Una boda desastrosa

Dannia desconcertada por lo que estaba escuchando, miraba a todos lados buscando una respuesta, ¿de dónde venían esos gemidos?, fue hasta que escuchó la voz de Bruno decirle: —¿Tuviste sexo con otro hombre?

En la iglesia hubo un silencio profundo al escuchar la preguntas de Bruno, una pregunta fuera de lugar, una pregunta que no tenían sentido para Dannia.

—Por supuesto que no Bruno ¿qué te pasa? —cuestionó ofendida ante sus palabras.

Alejandro y Antonio se volvieron a ver, cuestionando tal situación, ya que Alejandro sí sabía de quién se trataba y de quién era esa voz.

De repente una voz de una mujer se comenzó a escuchar, eran más gemidos y suplicas, Dannia estaba consternada por lo que estaba pasando, este debía ser el día más feliz de su vida, no un espectáculo donde creyeran que aquella mujer vil y pecadora, era ella.

—¡Vamos Bruno más rápido!

Tan audible fue aquella suplica que las miradas se posaron en aquel hombre, que ahora tenía sus ojos bien abiertos, y un golpe en su pecho retumbó al escuchar su nombre en esa grabación.

Sin embargo, fue Dannia quien sintió morir, cuando miró a su prometido pálido y estático.

—¡No fuiste capaz Bruno! —su voz se quebraba y evitaba llorar, no quería humillarse ante él —dime que no, por favor, no, Bruno, no.

—Laila eres insaciable —se escuchó de fondo en aquella grabación, tapó su boca con su mano —¡que rico! Eres una perrita maldosa.

Era repugnante escuchar aquellas palabras que ambos se decían.

Pero claro que fue capaz de hacer semejante improperio, esa era su m*****a voz, era la voz de Bruno con la supuesta asistente que tenía en aquel hospital del centro.

—Dannia, por favor, no es lo que parece, déjame explicarte mi amor.

Estaba allí de pie frente a los invitados sin saber que hacer o que cara poner, ahí estaba ella frente a una iglesia completamente decorada para el mejor día de su vida.

Pero Bruno, él le había sido infiel y quién sabe desde cuándo: —No quiero que me expliques nada Bruno, nada —suplicaba.

Sentía que su respiración se cortaba, estaba hiperventilando y sus amigas se acercaron a ella e intentaban abrazarla, pero quitaba sus manos, le estorbaba, ellas le estorbaban, todo a su alrededor estorbaba.

Todas estaban tan sorprendidas como todos los demás, pero Diana, ella estaba preocupada en ser descubierta, nadie debía saber que ella y Bruno habían tenido tres deslices durante el noviazgo y compromiso de él y Dannia.

—Gran despedida de soltero me has dado Laila, lástima que hoy será nuestro último encuentro.

Su pecho dolía, sentía su cuerpo debilitarse, temblaba, pero sobre todo intentaba no derramar lágrimas, quería ser fuerte, no quería demostrar que le dolía, aunque la realidad, era que estaba por desmallarse.

Dio unos pasos hacia atrás para retirarse de la iglesia y se detuve, se devolvió y acertó un golpe, un puño cerrado en el rostro de Bruno, justo en la mejilla, quitó el anillo de compromiso y se lo tiró en los pies.

—Eres un maldito idiota Bruno, espero que estés contento con haberme lastimado de esta manera, hubiese dado mi vida por ti, ahora, solo eres una pesadilla que quiero olvidar, te vas a arrepentir de haberme hecho esto.

Ya era imposible no llorar, había sido humillada de la manera más baja que una amante hubiese hecho, salió de la iglesia y las manos de su padre la detuvieron por la cintura, se acurrucó en su hombro como una niña y rompió en llanto, ya no soportaba, tal vez no había sido tan buena persona como creía, pues ¿por qué tuvo que pasarle esto?

Antonio y Alejandro vieron a Dannia salir corriendo de la iglesia, atrás de ella iba Bruno suplicante, ambos negaron y decidieron salir de la iglesia, ya nada tenían que hacer allí, definitivamente nada.

—Dannia, mi amor, te juro que lo puedo explicar, no pienses mal de mí, déjame explicarte, por favor, te lo ruego.

Lo miró de reojo y estaba hincado frente a ella con sus manos juntas en forma de súplica, solo que, a ella no le importaba que tuviera que decir, había estado con otra u otras mujeres y aún así se atrevió a culparla de algo que no había hecho, ¿qué podría explicar?, no había nada que justificara su traición y tampoco importaba.

—Eres hombre muerto, Bruno, quítate o te patearé el trasero —le habló Marc furioso, apunto de golpearlo, aunque fue detenido por los brazos de su hija.

