—¿Quién está a cargo de la autopsia? —Ansel me ve fijamente, por suerte sé la respuesta.
—La doctora Karime Arany… —pronuncio el nombre que escuché decir a Nikolai— …pero hay un problema, Nikolai le encargó a Óscar que la protegiera mientras realiza su trabajo.
—No hay problema, yo me encargaré —dice Ansel con una sonrisa arrogante.
—¿Qué te hace creer que te confiaré algo tan importante después de tu descuido en el gulag? —Oleg parece aun guardar resentimiento contra Alsen por lo sucedido.
—Porque soy tu mejor opción —responde Ansel divertido por ver como mi hermano pierde la cabeza—. ¿Dónde está el cuerpo?
—En Hungría, en la comisaría del distrito 13 en Budapest —respondo de inmediato.
—Bien, ordenen todo esto mie
—¿Catalina? Sí, es la señora que se encarga de la limpieza de tu casa —digo con temor de estarme equivocando. —¿Eso te dijo? —Una sonrisa burlona se forma en la boca de Piero. —Sí, ¿por qué? —No es la que se encarga de la limpieza, es tu madre… —Se carcajea divertido por mi inocencia. —¡¿Qué?! Mi exclamación hace que mi hermano y… su hermana, se acomoden en sus asientos y dejen de roncar; por lo menos sirvió de algo. —Ella siempre estuvo al pendiente de cada paso que daba para encontrarte, así que cuando supo que iba de regreso a Italia con una acompañante no tuve que decir mucho, ella adivinó que eras tú y por si lo estabas pensando, no, no te delaté, ella simplemente apareció llena de curiosidad y quiso conocerte. —Vaya, se siente tan extraño haber estado frente a ella y… no pensar en que podría ser mi madre. —Giro el vaso de cartón entre mis manos. —Ella aseguró que eras su hija antes de que recibiera los resultados
—Por las pruebas de ADN, Irina trajo un mechón de cabello del cadáver, el mismo que funcionó para realizar la prueba… —dice Óscar, pero noto un atisbo de desconfianza en sus ojos. —¿Están seguros que era parte del cuerpo? ¿La vieron cortar ese mechón de cabello? —pregunto insistente, compartiendo su desconfianza. —El cabello del cadáver era muy diferente al que traía Irina, que era terso y firme según Nikolai, en cambio el otro se despegaba fácilmente del cuero cabelludo, tal vez por el estado de putrefacción… —O por una decoloración… —digo con una sonrisa y levanto la foto de la institutriz con el cabello sutilmente más oscuro—. Supongo que en un cadáver el peróxido ha de ser más agresivo. ¿Cómo podemos…? —Ni siquiera sé cómo terminar mi pregunta. —Con una autopsia… —Abre los ojos con sorpresa—. ¡Chyórt pabyerí! ¡La doctora! —¿Qué? —Por el tiempo que llevo con él, sé que esas palabras las usa para maldecir. —Nikolai me pidió
Es una melodía que reconozco de inmediato: «El Barbero de Sevilla». Pienso en la primera y única vez que vi a Ansel Schmidt, salía de la casa de Regina limpiándose la sangre de sus manos mientras la canción sonaba suavemente como el epílogo de su trabajo. Trato de agudizar mi oído por encima de la música tan alta, intentando escuchar algún ruido que lo delate. Percibo pasos por arriba de mi cabeza, en el primer piso.Me dirijo hacia las escaleras y las subo con cautela, manteniendo principal atención hacia las esquinas. Cuando llego arriba veo una puerta media abierta y la música se vuelve cómica –me siento encerrado en una caricatura animada–. De una patada abro la puerta y algo cae encima de mí, una sábana me cubre cegándome y un golpe en el abdomen me arroja hacia atrás, haciéndome caer y perder la pistola.—Siempre me
—¿Qué carajos pasó? —pregunta Óscar acercándose. —Fue Ansel Schmidt, él mató a Samantha —digo con un hilo de voz. —No… Nikolai, tal vez Samantha no esté muerta… —Me ayuda a levantar y parece ansioso. Su mirada nerviosa y a la vez con esperanza me molesta. —El cuerpo en la morgue es de otra mujer, pero Ansel me acaba de decir que exterminó a Samantha, que mi nuevo juego será encontrar su cuerpo. —Imposible… —dice Óscar retrocediendo con horror. —Así de sencillo se pierde la esperanza, de un momento a otro. —Pongo mi mano sobre su hombro y bajo la mirada ocultando mi dolor. —No… no puede ser… entonces… ¿Irina? ¿Los Rudenko? —dice Óscar sin soltar el tema. —No lo sé. —Ese hombre trabaja para los Rudenko, claramente todo fue orquestado por ellos. —Dijo que él tomó la decisión, que no fue enviado por nadie. —¿Le crees? —No. —¿Ahora qué? —Aún quedan las huellas de Edwar
