Despego mi boca y la suya insiste en buscarme, pongo mis dedos sobre sus labios intentando calmar su necesidad. Cuando abro los ojos él aun los tiene cerrados y besa cada uno de mis dedos. Levanta sus parpados y sus ojos leoninos se muestran arrogantes, necesitados y pasionales, con esa oscuridad que la lujuria crea al apoderarse de ellos.
—No… no te irás… —dice en voz baja y ronca, su aliento choca contra mi boca.
—Creí que eso era lo que querías. —No puedo evitar sonreír, satisfecha por saber que sigue anhelándome como antes—. Creí que ya no me amabas.
—Jamás pienses eso… Nunca he dejado de amarte y nunca lo dejaré de hacer…
—¿Entonces…?
—No quiero que nada malo te pase y la única forma de protegerte es lejos de mí y de lo que soy. —Besa mi mejilla casi sobre la comisura de mi
—Por eso es que tenemos que hacer las cosas bien desde ahora —añade Anette tomándome por los hombros.—Anette… no vamos a hacer nada de eso, así que relájate, ¿quieres? —Tomo sus manos y la alejo un par de pasos.—¡Bien! ¡Como quieras!, pero yo apoyo su unión. —Me guiña un ojo y se acerca a la puerta mientras dos de los hombres de Brant entran por las maletas—. Por cierto, Piero te está buscando. —Con eso último termina su participación y sale del cuarto.Resoplo y me siento en el colchón, pienso en Piero y el corazón se me encoje, simplemente me pongo en su lugar, viendo como la mujer dueña de tus desvelos se besa con el hombre que la ha hecho sufrir tanto. Debe de estar muerto de coraje y lo que menos me preocupa es que decida dejar de ayudarme, me tortura que pueda estar sufriendo.Salgo de la hab
—Nos hemos quedado sin fórmula y ahora Nikolai debe de pensar que somos unos traicioneros. Salí huyendo en cuanto los panzers llegaron —digo avergonzada de mi misma.—¿No mataron a Nikolai? —Yakov levanta su mirada hacia mí sin dejar de fruncir el ceño.—No… Si eso fuera, ya nos hubieran avisado —respondo abrazándome a mí misma.La puerta se vuelve a abrir, esta vez es Oleg acompañado de su maldito amiguito. Un hombre arrogante y pretencioso, se cree que nadie lo merece. Tiene los cabellos negros y una mirada castaña profunda enmarcada por cejas gruesas; se pavonea dentro del lugar, viendo todo y de seguro criticándolo.—¿Qué ocurre? Parece que vieron un fantasma —dice Oleg acercándose al pequeño mini-bar que tiene mi padre dentro de su despacho y sirviéndose un trago.—Todo sali&oacut
Tomo un frasco de D-IX y no puedo creer que éste fuera el trabajo de Richtofen, un hombre con una mente excepcional que se enfocó en hacer el mal. Suspiro y dejo el frasco junto con los demás dentro de las bolsas; el botín anterior está en Italia, con mis padres, espero que ya hayan encontrado la forma de destruir estas píldoras sin intoxicar a alguien.—¿Es lo último? —pregunta Erika viendo las píldoras con dolor.—Así parece. —Le sonrío y pongo mi mano en su hombro.—Es lo que mi padre habría querido.—Así es, con esto creo que podrá por fin descansar en paz. —Me parte el corazón verla triste.Cómo me hubiera gustado poder mantener la vida de Richtofen intacta, tal vez nuestra historia sería diferente, por lo menos Erika y Ed no habrían perdido a su padre y tendrían una aleg
—Edward… ¿Por qué te pones así? ¿Qué no ves que no hemos matado a nadie de tu equipo? Tranquilo, viejo… No les haremos daño. —Óscar pone su mano sobre mi hombro y me sonríe de forma amistosa. Me sacudo la mano de Óscar del hombro y le dedico la mirada más furiosa de mi repertorio. —¡¿Qué carajos están haciendo aquí?! —grito desesperado, perdiendo los estribos—. ¡Malditos rusos! —Tranquilo, amigo. —¡No soy tu amigo! —Ed, no tienes que preocuparte, dejaremos que se lleven todo lo que obtuvieron, incluso las píldoras, créeme… no las queremos. —Me dedica una sonrisa condescendiente. —Si no quieren nada de lo que tenemos en esta bodega, entonces… ¿Qué hacen aquí? —pregunta Piero conteniendo su furia. —Solo venimos por una sola cosa. —Sonríe Óscar. Odio que nos vea como si fuéramos un grupo de retrasados. De pronto la puerta del fondo se abre y la imagen me da horror. Veo a Nikolai con uno de esos uniformes que lo hicieron pa
