Ethan entró de golpe en la habitación, golpeando su teléfono contra la palma de su mano derecha, y encontró a Maxwell recostado en su cama king size, con los ojos cerrados como si la perturbación no le afectara en absoluto.—¿Qué necesitas, Ethan? —preguntó Maxwell, sin abrir los ojos, desprendiendo una total indiferencia.Ethan, con el ceño marcado y los ojos llameantes de ira, se acercó a la cama.—¿Cuáles son tus intenciones, Max? Vale me contó que la estás forzando a quedarse en uno de tus apartamentos. Sé que no crees que Oliver es tu hijo, pero callas y aprovechas la situación para controlar a mi amiga. Es evidente en tu mirada y en tus actos que te satisface imponerte sobre ella, manipulándola a través del niño. Jamás pensé que fueras tan maquiavélico —le reprochó Ethan con vehemencia.Maxwell tomó una profunda respiración, abrió los ojos con lentitud y se incorporó en la cama serenamente, aunque la sonrisa torcida en sus labios delataba su satisfacción interior.—¿Ella te llam
Como padre primerizo, se llenaba de emoción. Con cuidado de no dejarlo caer, lo sostuvo en brazos, aunque se le complicó un poco. El pequeño cuerpo del bebé le pareció aún muy frágil y no fue tan fácil como cuando la enfermera se lo entregó, pero el bebé cesó su llanto. Fue entonces cuando oyó el sonido del agua de la ducha.—Parece que la cama no te gusta, eres muy pequeño para tener caprichos —dijo con una voz dulcificada, meciendo al bebé y sonriendo con ternura. Sin embargo, al encontrarse con la mirada de Valentina, alarmada y con una bata de baño mal amarrada, su expresión se tornó seria.—¿No sabes tocar la puerta? ¿Me obligaste a quedarme aquí para esto? ¿No vas a respetar mi privacidad ahora? ¿Crees que te pertenezco por tener un hijo tuyo? —exclamó ella, ajustando el nudo de su bata con indignación.—¿Acaso tienes los oídos tapados? El bebé lloraba desconsoladamente y tú no oías nada. Déjame aclararte que no me interesas tú, solo el bebé. Es mi hijo, así que sí, me pertenece
Maxwell ingresó al vestíbulo con los pensamientos divididos entre la reciente confrontación con Valentina y las responsabilidades que lo aguardaban. Cuando de repente, Aurora emergió del salón principal como un vendaval, y sin previo aviso, estampó sus labios contra los de él, apretando su cuerpo contra el de él con desesperación. Sorprendido, Maxwell se tensó y, con firmeza, fijo sus manos fuertes sobre los hombros desnudos Aurora.—¿Qué haces aquí a esta hora de la noche? —preguntó con hastío, tratando de no desquitarse con ella del enojo que sentía hacia Valentina.Aurora simuló estar ofendida.—Solo quería verte, y me llevé la sorpresa de no encontrarte —respondió con tono impregnado de reproche fingido. Jugó con un mechón de su cabello castaño, envolviéndolo alrededor de su dedo, un gesto que solía usar para parecer más inocente de lo que era.Maxwell soltó un suspiro cansado.Aurora, sin embargo, arrugó la nariz y acercó la cara a la chaqueta de Maxwell, inhalando profundame
Mientras tanto, Aurora llegó a su hogar, y se dirigió directamente a la habitación donde su amiga estaba sentada en la cama, absorta en un programa de televisión.—Volviste, pensé que dormirías con Max… —sus palabras murieron en la cachetada que Aurora le dio. El golpe resonó en la habitación y Bella se quedó paralizada, con los ojos llenos de lágrimas de sorpresa y dolor.—¿Por qué me has pegado? —inquirió Bella, escandalizada y con los ojos aguados, mientras se llevaba una mano a la mejilla enrojecida.—Te dije que no hicieras nada, ¿por qué lo hiciste? —Aurora le reprochó, furiosa.—Fue por ti. Creí que si Maxwell se sentía presionado por la sociedad y por el rey, se vería obligado a casarse contigo.—¡Qué tontería! Ahora Maxwell cree que fui yo. Deberías haber visto cómo me señalaban todos —Aurora se dejó caer en el borde de la cama, lanzó su cartera al suelo y se aferró al colchón, clavando sus dedos en la tela, intentando contener su frustración.—No lo consideré, lo lamento...
