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Pasiones Prohibidas de la Diosa Hera

Con absoluta incomprensión Hera estaba fuera de sus sentidos divinos tras encontrarse cerca de Helel, sus poderes divinos se volvían vulnerables en todos los sentidos posibles sin que alguien se diera cuenta de ello hasta el momento. Situación que provocaba que cualquier entidad menor, ¿encontrándose en compañía de Helel le deseara la extinción? ¡Sin lugar a duda la Diosa Hera recibiría el daño irreparable!

Todo lo contrario, parecía sucederle a Helel tras mantenerse con su amada y fruta prohibida del reino, debido a que Hera lograba percibir el incremento que Helel recibía tras juntar sus cuerpos y mantenerse a su lado.

El asunto en concreto se debía a que la gracia de Helel se alimentaba de la divinidad de Hera. ¡Máxime cuando sus esencias y cuerpos divinos se unían para darle vida a la lujuria! Hariel no sintiéndose en lo absoluto satisfecho con la decisión de Hera, recriminó inmediatamente las órdenes y deseos de la Diosa Hera. —¿No pueden solo marcharse y dejarme en este lugar haciendo lo que a Helel le corresponde? ¡Tampoco soy el juguete y servidor de ustedes!

Hera susurrando al oído de Hariel le hizo saber. —¡Entiende Hariel que es muy importante para mi estar a solas con Helel! Por favor encárgate del resto, pronto recibirás tu recompensa. ¡Te lo prometo!

Helel sentía que desde ese momento se encontraba un peldaño por encima de Hariel, sin saber con exactitud, ¿Quién era Hariel en verdad? Solo el mismo tiempo y destino lo definiría.

De momento Helel mencionó con arrogancia y orgullo entre ellos. —¿Nos vamos de este lugar Hera? Regresaré por mis creaciones cuando tenga definido que hacer al respecto.

Hariel no estaba en lo absoluto tranquilo con lo que estaba sucediendo, sin embargo, ¡amaba tanto a la Diosa! De la misma manera que lo hacía Helel. Provocando que continuara haciéndole favores a su única Diosa por encima de todos los Dioses existentes.

Llegando a los aposentos de Hera, se encontraba un palacio lleno de cristales y esmeraldas. Hera le preparó a Helel el máximo de los regalos celestiales que podría existir, con sus poderes creo para Helel las mejores joyas con diamantes que aún no eran creados ni vistos en ninguna otra parte. ¡Más que solo en el deseo de Hera!

Helel se sorprendió tras observar los aposentos de la Diosa adornada con diamante, rubíes, jade, oro y platino. —¿Qué es todo esto Hera? ¿A que debo esta sorpresa? ¡Ni mi padre me había regalado algo tan hermoso como esto!

La Diosa Hera se abrazó al cuerpo de Helel, susurrando el amor y deseo que desprendía de su ser por su amado. Tras acariciar y besar empedernidamente los labios de Helel, la Diosa susurró a los sentidos de Helel. —Estas joyas son mis creaciones. ¿Cómo podría tu padre regalar lo que no existe? Déjame que te adorne con carmesí y diamantes ¡Mi amor prohibido! Déjame que te adorne como la belleza que solo intenta igualarse a tu ser. Eres y solo existes para ser aclamado por las naciones y engrandecido por todos los coros celestiales de vuestro padre. ¡Ahora tu mereces esto y mucho más que esto!

—¿Por qué siento que me haces sentir inferior a ti mi amada Diosa? ¿Acaso no debería de ser mi gracia la que te adorne de admiración y te cubra con mi belleza? —exclamó con interrogante el príncipe de los cielos.

Hera se conmocionó al momento de escuchar las intrigas de Helel, provocando que ella tras un beso profundo y, ¿que arranca la vida del cuerpo? Le mencionó. —¡Jamás serás inferior a mi divinidad! Solo quiero tratarte como lo mereces y hacerte sentir como el verdadero amor y deseo de mi nueva existencia.

