Efectivamente, nada estaba bien, Leonardo estaba herido de gravedad y no había manera de localizar a sus familiares ni siquiera a su prometida que estaba con el alma en un hilo.
Pasaron los días para Daina eran los más largos de su vida, al no saber nada de Leonardo después de mucho buscarlo dieron con él en un hospital, estaba vivo de milagro, corrió a verlo y lo ve postrado en una cama sin moverse por lo que ella lo acaricia de la frente y le da un beso a pesar de todo ella lo quería.
― Hola mi amor, gracias por venir ― dijo Leonardo abriendo los ojos, ella no hablaba y el buen tomo su mano y la beso. ― Te amo ― le dijo Leo haciendo que ella tratara de sonreír.
― No te esfuerces, el médico ha dicho que vives de milagro ― le dijo Daina preocupada. ― No saber de ti me causo mucha preocupación ― le respondió ella acariciando la frente de Leonardo por lo que él sonrió con ternura, pues él amaba esas atenciones de ella, comprendía que era un imbécil por engañarla por dejarla de ver cuando lo único que ella pedía era un poco de tiempo un poco de atención para él ella era una gran mujer que ya no había su amante ni siquiera se inmutó a verlo, en cambio, Daina estaba ahí parada al lado de él, preocupada por su bienestar.
Mientras que su padre arreglaba todo con tal de ayudarlo, pues para él era el hombre perfecto para su hija.
― No entiendo por qué lo ayudas tanto ― le dijo Roció a su padre.
― Es el prometido de tu hermana ― le dijo su padre haciendo que ella frunciera el ceño molesto.
― Leonardo no le conviene papa ― hablo Roció tratando de decirle que su cuñado engañaba a su hermana.
― Él le conviene, es un buen hombre que ama a tu hermana ― dijo su padre haciendo que ella rodara los ojos. ― Además, después de aquí estaremos en Puebla ― informo su padre haciendo que Roció estuviera en desacuerdo, ella quería llevarse a su hermana, pero su papá siempre decidía por Daina no permitía que tomara sus propias decisiones.
― papá, ella quiere estar conmigo, déjala que viva conmigo ― respondió Roció para alejarla de Leonardo.
― Nada de eso, ella estará en la casa de mi hermano ― hablaba su padre haciendo que ella se molestara.
― Haber papa, si mi hermana quiere estar conmigo, déjala, no tienes que estar tomando decisiones por ella ― respondió Roció, molesta, le hartaba que su padre tomara decisiones por Daina que no la dejara salir sola y la tratara como si fuese una niña chiquita.
Su padre se molestó con ella dejándola sola, Roció solo quería que su pequeña hermana fuese más independiente, más segura de sí misma, ya que Daina se sentía poca cosa, sin embargo, ella se quedó al lado de Leonardo, pues quería que estuviese bien a pesar de que él lo había engañado ella aún lo amaba estaba leyendo cuando su hermana entra a la habitación.
― Vámonos ― respondió Roció un tanto molesta. ― No tienes que cuidar a Leonardo no se lo merece ― dijo Roció mostrando su enojo.
― Yo me quedaré, Leonardo me necesita ― le dijo Daina por lo que su hermana negaba con la cabeza.
― Leonardo jamás estuvo para ti durante estos años, Daina tienes 6 años con él y no he visto que haga nada por ti ― le dijo Roció, ella agachó la mirada, tenía razón, sin embargo, ella tenía la esperanza de que cambiaría que Leo comenzara a valorarla, aunque fuese un poco Daina lo quería no sabía si era amor o costumbre a él o mejor dicho su padre que lo aprobara.
No sabía que sentía por él a estas alturas se sentía confundida muchas veces él pensaba en dejar a Leo, pero lo veía y desistía en dejarlo Daina estaba a punto de salir de la habitación cuando la máquina empezó a sonar ella voltea y ve que su prometido se estaba yendo de este mundo por lo que fue a llamar al médico para que fueran a verlo, pues él estaba entre la vida y la muerte y era muy poco probable que se salvara Roció vio que su hermana lloraba desesperadamente por lo que la detuvo tratando de calmarla tratando de hacerle entender que Leo Rosas era una persona fuerte, pero Daina tenía miedo de perderlo de perder a quien era su prometido.
― Tengo miedo ― hablo Daina tratando de calmarse, pero no podía.
― Tranquila, él se va a salvar ― respondió su hermana abrazando a su hermana.
Su papá veía que estaba pasando, todos estaban fuera de esa habitación viendo que pasaba hasta que salió el médico.
― ¿Familiares de Leonardo Rosas Ordóñez? ― pregunto el médico haciendo que Daina se parara, quería saber cómo estaba la salud de su prometido.
― Soy su prometida ― dijo Daina tratando de estar tranquila, pues ella tenía los ojos llorosos.
― El señor Leo Rosas sufrió un paro respiratorio, pero hemos logrado estabilizarlo las siguientes horas serán cruciales para el paciente ― dijo el médico haciendo que ella llorara, por lo que Roció la abraza.
