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—¿Quién te dejó pasar? —exclamó —. Debes irte, Anya, puedes pensar lo que sea, tampoco es que amas a Albert como lo dices, ambas lo sabemos bien. —¡Mejor cállate! No creas que me has ganado la batalla, no se librarán de mí fácilmente, eso puedo jurártelo, mujer. La puerta se abrió, Albert miró a esa mujer, sintió rabia de verla ahí, molestando a Leonor, y dañando a su hijo, tomó su brazo y la sacó con fuerza. —¡Me lastimas! —¡Tú lastimas a mi hijo! No te lo permitiré. —No te daré el divorcio, Albert, haz como quieras. Él negó. —No se trata de lo que quieras, me lo darás por las buenas o por las malas. —¡Te quitaré hasta el último centavo! Él sonrió. —¿Todo se trata de dinero, Anya? Bien, ¿Cuánto dinero quieres por mi libertad? La mujer lo miró incrédula, no esperaba esa respuesta. —Quiero cincuenta millones de dólares, ¿Acaso no recibirás más de ese dinero cuando tengas tu herencia? —No la aceptaré. —Mejor acepta, porque te dejaré sin nada. Anya salió de ahí. Él respiró
Alana escuchaba las palabras de Demetrius y de Marina. —Mi nieta va a sanar, ella es una niña muy fuerte, ¿Es que por qué pasa esto justo ahora? Mady es tan pequeña —exclamó con angustia. Demetrius abrazó a su madre. Marina no pudo evitar derramar una lágrima, pensaba en su pequeña hija, no quería perderla, no quería que nada malo sucediera, se sentía culpable pensando que pudo haberse dado cuenta antes. —Es mi culpa, fui descuidada, debí haberla revisado con el médico más veces… Demetrius se puso frente a ella, de cuclillas, tomó su mano. —No había forma en que lo supieras, el doctor lo dijo, Marina, no tenía síntomas, hasta ahora. —Debí ser más cuidadosa, revisarla con el médico cada mes, me siento tan mal. Él la abrazó a su pecho, no soportaba el verla sufrir, ni a ella, ni a sus hijas. Más noche subieron a la habitación de las niñas. —¿Me voy a morir? No me quiero morir, papito CEO —dijo Mady, cuando sus papás le dijeron que iban a tener que llevarla al médico y que la iba
Más tarde, Demetrius y Marina se encontraron en el hospital, el doctor hizo estudios a Ady. —Adeline está bien, su hermana Madison es la única que tiene el defecto congénito, de todas maneras, habrá que hacer estudios a Adeline cada tres meses para descartar cualquier detalle en su salud. Los análisis de Mady indicaron que todo está en orden, la cirugía será mañana a las diez, por lo que la dejaremos internada desde mañana a las siete. Marina sintió miedo. —¿Podremos estar con ella? —En su habitación sí, pero, durante la operación, no. —¿La operación tiene muchos riesgos? —preguntó Demetrius sintiendo su corazón latir violento. —Hay riesgos, no les mentiré, pero, debemos estar positivos, es una niña fuerte, estoy seguro de que la operación será exitosa. Marina asintió, respiró profundo. De vuelta a casa, Leonor se levantó por primera vez, el doctor se lo permitió. —Yo cuidaré a Ady, no se angustien por nada. Leonor abrazó a Mady con fuerzas. —Sé fuerte, mi amor, tu eres mi c
—¿Interrumpo? —la voz severa de Demetrius los sorprendió, Russell y Marina se alejaron de inmediato, mirando sus ojos que eran tan rabiosos, no podía quitar la mirada de Russell, él supo que ese hombre debía estar celoso, pero no creyó que tuviera razón para estarlo.—Espero que pronto Mady esté bien, y en casa, los veré después.—Gracias por todo, Russell.Él sonrió, y se alejó, Demetrius aún lo siguió con la mirada, sintiendo una rabia que lo consumía, no podía soportar la idea de perder a Marina.Demetrius fijó su mirada en ella.—¿Y ese abrazo? ¿Acaso era muy necesario? SI quieres un abrazo puedes pedírmelo a mí, ¿No lo crees?—¿Cuándo me ibas a decir que Sylvia espera un hijo tuyo? —exclamó Marina mordiendo cada una de sus palabras con una profunda rabia.Los ojos de Demetrius se abrieron enormes, no esperaba que ella le hablara sobre eso, nunca pensó que ella lo supiera.—Marina, ¿Cómo te enteraste?—¿Lo sabías? —exclamó con gran decepción, él podía notarlo, se desesperaba al sen