Helel acariciaba delicadamente el cuerpo de la Diosa, que se estremecía con cada roce de la gloria de Helel, susurrándole una vez que sus labios llegaron a rozas sus oídos excitados por las caricias de su amado. —Reconozco que me haces sentirme en paz cuando estoy contigo, debo reconocer que solo tu presencia es capaz de hacerme olvidar que en la ciudad de cristal existe un reino el cual sigue siendo desigual para todos los que habitan en ese lugar. ¡Lejos de haberte dotado de una nueva existencia! Realmente has sido tú la que me salvo de mi triste existencia en los cielos.

La Diosa se conmovió con las palabras de su amado, deseaba que Helel la tomara en ese instante y la llevara al lugar donde solo los Dioses contaban con el permiso de ingresar. ¡El olimpo del placer! —¡Me alagas en exceso! Sin duda eres lo único y maravilloso que se ha atrevido a crear Ishmalkahama. No te imaginas siquiera cuantas veces le rogué porque entre los dos tuviésemos un hijo que sacara lo mejor de nosotros, por lo que creo que al fin lo hizo con la única intención de demostrarme que era capaz de hacerlo sin mi ayuda. Pero me alegra que no haya sucedido. Porque entonces no habría conocido tu gloria. Así como, ¡jamás hubiera experimentado la lujuria que despertaste en mi interior!

Del cuerpo de Hera brotaba el deseo, la lujuria estaba desbordándose de su mirada y los latidos de su divinidad se encontraba al límite. Preguntando mientras su voz se desvanecía en el profundo y vago espacio de la oscuridad. —¿Deseas estar dentro de mi ser como si fuera la primera vez?

Helel no se resistió a la pregunta de su amada y susurró al instante que desprendió de sus vestiduras a la Diosa. —Preguntarlo es igual o peor a no desearlo, desde hoy que quede establecido que, ¡a Helel Ben Shahar no se le pregunta! Se le da lo que se desea entregar. ¿Has entendido mi amada Diosa de la lujuria?

Las vestiduras de la Diosa regadas por sus aposentos, fue el momento exacto en el que Helel se percató que existían cambios en ese cuerpo del deseo. —¡Veo con ardiente deseo que cuentas con un cuerpo nuevo!

La Diosa Hera hizo crecer su busto de manera voluptuosa, sus caderas eran más anchas y seductoras. Su cuerpo era blanco y rosado como las astromelias. Sus labios de un rosado profundo y extremadamente sensual, su piel era más delgada. ¿Tan delgada? Que parecía que su alma se saldría de su interior.

Helel no se resistió un instante más y acaricio con total delicadeza el cuerpo de la Diosa, la idolatró como a nadie más en la existencia. Poseyendo su cuerpo con extrema lujuria y derramando sobre ella el deseo más profundo de su luz interior.

La Diosa gemía de entero placer y desvanecía entre las piernas y brazos de su amado Helel. La Diosa se entregó una vez más a la lujuria que nació de ellos. ¡Como jamás lo hizo con los Dioses creadores!

Hera desvaneciéndose por el pacer producido por su amante, le susurró a su conciencia con plena excitación. —Aún no he llegado a mostrarte todo el cuerpo que tengo preparado para ti en este espacio que aún nos quedad por descubrir, antes que tu padre se atreva a atravesar mi reino cuando sienta la presencia de su hijo atravesando con su deseo mi existencia.

A Helel no le preocupaba en lo absoluto lo que Ishmalkahama podría llegar a ocasionar, por lo que, ahogándose en el cuerpo de Hera, mencionó. —¡Eso no me importa! Ahora solo estoy concentrado en ti y en la lujuria que nos rodea. Muéstrame tu cuerpo, muéstrame y enséñame lo que puedes llegar a hacer con esa lujuria que arde por fuera de tu silueta que me está llevando a experimentar otras emociones aún más fuertes que las que llegué a experimentar cuando te conocí.

Hera aun sin llegar a saciar su lujuria, exclamó. —¡Déjame mostrarte lo que es un cuerpo de mujer! Déjame enseñarte lo que es dar placer en su máxima expresión de lujuria.