Su hermana se caracterizaba por ser algo materialista, pero al ver que el trabajo de su padre había quedado destrozado sin siquiera un mueble bueno había quedado, las máquinas se habían mojado, era muy probable que pudieran funcionar al ver todo el panorama que por primera vez estaba viviendo ayudo a su familia sin importar quedarse en un estado el cual claramente no conocía Daina se quiso quedar al lado de Leo no quería moverse, por el contrario, quiso quedarse a cuidarlo.
Las horas pasaron lentamente, Daina veía a Leo dormido, pero estaba estable, pues el peligro ya había pasado, solo faltaba que él despertara, sin embargo, Fernando seguía bebiendo hasta el amanecer iba por su hijo, pues, aunque sea él, le daba fortaleza esa fortaleza que él necesitaba por momentos toda la familia le decía que dejara ese vicio que no lo llevaría a nada bueno, pero él no entendía o mejor dicho no quería entender.
Los problemas, sus vicios, todo se le estaba juntando, su esposa ya no aguantaba más, pues ella lentamente se estaba cansando de Fernando, lo amaba con toda su alma, pero no soportaba que su esposo siempre estuviera tomado afectando inconscientemente a Alejandro a su hijo que era apegado a su padre, pues al ver que se había ido de la casa lloraba como si no hubiese un mañana, pues él quería que sus padres estuvieran juntos.
Toda la familia de Roció tenían el alma en un hilo por el desastre natural, que hubo no había manera de comunicarse de decir, estoy bien, pues por primera vez en muchos años aquel estado estaba sin luz y la bahía estaba desolada, tanto que había perdido su encanto solo unos cuantos hospitales había algo de luz por los heridos y muertos que llegaban a causa de ese desastre natural.
Toda la familia de Roció tenían el alma en un hilo por el desastre natural, que hubo no había manera de comunicarse de decir, estoy bien, pues por primera vez en muchos años aquel estado estaba sin luz y la bahía estaba desolada, tanto que había perdido su encanto solo unos cuantos hospitales había algo de luz por los heridos y muertos que llegaban a causa de ese desastre natural. Por una vez en la vida, Daina se sintió amada por Leonardo que a pesar de que vivían esa monotonía constante, pues él había escrito una carta para decirle que de verdad le importaba, aunque no lo pareciese. Pasaron los días, Leonardo había salido de peligro, pues de milagro se había salvado al despertar, vio a Daina que estaba leyendo un libro, la miro tan tierna que pensaba que no le había tocado una mejor mujer, no la quiso interrumpir solo se quedó mirándola o mejor dicho admirándola, pues ella era muy bella tenía su cabello negro azabache corto como a Daina le gustaba ella notó que él, la estaba mirand
― lo siento, pero ya no hay solución es lo mejor para los dos por favor vete Fernando ― dijo Alexa tratando de sostenerse fuerte, pero por dentro sentía que se moría por lo que Fernando agarro su maleta y decide irse haciendo que ella cayera de rodillas llorando desconsolada al ver que su matrimonio se estaba derrumbando... Alexa sentía que la vida se le iba sentía que estaba perdiendo todo su matrimonio que solo duro por 14 años esos años donde ella lo amaba cada día más. Sin embargo, Daina no sabía qué decisión tomar estaba entre la espada y la pared una parte estaba su papá y su hermano, pero por la otra estaba Leo aquel chico que de verdad ella creía amar bueno pensaba que si lo hacía salió de la habitación un tanto desconcertada, pues tenía muchas cosas que pensar quiso salir corriendo cuando su hermana la detiene. ― Daina ¿Qué sucede? Parece que viste un fantasma ― le dijo Roció haciendo que Daina soltara todo el aire que había retenido. ― No sé qué hacer ― hablo Daina un ta
Por lo que su hermana se lleva a Daina al avión para que dejara de pensar en él en ese amor que tanto le estaba haciendo daño sin pensar que tal vez un amor secreto estaba enamorado de ella. Daina se subió al avión recordando lo bonito que le había pasado estando en la playa, pero ella sentía un gran vacío y ese tenía nombre y apellido Leonardo Rosas Ordóñez Roció la miraba se sentía triste por verla de esa manera la ayudaría a despertar a conocer ese nuevo mundo que le esperaba ella quería estar con su hermana, pero su padre no quería de alguna manera quería mantenerla separadas después de varias horas el avión había llegado a su destino. ― Bienvenida a la ciudad ― le dijo Roció a su hermana, quien estaba perdida en sus pensamientos, ella solo asintió. ― Verás que saldrás adelante, te ayudaré ― le dijo su hermana abrazándola. Por lo que ella sin decir nada abraza a su hermana, para ella era la más hermosa compañía que podía tener alguien que la entendiera que la comprendiera. Su p
