Cínicamente, Benjamín elevó la comisura derecha de sus labios y se apartó con la intención de irse. —Piensas que eres mejor que yo. Sé que debajo de tanta pulcritud debe haber mucha pudrición escondida. Solo actúas así para que nadie pueda conocer tu verdadero yo, pero pronto descubriré quién eres, y ese día no podrás mirarme a la cara con tanta superioridad. Sácate de la cabeza, Maxwell; no eres perfecto, todos tenemos debilidades en la vida. —Dime algo, ¿por qué culpar a una mujer que no te ha hecho nada? —preguntó Maxwell con curiosidad, sin comprender por qué todos insistían en presentar a Valentina como culpable cuando, en realidad, ella era inocente.—Recuerda, Maxwell, que en dos días deberás haber desalojado esta oficina y todo aquello que has acumulado. Pintaré las paredes de otro color y desharé de estos muebles tan pasados de moda —expresó Benjamín, haciendo caso omiso de su pregunta.Maxwell negó con la cabeza. (…) Valentina, al despertar con un fuerte dolor de cabeza
Maxwell mantenía una ceja elevada, aguardando la respuesta de Valentina mientras le ofrecía la pera. Escuchar la conversación entre ella y la niña le había llenado de ternura. En ese instante, su mente experimentó un cambio, y comenzó a pensar que quizás en parte estaba equivocado; al parecer, Valentina no albergaba sentimientos por Ethan. Sin embargo, tal vez, contrariamente a lo que él había pensado, ella no se había casado con Ethan por interés económico, sino para asegurar un futuro mejor para su hija. «Aunque de alguna manera esté aprovechándose de mi hermano, es más justificable si es por el bienestar de su hija», se dijo a sí mismo, mirándola por primera vez bajo una luz diferente, no con sospecha y acusación.—Dime por qué siento que cuando mencionaste al ogro te referías a mí. Estabas divirtiéndote a mis espaldas, sé que tienes la costumbre de hablar mal de las personas— dijo Maxwell con reproche. Valentina se cruzó de brazos y empezó a balancear un pie. —Te das demasiad
—¡Wow! Esa mujer es irrespetuosa. ¿Qué ha sido todo eso? — había preguntado Aurora simulando serenidad y moviendo su dedo en círculos. —¿Cuándo llegaste? — Maxwell la miró con cierta sorpresa, pero de inmediato relajó sus facciones. — No hace tanto, pero si para darme cuenta de que tu cuñada no te respeta —instigó Aurora con malicia. —Estás exagerando. Como lograste ver, tenía una conversación con mi cuñada —expresó, zanjando el tema y sin dar espacio a más preguntas. —Entiendo, amor, ser la cabeza de esta familia no es tarea fácil, pero debes demandar obediencia, si otros presencian este acto de insolencia, habrá críticas sobre ti. Y si el problema es que esa mujer no le conviene a mi cuñado, te sugiero que le aconsejes que debe casarse con una más apropiada para él. Aunque Aurora sonreía, por dentro sentía celos, rabia, impotencia e inseguridad al notar que Maxwell se encontraba más interesado en Valentina de lo que ella suponía. —Aurora, no empecemos, por favor. Ella alzó
—Debes desinfectar esa camilla, su sudor está impregnado en ella —le exigió Aurora a la masajista, ignorando a Valentina. —Esa fragancia es para personas corrientes— rezongó Aurora arrugando la nariz, percibiendo como la fragancia a lavanda flotaba en el aire. —¡Cámbiala! Y lávate las manos, no me vas a tocar sin desinfectarte después de haber tocado un cuerpo celulítico. Aurora, con su porte altivo y su expresión de desdén, miraba a la masajista con los labios apretados y una ceja enarcada. Evelyn negó, provocando que su cabellera color chocolate, con algunas hebras plateadas, se balanceaba suavemente con cada movimiento, y una sombra de molestia cruzó su rostro. Nunca le había agradado la actitud de superioridad de Aurora, y muy en el fondo de su corazón de madre, no deseaba que esa mujer volviera a ser su nuera. Valentina, tratando de cubrirse al levantarse para que esas dos mujeres tan detestables no la vieran en bikini, finalmente no pudo evitarlo. Se movía con torpeza, su
