Es una melodía que reconozco de inmediato: «El Barbero de Sevilla». Pienso en la primera y única vez que vi a Ansel Schmidt, salía de la casa de Regina limpiándose la sangre de sus manos mientras la canción sonaba suavemente como el epílogo de su trabajo. Trato de agudizar mi oído por encima de la música tan alta, intentando escuchar algún ruido que lo delate. Percibo pasos por arriba de mi cabeza, en el primer piso.
Me dirijo hacia las escaleras y las subo con cautela, manteniendo principal atención hacia las esquinas. Cuando llego arriba veo una puerta media abierta y la música se vuelve cómica –me siento encerrado en una caricatura animada–. De una patada abro la puerta y algo cae encima de mí, una sábana me cubre cegándome y un golpe en el abdomen me arroja hacia atrás, haciéndome caer y perder la pistola.
—Siempre me
—¿Qué carajos pasó? —pregunta Óscar acercándose. —Fue Ansel Schmidt, él mató a Samantha —digo con un hilo de voz. —No… Nikolai, tal vez Samantha no esté muerta… —Me ayuda a levantar y parece ansioso. Su mirada nerviosa y a la vez con esperanza me molesta. —El cuerpo en la morgue es de otra mujer, pero Ansel me acaba de decir que exterminó a Samantha, que mi nuevo juego será encontrar su cuerpo. —Imposible… —dice Óscar retrocediendo con horror. —Así de sencillo se pierde la esperanza, de un momento a otro. —Pongo mi mano sobre su hombro y bajo la mirada ocultando mi dolor. —No… no puede ser… entonces… ¿Irina? ¿Los Rudenko? —dice Óscar sin soltar el tema. —No lo sé. —Ese hombre trabaja para los Rudenko, claramente todo fue orquestado por ellos. —Dijo que él tomó la decisión, que no fue enviado por nadie. —¿Le crees? —No. —¿Ahora qué? —Aún quedan las huellas de Edwar
—Mi pequeña… No sabes como quería hacer esto el día que nos vimos en casa de Piero. —La voz de Catalina se quiebra y sin perder más tiempo, besa mi mejilla para después envolverme entre sus brazos.Cierro los ojos y apoyo mi rostro sobre su hombro, mis brazos corresponden el gesto. Su piel huele a rosas y su cabello es suave.—Mi pequeña, todo estará bien. —Acaricia mi espalda con ternura.—Señor. —Piero saluda a alguien y baja la cabeza con respeto.Catalina me libera y voltea hacia su compañero de baile; el hombre me dedica una mirada confundida y brillosa, es como si quisiera llorar y eso lo pusiera de malas. Me ve de arriba abajo, tal vez detectando lo deplorable de mi semblante pese a todo el maquillaje.—Es nuestra pequeña —dice Catalina y lo abraza por el torso.Entonces caigo en la cuenta, él es mi padre
—Hablas con el veneno de la venganza fluyendo por tus venas, eso te nubla el juicio, pequeña —dice Bartolomé dudando de mi determinación—. Te ayudaré a encontrar a tu hija pues es sangre de mi sangre al igual que tú, pero tendrás que demostrarme que tienes la cabeza fría para comandar a mis hombres y derrocar al demonio ruso y a su ejército. Cuando menciona ese apodo mi corazón da un vuelco. ¿En qué momento me olvidé de Nikolai? ¿Cuándo se me olvidó que al enfrentarme a la mafia rusa, él será mi principal enemigo? ¿Tendré el corazón para detenerlo, para… matarlo? —Creo que por el momento lo mejor será que Samantha descanse, su estancia en el gulag la dejó muy mal —dice Piero reduciendo la presión, tal vez adivinando lo que pasa por mi cabeza. —Hablaré con nuestro doctor de confianza para que te revise y nos ayude a regresarte a tu antigua gloria —dice Catalina tomando mi rostro con ambas manos y besando mi frente—. Bienvenida a casa, Samantha. —Me abraz
—Está perdidamente enamorado de ti —dice Edward en un susurro. —¿Recuerdas a Kurt? —¡Ja! ¿Quién podría olvidar al buen Kurt? —responde torciendo los ojos. —No quiero que la historia se repita. Piero tiene buenos sentimientos, pero no pienso aceptarlo si… —Pienso dos veces antes de decirle que sigo enamorada de Nikolai. —«Si sigues amando a Nikolai»… Lo sé —completa mi frase sin muchos ánimos. Se sacude la cabeza alborotando su cabello—. Samantha… por favor no me digas que sigues enamorada de ese tipo, no puede ser, después de todo lo que nos ha hecho… Empezando porque te abandonó… —De hecho, para ser más exactos, yo lo abandoné —digo bajando la mirada. —Tenías motivos, lo encontraste con otra mujer. ¡Ves! ¡Él follando con otra mujer y tú y la niña en casa! ¡¿Qué clase de…?! —No estaban follando… solo vi que se besaron y después ella se comenzó a desvestir y… —Bueno, no los viste en el acto, pero claramente lo i