― Por favor te pido que no me digas nada ― hablo Fernando fumando un cigarrillo, no quería escuchar a nadie mejor dicho, no estaba en condiciones de escuchar a nadie, vamos ni siquiera a su propia madre, quien lo veía con preocupación. Si su madre lo veía con preocupación sentía que la vida de su hijo se le iba de las manos trataba de ayudarlo, pero él no se dejaba, pues en el fondo ya estaba harto de problemas de todos hasta consigo mismo se estaba convirtiendo en un hombre que pierden sus ilusiones se estaba convirtiendo en alguien que de verdad no era. Mientras que Daina se quedaba pensando en su hermana en todo lo que le dijeron si de verdad tenía razón tal vez si la tenía su hermana, pero tenía miedo un miedo horrible a no hacer lo que su padre disponía, ya que él siempre decía por qué no eres como yo porque no sabes hacer cosas como yo, pero jamás se preguntaba que tal vez su hija tenía otro don el cual no se quería dar cuenta siempre la minimizaba diciendo que no era intelige
Su hermana veía a alguien a quien proteger, a quien cuidar, a quien amar, así era Roció, pensaban que era sobre protectora, pero en realidad ella solo quería que ella estuviese lo mejor posible sin que se burlaran de ella sin que la cacharan de tonta. Pasaron los días Daina se sentía tranquila se sentía en paz no se sentía nerviosa era la primera vez que estaba bien que de verdad se sentía en paz hasta que llego el día que conoció a Fernando aquel que le robaría el corazón en un solo instante le había robado literalmente hasta su alma. ― Ella es la hermana de tu prima Roció ― respondió su mamá haciendo que Daina tratara de sonreír, aunque fuese un poco. ― Hola ― dijo Fernando saludándola con un pequeño beso en la mejilla por lo que ella se sonroja un poco. ― Mucho gusto en conocerte ― hablo Fernando tratando de sonreír. Ella no habló, solo le sonrió por vez primera, ella se sintió un tanto tímida en toda la comida, ella no habló, aunque él trataba de hacerle plática, Daina no pudo
Por lo que Fernando le sonrió pasando con su hijo quien era un chico tímido que también tenía la mirada triste ella suponía que era por la separación ella conocía muy bien eso lo había vivido en carne propia solo que ella y su madre no se hablaban era como si fuesen un par de desconocidas y en Mónica mama de Rocío la veía como una figura materna alguien que le contaba sus penas... Subieron a la recámara de ellas, dos Fernando saludo a su primo quien estaba algo pasado de copas, en efecto él se mantenía tomando solo para olvidar esa tristeza de perder a su familia, de perder a la mujer que él más amaba. ― Hola, prima por qué no me invitas de lo que tomas ― dijo Fernando sonriendo. ― No empieces papa, ya tomaste suficiente ― dijo su hijo un tanto enojado, le molestaba sobre manera que tomara, que se emborrachara. En un principio era risas, pasaban un momento agradable, Daina se arreglaba, pero Fernando no perdía la oportunidad de halagarla haciendo que ella se sonrojara o tratara de
― Estúpido orgullo ― murmuro Leonardo viendo que Daina le había llamado pues ahora eran dos corazones que estaban sufriendo la ausencia del uno y del otro. Por su puesto Fernando no le creyó que ella estaba bien presentía que algo le pasaba a Daina por su mirada incesante al celular como si estuviese esperando algún tipo de mensaje que por su puesto jamás llego exactamente aquel mensaje de Leonardo jamás llego pues él estaba destrozado dolido sintiendo que la vida se le iba en un instante. Pero Fernando no se sentía tan ajeno aun sufría en silencio la ausencia de su esposa estar lejos de ella le mataba tanto que muchas veces lloraba amargamente claro estando a solas pues él no quería que lo viesen derrotado había caído en una depresión terrible el cual muchas veces no tenía salida al día siguiente fue a buscarla pero ella no le recibió simplemente lo dejo afuera haciendo que él se sintiese humillado desolado se fue a la casa de su tía donde tal vez se iba a sentir comprendido pasand
Su amigo se quedó con Leonardo sabía que lo que sentía era remordimiento por no estar con ella cuando más lo necesitaba, tal vez se estaba dejando vencer. - Eso quería dejarse vencer Leonardo a estas alturas, a él ya nada le importaba, solo quería estar al lado de Daina que estaba más distante que nunca, por lo que se paró a caminar por la playa, pero hasta eso le traía recuerdos. ― Daina porque ya no estás más a mi lado, porque ― habló Leonardo mirando la foto de ella caminando sin rumbo fijo. Pasaron los días Fernando estaba desaparecido de nueva cuenta nadie sabía de él era como si la tierra se lo hubiese tragado de repente, pues no sabía si él estaba tomando o se había hecho daño no se sabía nada del durante días eso a Daina le preocupo sobre manera por lo que se ofreció con su mamá a ir con él para buscarlo por el mercado por donde fuese posible, pero lamentablemente no había rastro de Fernando. ―Fernando, dónde estás ― susurraba Daina en sus adentros, no podía concentrarse e