—¡¿Qué demonios fue eso?! —Exclama Ed angustiado.
—Les dije que eran trampas rudimentarias, pero efectivas —dice Erika de nuevo.
—¿Por qué tu padre puso trampas? ¿No está custodiado por los Rudenko? —pregunta Piero mientras avanzamos con más precaución.
Tomo una vara del piso lo suficientemente grande para usarla de bastón y presionar con este el camino frente a mí antes de pisarlo, tal vez pueda descubrir alguna trampa oculta antes de que me mate.
—No, ellos solo llegan a recoger las píldoras, eso es todo… pero mi padre temía que los japoneses lo descubrieran y llegaran por sorpresa, su captura significaría mi muerte, quería estar preparado, así que puso estas trampas —explica Erika.
De pronto mi vara presiona algo metálico, chasquea y brinca apresándola y rompiéndola, es una trampa con dientes de acero: picudos y filosos.
—Tengan cuidado por donde pisan, hay trampas para osos —advierto a los demás.
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La caminata me es
Edward se acerca y besa la frente del hombre que acaba de conocer, aunque no le tiene un cariño profundo, tiene esa empatía que nace por alguien que está haciendo lo correcto por un bien mayor. —Sé que no es su obligación, pero no me siento lo suficientemente fuerte para hacer esto solo. —Richtofen levanta la mirada suplicante hacia Piero—. ¿Te importaría librarme de mi miseria? —Papá… —dice Erika desconsolada intentando acercarse de nuevo a su padre, pero Ed la detiene, abrazándola con gentileza—. No, por favor… No, déjame con él, quiero estar con él… ¡Papá! —Su voz se quiebra y aunque hace un gran esfuerzo por zafarse del abrazo de Ed, no lo logra. —Cuida de ella —dice Richtofen a Ed, quien asiente sin ocultar su mirada destrozada—. Los quiero, hijos míos —dice como último adiós. —Vamos… No tienes que ver esto, será peor —dice Ed terminando de sacar a Erika de la cabaña. Piero revisa el cargador de su pistola, se planta frente al químico y l
—Será rápido, lo prometo —digo con una sonrisa intentando consolarlo.Sus ojos se ven cansados, se quieren cerrar y su sonrisa se relaja; la oxicodona le ha hecho olvidar el miedo. Se recarga y respira profundamente mientras apoyo el cañón de mi arma contra la parte interna de su muslo.—Eres doctora… —dice con voz relajada y su sonrisa se hace más grande— …solo un doctor sabría que la ruptura de la arteria femoral provoca una muerte inevitable.—Las manos que alguna vez se formaron para curar, ahora van matar… Siempre tuvo que ser así. —Me dan ganas de llorar por ese trágico e inevitable destino.—Si tu objetivo es por un bien mayor, que así sea.Cierra los ojos y cae en un sopor profundo es entonces cuando jalo del gatillo, la bala atraviesa su muslo y de inmediato su pantalón se tiñe de carmín;
—¿Quién está a cargo de la autopsia? —Ansel me ve fijamente, por suerte sé la respuesta.—La doctora Karime Arany… —pronuncio el nombre que escuché decir a Nikolai— …pero hay un problema, Nikolai le encargó a Óscar que la protegiera mientras realiza su trabajo.—No hay problema, yo me encargaré —dice Ansel con una sonrisa arrogante.—¿Qué te hace creer que te confiaré algo tan importante después de tu descuido en el gulag? —Oleg parece aun guardar resentimiento contra Alsen por lo sucedido.—Porque soy tu mejor opción —responde Ansel divertido por ver como mi hermano pierde la cabeza—. ¿Dónde está el cuerpo?—En Hungría, en la comisaría del distrito 13 en Budapest —respondo de inmediato.—Bien, ordenen todo esto mie
