Capítulo 85

Es una melodía que reconozco de inmediato: «El Barbero de Sevilla». Pienso en la primera y única vez que vi a Ansel Schmidt, salía de la casa de Regina limpiándose la sangre de sus manos mientras la canción sonaba suavemente como el epílogo de su trabajo. Trato de agudizar mi oído por encima de la música tan alta, intentando escuchar algún ruido que lo delate. Percibo pasos por arriba de mi cabeza, en el primer piso.

Me dirijo hacia las escaleras y las subo con cautela, manteniendo principal atención hacia las esquinas. Cuando llego arriba veo una puerta media abierta y la música se vuelve cómica –me siento encerrado en una caricatura animada–. De una patada abro la puerta y algo cae encima de mí, una sábana me cubre cegándome y un golpe en el abdomen me arroja hacia atrás, haciéndome caer y perder la pistola.

—Siempre me

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