Grandes gotas de lluvia caían pesadamente sobre el cristal de la camioneta, acompañando el estado de ánimo de Maxwell, mientras la desilusión se reflejaba en su mirada perdida. Dolido, sentía un sabor amargo en el paladar mientras sus pensamientos se sumergían en la ironía de su propia desgracia.«Soy el chiste más grande. ¿Cuándo se arruinó mi buena percepción?», pensó con amargura, casi riéndose de sí mismo.El sonido de su teléfono lo sacó de su lamento.—Dime, madre —dijo fríamente, sin querer volver al castillo.—Hijo, busca a tu hermanito, dile que regrese. Me siento mal viendo cómo mi familia se divide —escuchó la pena en la voz de Evelyn.—¿Qué vuelva a casa? —reiteró sarcásticamente.—Sí, hijo, Ethan no tiene a dónde ir. Siempre fue de muy pocos amigos, debe estar hospedado en un hotel. Ve por él.—Madre, estás equivocada. Resulta que tu pequeño hijo tiene más que amigos —contestó Maxwell, con un toque de resentimiento en su voz.—Max…—Olvídalo, madre. Te llamaré después, a
—A veces, las prohibiciones son las más irresistibles—. Su aliento le rozó la piel y su voz sonó tan áspera que Valentina giró la cara con rapidez, y sus labios y nariz se rozaron con los de Maxwell. Respiró profundo, parpadeó y se mordió la mejilla interna para controlar la agitación en su pecho. —¿No crees?—¡Apártate! —le exigió arisca, pero Maxwell ni se inmutó.—¿Sabías sobre Ethan? ¿Es otra cosa que me ocultaste?—¿De qué estás hablando? ¿Ahora me acusarás de algo más? ¿A quién maté o de quién tomé dinero para arruinarte? —preguntó irónica y con resentimiento.—Supongo que mi hermano, tu mejor amigo y esposo falso, no te ha llamado. Después de todo, su amistad no es tan fuerte como me hicieron creer —espetó Maxwell con tono burlón.—¿Qué pasó con Ethan? —inquirió Valentina preocupada, y Maxwell la miró detenidamente.—Finges muy bien, pero te voy a contar; acabo de enterarme de que mi mejor amigo utiliza a mi hermano para su satisfacción. ¿Desde cuándo todos me han estado viendo
—En realidad, Ethan y yo nos divorciamos desde que descubrí que estaba embarazada —confesó con voz temblorosa.Maxwell se sentó de golpe en el sofá, con pies descalzos caminó hacia la cama. Se paró con las manos en los bolsillos y la miró a los ojos, buscando la verdad en su mirada.—¿Fue antes o después de que me fui? —Después de que te fuiste. Le pedí a Ethan que nos divorciáramos para que Oliver no naciera dentro del matrimonio —respondió Valentina, volviendo la cara para evitar su mirada.—¿Y por qué te quedaste fingiendo ser la esposa de mi hermano cuando ya no lo eras? —insistió Maxwell, tratando de entender sus razones.Valentina respiró hondo.—Porque él y Olivia me lo suplicaron. Mi embarazo fue todo menos bonito —susurró, cerrando los ojos como si eso pudiera alejar los recuerdos dolorosos.—Voy a darle mi apellido a Oliver, ¿te molesta que lo haga? —Para nada. Lo que sí me molesta es que quieras controlarme. Que Oliver sea tu hijo no te da derecho sobre mí. Cuando Miguel
— Esta podrá ser su casa, pero no compartiré una habitación con él —refunfuñó. Mientras, sentía cómo la ira crecía dentro de ella, alimentada por la frustración y la impotencia.Aunque por un momento pensó en lanzar toda esa ropa al basurero, decidió que hacer un alboroto solo provocaría más problemas. Resoplando como un animal enfurecido, decidió ir por un café. Necesitaba algo que la ayudara a pensar con claridad. De repente, detuvo sus pasos al ver que varios hombres ingresaban a la habitación con una mecedora, una cuna y otros utensilios para el bebé.—Señora, indíquenos dónde debemos colocar la cama del bebé —le solicitó uno de ellos con un tono respetuoso.Valentina respiró profundo antes de guiarlos. Aunque quería refutar, también entendía que Maxwell estaba cumpliendo con su deber como padre. Sentía admiración y resentimiento hacia él por su insistencia en cuidar de Oliver, a pesar de todo lo que había pasado entre ellos.—Señora, seré el guardia a cargo de toda la segurida
