Azael:
Hoy se cumplen tres meses de haberla conocido, tres meses de aquella fatídica noche en la que la vida, así como la puso frente a mí, la colocó en el limbo, en la nada, y a mi junto con ella, aguardando su despertar.
Como si la conociera de toda una vida, como si Anel fuera la persona más importante en mi vida, he pasado días y noches enteras, salvo aquellas en las que Leopoldo o su esposa me impiden quedarme, que han sido escasamente un par de ellas, a su lado, velando el estado de letargo en el que se encuentra sumergida.
Si bien no he abandonado mi trabajo, ya no le presto la misma atención. ¿Cómo he de hacerlo si aun estando en otra dimensión y con los ojos cerrados esa pequeña bruja domina mi vida? ¿cómo he de llevar una vida normal y tranquila si por culpa mía ella se encuentra postrada en esa cama sin probabilidades de volver a mostrarme esos maravillosos ojos avellanados?
De haber controlado al animal que se apoderó de mí, ella no estaría aquí, de no haberla perseguido como un enfermo necesitado de una dosis del elixir que logre calmar mi ansiedad, nada de esto estaría sucediendo. Me abalancé a seguirla, solo quería obtener un mínimo de atención de su parte; aunque sabía que no obtendría el trato especial que en cambio yo si le hubiera dado, me arriesgué, me atreví a dar el paso que nos llevó a vivir la pesadilla que nos mantiene a todos en vilo.
Desde hace tres meses mi vida cambio por completo. Al final de la semana del accidente, al ver que no reaccionaba, me propuse cambiar mi forma de vida si ella logra despertar. Por primera vez me vi implorando silenciosamente a ese Dios del cual tanto habla mi madre, que le diera una oportunidad. Los doctores por la magnitud del golpe sufrido en la cabeza y en la columna, no le dan posibilidades de vida, y si en dado caso despertará, no auguraban una vida como la que tenía antes de que me atravesara en su camino.
Mentalmente me he castigado por haber sido tan estúpido al pretender tomar por impulso a una mujer como ella, una mujer que desde el principio no manifestó sino rechazo hacia mí. Una mujer que a diferencia de la mayoría que se me insinúan, solo buscaba ocultarse, hacerse invisible ante mis ojos inundados de sevicia, de esa ferocidad que se apoderó de mi cuerpo de solo mirarla una vez.
Soy un hombre despiadado en los negocios, un idiota con las mujeres pues solo las tomo y luego las desecho. ¿Desear la muerte de alguna de ellas? Jamás. Siempre fui consciente de que debía enmendar mi forma de vida, mi madre se encargaba de hacérmelo ver constantemente, nunca encontré una justificación valedera para hacerlo.
El mundo que me rodea está impregnado de falsedad, mujeres que son verdaderas actrices, asumen el papel de la docilidad, la viva representación de la mujer sumisa, inocente, todo por ganarse un lugar en la vida del hombre adinerado en el que ponen el ojo. Logré evadir a muchas, entre ellas Samantha, quien por años mantuvo la esperanza de ocupar el lugar de la señora Sanna.
Hasta ese día, el día en el que envié a Anel al estado de coma, fue consciente de haber sido desplazada por una desconocida, una mujer que como ella bien lo dijo, carece de los atributos físicos que ella derrocha. Esa semana comprendió que no tendría oportunidad de ocupar en mi vida un espacio diferente al lado izquierdo de mi cama, o cualquier otra donde la vida nos había permitido hacer realidad las fantasías sexuales que el tiempo nos permitió actuar.
Si fingía o no, no lo sabré nunca, pues no me di tiempo de detenerme a analizar sus reacciones, sus muestras de celos, la suplica desplegada en el aire cuando dos días después del accidente regresé a mi casa, y le manifesté haber puesto fin a eso que ella llamaba relación y que yo simplemente veía como momentos de liberación.
Después de participarle mi decisión, recuerdo que la dejé en la sala de estar en compañía de la servidumbre, sumergida en el llanto y gritos desesperados, subí a mi habitación, tomé una ducha, me puse ropa cómoda y volví a salir de casa para internarme en el Hospital con Anel y sus padres.
La culpa me carcomía, no me dejaba tiempo a pensar en otra cosa que no fuese en ella, en su recuperación, en la posibilidad de comenzar desde cero. Hacer de cuenta que esto nunca sucedió y que tenía una oportunidad de hacer las cosas diferentes por primera vez con alguien, con alguna mujer, y esa mujer anhelaba que fuese ella, solo que los días pasaban y veía cada vez más lejana toda esperanza de redimir mis errores, compensar el daño que le ocasioné en mi afán de obligarla a darse cuenta de que yo estaba allí.