—¿Catalina? Sí, es la señora que se encarga de la limpieza de tu casa —digo con temor de estarme equivocando. —¿Eso te dijo? —Una sonrisa burlona se forma en la boca de Piero. —Sí, ¿por qué? —No es la que se encarga de la limpieza, es tu madre… —Se carcajea divertido por mi inocencia. —¡¿Qué?! Mi exclamación hace que mi hermano y… su hermana, se acomoden en sus asientos y dejen de roncar; por lo menos sirvió de algo. —Ella siempre estuvo al pendiente de cada paso que daba para encontrarte, así que cuando supo que iba de regreso a Italia con una acompañante no tuve que decir mucho, ella adivinó que eras tú y por si lo estabas pensando, no, no te delaté, ella simplemente apareció llena de curiosidad y quiso conocerte. —Vaya, se siente tan extraño haber estado frente a ella y… no pensar en que podría ser mi madre. —Giro el vaso de cartón entre mis manos. —Ella aseguró que eras su hija antes de que recibiera los resultados
—Por las pruebas de ADN, Irina trajo un mechón de cabello del cadáver, el mismo que funcionó para realizar la prueba… —dice Óscar, pero noto un atisbo de desconfianza en sus ojos. —¿Están seguros que era parte del cuerpo? ¿La vieron cortar ese mechón de cabello? —pregunto insistente, compartiendo su desconfianza. —El cabello del cadáver era muy diferente al que traía Irina, que era terso y firme según Nikolai, en cambio el otro se despegaba fácilmente del cuero cabelludo, tal vez por el estado de putrefacción… —O por una decoloración… —digo con una sonrisa y levanto la foto de la institutriz con el cabello sutilmente más oscuro—. Supongo que en un cadáver el peróxido ha de ser más agresivo. ¿Cómo podemos…? —Ni siquiera sé cómo terminar mi pregunta. —Con una autopsia… —Abre los ojos con sorpresa—. ¡Chyórt pabyerí! ¡La doctora! —¿Qué? —Por el tiempo que llevo con él, sé que esas palabras las usa para maldecir. —Nikolai me pidió
Es una melodía que reconozco de inmediato: «El Barbero de Sevilla». Pienso en la primera y única vez que vi a Ansel Schmidt, salía de la casa de Regina limpiándose la sangre de sus manos mientras la canción sonaba suavemente como el epílogo de su trabajo. Trato de agudizar mi oído por encima de la música tan alta, intentando escuchar algún ruido que lo delate. Percibo pasos por arriba de mi cabeza, en el primer piso.Me dirijo hacia las escaleras y las subo con cautela, manteniendo principal atención hacia las esquinas. Cuando llego arriba veo una puerta media abierta y la música se vuelve cómica –me siento encerrado en una caricatura animada–. De una patada abro la puerta y algo cae encima de mí, una sábana me cubre cegándome y un golpe en el abdomen me arroja hacia atrás, haciéndome caer y perder la pistola.—Siempre me
—¿Qué carajos pasó? —pregunta Óscar acercándose. —Fue Ansel Schmidt, él mató a Samantha —digo con un hilo de voz. —No… Nikolai, tal vez Samantha no esté muerta… —Me ayuda a levantar y parece ansioso. Su mirada nerviosa y a la vez con esperanza me molesta. —El cuerpo en la morgue es de otra mujer, pero Ansel me acaba de decir que exterminó a Samantha, que mi nuevo juego será encontrar su cuerpo. —Imposible… —dice Óscar retrocediendo con horror. —Así de sencillo se pierde la esperanza, de un momento a otro. —Pongo mi mano sobre su hombro y bajo la mirada ocultando mi dolor. —No… no puede ser… entonces… ¿Irina? ¿Los Rudenko? —dice Óscar sin soltar el tema. —No lo sé. —Ese hombre trabaja para los Rudenko, claramente todo fue orquestado por ellos. —Dijo que él tomó la decisión, que no fue enviado por nadie. —¿Le crees? —No. —¿Ahora qué? —Aún quedan las huellas de Edwar
—Mi pequeña… No sabes como quería hacer esto el día que nos vimos en casa de Piero. —La voz de Catalina se quiebra y sin perder más tiempo, besa mi mejilla para después envolverme entre sus brazos.Cierro los ojos y apoyo mi rostro sobre su hombro, mis brazos corresponden el gesto. Su piel huele a rosas y su cabello es suave.—Mi pequeña, todo estará bien. —Acaricia mi espalda con ternura.—Señor. —Piero saluda a alguien y baja la cabeza con respeto.Catalina me libera y voltea hacia su compañero de baile; el hombre me dedica una mirada confundida y brillosa, es como si quisiera llorar y eso lo pusiera de malas. Me ve de arriba abajo, tal vez detectando lo deplorable de mi semblante pese a todo el maquillaje.—Es nuestra pequeña —dice Catalina y lo abraza por el torso.Entonces caigo en la cuenta, él es mi padre