Mientras tanto, Aurora llegó a su hogar, y se dirigió directamente a la habitación donde su amiga estaba sentada en la cama, absorta en un programa de televisión.—Volviste, pensé que dormirías con Max… —sus palabras murieron en la cachetada que Aurora le dio. El golpe resonó en la habitación y Bella se quedó paralizada, con los ojos llenos de lágrimas de sorpresa y dolor.—¿Por qué me has pegado? —inquirió Bella, escandalizada y con los ojos aguados, mientras se llevaba una mano a la mejilla enrojecida.—Te dije que no hicieras nada, ¿por qué lo hiciste? —Aurora le reprochó, furiosa.—Fue por ti. Creí que si Maxwell se sentía presionado por la sociedad y por el rey, se vería obligado a casarse contigo.—¡Qué tontería! Ahora Maxwell cree que fui yo. Deberías haber visto cómo me señalaban todos —Aurora se dejó caer en el borde de la cama, lanzó su cartera al suelo y se aferró al colchón, clavando sus dedos en la tela, intentando contener su frustración.—No lo consideré, lo lamento...
Miguel no podía soportar más el silencio. Su paciencia había llegado a su límite. Avanzó hacia la madre de Valentina, quien con manos temblorosas apretaba la tela de su vestido.Sin previo aviso, Miguel le agarró bruscamente la cara con una mano, clavándole los dedos en la mejilla con una ferocidad escalofriante. La señora, con ojos desorbitados y rostro pálido, rompió en llanto.—¡Le he hecho una pregunta! —gritó Miguel con ojos encendidos de rabia. —¡Papá, deja a mi abuelita! —pidió Laurita golpeando con insistencia la pierna de Miguel con sus pequeñas manos. —¿Por qué no dice nada, señora? —volvió a gritar Miguel, con cara contorsionada por la furia, asustando aún más a la niña. De repente, el sonido de la cerradura siendo abierta desvió la atención de Miguel hacia la puerta principal.—Tía, la cliente me canceló la… —Adriana se detuvo en seco. Sin preguntar nada, sacó su teléfono del bolsillo con manos temblorosas y marcó el número de emergencia. "Por favor, envíen a la polic
Benjamín se encontraba sentado en el salón de descanso, frente a la chimenea que desprendía un calor acogedor, mientras Amalia, junto a él, se acurrucaba a su costado.—Querido, sabes que te amo, ¿cierto?— expresó Amalia, aún con el temor de que Benjamín accediera a la solicitud de Maxwell de divorciarse de ella.Pero él, en vez de responderle, con un gesto indiferente, le entregó un documento. Amalia lo tomó con manos temblorosas y, al leerlo, sus ojos se agrandaron con sorpresa y disgusto.—No. Me niego —le dijo, devolviéndole el papel con firmeza. Benjamín apretó los labios, y sus ojos destellaban una calma tensa.—Es lo que hay, lo tomas o lo dejas —dijo, con las piernas cruzadas y sosteniendo un vaso con coñac.—No se trata de tomar o dejar, no estoy de acuerdo y punto —Amalia le puso el papel sobre el pecho. Benjamín alzó la mirada y se encontró con Evelyn ingresando al salón junto a Olivia.—Hijo, ¿qué sucede?Benjamín ocultó rápidamente el papel detrás de sí, esforzándose po
Con preocupación, Valentina extendió la mano para tocar la frente de Maxwell, pero él se giró con rapidez, esquivando el segundo golpe que Miguel dirigía hacia él con un garrote de metal. Con la agilidad de sus años de entrenamiento militar, Maxwell pudo atraparle la mano, y con un movimiento fluido, le dio una voltereta que lo tiró al suelo. Colocándole el brazo tras la espalda, Maxwell se acomodó, presionando una rodilla sobre él.—¡Eres una zorra, Valentina! ¡Ya sé todo! ¡Juegas a ser la ramera de dos hermanos! ¡Qué bajo has caído! —gritaba Miguel, con el rostro desencajado y la respiración agitada.Valentina, con la mano temblorosa cubriéndose la boca, miraba con horror cómo Miguel empuñaba en la otra mano una hoja de una revista en la que aparecía ella. Maxwell, mientras tanto, sacudía momentáneamente la cabeza para que la sangre que se deslizaba por su frente no le entrase al ojo izquierdo.—¿Quién es este hombre?—¡¿No sabes quién soy, maldito, y te acuestas con mi mujer?! ¿C
