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Ella intentó detenerlo, pero su fuerza la superaba. —¿Qué haces, Demetrius? Sus ojos estaban oscurecidos, mirándola profundamente. —Quiero que seas mía, de nuevo, como esa noche. Marina sintió que un rubor carmesí cubrió su rostro, negó. —No, tú tienes a Sylvia, ahora. Él siseó entre sus labios. —No comiences con tonterías, quítate el vestido, te necesito, te deseo… —su voz era tan ronca y sensual, que se sintió bajo un hechizo del cual no podía huir. —¿Y si no lo hago que harás? ¿Me enviarás a la cárcel? ¿Me alejarás de mis hijas? —preguntó asustada, temblorosa —¿Tú qué crees? Marina miró sus ojos, retrocedió, se sintió un pequeño cordero ante un león hambriento. Decidió que se entregaría a su voluntad, que no tenía más fuerzas para luchar, solo quería esta cerca de sus hijas, tener un poco de paz. Se giró y comenzó a desabotonar su vestido, hasta hacerlo caer al suelo. La mirada de Demetrius la devoraba con lujuria, cegado por el deseo y sus impulsos, que hacían latir y
Ella detuvo el beso, se visitó con rapidez sin dirigirle ninguna palabra, una vez lista lo miró, él también estaba vestido. —Llévame de vuelta con mis hijas —sentenció. En el auto. —Volveré a tu casa, solo por mis hijas, pero me iré apenas pueda. Demetrius conducía, sus ojos la miraron severos. —No escaparás de mí, Marina Hall, descarta esa idea. Ella puso sus ojos en blanco. —Si no quieres estar a mi lado, a pesar de todo, puedes irte, pero no con mis hijas, te irás sola. Ella lo miró con odio. —¡¿Cómo te atreves?! ¿Quién te crees que eres? —¡Demetrius Vicent, padre de tus hijas! Y si vamos con un juez y sabe como me las quitaste, además que estando cerca de mí me ocultaste la verdad, considerando mi dinero y estatus social, ¿A quién de los dos crees que les darían la custodia de las niñas? —¡Amenazas y más amenaza! ¿No te cansas de ser un imbécil? Para el auto. Él se detuvo, porque ella abrió la puerta, salió molesta, caminó rápido, quería alejarse, pero sintió sus manos,
—Papi ¿Qué es bortar? Demetrius cargó a Mady en sus brazos, besó su mejilla, miró a Marina, dudoso. —Mami les explicará, ella es muy buena explicando, ¿Verdad? Marina los miró, nerviosa. Cargó a las niñas, las recostó en la cama. —Ahora vamos a dormir. —Papito, duerme aquí con nosotras, para que todos estemos juntitos —dijo Ady—. ¡Por favor! —Claro, cariño, solo si mami lo quiere. Las niñas dirigieron la mirada hacia su madre, con una súplica en sus caritas que la consternó. —¡Por favor, mami! —¡Di que sí, mami! Deja que papito CEO duerma aquí, por favor. Marina no pudo evitar ceder ante ellos tres. —Está bien. Las gemelas que saltaban en la cama chocaron sus palmas, alegres. —Vamos, hora de dormir —dijo Marina, las niñas se recostaron. Ella se acostó junto a las pequeñas, sintió la presencia de Demetrius, recostado a su lado. —Mamita, ya nunca nos vamos a volver a separar de papito CEO, ¿Verdad? —preguntó Ady Marina la miró con ternura, miró a Demetrius de reojo que h
Marina volvió a casa, al llegar, los empleados le ayudaron a subir sus maletas a la recámara, Marina nunca se sintió que era tan apoyada. Al entrar, encontró a Demetrius ahí. —¿No se supone que estarías en la oficina? Él sonrió al verla, negó. —La empresa no es lo mismo sin ti, Marina, ¿Cuándo volverás? —Nunca —sentenció Él la miró impactado de sus palabras. —¿Qué has dicho? —exclamó enojado. —Lo que oyes, Demetrius, no volveré a estar bajo tu yugo, eso se acabó, conseguiré mi propio trabajo, pronto compraré una casa, me iré con mis hijas a vivir sola, podrás verlas cuando quieras, nunca lo impediré, pero tú y yo, nunca más. Demetrius la miró con dolor, pudo ver como sus ojos se cubrían de rabia. —¡Marina Hall! Estás pasando la línea, mis hijas vivirán bajo mi techo, lo quieras o no, Y te prohíbo que busques otro trabajo, o trabajas en mi empresa, o no lo harás. Ella le miró enfadada, se acercó un paso, apuntándolo. —¡¿Quién te crees que eres, Demetrius Vicent?! Serás un CE