—¿Cuerpo de mujer? ¿A qué le llamas mujer? —exclamó Helel con ignorancia. Debido a que en los cielos no existía la diferencia de géneros establecidos y todos los seres divinos inferiores aun no comprendían el término “Mujer”

Hera sonrió levemente y sonrojándose mencionó al respecto. —¡Perdóname Helel! Ishmalkahama aún no permite que existan nuevamente las mujeres y los hombres, ¿debido a que en la primera creación? Fueron más allá de lo permitido y por ese motivo fueron exterminados, por lo que solo he escuchado que Ishmalkahama ha estado recabando fuerzas de los Dioses para comenzar nuevamente el plan “Edén” pero de momento deseo enseñarte lo que un cuerpo de mujer es capaz de hacer en un cuerpo de hombre del cual he preparado para tu deleite.

La Diosa Hera ilumino el entendimiento de Helel, mismo que comprendió y expresó lo que sucedía en su interior. —¡Ahora entiendo porque tengo el poder para modificar lo creado! De momento deseo que me muestres, ¿Cómo es que el cuerpo de mujer y el de hombre se dan placer mutuamente?

Hera con todo el conocimiento que poseía al respecto y tras haber sido la primera madre de la humanidad que fue creada antes del proyecto Edén liderado por Ishmalkahama, dejó que Helel observara el espléndido y lujurioso cuerpo que Hera poseía para ofrecerle y hacerle sentir el placer que su cuerpo deseaba hacerle sentir a Helel.

El cuerpo de la Diosa suprema resplandecía de deseo y lujuria por cualquier parte de su extensa piel que cubría su divinidad.

La Diosa le presento a Helel el cuerpo de una mujer creada desde la antigüedad, esta mujer fue llamada Lilith. Era la misma creación de la Diosa y que Ishmalkahama desecho por completo por haberse atrevido a ser igual a la creación de Ishmalkahama.

La Diosa Hera mostró a Lilith frente a su amante y de inmediato el cabello aún más largo que su propio cuerpo y que cubría el contorno de su figura fue visto por Helel. Provocando que su deseo fuese en aumento ante la mirada de Hera.

La Diosa con entera satisfacción observó que su propósito estaba siendo revelado y, ¿habiendo previsto lo que estaba sucediendo con Helel? Hera dejó que Lilith se desnudara de cabellera para que el cuerpo entero quedara al descubierto ante la mirada y atención de Helel.

—¿Te causa placer observar la figura que tienes frente a ti Helel? —preguntó con lascivia la Diosa. —Ella fue considerada como la madre de la humanidad y ahora solo fue desterrada a los confines de la oscuridad que desde entonces cohabita conmigo en la misma oscuridad, pero que has venido a liberarla para tu placer. ¡Mi deseado amante y dueño de mi deseo!

Hera continúo mostrando la perfección de su creación, ¡el cuerpo de mujer de Lilith!

Hera observó la manera lujuriosa en la que Helel deseaba a Lilith, de pronto terminó por descubrirse al igual que lo hizo con su cuerpo. Con ello dejó al descubierto la desnudez de una Diosa en su totalidad, así como la de la primera mujer.  ¡Privilegio que solo Ishmalkahama poseía hasta ese mismo momento en el que su hijo tomó por completo el cuerpo de la Diosa y de la primera mujer!

Hera no poseía el modelo del primer hombre creado por su antiguo esposo, por lo que imaginó con su deseo, ¡cómo se vería su hombre perfecto! Lo transformó a la altura y voluntad de Helel, moldeando así el cuerpo de hombre perfecto de Helel.

Helel observó como Lilith y la imagen de su ser comenzaron a copular entre ellos con la lujuria desbordándose de Hera por encima de sus creaciones e imaginaciones, lo que llevó a Helel exclamar. —¡Tomaré este cuerpo de hombre para mí! De esta manera disfrutar de los placeres que Lilith puede ofrecerme, así como los placeres de nuestro amor mi Diosa.

Hera estaba de acuerdo en compartir a Lilith, pero como Diosa fuerte y celosa pronuncio con celo. —¡Solo eres mío Helel Ben Shahar! ¡Ese es un deseo inapropiado para un Dios Helel! Por lo que solo podrás disfrutar de Lilith en mi compañía.

Helel sonriendo con picardía y orgullo se enalteció y respondió tras haber llevado a lo profundo del cuerpo de Hera, su nuevo y fuerte viril de hombre —¡Solo que no soy el Dios que hasta ahora conoces Hera! ¡Desde ahora seré el Dios y el rey demonio por excelencia de la lujuria!

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