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El hombre volvió horas después, Sylvia salió al jardín a encontrarse con él—¿Averiguaste algo?—Sí, señora, la mujer trabaja en Vicent Company y tiene dos hijas.Sylvis abrió grandes ojos intrigados—¡¿Dos hijas?!—Según los vecinos, son dos hijas gemelas de casi cinco años.Sylvia se quedó impactada—¡¿Qué has dicho?!La mujer sacó el sobre de dinero y se lo tendió en las manos, se alejó de él, caminando por el jardín sin rumbo.《¡Esas niñas...! Esas niñas debe ser consecuencia de esa noche... ¿Podría ser posible que esa zorra tenga tanta suerte que haya tenido hijas gemelas del hombre más rico y poderoso que conozco? ¡Maldita seas, Marina! Haré que te vayas lejos, no permitiré que arruines mis planes, a toda costa seré la primera y única señora Vicent. Debo tener cuidado o esas malditas bastardas podrían enviarte directo a los brazos de Demetrius》, pensó.A la mañana siguiente.Marina llegó y entró a la oficina de Albert Preston, estaba tan furiosa que ni siquiera pensó lo que hacía
Marina salió de ahí, llamó a Leonor y le informó que llegaría más tarde. Ella condujo su auto hasta el lugar que le indicó esa mujer. Sabía que corría peligro, nunca más iba a volver a confiar en su examiga, pero, temía que revelara su verdad o hiciera algo más con tal de lastimarla. «Ahora Alana está aquí, si se entera de la verdad, podría quitarme a mis hijas, por todo el odio que tiene en mi contra», pensó. Leonor estaba viendo televisión, las gemelas estaban en su habitación, debían terminar los deberes e ir a dormir. —Papito CEO vendrá pronto y nos llevará a patinar como lo prometió, Mady. —¿Y si lo llamamos? —Sí, pero hay que esperar a que mami vuelva, y así tomamos su teléfono y lo llamamos de nuevo. —¡Sí! —exclamó Mady—. Y le mostramos la foto, para que sepa que mami lo ama muchísimo, así él podrá decirle que también la ama mucho, y podrá venir y vivir con nosotras. Leonor escuchó el timbre, estaba asustada, cuando miró por la mirilla vio al hombre parado frente a la pu
—Si quisiera matarte, ¿No crees que lo habría hecho ya? Marina, solo eres una miedosa, vamos, bebe, celebra conmigo, demuestra que no me tienes miedo. «Si no bebo, seguro me obligará o hará lo que sea, aún no sé de lo que es capaz, en realidad no quiero saberlo, tengo miedo», pensó. Un hombre se acercó a ella, y le dijo algo al oído. Sylvia optó por levantarse, se giró para escuchar mejor y no permitir que Marina escuchara nada de esa conversación. Marina supo que tenía un solo instante para cambiar su destino y salvarse; intercambió las copas, sin que Sylvia la pudiera ver. Sylvia hablaba con ese hombre en voz muy baja, tanto que Marina no pudo escuchar nada de lo que hablaban. —Señorita, el hombre que pagó mucho dinero por la prostituta está afuera, y está un poco desesperado, quiere ya mismo a la mujer. —Que espere, ya casi podré darle a la mujerzuela, recuérdale que debe estar con ella en la habitación que le indicamos, ¿Tienen las cámaras listas para grabarlo todo? El hombr
Demetrius detuvo el beso, miró a los ojos de Marina, aún sus miradas estaban ardiendo de deseo. —¿Qué haces aquí, Marina? Ella miró atrás, pero esos hombres ya no estaban ahí. —Yo… ¡Estaba siendo perseguida! Él arrugó el ceño. —¿Perseguida? ¿Por quién? —exclamó con ojos severos Marina hundió la mirada, pensó en decirle todo, y tuvo miedo. —No lo sé… Demetrius la miró con intriga. —¿Acaso es un pretexto para estar cerca de mí? Ella le miró incrédula. —¿Qué? ¡Oh, claro, porque estoy muerta de amor por ti, y necesito toda tu atencion! —exclamó irónica Él sonrió. —Justo es lo que pensé, no lo niegues, me besaste, me llamaste amor, no puedes negar lo obvio. Ella intentó liberarse de su agarre, pero él lo volvió más fuerte. —No irás a ningún lado, vamos a despedirnos del socio japonés, y podemos irnos de aquí juntitos a un lugar privado. Ella alzó las cejas, sorprendida. —¿Lugar privado? Él esbozó una sonrisa de lado, y ella se sintió tranquila de estar junto a él. Pronto,
