Con preocupación, Valentina extendió la mano para tocar la frente de Maxwell, pero él se giró con rapidez, esquivando el segundo golpe que Miguel dirigía hacia él con un garrote de metal. Con la agilidad de sus años de entrenamiento militar, Maxwell pudo atraparle la mano, y con un movimiento fluido, le dio una voltereta que lo tiró al suelo. Colocándole el brazo tras la espalda, Maxwell se acomodó, presionando una rodilla sobre él.—¡Eres una zorra, Valentina! ¡Ya sé todo! ¡Juegas a ser la ramera de dos hermanos! ¡Qué bajo has caído! —gritaba Miguel, con el rostro desencajado y la respiración agitada.Valentina, con la mano temblorosa cubriéndose la boca, miraba con horror cómo Miguel empuñaba en la otra mano una hoja de una revista en la que aparecía ella. Maxwell, mientras tanto, sacudía momentáneamente la cabeza para que la sangre que se deslizaba por su frente no le entrase al ojo izquierdo.—¿Quién es este hombre?—¡¿No sabes quién soy, maldito, y te acuestas con mi mujer?! ¿C
—No insultes a los perros.Maxwell rompió a reír con la expresión desencajada y, aunque quería simular diversión, se notaba su irritación y se pasó la mano por los labios varias veces.—Eres la única persona que se atreve a ofenderme. Tienes agallas. Bien, aceptaré que me ayudes. —Sígueme — él miró con incredulidad cómo Valentina caminaba delante.«Me insulta y la sigo como un idiota, ¿qué me pasa?», se recriminó por no haberle dicho algunas cosas hirientes. Una vez en la habitación, decorada con un estilo clásico y elegante, Valentina acostó al niño en la cama. Maxwell se sentó en la orilla, acariciándole una manito, mientras veía con ternura cómo dormía plácidamente, inocente de todo.—¿Sabes? Un doctor te rasparía el cabello —le dijo Valentina mientras desinfectaba la herida con manos temblorosas.—Deja de inventar.—Es en serio. Necesitas sutura. Está profunda la herida —decía entretenida, sin pensar en la cercanía que ambos estaban teniendo. La nariz de Maxwell estaba tan cerc
Nicholas, que se acercaba a ver por qué Ethan tardaba tanto, se petrificó al ver a Maxwell. Tragó grueso, había mantenido distancia porque le costaba verlo, quería contarle lo que ocurría con Ethan, pero no sabía cómo expresarlo. «Aplazarlo no servirá de nada», pensó con los puños apretados.—Max, Ethan se está quedando aquí —dijo Nicholas, con voz temblorosa.Ethan giró a ver a Nicholas con ojos agrandados.—Lo siento, Max. Yo… no sabía a quién más acudir. Ahora vivo aquí —se apresuró a decir, cabizbajo.—Yo no supe qué más hacer… necesitaba un sitio donde quedarme y lo siento, pensé en Nicolás. Sé que es tu mejor amigo… —continuó justificándose con temor—. ¡No tienes que hacer esto! ¡Tú puedes volver a tu casa!—¿Para qué voy a regresar, si después de confesarme todos me miran como si yo fuera lo más raro del mundo? Solo les causo vergüenza y desprecio… sobre todo a ti.—Nunca he dicho que me avergüences, y menos te he despreciado.—Claro que sí, lo haces, aunque intentes simular qu
Grandes gotas de lluvia caían pesadamente sobre el cristal de la camioneta, acompañando el estado de ánimo de Maxwell, mientras la desilusión se reflejaba en su mirada perdida. Dolido, sentía un sabor amargo en el paladar mientras sus pensamientos se sumergían en la ironía de su propia desgracia.«Soy el chiste más grande. ¿Cuándo se arruinó mi buena percepción?», pensó con amargura, casi riéndose de sí mismo.El sonido de su teléfono lo sacó de su lamento.—Dime, madre —dijo fríamente, sin querer volver al castillo.—Hijo, busca a tu hermanito, dile que regrese. Me siento mal viendo cómo mi familia se divide —escuchó la pena en la voz de Evelyn.—¿Qué vuelva a casa? —reiteró sarcásticamente.—Sí, hijo, Ethan no tiene a dónde ir. Siempre fue de muy pocos amigos, debe estar hospedado en un hotel. Ve por él.—Madre, estás equivocada. Resulta que tu pequeño hijo tiene más que amigos —contestó Maxwell, con un toque de resentimiento en su voz.—Max…—Olvídalo, madre. Te llamaré después, a