Miguel no podía soportar más el silencio. Su paciencia había llegado a su límite. Avanzó hacia la madre de Valentina, quien con manos temblorosas apretaba la tela de su vestido.Sin previo aviso, Miguel le agarró bruscamente la cara con una mano, clavándole los dedos en la mejilla con una ferocidad escalofriante. La señora, con ojos desorbitados y rostro pálido, rompió en llanto.—¡Le he hecho una pregunta! —gritó Miguel con ojos encendidos de rabia. —¡Papá, deja a mi abuelita! —pidió Laurita golpeando con insistencia la pierna de Miguel con sus pequeñas manos. —¿Por qué no dice nada, señora? —volvió a gritar Miguel, con cara contorsionada por la furia, asustando aún más a la niña. De repente, el sonido de la cerradura siendo abierta desvió la atención de Miguel hacia la puerta principal.—Tía, la cliente me canceló la… —Adriana se detuvo en seco. Sin preguntar nada, sacó su teléfono del bolsillo con manos temblorosas y marcó el número de emergencia. "Por favor, envíen a la polic
Benjamín se encontraba sentado en el salón de descanso, frente a la chimenea que desprendía un calor acogedor, mientras Amalia, junto a él, se acurrucaba a su costado.—Querido, sabes que te amo, ¿cierto?— expresó Amalia, aún con el temor de que Benjamín accediera a la solicitud de Maxwell de divorciarse de ella.Pero él, en vez de responderle, con un gesto indiferente, le entregó un documento. Amalia lo tomó con manos temblorosas y, al leerlo, sus ojos se agrandaron con sorpresa y disgusto.—No. Me niego —le dijo, devolviéndole el papel con firmeza. Benjamín apretó los labios, y sus ojos destellaban una calma tensa.—Es lo que hay, lo tomas o lo dejas —dijo, con las piernas cruzadas y sosteniendo un vaso con coñac.—No se trata de tomar o dejar, no estoy de acuerdo y punto —Amalia le puso el papel sobre el pecho. Benjamín alzó la mirada y se encontró con Evelyn ingresando al salón junto a Olivia.—Hijo, ¿qué sucede?Benjamín ocultó rápidamente el papel detrás de sí, esforzándose po
Con preocupación, Valentina extendió la mano para tocar la frente de Maxwell, pero él se giró con rapidez, esquivando el segundo golpe que Miguel dirigía hacia él con un garrote de metal. Con la agilidad de sus años de entrenamiento militar, Maxwell pudo atraparle la mano, y con un movimiento fluido, le dio una voltereta que lo tiró al suelo. Colocándole el brazo tras la espalda, Maxwell se acomodó, presionando una rodilla sobre él.—¡Eres una zorra, Valentina! ¡Ya sé todo! ¡Juegas a ser la ramera de dos hermanos! ¡Qué bajo has caído! —gritaba Miguel, con el rostro desencajado y la respiración agitada.Valentina, con la mano temblorosa cubriéndose la boca, miraba con horror cómo Miguel empuñaba en la otra mano una hoja de una revista en la que aparecía ella. Maxwell, mientras tanto, sacudía momentáneamente la cabeza para que la sangre que se deslizaba por su frente no le entrase al ojo izquierdo.—¿Quién es este hombre?—¡¿No sabes quién soy, maldito, y te acuestas con mi mujer?! ¿C
—No insultes a los perros.Maxwell rompió a reír con la expresión desencajada y, aunque quería simular diversión, se notaba su irritación y se pasó la mano por los labios varias veces.—Eres la única persona que se atreve a ofenderme. Tienes agallas. Bien, aceptaré que me ayudes. —Sígueme — él miró con incredulidad cómo Valentina caminaba delante.«Me insulta y la sigo como un idiota, ¿qué me pasa?», se recriminó por no haberle dicho algunas cosas hirientes. Una vez en la habitación, decorada con un estilo clásico y elegante, Valentina acostó al niño en la cama. Maxwell se sentó en la orilla, acariciándole una manito, mientras veía con ternura cómo dormía plácidamente, inocente de todo.—¿Sabes? Un doctor te rasparía el cabello —le dijo Valentina mientras desinfectaba la herida con manos temblorosas.—Deja de inventar.—Es en serio. Necesitas sutura. Está profunda la herida —decía entretenida, sin pensar en la cercanía que ambos estaban teniendo. La nariz de Maxwell estaba tan cerc