Marina estaba en el colegio de las niñas, en la junta de padres por el próximo viaje de despedida de curso. —Haremos un viaje a Key West este fin de semana, se les enviará por correo el total de gastos para cubrir, y podrán acompañarnos ambos padres de familia, si así lo desean. ¿Alguna duda? —Ninguna duda, directora, nos ha quedado claro. Esa voz impactó a Marina, al levantar la vista pudo verlo, Demetrius Vicent ahí, con su magnífica presencia arrogante. Ella desvió su mirada. La junta terminó y salieron de ahí. —¿Qué haces aquí, Demetrius? —¿Qué hago? Bueno, supe de la junta por las niñas, y quise venir, será un magnífico viaje. —Sí, pero tú no irás. —Como de costumbre, te equivocas, querida, iré, y tú también, tenemos dos hijas, debemos ir los dos. Ella lo miró incrédula, pero supo que tendría que aceptarlo, ese hombre era terco. —Buenos días, ¿Ustedes son padres de Mady y Ady? Demetrius fijó sus ojos en ese hombre, su porte altivo, y un tono de voz fuerte le dio mala e
—¿Qué cosas locas dices, mujer? No puedo hacerlo, ¿Olvidas que es mi sobrino? —¿Acaso no íbamos a hacerlo? Él bajó la mirada. —Hablé deshacerme de él, tal vez enloquecerlo, secuestrarlo, pero ¿Matarlo? —Kevin se sintió tembloroso. —¡Haz lo que sea, pero él no puede deshacerse de mí, antes de que la fortuna sea mía! —Claro que no, Anya, eso está claro. El dinero es mío, y lo compartiré contigo —dijo tomando su rostro—. Pero, si me traicionas, te mato, sin remordimientos, tú no eres mi familia —aseveró. Anya sintió miedo, luego él la besó con lujuria, la puerta se abrió y Sylvia los observó, esbozó una gran sonrisa, tomó su teléfono y tomó fotos de esa escena. Luego, su aplauso resonó, apartándolos. —Tú, ¿Qué haces aquí? —Observando como están engañando al imbécil de Albert Preston, y él creyendo que su tío Kevin lo quiere tanto, pero resulta que el viejo verde se revuelca con su mujer —dijo Sylvia sonriendo. —Tú no debes estar aquí. —Pero, estoy, tengo nexos en esta empresa,
Albert caminaba de un lado a otro, estaba tan desesperado. El médico salió al pasillo, él se acercó desesperado. —¡¿Cómo está mi hijo y Leonor?! —Bueno, tuvo una amenaza de aborto, ahora y hasta el siguiente mes, debe estar en completo reposo, no todas las amenazas de aborto terminan en uno, así que, debemos conservar la esperanza, y cuidarla mucho. Albert asintió, se veía tan asustado que Demetrius tocó su hombro, a pesar de estar enfadado con él le brindó apoyo. Leonor abrió los ojos, sintió la mano de su hermana. —¡Mi bebé…! —Está bien, cariño, te desmayaste, pero, el bebé está bien, fue una amenaza. —¡No voy a lograrlo, Marina! No quiero que mi bebé se muera —dijo llorando. Marina la abrazó, ella tenía un nudo en la garganta, pero no debía llorar, debía ser fuerte para que Leonor también lo fuera, besó su cabello. —Lo lograrás, escucha, el bebé nacerá, será hermoso, fuerte, y tú también lo serás por él, ¿Entendiste? Leonor asintió, limpió sus lágrimas. —¿Y Albert? —Est
—¡Cómo te has vuelto un imbécil! —exclamó Kevin, mientras observaba a Albert con ojos furiosos—Di lo que quieras, pero es mi última palabra, me divorciaré de Anya, y renunciaré a mi herencia.Las manos de Kevin sostuvieron el cuello de la camisa.—¡Eres un imbécil, un perfecto imbécil!—¡Suéltame! quítame tus manos de encima.Albert lo empujó, hasta hacerlo caer al suelo.—¡¿Quién te crees que eres?! Esa herencia no tiene nada que ver contigo, tío, ¿Lo recuerdas? Tú nunca has tenido dinero, no sé qué esperas.Kevin lo miró con odio.—¡Malagradecido, después de todo lo que hice por ti!—¿Debo pagar por tu apoyo y cariño? Vaya, debí saber que no es sincero, dime, ¿Cuánto de debo? Pide dinero.Kevin le dio tal bofetada, Albert casi se la devuelve, pero lo veía como un padre, no tuvo valor.—¿Y por qué lo haces? ¿Por una mujerzuela?—¡Cállate! —sentenció Albert.Kevin se detuvo, sabía qué si no controlaba su rabia, cruzaría una línea de la cual no podría volver a atrás.—Está bien, escuch