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Rose entró al cuarto de baño, Marina tomó una toalla y limpió su rostro, se alegró de no haber llorado lo suficiente para que su rostro enrojeciera, fingió estarse refrescando. —¿Así que ya encontraste a un magnate para seducir? Me alegro, olvídate de Demetrius, nunca tendrás a un billonario como él, ¡Él es mío! Ya lo viste con tus propios ojos, me tomó solo un segundo hacer que vuelva a mí. Marina se miraba al espejo, pero su gesto se volvió colérico. —¿Y por qué me lo adviertes, mujer? Estás temblando de miedo, gritándome por lo que es tuyo, si fuera tuyo, no tendrías que hacerlo, ¿Tienes tanta duda de tu amado Demetrius? ¿Acaso él no te ama a ti? Ella levantó la mano, quería golpear su rostro, pero Marina la detuvo justo antes de que lo hiciera. —¡No te atrevas! No soportaré más tus humillaciones, si me tocas una vez, barreré el suelo contigo. Marina la empujó y Rose se sorprendió, luego salió de ahí. Marina caminó hasta volver con el señor Carpenter. —¿Lista para bailar? E
Marina sentía ese beso, hacía latir cada rincón de su cuerpo, toda ella respondía a él, temblando entre sus brazos. Siempre soñó como sería un beso con él, aunque la había besado antes, no se comparaba nada con este beso, era como si pudiera caminar a un paso del paraíso, pero él se tensó al recordar lo que hacía, detuvo el beso abrupto, recobrando la cordura. «¿Qué demonios estoy haciendo?», pensó Demetrius, luego su mirada se volvió rabiosa. —¿Esto es lo que esperabas? Ella le miró con desconcierto. —¿De qué hablas? Tú has venido hasta aquí persiguiéndome como un acosador, y me besaste, lo has hecho tú. —Ah, ¡Claro! Y tú como siempre, eres una pobre inocente, igual que antes, ¿No? Ella retrocedió un paso, lo miró impactada. —¿Nunca superarás el pasado? —¿Cómo puedo besarte sin pensar que eres la culpable de todas mis desgracias? —exclamó con ojos severos, ella pudo ver el rencor brillar en ellos—. Tú, arruinaste mi vida y la de mi madre, para siempre, y no hay forma en que p
Los ojos de Demetrius se abrieron, y la luz del sol, colándose por la ventana le causó malestar, intentó enderezarse, pero sintió el dolor de cabeza. Sintió ese peso sobre su cuerpo, fue extraño, acostumbrado a dormir siempre solo, de pronto sintió compañía, miró alrededor, no estaba en su habitación, al ver a un lado por fin la encontró. Se sorprendió, luego sonrió, era una sonrisa traviesa, miró debajo de las sábanas, se quedó perplejo. «¿Qué hicimos? ¡Maldita suerte, no puedo recordarlo!», pensó esforzándose. Marina sintió su movimiento, y abrió los ojos, cuando encontró a esa mirada marrón que la veía con algo de malicia, intentó alejarse, con tan mala suerte que dio al suelo, lanzó un grito de dolor, y Demetrius quiso ayudarla, asustado porque no se hubiese hecho daño. Ella se levantó en un santiamén, pero se cubrió al ver su desnudez. Demetrius sonrió, mordiendo sus labios con sensualidad, mientras su mirada se daba un festín, ante su grácil figura. —¡Basta, deja de mirarm
Marina soltó la mano de Demetrius, y sintió un dolor en su pecho al verlo subir al auto de la policía, él pudo mirarla, podía ver la angustia en sus ojos. Odió verla tan preocupada por él, lamentó que eso ocurriera ahora. Albert llegó. —¡Se lo llevaron, Albert! ¡Haz algo, no permitas que esté preso! ¡Es inocente! —exclamó Marina desesperada. Él asintió. —Tranquila, Marina, ya llamé al abogado, los empleados volverán a Miami, me quedaré aquí hasta la liberación de Demetrius, debes ir con ellos. —¡Nunca! No me iré de aquí, sin Demetrius —aseveró Albert supo que hablaba muy en serio y que Demetrius le interesaba más de lo que estaba dispuesta a admitir —Bien, vamos a la comisaría. Al llegar a la comisaria, ya estaba el abogado ahí, era uno de los mejores del país. —Ya estamos revisando todo, la mujer en cuestión dice que fue abusada sexualmente en la habitación del hotel, cerca de las ocho y quince de la noche, estamos pidiendo las cámaras de vigilancia del pasillo, para revisar
