hospedaban. Una vez allí, se despidieron en el vestíbulo.—Cuídate, hija —solicitó Malú, abrazando a Juliana—. Mañana hablaremos. —Tú también, mamá. Te quiero —respondió Juliana, devolviendo el abrazo.Abel también abrazó a su hija y le dio un beso en la frente.—Nos veremos mañana. Buenas noches, Juliana.Juliana asintió y luego se volvió hacia Alfredo, quien la esperaba con una mi
Al día siguiente, Juliana se levantó con una sensación de angustia que no podía sacudirse. Necesitaba hablar con sus padres y contarles sobre la propuesta de Bruno. Dejó a Alfredo dormido y se dirigió a la sala del hotel donde se hospedaba su familia, y los encontró tomando café, con expresiones de preocupación en sus rostros.—Mamá, papá, necesito hablar con ustedes —avisó Juliana.Malú y Abel intercambiaron miradas antes de que Malú asintiera y señalara a una silla cercana.—Claro, hija. Cuéntanos, ¿qué pasa? —preguntó Abel, la observó con ternura. Juliana tomó asiento y respiró hondo antes de comenzar.—Bruno me pidió que me case con él. Dijo que no le queda mucho tiempo y que ese es su último deseo —balbuceó. Malú y Abel se miraron sorprendidos, procesando la noticia.—Juliana, no puedes casarte con alguien por lástima —habló Abel con firmeza—. Sabemos que amas a Alfredo. Esto es una situación muy complicada, pero no puedes sacrificar tu felicidad así.Malú asintió, su expresión
Juliana asintió, sintiendo el corazón acelerado, y se dirigió a la habitación de Bruno. Al entrar, vio a Bruno conectado a las máquinas, con una expresión de dolor en su rostro.—Juliana... —susurró Bruno, extendiendo una mano débil hacia ella.Juliana se acercó rápidamente y tomó su mano, con lágrimas en los ojos.—Bruno, estoy aquí. ¿Qué necesitas? —preguntó tratando de mantener la voz firme.Bruno la miró con ojos llenos de supuesta desesperación y amor.—Juliana, no sé cuánto tiempo me queda. Quiero pedirte una última cosa... por favor, cásate conmigo. Aquí, ahora. Quiero que seas mi esposa antes de que me lleven al quirófano —suplicó los labios le temblaban. Juliana sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Miró a Bruno, viendo la supuesta fragilidad en sus ojos, y su corazón se rompió.—Bruno, yo... —comenzó a decir, pero las palabras no salían.Bruno apretó su mano con la poca fuerza que le quedaba.—Por favor, Juliana. Es mi último deseo. Quiero casarme contigo antes