Alan

Alan

Eva estaba completamente fuera de sí. Aquel intento de huida había sido un fracaso absoluto, pues ella no había calculado el alcance del poderío que aquel CEO podía desplegar cuando quería tener algo a su entero dominio. Lejos quedaba la idea de poder tomar un taxi para huir y no tener que verle nuevamente, pues ahora se encontraba acompañada de aquel sujeto del traje oscuro y barba espesa que se erguía a su lado como una mole de puro músculo y seriedad. En aquel momento apenas pudo darse cuenta de que había cedido a la petición de este sujeto sin siquiera oponer un mínimo de resistencia, pero al final de cuentas sabía que ninguna resistencia hubiese servido si se trataba de hacerle frente a un tipo tan fuerte como ese.

Alan era el jefe de seguridad del señor Logan y también su mano derecha. Él estaba a cargo de todo el mover operativo de la empresa y su voz era una que se respetaba sin oposición. Eva entendió entonces que ese tipo estaba tan acostumbrado a ser obedecido que incluso ella, sin conocerle ni saber quién era, terminó sucumbiendo ante su petición.

―El jefe necesita verla ―le dijo Alna cuando estuvieron al fin a solas lejos del bullicio de aquella calle que hervía de agitación a esa hora de la mañana. El edificio de la empresa del señor Logan Reich se encontraba en el pleno núcleo de la ciudad. Las cosas más importantes sucedían allí.

Eva solo pudo asentir. No había forma de que ella le explicase a ese sujeto las razones por las cuales había preferido emprender la huida antes que tener que enfrentar al tipo de sus visiones. Ella estaba consciente de saber que se encontraba en un ambiente empresarial y que ahí ese tipo de cosas, supersticiosas y casi irracionales, no tenían cabida.

No sabía qué haría al tener que enfrentarse al CEO, pero no podía resistirse a la voz dada por el sujeto. Por un segundo Eva le miró y descubrió que se trataba de un hombre sumamente atractivo: su mirada era recia, aunque con un dejó de melancolía, como el de esas personas que arrastran un fuerte dolor del pasado; sus ojos eran del color del cielo, por lo que constataban fuertemente con el negro de su barba y su cabello un poco largo que llevaba recogido en un pequeño moño en lo alto de su cabeza. Eva tenía claro que no había ido a ese lugar a enamorarse, mucho menos después de haberse llevado aquel impacto, pero estaba en una posición donde cualquier cosa podía significarle una confrontación poderosa.

Eva siguió a Alan, quien había disipado el grueso de hombres que el señor Logan había designado para alcanzarle antes de que se pudiese perder entre la multitud. Ambos entraron en el ascensor. Cuando al fin estuvieron a solas, Alan le miró a los ojos y con una tenue sonrisa le dijo:

― ¿Qué ocurre señorita Moon? ―Alan hablaba de manera pausada con una voz bastante ronca― Parece que hubiese visto un espectro.

«Lo vi» Pensó Eva.

―No pasa nada…. Es solo que ―Eva se detuvo, ella sabía que no tenía forma alguna de cómo justificar su comportamiento errático―… ya no quiero el trabajo.

Alan la miró confundido lo mismo que asombrado. Él podía saber que aquello no era más que una mera excusa para disimular algo mucho más complejo, pero aun así decidió no decir nada más y seguirle la corriente a la hermosa chica de mirada perdida y rostro pálido que tenía frente a él.

―En todo caso le recomiendo que cuando esté ante el señor Logan le comuniqué eso.

―Pero si ya no quiero el empleo ¿Por qué me quiere ver a mí? ―Eva no podía dejar de preguntarse aquello y no perdió la oportunidad de hacerle saber su duda al sujeto que le servía de escolta.

―No le puedo responder eso señorita… solo puedo decirle que el señor Logan es un sujeto que cuando quiere algo lo obtiene como sea…. Él pidió verla y yo solo debo pensar en cumplir su orden.

― ¿Sin importar si es en contra de mi voluntad?

―Por suerte no.

―Pero en el caso de que yo me hubiese resistido… ¿Hubiesen recurrido a la fuerza para traerme ante él?

Alan se movió incómodo encogiéndose de hombros ante la pregunta directa planteada por Eva que no admitía ningún tipo de evasión. Alan se podía dar cuenta que aquella chica, a pesar de encontrarse consternada por una preocupación apremiante, no dejaba de exhibir una lucidez mental y una agudeza en su razonamiento que era de admirar.

―No se mortifique por eso, señorita… conténtese con saber que todo se ha producido de una manera amena y amistosa… si el señor Logan necesita decirle algo, usted escúchelo y asienta, es el mejor consejo que le puedo dar si quiere terminar con esto cuanto antes.

Eva, sorprendida, asintió sin saber del todo que podía significar esa explicación que el sujeto de los ojos de cielo le acababa de regalar en forma de consejo bienintencionado.

El ascensor anunció la apertura de las puertas y antes de que esto ocurriese, Alan la tomó de la muñeca de manera inesperada y le miró con severidad al decirle:

―Y haga lo que haga… no deje que su imaginación le engañe… no por nada al señor Logan le apodan “El Lobo”.

Las puertas del ascensor se abrieron y Eva se descubrió de nuevo en aquel lobby donde Gena, la secretaria, le miraba con cara de confusión. Eva aún no terminaba de procesar aquello que acababa de escuchar, pero Alan había soltado su muñeca y ahora se encontraba de nuevo en su papel de guardaespaldas mudo y solo se limitó a indicarle con un movimiento de su mano el camino a seguir. Eva miró a lo lejos y descubrió la puerta por la que recién había salido y de solo pensar en el rostro de aquel hombre que le esperaba ahí adentro, sus piernas comenzaron a temblar.

«Tú no eres una cobarde» se repitió a sí misma cuando comenzó a mover sus pies para encaminarse a la puerta.

Cada pasa duraba una eternidad, pero al fin logró llegar a la oficina donde la esperaba el poderoso CEO. 

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