Junto a Nicholas, que había ido a llevarle unos informes y de paso a visitarlo, Maxwell iba rumbo a la sala de esgrima. Nicholas llevaba un equipo de esgrima de color blanco, que resaltaba su porte atlético. Aunque era un poco más bajo que Maxwell, se veía perfectamente bien con el ajustado traje que delineaba su figura. Mientras que el equipo de Maxwell era de color negro, lo que acentuaba su presencia imponente. Su espada de esgrima, que llevaba en su mano derecha junto a la careta, tenía el mango dorado. —Esta vez estoy dispuesto a ganarte —le dijo Nicholas, compartiendo una sonrisa desafiante con Maxwell mientras sus ojos brillaban con entusiasmo. Maxwell respondió con una sonrisa igualmente desafiante, levantando una ceja en señal de escepticismo. —No te ilusiones. Aunque tengo mucho tiempo sin practicar, no podrías vencerme ni en sueños. Nicholas soltó una carcajada y agitó la mano en el aire, como si estuviera descartando una afirmación absurda. —Pensé que después de
Maxwell se apartó de Nicholas, caminando nerviosamente mientras se pasaba una mano por la cabeza con frustración. Su mente, usualmente clara y meticulosa, estaba ahora nublada por una tormenta de emociones que no comprendía.—Debo estar loco por preocuparme tanto por esta mujer —murmuró con voz ronca, sintiendo como si tuviera una torre de naipes que Valentina estaba destrozando—. Es como si no pudiera evitarla… y eso me convierte en un ser totalmente desleal a mis creencias, a mi carácter y a mi hermano menor.De repente, fijó su mirada en Ethan y Evelyn, que llegaban con gestos preocupados y apresurados. Ethan, al verlo, apretó los labios antes de hablar.—¿Por qué no me llamaste? Yo soy el esposo —le reclamó, simulando molestia pero con una preocupación genuina en sus ojos. Necesitaba alejar a Maxwell de Valentina, estaba empecinado en hacerlo, y parecía imposible.Maxwell agachó la cabeza, sin poder disimular su confusión interna, pues no podía evitar sentir posesividad hacia Val
En el instante en que Valentina abrió los ojos, empezó a parpadear, sintiendo la incomodidad de la luz blanca y estéril de la sala en la que estaba. Por un momento, su mente quedó en blanco, sin recordar cómo había llegado allí. Luego, la memoria de la debilidad que la había invadido justo antes de desmayarse volvió a ella.Miró a su alrededor, confundida. —Maxwell... —murmuró.—Estás bien, Valentina. Solo fue un pequeño desmayo —le dijo Ethan, agarrando su mano.Valentina intentó sentarse, pero Ethan la detuvo suavemente.—No te esfuerces. Los médicos dijeron que necesitas descansar.Ella asintió, aún procesando lo ocurrido, y su mirada se desvió hacia Olivia, quien se acercó con una sonrisa cargada de culpa y arrepentimiento.—Ina, me asustaste —dijo, tomando su mano entre las suyas.Valentina le sonrió débilmente.—Lo siento, no quería preocupar a nadie.—No sé cómo se cerró esa puerta, te lo juro —dijo Olivia con los ojos llenos de lágrimas.—Lo sé, no te preocupes. Y por cierto,
Valentina no llevaba sostén, y su pezón se endureció al contacto de la mano de Maxwell, quien no la apartó, sino que se deleitó con la sensación.—¿Le haces esto a cualquiera de tu familia?Maxwell se lamió lentamente los labios, mientras sus pupilas se dilataban.—Valentina… Escucharlo decir su nombre causó una extraña sensación oscilante en su estómago. Valentina jadeó cuando la mano de Maxwell, que ella misma había acercado a su pecho, subió hasta su cuello. Y cuando él cerró sus dedos, ejerciendo un poco de fuerza, ella abrió los labios en busca del aire que se trancaba en su garganta.—Tu....— Él la empujó hacia adentro y la atestó a la pared cerca de la puerta antes de cerrarla con un pie.Estando así, Maxwell la miraba de pies a cabeza, haciéndola sentir más pequeña. Cuando él se inclinó y metió la cara en su cuello, rozándole la mejilla con su cabello, otro jadeo escapó de los labios de Valentina.—Yo... ¿qué Maxwell?— ante su cercanía le fallaba todo. La respiración ca