Veo los platos ante mí, encimados unos en otros, cuando mis ojos se posan en los cubiertos me doy cuenta que hay más de los que conozco; me animo a levantar la mano para agarrar uno, pero desisto. —Hubieras dejado sentar a Piero entre los dos para que nos explicara cómo usar todo esto —le digo a Ed en voz baja. —Creí que tendrías conocimientos de etiqueta… —Levanta una cuchara ante sus ojos con confusión. —N… —Por poco y pronuncio su nombre, no me imagino la cara de mis padres al decir «Nikolai» a los cuatro vientos— …siempre me explicaba, pero… no me acuerdo —le digo entre dientes. —¿N? —Frunce el ceño confundido—. ¡Ahhh! ¡N! ¡Claro! —Deja la cuchara en la mesa y pone sus manos en el regazo, feliz de haberme entendido. —Creo que me quiere doler la cabeza. —Pongo mi mano en mi sien. —¿Sufres de dolores de cabeza constantes? —pregunta Catalina viéndome preocupada. —Solo cuando se estresa —responde Ed por mí. —Solo cuando
—Era prácticamente una mercenaria, pertenecí a un grupo que me acogió de pequeña cuando era huérfana y aprendí tan rápido el negocio que terminé comandándolo. Tu padre me encontró y me pidió un par de favores bien remunerados, el trabajo nos unió y cuando me di cuenta ya tenía el anillo de matrimonio en mi dedo. —Ve su anillo en la mano y sonríe. —Vaya… tal para cual… ¿Por qué cubrías tu rostro? Giro la máscara y noto que tiene unas correas para mantenerla sujeta a la cara y algunas esponjas en frente y pómulos. El material es muy grueso, tamborileo con las uñas y un sonido metálico como de monedas cayendo suena en la habitación. —Está hecha de kevlar —responde orgullosa a la pregunta que no formulé, para después responder a la que si hice—. A diferencia de tu padre, yo caminaba entre la gente, sin miedo, nadie conocía mi rostro, nadie sabía que yo era esa asesina que todos conocían como Smiley, podía tener una vida relativamente normal. —Una vida rel
—No es tonto, solo eres una mujer enamorada y arrepentida. —Catalina acaricia mi mejilla con cariño. —Se lo debo. —Intento sonreír y una lágrima escurre por mi mejilla—. Después de lo que hice en Viena, después de abandonarlo de esa forma, creo que es lo mínimo que puedo hacer para estar en paz conmigo misma. —Bien, pero no dejaré que lo hagas sola, es muy peligroso… Escoge gente de confianza que te acompañe a cada paso que des, yo me encargaré de que tu padre te de lo que necesitas. —Me sonríe y me abraza de forma maternal—. Además, necesitarás cubrir tu identidad, sería peligroso que Nikolai te descubriera, no sabemos que intenciones tendría hacia ti, así que… —Toma la máscara y la sobre pone en mi cara— …bienvenida de regreso, Smiley. ♠ —¿Me estás diciendo que quieres armar un grupo de asalto enmascarado? —pregunta Ed sonriendo de medio lado mientras presiona los botones del control del Xbox con desesperación intentando ganarme en Mortal Kombat.
—Oleg arrancó el seguro de una granada, yo era su objetivo y lo único que pasaba por mi cabeza era… lanzarme sobre ella, era la única forma que se me ocurría para que la explosión no alcanzara a Cristina y a María, ellas eran lo único que me importaba, lo único que me quedaba y quería proteger aunque perdiera la vida. —Pierde las fuerzas, se recarga sobre la pared al lado del retrato del primer Zorro y esconde su rostro entre sus manos. »Una explosión sacudió el pasillo, este se empezó a desmoronar y caer en pedazos hacia la planta baja, los hermanos Rudenko buscaban no perder el equilibrio así como yo; me agarré con fuerza del barandal mientras Oleg resbalaba y lanzaba de forma errática la granada. El piso debajo de mis pies se fracturó y cayó arrastrándome, pero pude ver como la puerta de la habitación se abría. »De seguro Cristina estaba asustada por la explosión y quería huir, si hubiera mantenido la puerta cerrada, la granada no hubiera entrado. No pudieron sali