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Marina volvió a casa, al llegar, los empleados le ayudaron a subir sus maletas a la recámara, Marina nunca se sintió que era tan apoyada. Al entrar, encontró a Demetrius ahí. —¿No se supone que estarías en la oficina? Él sonrió al verla, negó. —La empresa no es lo mismo sin ti, Marina, ¿Cuándo volverás? —Nunca —sentenció Él la miró impactado de sus palabras. —¿Qué has dicho? —exclamó enojado. —Lo que oyes, Demetrius, no volveré a estar bajo tu yugo, eso se acabó, conseguiré mi propio trabajo, pronto compraré una casa, me iré con mis hijas a vivir sola, podrás verlas cuando quieras, nunca lo impediré, pero tú y yo, nunca más. Demetrius la miró con dolor, pudo ver como sus ojos se cubrían de rabia. —¡Marina Hall! Estás pasando la línea, mis hijas vivirán bajo mi techo, lo quieras o no, Y te prohíbo que busques otro trabajo, o trabajas en mi empresa, o no lo harás. Ella le miró enfadada, se acercó un paso, apuntándolo. —¡¿Quién te crees que eres, Demetrius Vicent?! Serás un CE
Marina estaba en el colegio de las niñas, en la junta de padres por el próximo viaje de despedida de curso. —Haremos un viaje a Key West este fin de semana, se les enviará por correo el total de gastos para cubrir, y podrán acompañarnos ambos padres de familia, si así lo desean. ¿Alguna duda? —Ninguna duda, directora, nos ha quedado claro. Esa voz impactó a Marina, al levantar la vista pudo verlo, Demetrius Vicent ahí, con su magnífica presencia arrogante. Ella desvió su mirada. La junta terminó y salieron de ahí. —¿Qué haces aquí, Demetrius? —¿Qué hago? Bueno, supe de la junta por las niñas, y quise venir, será un magnífico viaje. —Sí, pero tú no irás. —Como de costumbre, te equivocas, querida, iré, y tú también, tenemos dos hijas, debemos ir los dos. Ella lo miró incrédula, pero supo que tendría que aceptarlo, ese hombre era terco. —Buenos días, ¿Ustedes son padres de Mady y Ady? Demetrius fijó sus ojos en ese hombre, su porte altivo, y un tono de voz fuerte le dio mala e
—¿Qué cosas locas dices, mujer? No puedo hacerlo, ¿Olvidas que es mi sobrino? —¿Acaso no íbamos a hacerlo? Él bajó la mirada. —Hablé deshacerme de él, tal vez enloquecerlo, secuestrarlo, pero ¿Matarlo? —Kevin se sintió tembloroso. —¡Haz lo que sea, pero él no puede deshacerse de mí, antes de que la fortuna sea mía! —Claro que no, Anya, eso está claro. El dinero es mío, y lo compartiré contigo —dijo tomando su rostro—. Pero, si me traicionas, te mato, sin remordimientos, tú no eres mi familia —aseveró. Anya sintió miedo, luego él la besó con lujuria, la puerta se abrió y Sylvia los observó, esbozó una gran sonrisa, tomó su teléfono y tomó fotos de esa escena. Luego, su aplauso resonó, apartándolos. —Tú, ¿Qué haces aquí? —Observando como están engañando al imbécil de Albert Preston, y él creyendo que su tío Kevin lo quiere tanto, pero resulta que el viejo verde se revuelca con su mujer —dijo Sylvia sonriendo. —Tú no debes estar aquí. —Pero, estoy, tengo nexos en esta empresa,
Albert caminaba de un lado a otro, estaba tan desesperado. El médico salió al pasillo, él se acercó desesperado. —¡¿Cómo está mi hijo y Leonor?! —Bueno, tuvo una amenaza de aborto, ahora y hasta el siguiente mes, debe estar en completo reposo, no todas las amenazas de aborto terminan en uno, así que, debemos conservar la esperanza, y cuidarla mucho. Albert asintió, se veía tan asustado que Demetrius tocó su hombro, a pesar de estar enfadado con él le brindó apoyo. Leonor abrió los ojos, sintió la mano de su hermana. —¡Mi bebé…! —Está bien, cariño, te desmayaste, pero, el bebé está bien, fue una amenaza. —¡No voy a lograrlo, Marina! No quiero que mi bebé se muera —dijo llorando. Marina la abrazó, ella tenía un nudo en la garganta, pero no debía llorar, debía ser fuerte para que Leonor también lo fuera, besó su cabello. —Lo lograrás, escucha, el bebé nacerá, será hermoso, fuerte, y tú también lo serás por él, ¿Entendiste? Leonor asintió, limpió sus lágrimas. —¿Y Albert? —Est
