Capítulo 81

—Será rápido, lo prometo —digo con una sonrisa intentando consolarlo.

Sus ojos se ven cansados, se quieren cerrar y su sonrisa se relaja; la oxicodona le ha hecho olvidar el miedo. Se recarga y respira profundamente mientras apoyo el cañón de mi arma contra la parte interna de su muslo.

—Eres doctora… —dice con voz relajada y su sonrisa se hace más grande— …solo un doctor sabría que la ruptura de la arteria femoral provoca una muerte inevitable.

—Las manos que alguna vez se formaron para curar, ahora van matar… Siempre tuvo que ser así. —Me dan ganas de llorar por ese trágico e inevitable destino.

—Si tu objetivo es por un bien mayor, que así sea.

Cierra los ojos y cae en un sopor profundo es entonces cuando jalo del gatillo, la bala atraviesa su muslo y de inmediato su pantalón se tiñe de carmín;

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