—Intentaré comprar un vuelo —dijo Marina, Demetrius la miró sonriente. —Claro que no, tú vendrás conmigo en mi avión privado, luego de que fuiste mi salvadora, es lo mínimo que puedo hacer para pagarte. Ella sonrió, y asintió. —Solo quiero volver, las niñas me extrañan. —Seguro me extrañan más a mí. Ella lo miró sorprendida, pero sonrió. Durante el vuelo, Albert no apartó la mirada de ese par, se les veía tan unidos, veían una película, platicaban y comían juntos, felices, había algo que le decía que el amor estaba en el aire. «Ya perdimos al señor Vicent por Marina Hall, lo que no quiero ver es como se pondrá Alana cuando se entere de que su hijo está enamorado de la misma mujer que amó Finn», pensó. Albert recargó su cabeza en el respaldo, quería dormir, pero no pudo, pensó en ella. «Leonor… fui su primer hombre, y ahora, si está embarazada, tendremos algo que nos unirá por siempre, ¿Qué pasará con Anya? Solo es mi esposa porque era la mejor mujer que encontró mi tío, pero ¿
—¡Demetrius Vicent! ¡¿Qué haces?! —exclamó Alana al sentir esa fuerte mano deteniéndola.—¡He dicho que pares! No lastimarás a Marina.Alana lo miró incrédula, luego miró a la mujer con odio.—¡¿Qué es esto?!—Debo irme, Alana, lamento mucho molestarte.—¡Fuera de esta casa, mujerzuela!—¡Basta, madre! ¡No más! —sentenció DemetriusMarina tomó su cartera, salió tan rápido como pudo de ahí.Alana por fin se liberó del agarre, miró a Demetrius con ojos severos.—¡¿Qué demonios es esto?! ¿Qué hacía esa mujerzuela en tu habitación? ¿Por qué está aquí?—¡No la llames mujerzuela, por favor! Y luego, ella estaba aquí, por una buena razón, y es que, aunque te parezca ilógico me cuidó porque estaba enfermo.—¡¿Qué!? —exclamó casi como chillido, la mujer no podía creerlo—. ¡¿Acaso te escuchas, Demetrius?! ¡Esa mujer es la culpable de la muerte de tu hermano! ¿Cómo puedes decir que te cuidó? ¡¿Olvidas que la odias?!Demetrius alzó la barbilla.—La odié, pero ya no, ella no mató a mi hermano, lo d
El hombre volvió horas después, Sylvia salió al jardín a encontrarse con él—¿Averiguaste algo?—Sí, señora, la mujer trabaja en Vicent Company y tiene dos hijas.Sylvis abrió grandes ojos intrigados—¡¿Dos hijas?!—Según los vecinos, son dos hijas gemelas de casi cinco años.Sylvia se quedó impactada—¡¿Qué has dicho?!La mujer sacó el sobre de dinero y se lo tendió en las manos, se alejó de él, caminando por el jardín sin rumbo.《¡Esas niñas...! Esas niñas debe ser consecuencia de esa noche... ¿Podría ser posible que esa zorra tenga tanta suerte que haya tenido hijas gemelas del hombre más rico y poderoso que conozco? ¡Maldita seas, Marina! Haré que te vayas lejos, no permitiré que arruines mis planes, a toda costa seré la primera y única señora Vicent. Debo tener cuidado o esas malditas bastardas podrían enviarte directo a los brazos de Demetrius》, pensó.A la mañana siguiente.Marina llegó y entró a la oficina de Albert Preston, estaba tan furiosa que ni siquiera pensó lo que hacía
Marina salió de ahí, llamó a Leonor y le informó que llegaría más tarde. Ella condujo su auto hasta el lugar que le indicó esa mujer. Sabía que corría peligro, nunca más iba a volver a confiar en su examiga, pero, temía que revelara su verdad o hiciera algo más con tal de lastimarla. «Ahora Alana está aquí, si se entera de la verdad, podría quitarme a mis hijas, por todo el odio que tiene en mi contra», pensó. Leonor estaba viendo televisión, las gemelas estaban en su habitación, debían terminar los deberes e ir a dormir. —Papito CEO vendrá pronto y nos llevará a patinar como lo prometió, Mady. —¿Y si lo llamamos? —Sí, pero hay que esperar a que mami vuelva, y así tomamos su teléfono y lo llamamos de nuevo. —¡Sí! —exclamó Mady—. Y le mostramos la foto, para que sepa que mami lo ama muchísimo, así él podrá decirle que también la ama mucho, y podrá venir y vivir con nosotras. Leonor escuchó el timbre, estaba asustada, cuando miró por la mirilla vio al hombre parado frente a la pu