Marina arrugó la foto, y negó. —¡Es una tontería! Las niñas no debieron darte esto, y es hora de que te vayas —sentenció con firmeza Pero, él caminó hacia ella, sorprendiéndola, haciéndola retroceder hasta llegar a la cama. —No me iré, no hasta que me respondas lo que te pregunté. Ella titubeó. —No, esa es la respuesta —aseveró, sin ver su rostro. Él se acercó más a ella, su mano levantó su barbilla para que lo viera, intentó alejarse, pero él la tomó de la cintura, estrechándola en sus brazos. —¡Basta! —Mírame y dilo en mi cara, di que no me amaste nunca. Ella sintió que temblaba, su mirada descendía a sus labios, deseándolos para ella, no podía evitar sentirse débil ante su presencia, él lo notó, porque le pasaba igual. —Mientes, y mientes, ¡Dices mil mentiras por segundo! Y ni siquiera sé porque creo en ti, pero lo hago. —Ya basta, Demetrius, debes irte. —No me iré, no sin hacerte mía. Ella le miró con ojos grandes, él besó sus labios con tanta pasión, y cayeron a la ca
Marina abrió los ojos y miró a Demetrius recostado en su cama, dormido, sonrió, no podía creer que su fantasía de amor se hubiese hecho realidad, luego de tanto tiempo. «Ayer dijo que me amaba y yo también lo dije», pensó con una sonrisa ilusionada. Él abrió los ojos adormilados, y al verla, sonrió, ella se ruborizó y cubrió su cuerpo con su vestido de dormir. —¿Ya debo irme? Ella miró la hora, y sonrió de nuevo. —Las niñas se despertarán pronto, será raro si te ven aquí. —Seguro de que estarán muy felices. Ambos rieron, Marina supo que tenía razón. —Debo irme a bañar y cambiar, volveré para ir a patinar con las niñas. Ella asintió, él se cambió rápido y una vez listo, ella lo llevó a la puerta. —Vuelvo en tres horas para ir a patinar. —Está bien. Ella pensó que solo se iría, pero, Demetrius besó sus labios, se fue de ahí, dejándola como volando en una nube rosa, cerró la puerta, tenía una sonrisa feliz. —¿Marina? ¿Acaso Demetrius Vicent y tu durmieron juntos? —exclamó Leo
Las niñas estaban listas, saltando de un lado a otro, felices, emocionadas. Cuando escucharon el timbre de la puerta, corrieron a abrir. —¡Niñas! Primero deben saber quién es —exclamó Leonor. Las niñas asintieron. —¿Quién es? —Hola, hola, ¡Aquí papito CEO, esperando entrar! Las niñas gritaron emocionadas y abrieron la puerta, saltando a los brazos del CEO que las recibió feliz. —¿Están listas para patinar? —¡Sí, papito CEO! Marina se acercó a ellos. —¿Estás segura de no querer venir, Leonor? Ella negó. —Vayan ustedes, yo estaré bien aquí. Marina asintió y salió con ellos. Subieron al auto, y fueron hacia un lugar donde, además de patinar, había videojuegos e inflables para divertirse. Leonor se quedó sola, y supo que era ahora o nunca, caminó a su alcoba, y tomó esa prueba de embarazo, sintió sus manos temblar. Había pasado más de quince días, pero ella que conocía bien su ciclo menstrual estuvo convencida de que la noche que estuvo con Albert era su día más fértil, lle
Mady y Ady se abrazaron con fuerza. —¡Quiero a mi mamita y a mi papito CEO! ¡Déjenos ir! —chilló Mady Ady la abrazó. —¡Por favor, queremos irnos con nuestra mami! ¡Mami! Tenemos miedo. —¡Ya basta, niñas! Caminen a la sala de estar. Las niñas tenían miedo de esa mujer tan alta y con el rostro amargado, que retrocedieron hasta una pequeña sala, donde se sentaron y se abrazaron asustadas. Luego de un rato, Mady limpió sus lágrimas. —Tenemos que irnos, Ady. —Pero… ¿Cómo? Mady no lo sabía, pero tomó la mano de Ady y caminaron por el lugar, hasta llegar al comedor, donde había muchos niños que comían. —¿Estás pensando lo mismo que yo, Ady? —Si estás pensando en comer, no, pero si estás pensando en… Las dos se miraron a los ojos abriéndolos grandes y rieron ante lo que pensaban hacer. Demetrius llegó a la casa, estaba tan furioso, que apenas entró, porteó la puerta y las mujeres en el salón saltaron de miedo. —Hijo… —¡¿Cómo puedes ser una mujer tan cruel para enviar a dos criat