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Leonor fue revisada por el médico, que determinó que todo estaba en orden, pero que se trataba de un dolor fuerte de estómago por estrés. Albert tomó su mano cuando hicieron la ecografía. —Es muy pronto para realizarlo, aún no veremos nada, pero haremos lo estudios pertinentes para saber como se encuentra de salud. Leonor asintió, le dieron un medicamento y el dolor pasó. El doctor los dejó solos un momento. —¿Has estado bajo mucho estrés? Ella bajó la mirada. —Es que, ayer, las gemelas fueron llevadas a un orfanato, casi las separan de Marina y de mí. —¿Qué? ¿Cómo fue eso? Leonor, no puedes estar ante tanto estrés, has escuchado al doctor, le hace daño a nuestro hijo. Ella se sorprendió al escuchar sus últimas palabras «Nuestro hijo, sí, es nuestro hijo», pensó, sintiendo que temblaba. —Yo… lo sé, no ha sido mi intención. Él tomó su mano, sintió que estaba helada. —Estaré aquí, cuidándote, no te angusties o te estreses, yo siempre estaré aquí contigo. Ella no dijo nada,
Kevin caminaba de un lado a otro, desesperado, tomó su teléfono y llamó. —¿Por dónde vienes, mujer? —Pronto llegaré, te he dicho que Albert me corrió, en cuanto el hombre que lo sigue me llamó y me dijo que iba rumbo a un hospital con una mujer, supe que era Leonor arruinando mis planes. —¡Te lo dije! Esa mujercita es lista, ahora nos quitará del medio, pero, no sabe con quién se metió. La puerta de la oficina de Kevin se abrió, portearon muy fuerte. Sus ojos miraron a Sylvia confusos. —Te llamo después —Kevin colgó la llamada y miró a la mujer—. ¿Qué quieres aquí, Sylvia? —Quiero que me ayudes, quiero que hagas lo que sea, pero deshazte de Marina Hall. El hombre arrugó el gesto, luego lanzó una gran carcajada al aire. —¿Qué dices, mujer? ¿Y por qué lo haría? A mí, Marina Hall, no me va, ni me viene, ¿A mí que me importa deshacerme de ella? —exclamó con ligereza. Sylvia sintió rabia incontenible solo al verlo, sus manos se volvieron un puño seco. —¿Cómo te atreves? Hace años
Alana volvió a casa antes del anochecer, subió la escalera y encontró a esa mujer, sintió una rabia. —¡Toma tus cosas y te largas de aquí! —sentenció Alana chasqueando sus dedos. Sylvia se quedó perpleja, no podía creer lo que escuchaba. —¡Alana! ¿Por qué me maltratas de esa forma? Alana la miró con rabia, tomó su brazo con fuerza. —¿Creíste que nunca lo sabría? Que fuiste tú la que metió a Marina Hall, ebria o drogada, en la cama de mi hijo Demetrius. Sylvia retrocedió un paso, sus ojos eran tan grandes, asustados. —¡Es mentira! Todo lo que dijo es mentira, ¡Dios mío, Alana! Ella fue la culpable de la muerte de Finnlay, ¿Cómo puedes creer en eso? Miente, ella se metió en la cama de Demetrius por su voluntad, porque lo deseaba, se metió con él para tenerlo, antes que a Finn, ¡Es una mujerzuela! Alana no se dejaba envolver, podía ver a través de su máscara, era esa clase de mujer, capaz de todo por dañar a otra, Alana le dio tal bofetada, que la mujer tuvo que sostenerse de la b
—Demetrius ve por tus hijas, quítaselas, no permitas que una mujerzuela como ella las tenga consigo. Demetrius sujetó muy fuerte el brazo de Sylvia. —¡Tú cállate! No he olvidado que también me mentiste, te pregunté si era ella, lo negaste. —¡Ella me amenazó! —¡No quieras seguir viéndome la cara de estúpido! —exclamó, luego la soltó empujándola a un lado—. ¡Lárgate de aquí, no quiero que te acerques ni a mí, ni a mi madre, ni a mis hijas! —Pero… —dijo casi llorando. Demetrius dio la vuelta. —¿A dónde vas? —exclamó Albert —Por mis hijas —sentenció Demetrius y se fue apresurado. Albert tomó el brazo de Sylvia con fuerza —¿Qué hiciste, Sylvia? Nunca dijiste que el amante de Marina Hall fue Demetrius Vicent. —Ella se metió en su cama, ¡Juro que no tuve nada que ver! Albert la miró con ojos muy pequeños y recelosos —Maldita mentirosa, di la verdad, mejor la diré yo, pensaste que, si enviabas a Marina a los brazos de Demetrius, ellos terminarían juntos, porque por aquel tiempo, s