—Mi pequeña… No sabes como quería hacer esto el día que nos vimos en casa de Piero. —La voz de Catalina se quiebra y sin perder más tiempo, besa mi mejilla para después envolverme entre sus brazos.Cierro los ojos y apoyo mi rostro sobre su hombro, mis brazos corresponden el gesto. Su piel huele a rosas y su cabello es suave.—Mi pequeña, todo estará bien. —Acaricia mi espalda con ternura.—Señor. —Piero saluda a alguien y baja la cabeza con respeto.Catalina me libera y voltea hacia su compañero de baile; el hombre me dedica una mirada confundida y brillosa, es como si quisiera llorar y eso lo pusiera de malas. Me ve de arriba abajo, tal vez detectando lo deplorable de mi semblante pese a todo el maquillaje.—Es nuestra pequeña —dice Catalina y lo abraza por el torso.Entonces caigo en la cuenta, él es mi padre
—Hablas con el veneno de la venganza fluyendo por tus venas, eso te nubla el juicio, pequeña —dice Bartolomé dudando de mi determinación—. Te ayudaré a encontrar a tu hija pues es sangre de mi sangre al igual que tú, pero tendrás que demostrarme que tienes la cabeza fría para comandar a mis hombres y derrocar al demonio ruso y a su ejército. Cuando menciona ese apodo mi corazón da un vuelco. ¿En qué momento me olvidé de Nikolai? ¿Cuándo se me olvidó que al enfrentarme a la mafia rusa, él será mi principal enemigo? ¿Tendré el corazón para detenerlo, para… matarlo? —Creo que por el momento lo mejor será que Samantha descanse, su estancia en el gulag la dejó muy mal —dice Piero reduciendo la presión, tal vez adivinando lo que pasa por mi cabeza. —Hablaré con nuestro doctor de confianza para que te revise y nos ayude a regresarte a tu antigua gloria —dice Catalina tomando mi rostro con ambas manos y besando mi frente—. Bienvenida a casa, Samantha. —Me abraz
—Está perdidamente enamorado de ti —dice Edward en un susurro. —¿Recuerdas a Kurt? —¡Ja! ¿Quién podría olvidar al buen Kurt? —responde torciendo los ojos. —No quiero que la historia se repita. Piero tiene buenos sentimientos, pero no pienso aceptarlo si… —Pienso dos veces antes de decirle que sigo enamorada de Nikolai. —«Si sigues amando a Nikolai»… Lo sé —completa mi frase sin muchos ánimos. Se sacude la cabeza alborotando su cabello—. Samantha… por favor no me digas que sigues enamorada de ese tipo, no puede ser, después de todo lo que nos ha hecho… Empezando porque te abandonó… —De hecho, para ser más exactos, yo lo abandoné —digo bajando la mirada. —Tenías motivos, lo encontraste con otra mujer. ¡Ves! ¡Él follando con otra mujer y tú y la niña en casa! ¡¿Qué clase de…?! —No estaban follando… solo vi que se besaron y después ella se comenzó a desvestir y… —Bueno, no los viste en el acto, pero claramente lo i
Veo los platos ante mí, encimados unos en otros, cuando mis ojos se posan en los cubiertos me doy cuenta que hay más de los que conozco; me animo a levantar la mano para agarrar uno, pero desisto. —Hubieras dejado sentar a Piero entre los dos para que nos explicara cómo usar todo esto —le digo a Ed en voz baja. —Creí que tendrías conocimientos de etiqueta… —Levanta una cuchara ante sus ojos con confusión. —N… —Por poco y pronuncio su nombre, no me imagino la cara de mis padres al decir «Nikolai» a los cuatro vientos— …siempre me explicaba, pero… no me acuerdo —le digo entre dientes. —¿N? —Frunce el ceño confundido—. ¡Ahhh! ¡N! ¡Claro! —Deja la cuchara en la mesa y pone sus manos en el regazo, feliz de haberme entendido. —Creo que me quiere doler la cabeza. —Pongo mi mano en mi sien. —¿Sufres de dolores de cabeza constantes? —pregunta Catalina viéndome preocupada. —Solo cuando se estresa —responde Ed por mí. —Solo cuando