Frente a ella estaban los padres de Bruno desconsolados, su madre era quién más lloraba, escuchó un golpe y su padre, Roger, estaba a su lado con sus manos hechas un puño, había abofeteado a su hijo por primera vez.

—Eres un cobarde, no te críe para hacer este tipo de cosas, das vergüenza Bruno, das vergüenza —soltó con furia y enojo, pues todo lo que quería era un hijo para bien.

Dannia y su padre, comenzaron a alejarse, iban directo hacia Antonio y Alejandro, quien la miraba deseoso de al menos abrazarla.

—Lo siento mucho Dannia — dijo Antonio de primero —lamento que te hayan herido de esa manera, no merecías esa canallada, pero te aseguro que la vida se encargará de hacerle pagar el dolor que ha causado en ti.

Soltando el llanto abrazó a Antonio con fuerza, se alejó de él e hizo una reverencia a Alejandro, sin prestarle mucha atención.

—Gracias por venir —les dijo y pasó a su lado, caminó hasta el auto donde estaba su padre, quitó su tiara con el velo y los tiró a un basurero que había cerca.

—Sácame de aquí papito, quiero irme, llévame lejos de aquí, por favor —suplicó

Subió al auto, volvió a llorar, no le importaba donde su padre la llevara solo quería salir del radar de todos, ya no quería ser más la humillación de esos dos.

—¿Quieres ir a casa? —preguntó ofreciéndole la suya.

—Quiero cambiarme el vestido.

Hicieron una parada al apartamento y allí se quitó el vestido y lo empacó, quitó su maquillaje en medio de un llanto, ya que de verdad se veía hermosa en la forma que en Angela la había maquillado, se aseó y salió con su maleta.

Su apartamento había sido rentado días atrás por una pareja y ya no se podía hacer nada, debía buscar un nuevo sitio donde vivir.

—Te llevaré a comer pizza, iremos solo tú y yo hija mía, como en los viejos tiempos —le dijo su padre tratando de restarle importancia a su desdicha, para no alimentar más su tristeza.

—Gracias papito, pero quiero acostarme un rato y dormir, ¿puedo quedarme en casa contigo?

Extendió sus brazos y volvió a llorar en su hombro, su sueño se había derrumbado, había sido traicionada y eso le desgarraba por dentro, se preguntaba si alguno de los que estaban en la iglesia lo sabían, quería preguntar si alguno sabía de las porquerías que esa tal Laila y Bruno hacían a sus espaldas, esas interrogantes le carcomía por saber la verdad.

—Dannia, hija, sé que es difícil esto que estás atravesando, no era esto lo que como padre quería que vivieras, sabes que siempre deseé amor y felicidad para ti.

—Pero tenías razón papá —lo interrumpió al recordar aquellas pláticas donde le decía que Bruno ocultaba muchas cosas y que no estaba seguro de su relación con él —me dijiste muchas veces que Bruno no me convenía porque mirabas en él algo extraño que no encajaba, tenías razón papá, esto era lo que no encajaba.

Intentaba parar de llorar, pero nada le resultaba, ni siquiera las caricias de su padre sobre su cabello.

—En este momento es posible que no entiendas porqué te sucedió esto, pero más adelante encontrarás la respuesta, trata de ser fuerte hija, no estás sola.

—No me pidas que sea fuerte papá, me humilló, me lastimó papá y delante de los invitados, me siento burlada, padre, te juro que me siento que todos se deben estar burlando de mí —le respondió hiperventilando por tanto llorar.

—Eso no es así hija, créeme que nadie tiene en aquella iglesia tiene un corazón tan frío como para burlarse de algo tan cruel como lo que te hizo Bruno junto con esa mujer, nadie se burlará de ti hija mía, saca esos pensamientos de la cabeza.

Se despegó de él y recibió un beso en su frente, nada hacía que el dolor disminuyera, pero al menos lo tenía a él, quien siempre había sido un pilar en su crecimiento como persona a pesar del abandono de mamá.

—¿Comemos pizza? —preguntó Marc con sonrisa.

—Sí, pizza y una botella de coca — respondió y devolvió la sonrisa, una que disfrazaba las ganas de destruir todo a su alrededor.

—Bruno no merece tus lagrimas hija, mírame, un hombre que se atreva a herir a una mujer solo para jugar de hombre no merece siquiera llamarse hombre, sé que esto duele y mucho, sé que vas llorar y está bien, pero te vas a levantar y le vas a demostrar que tú sin él puedes —él tenía la convicción que su hija podía salir adelante-

—Sí papito, prometo que de esta me voy a levantar como siempre lo he hecho, pero ahora solo quiero ir a casa y estar allí contigo.

Era una ridícula pregunta para Marc, Dannia era su fiel compañera de vida y regresaría a casa, las veces que fuera necesarias.

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