Los brazos que me sujetaban me levantan y entonces lo veo, es Nikolai, sin esa barba alrededor de su boca, con esos ojos miel, tan intensos y cargados de arrepentimiento que me ven con preocupación y lástima. —¿Por qué no duermes un poco? —Camina conmigo en brazos de regreso a la habitación. Abro la boca, pero no emito ningún sonido, es como si se me hubiera olvidado como hablar. Aprieto los dientes frustrada y en cuanto mi cuerpo toca la cama siento que el sopor quiere apoderarse de mi escasa conciencia. Me aferro a las sábanas y me jalo obligándome a volver a levantarme; Nikolai me toma de los hombros y sin imprimir mucha fuerza detiene mis intenciones. —Ed… —pronuncio arrastrando la voz y siento que imprimo todas mis fuerzas para poder sentarme, luchando contra la insistencia de Nikolai porque me recueste. —Está bien, no le hicimos daño, nadie salió herido, toda tu gente está ilesa. —Nikolai toma mi rostro entre sus manos y su mirada se vuelve más
Toma mis manos y las pone sobre la cama, presionando mis muñecas, sometiéndome ante su fuerza y disfrutando de tener el control sobre mí. Su boca muerde mi cuello haciéndome liberar un gemido más audible. El aire me falta, mi corazón se acelera y mis caderas se mueven más ansiosas, deseando que la velocidad de sus embestidas aumente y el placer se vuelva incontrolable. De pronto me gira en la cama, me pone boca abajo y pasa su brazo por enfrente de mis hombros mientras vuelve a penetrarme, sujetándome con su mano libre de las caderas, manteniéndome firme para él. Me aferro a las sábanas y escucho sus ronroneos en mi oído mientras la humedad recorre mis muslos, resbalando suavemente como una caricia hasta mis rodillas. Cierro mis ojos y mi cuerpo tiembla, sucumbe de placer y me retuerzo debajo del suyo. Siento la necesidad de apretar mis piernas mientras mis caderas siguen moviéndose ansiosas. De nuevo me siento viva, toda esa pasión y lujuria que perecieron y se cong
Samantha Sforza Por segunda vez en 24 horas, vuelvo a despertar en la cama vacía, solo queda el calor de Nikolai entre las sábanas. Me levanto sin poder ocultar mi sonrisa, mis piernas se sienten débiles y me muerdo los labios en cuanto recuerdo el motivo. Busco en el closet algo que ponerme y encuentro ese primer conjunto que tuve gracias a él, el suéter color vino, los leggins negros y esas botas largas. Una vez ya vestida le echo un vistazo rápido a la habitación, abro los cajones de la mesa de noche, están vacíos así como los del tocador. ¿Dónde está mi uniforme? No es que la minifalda sea completamente de mi gusto, pero ya me había encariñado con ese traje sastre sexy y dudo que Anette esté muy contenta de que haya perdido la ropa, sobre todo mi máscara. Abro la puerta de la habitación y veo todo con otros ojos, unos no tan drogados. Es el departamento de Nikolai, ese donde nos dimos nuestro primer beso mientras tomábamos café. Paso mi m
En mi recorrido hacia la recepción percibo la mirada de algunas personas que me ven con sorpresa y desconcierto, y pese a su vestimenta informal algo me dice que son hombres de La Bratvá; de seguro la primera vez que entré aquí también los había, pero nunca me percaté de ellos o simplemente los tomé como personas arrogantes que tal vez estaban juzgándome, ahora entiendo que solo estaban cuidando a su dueño. Salgo a la calle y le doy las llaves al encargado. Espero pacientemente en la acera y veo la maleta en mi mano, es pequeña, pero también la ropa que suelo usar, además de ligera y nada estorbosa, la Samantha de antes no estaría dispuesta a usarla. El tipo del valet parking me entrega un auto poderoso, negro, imponente, tan fiero y elegante como su dueño. Suspiro y entro en él, los asientos de piel son realmente cómodos y el interior huele a la loción de Nikolai. Pongo ambas manos en el volante y sonrío satisfecha. Es bueno saber que conservo su amor y que si todo