—¡No! No tengo hermanitos, solo una hermana, se llama Ady. Sylvia sonrió. —Pues no, yo seré la mamita del nuevo hijo de tu papito. —¡No! Mamita es la única, papito CEO solo quiere a mami, a nadie más. Sylvia se echó a reír, Mady la miró enojada —¡Vete, bruja! Vete. —Niña grosera, ¿Cómo me hablas así? Yo espero un bebé de papito CEO, y pronto, tú y tu hermanita, no le importarán más, él solo querrá a mi bebé, ustedes se irán muy lejos, nunca lo volverán a ver —la mujer chasqueó los dedos. Mady hizo un puchero y se echó a llorar —¡Yo quiero a papito CEO, siempre! La puerta se abrió y Marina entró, ver a esa mujer ahí le revolvió el estómago, pero ver a su hija llorando fue peor. —¡Mami, la bruja mala dice que ya no veré a Papito CEO! Sylvia sonrió burlona, pero la mirada de Marina se volvió gélida, salvaje. La mujer solo sintió cuando ella la haló de la nuca y la sacó de ahí. —¡Lárgate de aquí, malnacida! No te acerques a mi hija. —¡Maldita loca! ¿Quieres lastimarme para qu
—¡¿Que demonios crees que haces, madre?! —exclamó Demetrius furioso, viendo a la mujer con rabia. —¡Hijo! —Nada. Has cruzado el peor de los límites, y tú, ¡Te largas, ya mismo! —exclamó Demetrius, se veía tan furioso, como incluso la misma Marina no lo había visto. —¡¿Por qué haces esto, Demetrius?! ¿Acaso no te importa tu hijo? Demetrius la miró con rabia, y Sylvia chilló. —¡Eso tendrás que probarlo, mujer! Incluso si estás embarazada, deberás comprobar que es mío, solo así podré estar seguro, has mentido mucho en mi cara, y a todo el mundo, yo no creo en ti —sentenció Demetrius. De pronto, la mujer dio un traspié, e tocó el vientre y lanzó un quejido de dolor, tomando a todos por sorpresa. —¡Dios mío! ¿Qué te pasa, Sylvia? —¡No le pasa nada, madre! Ella solo está fingiendo sentirse mal, porque quiere hacerme sentir culpable, pero no lo vas a lograr, mujer. Sylvia volvió a lanzar un quejido, sollozando, Alana se asustó al ver que por sus piernas corría sangre. —¡Dios mío, es
—¿Y cuando puedo hacer una prueba de paternidad? Usted es mi doctor de confianza, ha atendido a la familia por años, quiero saber cuando podré saber si es mi hijo o no, porque no confío en esa mujer. Alana lo miraba impactada de su dureza. —Bueno… —el doctor titubeó, nervioso—. Esperemos, señor Demetrius, aún no se puede realizar la prueba de paternidad en sangre, hasta la doceava semana, pero, recomiendo que ella tenga más tiempo, con sus amenazas de aborto, podría empeorar. Demetrius se sintió frustrado. —¿Podrías esperar a que nazca? Será mejor. —De ninguna manera, madre, debo saberlo antes, sé que ahora se puede, la tecnología ha avanzado mucho, ¿Verdad, doctor? —Sí, pero, ahora esperemos un poco, Sylvia podrá salir en unas horas más tarde. —Bien, enviaré a una persona por ella, póngale a un par de enfermeras doctor, pagará para que la cuiden en la casa de la mujer. Alana le miró incrédula. El doctor asintió, los dejó solos. —¡Demetrius! ¿De verdad la dejarás sola en ese
Albert sostenía la mano de Leonor, estaban en el consultorio de la ginecóloga, sus ojos se encontraron fijamente. —¿Estás bien? —Tengo miedo —dijo Leonor hundiendo su mirada, él levantó su barbilla con su mano, observó sus ojos, sonrió al reflejarse en ellos. —No hay nada que temer, no estás sola, nunca más lo estarás, me quedaré contigo y con mi hijo. ¿Sabes? Yo también tengo miedo. Ella le miró con duda. —¿Tú tienes miedo? ¡Imposible! Él esbozó una sonrisa ligera. —¿Por qué lo dudas? De verdad, también tengo miedo, no soy tan seguro como lo aparento, desde niño, mi padre no hacía más que compararme, primero con Demetrius, luego con mi hermano Finn, si quería un poco de su apoyo debía demostrar que era mejor que ellos, para merecerlo. —Lo siento… —dijo Leonor al escucharlo, pensó que debía ser triste. Él tomó su mano. —No importa, no soy más ese hombre, quiero ser el mejor hombre para ti, quiero ser un buen padre para mi hijo, que tenga todo el cariño, mi apoyo, y que él pue