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—Demetrius ve por tus hijas, quítaselas, no permitas que una mujerzuela como ella las tenga consigo. Demetrius sujetó muy fuerte el brazo de Sylvia. —¡Tú cállate! No he olvidado que también me mentiste, te pregunté si era ella, lo negaste. —¡Ella me amenazó! —¡No quieras seguir viéndome la cara de estúpido! —exclamó, luego la soltó empujándola a un lado—. ¡Lárgate de aquí, no quiero que te acerques ni a mí, ni a mi madre, ni a mis hijas! —Pero… —dijo casi llorando. Demetrius dio la vuelta. —¿A dónde vas? —exclamó Albert —Por mis hijas —sentenció Demetrius y se fue apresurado. Albert tomó el brazo de Sylvia con fuerza —¿Qué hiciste, Sylvia? Nunca dijiste que el amante de Marina Hall fue Demetrius Vicent. —Ella se metió en su cama, ¡Juro que no tuve nada que ver! Albert la miró con ojos muy pequeños y recelosos —Maldita mentirosa, di la verdad, mejor la diré yo, pensaste que, si enviabas a Marina a los brazos de Demetrius, ellos terminarían juntos, porque por aquel tiempo, s
—Las amo con locura, desde la primera vez que las vi, yo lo sentí, yo lo supe, pero no vi más allá, lamento tanto haber tardado en estar a su lado, pero ahora, seremos inseparables. —Te quiero, papito —dijo Mady y besó su mejilla, Ady también lo hizo. Leonor apareció, miró con temor la escena. —Vayan con su tía a comprar un helado, debo hablar un poco con mamá. Leonor miró a Marina, ella asintió, Leonor tomó las manos de las niñas, y se alejó con ellas, aunque un guardia las siguió de cerca. Demetrius las siguió con la mirada, luego clavó la mirada en Marina Hall, quien tenía el rostro frágil, estaba demacrada, temblorosa, podía notar su cuerpo débil, tenso. —¿Creíste que te dejaría huir, otra vez? Ella se cruzó de hombros, no tenía valor para pelear. Bajó la mirada, no podía sostener la de él. —¡¿Por qué, Marina?! Me has mentido tanto tiempo, incluso te lo pregunté, lo negaste con tal cinismo, dijiste que no eras la mujer de esa noche. Una lágrima recorrió el rostro de Marina
Ella intentó detenerlo, pero su fuerza la superaba. —¿Qué haces, Demetrius? Sus ojos estaban oscurecidos, mirándola profundamente. —Quiero que seas mía, de nuevo, como esa noche. Marina sintió que un rubor carmesí cubrió su rostro, negó. —No, tú tienes a Sylvia, ahora. Él siseó entre sus labios. —No comiences con tonterías, quítate el vestido, te necesito, te deseo… —su voz era tan ronca y sensual, que se sintió bajo un hechizo del cual no podía huir. —¿Y si no lo hago que harás? ¿Me enviarás a la cárcel? ¿Me alejarás de mis hijas? —preguntó asustada, temblorosa —¿Tú qué crees? Marina miró sus ojos, retrocedió, se sintió un pequeño cordero ante un león hambriento. Decidió que se entregaría a su voluntad, que no tenía más fuerzas para luchar, solo quería esta cerca de sus hijas, tener un poco de paz. Se giró y comenzó a desabotonar su vestido, hasta hacerlo caer al suelo. La mirada de Demetrius la devoraba con lujuria, cegado por el deseo y sus impulsos, que hacían latir y
Ella detuvo el beso, se visitó con rapidez sin dirigirle ninguna palabra, una vez lista lo miró, él también estaba vestido. —Llévame de vuelta con mis hijas —sentenció. En el auto. —Volveré a tu casa, solo por mis hijas, pero me iré apenas pueda. Demetrius conducía, sus ojos la miraron severos. —No escaparás de mí, Marina Hall, descarta esa idea. Ella puso sus ojos en blanco. —Si no quieres estar a mi lado, a pesar de todo, puedes irte, pero no con mis hijas, te irás sola. Ella lo miró con odio. —¡¿Cómo te atreves?! ¿Quién te crees que eres? —¡Demetrius Vicent, padre de tus hijas! Y si vamos con un juez y sabe como me las quitaste, además que estando cerca de mí me ocultaste la verdad, considerando mi dinero y estatus social, ¿A quién de los dos crees que les darían la custodia de las niñas? —¡Amenazas y más amenaza! ¿No te cansas de ser un imbécil? Para el auto. Él se detuvo, porque ella abrió la puerta, salió molesta, caminó rápido, quería alejarse, pero sintió sus manos,