—No puedes seguir aquí Azael —recuerdo que me dijo Aitana observándome preocupada—, debes continuar con tu vida, a fin de cuentas, no sabemos si Anel va a regresar.
—Soy el culpable de que ella esté postrada en esta cama, no es justo que haga que todo está bien cuando bien sabes que no es así —le contesté observando con pesadumbre el rostro pálido y delgado de Anel.
—Es que no es tu vida Azael, apenas la viste una noche —me recordó.
—Una noche que fue suficiente para acabar con la luz que irradia —afirmé con amargura.
—Me sorprende esa debilidad que estas mostrando, te creí un hombre con carácter —me acusa sin ningún tipo de sutileza.
—No confundas mi arrepentimiento con debilidad, el hecho de mostrarme más humano nada tiene que ver con incapacidad o la posibilidad de parecer inestable, no subestimes a un hombre herido por sus malas acciones, puedo ser la peor pesadilla de cualquiera si me lo propongo, pero no de esta mujer, ella no tiene por qué pagar por mis errores —expreso sintiendo rabia conmigo mismo, más que por su comentario fuera de lugar.
—Solo digo que deberías volver a tu vida, a tus empresas, o si quiera tomarte un tiempo y volver a tu país, trata de recuperarte de esta horrible impresión lejos de aquí, es evidente que mi hija te afectó más de lo que cualquiera hubiera imaginado —colocando una mano sobre mi hombro, como la madre que aconseja a un hijo me dijo en voz baja—, busca a esa chica con la que andabas. Segura estoy que si te lo propones olvidaras esta pesadilla.
—¿Cómo olvidar a la única mujer que me dio vida con solo mirarla? —le pregunto con el ceño fruncido—, No fue necesario tocarla para saber que su hija seria mi perdición —hice una pausa—, dígame algo señora Aitana ¿se ha sentido caer en un abismo y ser rescatada en plena caída? —la observé fijamente—, no, ¿verdad?, pues eso hizo su hija con sólo fijar su mirada en la mía. Me mostró que en medio de tanta banalidad la vida siempre pondrá en tu camino piezas únicas, irrepetibles, difíciles de encontrar. Anel es una de esas experiencias de la vida que no tienen repetición. De irme, seguro estoy la vida no me dará la oportunidad de reencontrarla. Aquí me quedo.
Azael:Pasaban las seis de la tarde, cuando sentado en el sofá de la habitación que desde una semana después del accidente le fue asignada a Anel, leyendo un informe que me envió mi secretaria en mi laptop, escucho un leve ruido. Alzó la mirada para comprobar que mi percepción no es errada. Al ver un movimiento en su mano, un susto se instaló en mi pecho.Observé el monitor donde se detallan sus signos vitales, al ver que no había alteración alguna, guardé la calma. Hasta eso he aprendido en estos meses. Sin ser médico, al pendiente de su evolución, detalladamente he ido aprendiendo los valores máximos y mínimos necesario y que me indiquen que Anel aunque parecía no estar ahí, seguía con vida.Desde hace una semana la inflamación del cerebro, producida por la conmoción cerebral que ocasionó el impacto de su cabeza sob
Azael:Pensando en resolver la confusión que acaba de ocasionar la enfermera, apenas tenga la más mínima posibilidad, sentado en el sofá con la mirada fija sobre ella, tomé mi móvil y marqué el número de Leopoldo. Repicó varias veces y justo cuando creo iba a caer en buzón, escuché su voz.—Azael, ¿sucedió algo con mi niña? —preguntó en tono de voz alarmado, lo cual era normal, pues nunca desde que esta ella en cama lo había llamado de noche.—Anel despertó —le informo.—Qué grata noticia —celebra con voz alegre.—Los médicos la evaluaron, le dieron de comer, estuvieron observándola por horas hasta que se volvió a quedar dormida —le expliqué.—¿Por qué no llamaste antes muchacho? —preguntó cambiando el tono de
Azael:Volver a la habitación y enfrentarme a la mirada perdida de Anel fue incómodo. En ese momento me tocó mentalizar mi decisión, en dar el siguiente paso sin titubear.Allí estaba a medio sentar, rodeada de almohadas, con los ojos más abiertos que la primera vez, mirando fijamente en mi dirección, la percibí asustada, temerosa; seguramente por no sentirse ella.Verla a los ojos me recordó la razón de estar aquí con ella, encerrados en este ambiente tan lúgubre, tan distante del espacio donde hubiera querido fuese nuestro primer encuentro, donde si bien la quería para mí, sentirla mía, pero no en estas condiciones, donde por aprobación de su madre es toda mía, y por un llamado a la salvación de su mirada pérdida, ella confirma que no erré mi decisión de seguirle el juego a Aitana.«La quiero para