—¡Cómo te has vuelto un imbécil! —exclamó Kevin, mientras observaba a Albert con ojos furiosos—Di lo que quieras, pero es mi última palabra, me divorciaré de Anya, y renunciaré a mi herencia.Las manos de Kevin sostuvieron el cuello de la camisa.—¡Eres un imbécil, un perfecto imbécil!—¡Suéltame! quítame tus manos de encima.Albert lo empujó, hasta hacerlo caer al suelo.—¡¿Quién te crees que eres?! Esa herencia no tiene nada que ver contigo, tío, ¿Lo recuerdas? Tú nunca has tenido dinero, no sé qué esperas.Kevin lo miró con odio.—¡Malagradecido, después de todo lo que hice por ti!—¿Debo pagar por tu apoyo y cariño? Vaya, debí saber que no es sincero, dime, ¿Cuánto de debo? Pide dinero.Kevin le dio tal bofetada, Albert casi se la devuelve, pero lo veía como un padre, no tuvo valor.—¿Y por qué lo haces? ¿Por una mujerzuela?—¡Cállate! —sentenció Albert.Kevin se detuvo, sabía qué si no controlaba su rabia, cruzaría una línea de la cual no podría volver a atrás.—Está bien, escuch
Llegaron a la habitación, estaba oscura, las niñas seguían en la pijamada, debían recogerlos hasta mañana a las diez. —Ni siquiera nos despedimos de nadie en el bar. —¿Te preocupa tanto el señor Hesmer? Porque a mí me importa un rábano. Ella rio de él. —¿Por qué eres tan celoso? Cualquiera pensaría que el gran CEO Vicent debe ser seguro de sí mismo, con una lista enormes de mujeres a las que llamar, reemplazando a la anterior. Él se acercó a ella, su mirada era limpia que la hizo sonreír —No quiero nada de eso, ninguna lista interminable de mujeres, no quiero traidoras, solo te quiero a ti, ¿Es mucho decir? Y tengo miedo, Marina, sí, detrás de esa fachada de gran CEO, soy una mentira, tengo miedo a perderte, como ves, soy solo un hombre, no soy el mejor del mundo, tal vez, ese tal Russell sea mejor en muchos aspectos, pero, si me das una oportunidad, te demostraré que nadie te va a amar más que yo. Ella se quedó perpleja, nunca escuchó hablar a ese hombre así, parecía que escuch
—¿Quién te dejó pasar? —exclamó —. Debes irte, Anya, puedes pensar lo que sea, tampoco es que amas a Albert como lo dices, ambas lo sabemos bien. —¡Mejor cállate! No creas que me has ganado la batalla, no se librarán de mí fácilmente, eso puedo jurártelo, mujer. La puerta se abrió, Albert miró a esa mujer, sintió rabia de verla ahí, molestando a Leonor, y dañando a su hijo, tomó su brazo y la sacó con fuerza. —¡Me lastimas! —¡Tú lastimas a mi hijo! No te lo permitiré. —No te daré el divorcio, Albert, haz como quieras. Él negó. —No se trata de lo que quieras, me lo darás por las buenas o por las malas. —¡Te quitaré hasta el último centavo! Él sonrió. —¿Todo se trata de dinero, Anya? Bien, ¿Cuánto dinero quieres por mi libertad? La mujer lo miró incrédula, no esperaba esa respuesta. —Quiero cincuenta millones de dólares, ¿Acaso no recibirás más de ese dinero cuando tengas tu herencia? —No la aceptaré. —Mejor acepta, porque te dejaré sin nada. Anya salió de ahí. Él respiró
Alana escuchaba las palabras de Demetrius y de Marina. —Mi nieta va a sanar, ella es una niña muy fuerte, ¿Es que por qué pasa esto justo ahora? Mady es tan pequeña —exclamó con angustia. Demetrius abrazó a su madre. Marina no pudo evitar derramar una lágrima, pensaba en su pequeña hija, no quería perderla, no quería que nada malo sucediera, se sentía culpable pensando que pudo haberse dado cuenta antes. —Es mi culpa, fui descuidada, debí haberla revisado con el médico más veces… Demetrius se puso frente a ella, de cuclillas, tomó su mano. —No había forma en que lo supieras, el doctor lo dijo, Marina, no tenía síntomas, hasta ahora. —Debí ser más cuidadosa, revisarla con el médico cada mes, me siento tan mal. Él la abrazó a su pecho, no soportaba el verla sufrir, ni a ella, ni a sus hijas. Más noche subieron a la habitación de las niñas. —¿Me voy a morir? No me quiero morir, papito CEO —dijo Mady, cuando sus papás le dijeron que iban a tener que llevarla al médico y que la iba