—A veces, las prohibiciones son las más irresistibles—. Su aliento le rozó la piel y su voz sonó tan áspera que Valentina giró la cara con rapidez, y sus labios y nariz se rozaron con los de Maxwell. Respiró profundo, parpadeó y se mordió la mejilla interna para controlar la agitación en su pecho. —¿No crees?—¡Apártate! —le exigió arisca, pero Maxwell ni se inmutó.—¿Sabías sobre Ethan? ¿Es otra cosa que me ocultaste?—¿De qué estás hablando? ¿Ahora me acusarás de algo más? ¿A quién maté o de quién tomé dinero para arruinarte? —preguntó irónica y con resentimiento.—Supongo que mi hermano, tu mejor amigo y esposo falso, no te ha llamado. Después de todo, su amistad no es tan fuerte como me hicieron creer —espetó Maxwell con tono burlón.—¿Qué pasó con Ethan? —inquirió Valentina preocupada, y Maxwell la miró detenidamente.—Finges muy bien, pero te voy a contar; acabo de enterarme de que mi mejor amigo utiliza a mi hermano para su satisfacción. ¿Desde cuándo todos me han estado viendo
—En realidad, Ethan y yo nos divorciamos desde que descubrí que estaba embarazada —confesó con voz temblorosa.Maxwell se sentó de golpe en el sofá, con pies descalzos caminó hacia la cama. Se paró con las manos en los bolsillos y la miró a los ojos, buscando la verdad en su mirada.—¿Fue antes o después de que me fui? —Después de que te fuiste. Le pedí a Ethan que nos divorciáramos para que Oliver no naciera dentro del matrimonio —respondió Valentina, volviendo la cara para evitar su mirada.—¿Y por qué te quedaste fingiendo ser la esposa de mi hermano cuando ya no lo eras? —insistió Maxwell, tratando de entender sus razones.Valentina respiró hondo.—Porque él y Olivia me lo suplicaron. Mi embarazo fue todo menos bonito —susurró, cerrando los ojos como si eso pudiera alejar los recuerdos dolorosos.—Voy a darle mi apellido a Oliver, ¿te molesta que lo haga? —Para nada. Lo que sí me molesta es que quieras controlarme. Que Oliver sea tu hijo no te da derecho sobre mí. Cuando Miguel
— Esta podrá ser su casa, pero no compartiré una habitación con él —refunfuñó. Mientras, sentía cómo la ira crecía dentro de ella, alimentada por la frustración y la impotencia.Aunque por un momento pensó en lanzar toda esa ropa al basurero, decidió que hacer un alboroto solo provocaría más problemas. Resoplando como un animal enfurecido, decidió ir por un café. Necesitaba algo que la ayudara a pensar con claridad. De repente, detuvo sus pasos al ver que varios hombres ingresaban a la habitación con una mecedora, una cuna y otros utensilios para el bebé.—Señora, indíquenos dónde debemos colocar la cama del bebé —le solicitó uno de ellos con un tono respetuoso.Valentina respiró profundo antes de guiarlos. Aunque quería refutar, también entendía que Maxwell estaba cumpliendo con su deber como padre. Sentía admiración y resentimiento hacia él por su insistencia en cuidar de Oliver, a pesar de todo lo que había pasado entre ellos.—Señora, seré el guardia a cargo de toda la segurida
Maxwell observaba cómo todos los duques congregados en la sala, tenían sus miradas clavadas en él como aves de rapiña, listas para devorar a su víctima. Y a pesar de comprender la razón de su interés, no se inmutaba. Se convencía a sí mismo de que no eran más que insectos intentando picarlo, y no se apresuraba. Era consciente de que cada uno de ellos guardaba secretos mucho más oscuros que el único fallo que él había cometido.Las paredes revestidas de damasco en tonos de rojo intenso y oro, parecían estrecharse en torno a él, pero permanecía inquebrantable, con una sonrisa socarrona en su rostro.—Spencer, perderás todo —se mofó el duque de Liverpool, su contrincante, con voz impregnada de veneno—. Eres un hombre inmoral. ¿Cómo de tantas mujeres que existen en este mundo, se te ocurrió levantarle la falda de tu cuñada?Maxwell sonrió burlonamente, mientras el hombre chasqueaba la lengua con una chispa de desafío.—Entre ser inmoral y servirle de mujer al príncipe para que me dé ben