Maxwell observaba cómo todos los duques congregados en la sala, tenían sus miradas clavadas en él como aves de rapiña, listas para devorar a su víctima. Y a pesar de comprender la razón de su interés, no se inmutaba. Se convencía a sí mismo de que no eran más que insectos intentando picarlo, y no se apresuraba. Era consciente de que cada uno de ellos guardaba secretos mucho más oscuros que el único fallo que él había cometido.Las paredes revestidas de damasco en tonos de rojo intenso y oro, parecían estrecharse en torno a él, pero permanecía inquebrantable, con una sonrisa socarrona en su rostro.—Spencer, perderás todo —se mofó el duque de Liverpool, su contrincante, con voz impregnada de veneno—. Eres un hombre inmoral. ¿Cómo de tantas mujeres que existen en este mundo, se te ocurrió levantarle la falda de tu cuñada?Maxwell sonrió burlonamente, mientras el hombre chasqueaba la lengua con una chispa de desafío.—Entre ser inmoral y servirle de mujer al príncipe para que me dé ben
Los flashes titilaban frente a Ethan. Aunque nunca había enfrentado una situación similar, la importancia del momento era innegable.Hoy él solo tenía una misión, no podía seguir adelante si no cumplía ese objetivo trazado: limpiar la imagen de Valentina. En su mente, Ethan no podía ser feliz, si no contribuía a la felicidad de su amiga, porque en realidad, ella era lo único que le importaba por el momento.La presión era decididamente abrumadora, incluso teniendo a un equipo de seguridad que le hacía un cerco alrededor.Los periodistas, un mar de ansiosos rostros expectantes, aguardaban impacientes la primicia. La incertidumbre sobre la declaración de este noble, hermano del actual Duque Spencer, los mantenía en vilo, ansiosos por no perderse ni una sola palabra.Se había dispuesto que solo fueran citados algunos representantes de los medios más importantes del país. No obstante, se sentía como si hicieran acto de presencia muchas más personas.Nicolás, desde la distancia, le brinda
Laurita estaba sentada en el sofá de la sala, observando atentamente cómo Valentina, con una ternura infinita, amamantaba a Oliver. Los ojos grandes y curiosos de Laurita seguían cada movimiento de su madre, desde la forma en que acomodaba al bebé hasta la sonrisa suave que se dibujaba en su rostro mientras lo miraba. De repente, la pequeña se levantó y se acercó con pasos cautelosos, casi reverentes, como si temiera interrumpir un momento sagrado.—Mamita, ¿quieres más a Oliver que a mí? —preguntó Laurita, con ojos llenos de curiosidad y miedo.Valentina, sorprendida por la pregunta, la miró con amor. Acomodó a Oliver en su pecho y dejó espacio en sus piernas para Laurita. —Claro que no, mi amor. Los quiero a los dos por igual —respondió, con una calidez que solo una madre puede transmitir, mientras invitaba a la pequeña a sentarse sobre ella. Le dio un beso en la frente, llenándola de cariño.— ¿Por qué piensas que puedo querer a Oliver más que a ti, mi princesa?Laurita entrel
Alaia estaba sentada en un pequeño cuarto en la penitenciaría, y su corazón latía con fuerza mientras esperaba a Joshua. El ambiente frío y sombrío del lugar no hacía más que aumentar su ansiedad. Cuando Joshua finalmente apareció, su mirada era de sorpresa y confusión. —¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está Aurora? —preguntó Joshua, frunciendo el ceño. Alaia lo miró con pesar y dolor. Joshua había sido su amor platónico desde la primera vez que lo vio. Cometió el error de presentarle a su amiga Aurora, quien a la primera se interesó en él. Le dolía ver al hombre que tanto amaba en los brazos de otra, y más porque sabía que solo lo utilizaba para su conveniencia; ella no lo amaba, solo lo usaba para saciar sus necesidades. Al verlo detrás de aquel vidrio, no pudo evitar recorrer sus facciones. —Te estoy hablando, Alaia —exclamó Joshua con una voz gruesa y profunda, causando un escalofrío que recorrió toda la espalda de Alaia. —Ah, sí, perdón. Mira, seré sincera contigo, Aurora n