—No insultes a los perros.Maxwell rompió a reír con la expresión desencajada y, aunque quería simular diversión, se notaba su irritación y se pasó la mano por los labios varias veces.—Eres la única persona que se atreve a ofenderme. Tienes agallas. Bien, aceptaré que me ayudes. —Sígueme — él miró con incredulidad cómo Valentina caminaba delante.«Me insulta y la sigo como un idiota, ¿qué me pasa?», se recriminó por no haberle dicho algunas cosas hirientes. Una vez en la habitación, decorada con un estilo clásico y elegante, Valentina acostó al niño en la cama. Maxwell se sentó en la orilla, acariciándole una manito, mientras veía con ternura cómo dormía plácidamente, inocente de todo.—¿Sabes? Un doctor te rasparía el cabello —le dijo Valentina mientras desinfectaba la herida con manos temblorosas.—Deja de inventar.—Es en serio. Necesitas sutura. Está profunda la herida —decía entretenida, sin pensar en la cercanía que ambos estaban teniendo. La nariz de Maxwell estaba tan cerc
Nicholas, que se acercaba a ver por qué Ethan tardaba tanto, se petrificó al ver a Maxwell. Tragó grueso, había mantenido distancia porque le costaba verlo, quería contarle lo que ocurría con Ethan, pero no sabía cómo expresarlo. «Aplazarlo no servirá de nada», pensó con los puños apretados.—Max, Ethan se está quedando aquí —dijo Nicholas, con voz temblorosa.Ethan giró a ver a Nicholas con ojos agrandados.—Lo siento, Max. Yo… no sabía a quién más acudir. Ahora vivo aquí —se apresuró a decir, cabizbajo.—Yo no supe qué más hacer… necesitaba un sitio donde quedarme y lo siento, pensé en Nicolás. Sé que es tu mejor amigo… —continuó justificándose con temor—. ¡No tienes que hacer esto! ¡Tú puedes volver a tu casa!—¿Para qué voy a regresar, si después de confesarme todos me miran como si yo fuera lo más raro del mundo? Solo les causo vergüenza y desprecio… sobre todo a ti.—Nunca he dicho que me avergüences, y menos te he despreciado.—Claro que sí, lo haces, aunque intentes simular qu
Grandes gotas de lluvia caían pesadamente sobre el cristal de la camioneta, acompañando el estado de ánimo de Maxwell, mientras la desilusión se reflejaba en su mirada perdida. Dolido, sentía un sabor amargo en el paladar mientras sus pensamientos se sumergían en la ironía de su propia desgracia.«Soy el chiste más grande. ¿Cuándo se arruinó mi buena percepción?», pensó con amargura, casi riéndose de sí mismo.El sonido de su teléfono lo sacó de su lamento.—Dime, madre —dijo fríamente, sin querer volver al castillo.—Hijo, busca a tu hermanito, dile que regrese. Me siento mal viendo cómo mi familia se divide —escuchó la pena en la voz de Evelyn.—¿Qué vuelva a casa? —reiteró sarcásticamente.—Sí, hijo, Ethan no tiene a dónde ir. Siempre fue de muy pocos amigos, debe estar hospedado en un hotel. Ve por él.—Madre, estás equivocada. Resulta que tu pequeño hijo tiene más que amigos —contestó Maxwell, con un toque de resentimiento en su voz.—Max…—Olvídalo, madre. Te llamaré después, a
—A veces, las prohibiciones son las más irresistibles—. Su aliento le rozó la piel y su voz sonó tan áspera que Valentina giró la cara con rapidez, y sus labios y nariz se rozaron con los de Maxwell. Respiró profundo, parpadeó y se mordió la mejilla interna para controlar la agitación en su pecho. —¿No crees?—¡Apártate! —le exigió arisca, pero Maxwell ni se inmutó.—¿Sabías sobre Ethan? ¿Es otra cosa que me ocultaste?—¿De qué estás hablando? ¿Ahora me acusarás de algo más? ¿A quién maté o de quién tomé dinero para arruinarte? —preguntó irónica y con resentimiento.—Supongo que mi hermano, tu mejor amigo y esposo falso, no te ha llamado. Después de todo, su amistad no es tan fuerte como me hicieron creer —espetó Maxwell con tono burlón.—¿Qué pasó con Ethan? —inquirió Valentina preocupada, y Maxwell la miró detenidamente.—Finges muy bien, pero te voy a contar; acabo de enterarme de que mi mejor amigo utiliza a mi hermano para su satisfacción. ¿Desde cuándo todos me han estado viendo