—Las amo con locura, desde la primera vez que las vi, yo lo sentí, yo lo supe, pero no vi más allá, lamento tanto haber tardado en estar a su lado, pero ahora, seremos inseparables. —Te quiero, papito —dijo Mady y besó su mejilla, Ady también lo hizo. Leonor apareció, miró con temor la escena. —Vayan con su tía a comprar un helado, debo hablar un poco con mamá. Leonor miró a Marina, ella asintió, Leonor tomó las manos de las niñas, y se alejó con ellas, aunque un guardia las siguió de cerca. Demetrius las siguió con la mirada, luego clavó la mirada en Marina Hall, quien tenía el rostro frágil, estaba demacrada, temblorosa, podía notar su cuerpo débil, tenso. —¿Creíste que te dejaría huir, otra vez? Ella se cruzó de hombros, no tenía valor para pelear. Bajó la mirada, no podía sostener la de él. —¡¿Por qué, Marina?! Me has mentido tanto tiempo, incluso te lo pregunté, lo negaste con tal cinismo, dijiste que no eras la mujer de esa noche. Una lágrima recorrió el rostro de Marina
Ella intentó detenerlo, pero su fuerza la superaba. —¿Qué haces, Demetrius? Sus ojos estaban oscurecidos, mirándola profundamente. —Quiero que seas mía, de nuevo, como esa noche. Marina sintió que un rubor carmesí cubrió su rostro, negó. —No, tú tienes a Sylvia, ahora. Él siseó entre sus labios. —No comiences con tonterías, quítate el vestido, te necesito, te deseo… —su voz era tan ronca y sensual, que se sintió bajo un hechizo del cual no podía huir. —¿Y si no lo hago que harás? ¿Me enviarás a la cárcel? ¿Me alejarás de mis hijas? —preguntó asustada, temblorosa —¿Tú qué crees? Marina miró sus ojos, retrocedió, se sintió un pequeño cordero ante un león hambriento. Decidió que se entregaría a su voluntad, que no tenía más fuerzas para luchar, solo quería esta cerca de sus hijas, tener un poco de paz. Se giró y comenzó a desabotonar su vestido, hasta hacerlo caer al suelo. La mirada de Demetrius la devoraba con lujuria, cegado por el deseo y sus impulsos, que hacían latir y
Ella detuvo el beso, se visitó con rapidez sin dirigirle ninguna palabra, una vez lista lo miró, él también estaba vestido. —Llévame de vuelta con mis hijas —sentenció. En el auto. —Volveré a tu casa, solo por mis hijas, pero me iré apenas pueda. Demetrius conducía, sus ojos la miraron severos. —No escaparás de mí, Marina Hall, descarta esa idea. Ella puso sus ojos en blanco. —Si no quieres estar a mi lado, a pesar de todo, puedes irte, pero no con mis hijas, te irás sola. Ella lo miró con odio. —¡¿Cómo te atreves?! ¿Quién te crees que eres? —¡Demetrius Vicent, padre de tus hijas! Y si vamos con un juez y sabe como me las quitaste, además que estando cerca de mí me ocultaste la verdad, considerando mi dinero y estatus social, ¿A quién de los dos crees que les darían la custodia de las niñas? —¡Amenazas y más amenaza! ¿No te cansas de ser un imbécil? Para el auto. Él se detuvo, porque ella abrió la puerta, salió molesta, caminó rápido, quería alejarse, pero sintió sus manos,
—Papi ¿Qué es bortar? Demetrius cargó a Mady en sus brazos, besó su mejilla, miró a Marina, dudoso. —Mami les explicará, ella es muy buena explicando, ¿Verdad? Marina los miró, nerviosa. Cargó a las niñas, las recostó en la cama. —Ahora vamos a dormir. —Papito, duerme aquí con nosotras, para que todos estemos juntitos —dijo Ady—. ¡Por favor! —Claro, cariño, solo si mami lo quiere. Las niñas dirigieron la mirada hacia su madre, con una súplica en sus caritas que la consternó. —¡Por favor, mami! —¡Di que sí, mami! Deja que papito CEO duerma aquí, por favor. Marina no pudo evitar ceder ante ellos tres. —Está bien. Las gemelas que saltaban en la cama chocaron sus palmas, alegres. —Vamos, hora de dormir —dijo Marina, las niñas se recostaron. Ella se acostó junto a las pequeñas, sintió la presencia de Demetrius, recostado a su lado. —Mamita, ya nunca nos vamos a volver a separar de papito CEO, ¿Verdad? —preguntó Ady Marina la miró con ternura, miró a Demetrius de reojo que h