Azael:Acabo de despertar apenas. Miro el reloj, me doy cuenta que dormí mucho, me pasé de la hora que tenía prevista estar con Anel. Ayer después de volver a la habitación donde se encontraba con Anna, quien me observaba con odio, y April, me despedí de ella para dejarla estar con sus hermanas.Si bien con Aitana he opuesto resistencia las veces que ha intentado quedarse a su lado, sin haber visto la actitud tan desagradable que dejó entrever ayer en el jardín, pude haber hecho lo mismo con Anna. Ella sabe la verdad, conoce de primera mano que esta idea del noviazgo entre Anel y yo no es más que el resultado de un acuerdo entre su madre y yo, ante la confusión que la enfermera armó en la cabeza aturdida de Anel. Anna sabe que Annel no me consideraría, por lo menos no a simple vista. Pudiera correr el riesgo de que le diga la verdad. Sin embargo, apelo a su bien sentido del juicio, no c
Azael:—¡Ups! —escuché exclamar a alguien a mi espalda. Lentamente me separé de Anel—, disculpa la interrupción.Al aclarar la mente, comprobé que es la voz de Aitana. Observé a Anel quien se ve en el mismo estado de aturdimiento en el que me encuentro, respiré profundo, pasé una de mis manos por su mejilla en una caricia tierna y decidí voltear a mirarla.Venía acompañada de Leopoldo, quien me observaba con dureza, supongo en rechazo a lo que sus ojos acaban de ver. Decido ignorarlo, en algún momento ah de acostumbrarse a la idea de tenerme no solo como socio sino también como un miembro más de su familia.Es un buen hombre, centrado, racional, inteligente. Esa misma habilidad que ha tenido para los negocios es la que espero asuma al aceptar la decisión de Anel y yo. Oponerse sería ganarse un enemigo que seguro estoy no estr&ia
Azael:Después de la conversación con Aitana, al ir a la habitación me encontré con la noticia de que Anel tuvo una recaída. Los dolores de cabeza eran tan fuertes que le provocaron desmayos en dos ocasiones en los días siguientes al punto de mantenerla sedada, se vio sometida a una nueva ronda de pruebas médicas con la finalidad de ver qué pudiera estarle ocasionando los dolores de cabeza y los desmayos que a los ojos de los médicos es lo más extraño.Pasó un mes completo, el paso de los días en los que mi preocupación aumentó. La presión que tenía me hacía sentir agobiado. Recibí varias llamadas de mi padre ante un inconveniente que se presentó en la empresa familiar y requirió mi presencia. Negado a alejarme de Anel, hice todo lo posible por resolver desde la distancia. Fue difícil, por lo que muy en contra de mi v
—De no estar aquí, me lo cuentas y no creería lo que acabo de escuchar —me dijo Anna arqueando una ceja.Ella y yo, nos encontramos parados en el ventanal de la habitación mientras el doctor y la enfermera revisan a Anel, quien se mantiene despierta, algo aturdida, pero con los ojos lo suficientemente abiertos para vigilar todo lo que sucede a su alrededor. Incluso, por ratos nos observa con mirada interrogante, como si quisiera decirnos o preguntar algo que no sé si por la presencia de quienes la revisan o porque no haya como preguntar se mantiene en actitud titubeante.—¿Qué le hiciste Sanna?, Anel no es esta mujer que tenemos al frente —afirma mirándola fijamente y con un tono de voz acusante.—Como bien sabes nada pude hacerle estando en la distancia y ella dormida todo este tiempo. Que yo sepa no tengo poderes telequinéticos —respondí con sarcasmo—, mejo
Desde el minuto uno, luego de despertar del accidente, comencé a sentirme extraña, como si no fuera yo, como si algo me faltara. Los pocos ratos que había permanecido despierta y con algo de lucidez, rebuscaba en mi mente eso que no lograba entender. Divagaba, alucinaba sobre cosas, una vida que no estaba segura tener y que me dejaba un sin sabor amargo al no poder esclarecerla en mi mente.Me sentía angustiada, preocupada y por momentos triste. Solo la compañía de mis padres, mis hermanas y, aún más la de Azael, que estuvo siempre allí al pendiente de todo, me dio animo para irme adaptando a la vida que me tocó vivir en lo adelante, pese al evidente desacuerdo que había entre ellos sobre mí, mis cuidados y cualquier tema que me involucrara. En todos ellos Azael se impuso, y por lo determinado que es, salió ganando.Mi decisión de irme con Azael causó todo un revuel