—Papi ¿Qué es bortar? Demetrius cargó a Mady en sus brazos, besó su mejilla, miró a Marina, dudoso. —Mami les explicará, ella es muy buena explicando, ¿Verdad? Marina los miró, nerviosa. Cargó a las niñas, las recostó en la cama. —Ahora vamos a dormir. —Papito, duerme aquí con nosotras, para que todos estemos juntitos —dijo Ady—. ¡Por favor! —Claro, cariño, solo si mami lo quiere. Las niñas dirigieron la mirada hacia su madre, con una súplica en sus caritas que la consternó. —¡Por favor, mami! —¡Di que sí, mami! Deja que papito CEO duerma aquí, por favor. Marina no pudo evitar ceder ante ellos tres. —Está bien. Las gemelas que saltaban en la cama chocaron sus palmas, alegres. —Vamos, hora de dormir —dijo Marina, las niñas se recostaron. Ella se acostó junto a las pequeñas, sintió la presencia de Demetrius, recostado a su lado. —Mamita, ya nunca nos vamos a volver a separar de papito CEO, ¿Verdad? —preguntó Ady Marina la miró con ternura, miró a Demetrius de reojo que h
Marina volvió a casa, al llegar, los empleados le ayudaron a subir sus maletas a la recámara, Marina nunca se sintió que era tan apoyada. Al entrar, encontró a Demetrius ahí. —¿No se supone que estarías en la oficina? Él sonrió al verla, negó. —La empresa no es lo mismo sin ti, Marina, ¿Cuándo volverás? —Nunca —sentenció Él la miró impactado de sus palabras. —¿Qué has dicho? —exclamó enojado. —Lo que oyes, Demetrius, no volveré a estar bajo tu yugo, eso se acabó, conseguiré mi propio trabajo, pronto compraré una casa, me iré con mis hijas a vivir sola, podrás verlas cuando quieras, nunca lo impediré, pero tú y yo, nunca más. Demetrius la miró con dolor, pudo ver como sus ojos se cubrían de rabia. —¡Marina Hall! Estás pasando la línea, mis hijas vivirán bajo mi techo, lo quieras o no, Y te prohíbo que busques otro trabajo, o trabajas en mi empresa, o no lo harás. Ella le miró enfadada, se acercó un paso, apuntándolo. —¡¿Quién te crees que eres, Demetrius Vicent?! Serás un CE
Marina estaba en el colegio de las niñas, en la junta de padres por el próximo viaje de despedida de curso. —Haremos un viaje a Key West este fin de semana, se les enviará por correo el total de gastos para cubrir, y podrán acompañarnos ambos padres de familia, si así lo desean. ¿Alguna duda? —Ninguna duda, directora, nos ha quedado claro. Esa voz impactó a Marina, al levantar la vista pudo verlo, Demetrius Vicent ahí, con su magnífica presencia arrogante. Ella desvió su mirada. La junta terminó y salieron de ahí. —¿Qué haces aquí, Demetrius? —¿Qué hago? Bueno, supe de la junta por las niñas, y quise venir, será un magnífico viaje. —Sí, pero tú no irás. —Como de costumbre, te equivocas, querida, iré, y tú también, tenemos dos hijas, debemos ir los dos. Ella lo miró incrédula, pero supo que tendría que aceptarlo, ese hombre era terco. —Buenos días, ¿Ustedes son padres de Mady y Ady? Demetrius fijó sus ojos en ese hombre, su porte altivo, y un tono de voz fuerte le dio mala e
—¿Qué cosas locas dices, mujer? No puedo hacerlo, ¿Olvidas que es mi sobrino? —¿Acaso no íbamos a hacerlo? Él bajó la mirada. —Hablé deshacerme de él, tal vez enloquecerlo, secuestrarlo, pero ¿Matarlo? —Kevin se sintió tembloroso. —¡Haz lo que sea, pero él no puede deshacerse de mí, antes de que la fortuna sea mía! —Claro que no, Anya, eso está claro. El dinero es mío, y lo compartiré contigo —dijo tomando su rostro—. Pero, si me traicionas, te mato, sin remordimientos, tú no eres mi familia —aseveró. Anya sintió miedo, luego él la besó con lujuria, la puerta se abrió y Sylvia los observó, esbozó una gran sonrisa, tomó su teléfono y tomó fotos de esa escena. Luego, su aplauso resonó, apartándolos. —Tú, ¿Qué haces aquí? —Observando como están engañando al imbécil de Albert Preston, y él creyendo que su tío Kevin lo quiere tanto, pero resulta que el viejo verde se revuelca con su mujer —dijo Sylvia sonriendo. —Tú no debes estar aquí. —Pero, estoy, tengo nexos en esta empresa,